Capítulo único
Esperando su llegada impacientemente, se cruzó de piernas sobre el colchón de rojas sábanas como la sangre, miró a través de la cristalería teñida de negro y rojo translúcidos, viendo las cascadas de lava caer, tomó sus tobillos y sonrió un poco ante la presencia de algunos murciélagos de lava jugando alrededor de la cascada lenta, humeante y sorprendentemente tranquilizadora. Inspiró profundo, sintiendo ese cálido aire del infierno, pensar que su estancia allí no hubiese sido posible sin Damien...
Alzó la mirada hacia la puerta cuando de esta se reveló la aparición de Damien, con su suéter negro, sus alas escarpadas y sus cuernos, con una sonrisa confiada, una sonrisa dedicada solo a él, acercándose a su persona mientras la puerta se cerraba sola por la dinámica y el viento. Acercándose demasiado, haciendo que acabase retirándose hacia atrás, pero por falta de equilibrio, acabase tumbado en el colchón, con el demonio encima, con las piernas a los lados y sus manos a los lados de su cabeza, con la derecha le colocó un mechón detrás de la oreja y con el índice le acarició la mejilla, rozando su nariz con la suya y pegando su frente con la contraria. Hecho esto volvió a dejar la mano sobre el colchón. Pip solo lo abrazó por los hombros, dado a que no quería separarse de esa cercanía.
- ¿Listo para ir a la escuela?- le sonrió suave.
El rubio asintió con la cabeza, sonriendo sutil y educado. Habían pasado varias semanas desde su estancia en el infierno, pero ya era hora de volver, no podía seguir perdiéndose clases así como así.
Se levantó y le entregó la mano caballerosamente para ayudarlo a levantarse, la tomó suavemente y se hirguió, con una ligera ayuda de sus alas, las cuales no controlaba del todo bien, sabía que tenía mucha fuerza con ellas, pero no sabía que tanta fuerza podía llegar a tener, de momento Damien le había enseñado lo básico para sostenerse en el aire, con eso le bastaba las primeras semanas.
El azabache abrió un portal en una de las paredes y pasó al otro lado, él, tomando su mano una vez más, pasó al otro, perdiendo sus alas y su aro de luz sobre su cabeza. El mismo azabache estaba sorprendido del brillo de ese aro, estando en el infierno como estaba, no entendía como era posible que un alma tan pura como la suya pudiese estar cautiva en un lugar como ese. El portal se cerró, así como el acceso a sus cavilaciones mentales. Soltó su mano y ambos caminaron hacia la escuela. Pip sentía bastante frío, después de la alta temperatura del infierno a la que estaba acostumbrado, su bien, entendía que su cuerpo debía estar habituado al frío, pues siempre había vivido en un lugar así, y a pesar de que los primeros días sentía muchísima calor en el infierno, su cuerpo se habituó rápidamente, tan rápido que lo sorprendía. Pero ahora volver al frío le parecía como si viajasen a Finlandia, Noruega o Canadá. El demonio, en sentir esto, tomó su mano izquierda, la cual estaba más cerca y deslizó la manga hasta el codo y en el avambrazo, donde estaba la estrella satánica que en su tiempo había marcado como de su posesión y de pase ilimitado al infierno. Acarició la cicatriz con la yema de los dedos, todo esto sin dejar de caminar, y ésta brilló suavemente. Lo miró y le sonrió suavemente cuando el frío que sentía se disipó poco a poco, quedándose a una temperatura algo fría, pero soportable.
En llegar a clase, las miradas se posaron sobre él, había estado varias semanas desaparecido y ahora aparecía como si nada al lado del príncipe del infierno. El rubio de cabello "largo" caminó sin apartar la mirada de su destino, sin sentirse intimidado por ningún tipo de persona, ignorando los comentarios que comenzaban a surgir, así como los rumores que comenzaban a arder, que tan rápido se expandían como la pólvora. Se sentó en su asiento en la esquina de la ventana de la primera fila y acomodó sus cosas que Damien había hecho aparecer como si de arte de magia se tratase. Y como siempre, como toda rutina, como en todos los días, la clase empezaba, duraba una eternidad, tomaba apuntes y acababa, el profesor se iba, venía otro, impartía su clase, seguía tomando apuntes, y se acababa. El profesor se iba, venía el siguiente, le hacían la vida imposible por ser el profesor de sustituto, trataba de impartir su clase, se reían de él, acababa la clase y se iba corriendo, seguramente al baño a llorar. Sonaba la campana del descanso, la hora del recreo, suspiró.
Miró a Damien, este se levantó y se encaminó hacia el muchacho, le acarició la cabeza delicadamente. La hora del patio pasó velozmente, junto con las tres otras horas y al fin, la libertad se hizo presente, pues todos se fueron corriendo, dejándolo a él sola en clase, meontras recogía sin prisas y cargaba su mochila tirándola por encima de su hombro y colocándola bien.
En la puerta, estaba Damien esperándolo para irse juntos al infierno de nuevo, a la calor, al clima infernal al que se había acostumbrado con tanta facilidad, a la calor sofocante del mundo de las pesadillas que tanto le gustaba y tanto le aterraba al mismo tiempo. A ese mundo aparentemente ideal para él, le gustaba. Miró a Damien de reojo y sonrió ligeramente, gustándole la compañía del demonio a su lado, aunque no fuese muy normal para una persona tan dulce y pura como él. Como esa mañana lo hizo, abrió el portal al infierno y como la primera vez que entró, primero pasó el azabache, convirtiéndose en el demonio de escarpadas alas de murciélago negras, con la cola de demonio roja y los cuernos rojizos. Su mirada rojiza como el fuego se giró hacia él, Pip lo miró con una sonrisa suave y dio el paso entrando en el portal. Un anillo amarillo se posó sobre su cabeza emitiendo una luz delicada, junto con las alas de angel blanca y puras. Ambos estaban en la habitación del demonio y justo Satán, padre de Damien, entró en la habitación. Justo cuando el portal se acababa de cerrar.
- ¿Acaban de llegar de la escuela?- se mostró sorprendido- ¿No estaban aquí antes?- Damien bufó molesto ante el poco interés que su padre ponía en él, al menos podría ponerle un mínimo llamado: "saber los horarios de tu hijo", pero a ver, era el rey del infierno, ¿Que podía esperar de un ser superior a un humano que estaba ocupado el día y la noche enteros con su reinado en el infierno?
- si, señor, acabamos de llegar- sonrió el rubio viendo la expresión molesta de Damien.
- oh, bueno, quería hablar con Damien un momento... a solas...
- lo que tengas que decir nos lo dices a los dos- escupió el azabache tomando la mano de un sorprendido ángel que ya iba a salir de la habitación. Lo miró sorprendido cuando lo acercó a sí mismo y lo rodeó por la cintura. Se estremeció por el roce en su trasero que por unos segundos pasó y bajó la mirada avergonzado con un notable sonrojo en sus mejillas.- o sino te largas tu.
Suspiró.
- El ángel tiene que irse- dijo sin más, Damien frunció el ceño, comenzando una de sus manos a arder, soltó a Pip y ambas ardieron cegado en rabia- es una total molestia para el reino del infierno, la gente se rie de mi y no quiero que haya una criatura pura aquí, a no ser que sea para maltratarla.
- ¡Pip no se va a ir de aquí! Además... Él no molesta, estamos siempre en mi habitación y si se ríen de ti es porque eres el rey más marica del infierno- escupió el demonio cegado en rabia con los ojos brillantes en un color rojo potente.
- ¡Damien!
- Damien...- susurró Pip en bajo.
- no, no me llames así, ¡¡él no se va de aquí!!- gritó desesperado mirando a su padre con una furia sin igual.
Y fue a atacar a su padre, más el pequeño lo tomó de la mano, mordiéndose el labio por el fuego en sus manos, tragó saliva conteniendo su dolor y tiró de él. Damien, inmediatamente, y enfrió la temperatura de sus manos viendo las quemaduras profundas en las manos del ángel, tomó sus manos y las curó con uno de sus poderes de curación, con una niebla niebla densa y espesa. El menor lo miró. El rey sel infierno se quedó en silencio.
Bufó y se marchó sin decir nada, Damien abrazó al menor cuando el adulto se hubo ido y besó su frente delicadamente.
- ¡Padre!- gritó sabiendo que esté lo escuchaba, pues la puerta estaba abierta- ¡Pip está marcado por la estrella... Me pertenece... Y mientras yo siga vivo él permanecerá aquí!
Miró a su pequeño rubio mientras los pasos de las pezuñas del gran Satán se hacían eco hacia la habitación, casi precipitado. Y un fuerte estruendo se escuchó cuando abrió del todo la puerta, dando tal fuerte golpe que rompió el marco negro que recubría la puerta, sus ojos en llamas y enfadado a tal punto que parecía que iba a matarlo a ambos.
Se acercó imponente al menor, este se estremeció aferrándose fuertemente a la ropa negra del demonio, este, rodeándolo por la cintura, solo se acercó más al cuerpo, impidiendo así que el padre lo tocase. Pero de un golpe lo envió a la otra punta de la habitación y tomó las mangas de la ropa del muchacho y estiró rompiendo las telas, haciendo que se viesen sus brazos y, en el izquierdo, la marca con la estrella satánica que había mencionado Damien hacia unos segundos. Lo miró enrrabiado. El demonio de ojos rojos y pelo negro se levantó y con un impulso atacó al padre por el golpe y por asustar a Pip.
Ante los ojos se Pip, una cruel y despiadada pelea dio inicio ante sus ojos, retrocedió un paso, padre e hijo peleando en lo que parecía a muerte, por él, solo por él. ¿Que había hecho él para que ambos demonios se pelearan así?
- ¡PAREN!- chilló estresado conteniendo las lágrimas de impotencia.
Satán, con múltiples heridas, tirado en el suelo y ridículamente casi vencido por su hijo, gruñó débil, mientras que el azabache lo miró sorprendido, dándole una última parada a su padre justo en la gran herida que le había hecho y acercándose a Pip para abrazarlo con fuerza para poder darle consuelo, este se aferró a su ropa soltando un mar de lágrimas por el miedo y el estrés de la pelea y la preocupación a que dañen a Damien. Este, tranquilizándolo suavemente con caricias en la cabeza mientras lo mecía, miró con odio a su padre, y este, dado por aludido, se levantó tapando la gran y casi mortal herida de su hijo y se fue de la habitación, dándole la victoria, permitiendo que el menor se quedase en el infierno, no podía impedirlo, Pip le pertenecía a Damien por esa marca particular que cada demonio poseía, y le molestaba no poder tocarlo mientras su hijo estuviese vivo...
Damien, por otro lado, sabía que eso acabaría pasando desde hacía bastante tiempo, pues ya se lo olía, pero jamás habría imaginado que tendría que pelear casi a muerte con su padre, de no ser porque el menor chilló que se detuvieran, porque sino, hubiera seguido hasta convertirse en el rey del infierno. Y Pip su otro rey, su príncipe, su heredero si alguien lo mataba, irónico, un ángel controlando el infierno, ¿Como se lo tomaría la gente?
Pero eso era una ilusión, no era real, al menos no por el momento, y seguiría sin serlo hasta que el padre muriese.
- lo siento...- susurró con tono doloroso, pues no quería dañar a su ángel, al contrario, no quería que nadie lo tocase, no quería ni se atrevía a tocarlo él mismo, era demasiado perfecto, temía corromperlo.- lo siento de verdad, Pip...
- solo no peleen más...- suplicó mirándolo a los ojos fijamente, con pequeñas lágrimas que el azabache limpio de inmediato.
- no lo haré, no permitiré que más lágrimas caigan por tus ojos... Las evitaré a toda costa... Lo prometo...- dejó un suave beso sobre uno de los párpados del muchacho y lo abrazó sobreprotector.
- tranquilo, Damien... No temas...- murmuró.- no te meteré en problemas...- juró levantando la mirada hacia él.- sé que después de aquel ardor, no sentiría jamás lo mismo... Y no rompiste la promesa y se que no la romperás... Ni ahora ni nunca...
Damien lo miró en silencio.
- te quiero Damien...
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SEGUNDA PARTE!!!!!!!!!!!!!
Si, es así, es una segunda parte del primer fanfic que escribí "Dip" UwU
Pues eso xdxd
Poco más que decir :v
Preguntas? ----------------------->
Espero que os haya gustado y nos vemos en un próximo one-short o capítulo de historia
Bye~
By Ecchisforlife
[2162 Palabras]
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