Parte III
Estoy aquí.
La dulce sensación que lo acompañó al escuchar esa voz, pudo paralizarlo en el momento. Conocía ese sonido, esa voz; no podría equivocarse. Ella, era ella.
—Dios, ¿qué demonios te pasó?
Tanta preocupación que expiraba, lo atrajo con ansiedad. Era ella, era Ino, su Ino.
Con bastante cautelo se giró sobre su eje, sólo para comprobar que su suposición era acertada. La vio de lejos, contemplando cómo se acercaba a grandes pasos, luciendo hermosa justo como en su memoria, sumergida en el lago donde la hizo suya; su cabello era largo, cubierto por una hermosa cascada de algo que parecía ser oro. Su cuerpo y su vestimenta eran otros. Se le veía más madura, más ancha de caderas y más esbelta; como si estuviese frente a la presencia de una Diosa en plenitud, caprichosa pero a la vez generosa.
Su corazón comenzó a latir con desconcierto, provocándole un leve dolor que no sabía exactamente a qué se debía. No sabría decir si estaba emocionado o si quería correr a sentir su piel que le pedía a gritos tocarla.
Era Ino, tan hermosa, reluciendo más que el mismísimo sol. No comprendía porqué caminaba con apuro hasta al insolente muchachito y le tendía una mano para ayudarlo. Le conmemoró el momento cuando la encontró con Itachi, sólo que esta vez era ella quien tenía una cara de total preocupación hacia el menor.
Trataba de no prestarle mucha atención. Nada de eso importaba, era Ino, y por fin podía observarla en carne propia. Ahora podía decirle que después de tanto tiempo no había logrado olvidarla, que incluso su evocación se volvía cada vez con más intensidad y que se estaba volviendo loco por no tenerla a su lado, que quizá la amaba... que quería que fuera su compañera y que...
—Mami —el niño se abrazó al vientre de Ino, llorando en él. Como si de un bebé se tratara, pidiendo a gritos ser consolado por su madre.
—Ya, ya. Tranquilo, cielo.
—Mamá, me duele —le enseñó sus rodillas raspadas, cubiertas de una ligera capa de sangre.
—Como si no te lo hubieses ganado —regañó.
Por su parte, Uchiha estaba anonadado, casi atragantándose con su propia saliva.
—¿Mamá? —peguntó de pronto, nuevamente como si las palabras salieran sin su cavilación, completamente aturdido ante tal escena.
Retrocedió primero unos cuantos pasos, no creyendo que fuera real. Logró capturar el interés de Ino quien de inmediato lo concibió con una indescifrable mirada.
Tristeza. Esperanza. Sorpresa. Terror...
¿Cómo saberlo? Sus ojos permanecían tan abiertos que bien podría tratarse de un terror incuestionable como de abrumadora felicidad, o bien, como si estuvieran a punto de estallar en lágrimas. Era difícil saberlo si su boca confeccionaba una perfecta 'o' que pudiera ser de admiración o de tristeza.
Sasuke en cambio, permanecía allí de pie, de manera rígida y con la sangre completamente helada. Sólo esperaba a que Ino resolviera todas sus dudas, porque, por más que quisiera mostrar un semblante ecuánime, era imposible no destensar los músculos de su rostro que se empeñaban en expresar completa confusión.
Hubo unos segundos de silencio. Para ambos fue más que una abominación, los minutos más aterradores que habían vivido jamás. Para su mala fortuna, el niño había dejado de llorar uniéndoseles a la guerra de miradas, escurriendo sus ojos celestes paulatinamente a Sasuke luego a Ino y viceversa.
Un choque de mímicas. Sasuke e Ino se observaban sin pestañear, completamente mudos, como si estuvieran en medio de una pantomima o inmersos en un trance, pero en uno maléfico.
Fue hasta entonces cuando el niño decidió romper con la incomodidad, separándose de su madre y saliendo como alma que lleva el diablo, corriendo hasta dentro de la tienda, dejándolos solos.
Ino vaciló un poco. Trató de recobrar la compostura tosiendo por pocos segundos, pero en el fondo buscaba cautelosamente las palabras correctas para hablar.
—Sasuke... —al parecer le costó más trabajo de lo que pensó—. Ha pasado un tiempo, ¿verdad?
Había soñado por años con su regreso, había anhelado tanto tener la oportunidad de volver a tocarlo, de sentir su aliento recorrer su cuerpo y entregarse a las sensaciones que sólo él había provocado en ella.
Cuánto no había imaginado que él vendría para cumplir su promesa y comenzar una vida juntos. Hasta la noche anterior había fantaseado con hallarse aferrada a los fuertes brazos de Sasuke. Ahora todo era realidad, pero pese a que sentía emoción y que por dentro todo su cuerpo estaba incendiándose, no sabía qué hacer. Quizá porque estaba a expensas de lo que pudiera decir Sasuke.
Hubo silencio, acompañado de un ambiente lleno de estrés puro.
—¿Eres madre? —por más que intentó no pudo evitar sonar cruel y seco. Pero en el fondo estaba bastante dolido, sí, esa era la palabra. Una sensación que surcaba todo su sistema nervioso, partiéndolo en miles de partes. Era un sufrimiento.
—Ah... —evadió la mirada. Se sentía incómoda. Tamborileó los dedos de sus manos—. Sí, él es mi hijo. Se llama Ichiro.
—¿Ichiro? —bufó con molestia—. Vaya nombre.
Ichiro significa primogénito, primer hijo. Cosa que le resultó bastante irónica a Sasuke.
—¿Algún problema? —preguntó Ino. Claramente ofendida, encontraba el tono de voz de Sasuke demasiado ácido.
—Ya veo de dónde sacó lo maleducado.
—¿Qué?
—¿Quién es el padre?
Más que una pregunta sonó más como una orden que solicitaba saber.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro