CAPÍTULO 1
De nuevo otro día monótono sin nada nuevo que ofrecerme. Quizás lo único cambiante era el tiempo o la temperatura, bien un día era nublado o bien otro reinaba el sol. Pero en otras cuestiones como mi trabajo, no eran tan cambiantes.
Tampoco mi vida personal lo era; seguía con la misma persona que conocí en la universidad con el pensamiento de que siempre seguiríamos juntos, que conseguiríamos el hogar que siempre soñamos y que todo el estrés de nuestras carreras se disiparían en cuanto tuviéramos nuestro remanso de paz alejados de nuestra familia.
Durante esos años tuvimos demasiadas peleas, palabras duras de decir y escuchar, e incluso, pensamientos tremendamente negativos. La pasión se desvaneció lentamente dejándonos una huella que no nos percatábamos pero que estaba ahí, pinchando nuestra burbuja donde ambos nos sentíamos seguros. Nunca pensé que llego el día en el que mi corazón dijo basta y tuve que tomar la decisión de que ambos fuésemos tan solo amigos.
No quería que lo bueno que siempre tuvimos se desvaneciera; el perderle de mi vida era demasiado doloroso para mí. El terror inmenso a que él no estuviera de acuerdo, alejándose por completo de mí, me destrozaba completamente, pero, para mi gran sorpresa, dijo que no deseaba perderme, que, aunque fueran en esos términos, los aceptaba. Aunque siempre me dejó claro que me dejaría la puerta abierta si deseaba que volviésemos de nuevo.
Durante un período de tiempo donde me sentía abatida, alguien apareció para hacerme sentir un poco de paz. Alguien que supuso para mí mucho más de lo que pensaría alguna vez y que llegó en el momento que más vulnerable me encontraba.
Es hora de contar lo que pasó.
12 de febrero de 2020
Me había preparado un té, quizás más por calmar mis nervios que por el simple gusto de su sabor. No estaba precisamente en una posición demasiado agradable para mí, ya que tuve que acostumbrarme a la cama vacía, la presencia de un solo cepillo de dientes o de la ausencia de perfume de hombre por casa. Conforme lo relato en estas líneas y echo la vista atrás, me percato de la clase de carcasa que fui, un ente que respiraba para mantenerse apenas con vida.
Conforme transcurría el pasar de los días, me sentía más y más abrumada por la pila incesante de cosas que tenía que hacer ya que ahora vivía sola y no le tenía a él para ayudarme. En cada momento que me lamentaba por ello, me sacudía en la cara con rabia e impotencia; no podía seguir sumergiéndome en aquel mar de lamentos cuya profundidad ya era abismal.
Mi única amiga me llamaba ocasionalmente para preguntarme por mi estado y, si era totalmente sincera, había veces que ni siquiera le contestaba haciéndome la ocupada. Aunque ella no era la única que me llamaba; Álex, mi ex marido, se mostraba tan atento como de costumbre, aunque ya le dejé claro que por favor no me agobiara demasiado.
Desde que tomamos la decisión de ser amigos, él se mostró atento y cuidadoso porque no deseaba perder el único vínculo que nos ataba. Me era difícil tener todos sus regalos y fotografías, pero me veía incapaz de guardarlo todo en cajas y no verlo nunca más.
Todo estaba plagado de buenos momentos y por ello deseaba aferrarme a ello, aunque no me sintiera enamorada de él. Nadie comprendía mi extraña actitud, aunque en realidad, ni yo misma me entendía en la extraña transición que estaba pasando.
Yo seguía con mi mundo de la escritura, el cual me ayudaba mucho a evadirme de los problemas. Lentamente, me iba haciendo más y más conocida, por lo que mi red de contactos también iba engordando con el pasar del tiempo. Desde escritores principiantes, pasando por algunos de ellos cuyo nombre se me hacía familiar, pasando por una legión de seguidores y algunas editoriales a cada cual más interesante que la anterior.
Y aunque por experiencia negativa del pasado no volví a publicar con editoriales, no descartaba que en un futuro decidiera hacerlo si las condiciones eran idóneas. Por el momento, me hacía feliz auto publicar y realizar videos para mis pequeños grandes lectores. Con ello también conocí gente, maravillosa y no tan maravillosa, que me hacía olvidar todos mis problemas con Álex.
Pero todo lo bueno siempre tiene su lado malo. Con toda aquella vorágine de personitas que me alentaban a escribir, también estaban aquellos que me hundían con sus comentarios referidos a mis fotos en las redes sociales. Comencé a sufrir un acoso tal que en numerosas ocasiones algunos de ellos consiguieron desde mi dirección hasta mi número de teléfono.
Y como siempre, todo aquello me lo callaba os simplemente se lo contaba a mi amiga a cuentagotas para no preocuparla. Ese miedo tan enorme que sentía a más de uno le haría tomar la decisión de no seguir escribiendo ni haciendo vídeos, pero en mi caso simplemente hice caso omiso y continué con aquello que amaba con el alma, llenando mi pena con los comentarios positivos de aquellos que seguían mi trabajo.
Álex era mi editor, trabajo que a pesar de que le dije que no siguiera haciendo tras dejar la relación, él lo continuó y con mayor fervor que antes. Siempre me ayudó en cualquier cosa, incluso en aquellas que me callaba. Y todo aquello me hacía sentir más y más miserable por no poder darle lo que él necesitaba.
Respiré hondo y me obligué a no llorar. Comencé de nuevo a escribir teniendo abierto las redes sociales por si alguien deseaba contactar conmigo. La mañana para mi fortuna pasó tranquila, tan solo con unas pequeñas interrupciones de mi ex preguntándome cómo estaba, hasta que un leve sonido me hizo levantar la vista en la ventana emergente de la pantalla de mi ordenador.
Una nueva solicitud me llegó a mi perfil, un hombre cuyo misterio me hacía dudar entre agregarlo o eliminarlo. Pero antes de que mi cabeza tomase una decisión, mi lado curioso lo hizo por mí, dándole a ese botón verde que, un instante antes de apretarlo, algo me decía de no hacerlo.
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