Capítulo 8
Miércoles: es mi hermano.
Ino se debatía internamente si continuar con su marcha o dejarse vencer por el dolor. Su tobillo la estaba matando y aunque quisiera caminar no podría hacerlo. No podía hacer nada más que estar en constante alerta.
Itachi la veía fijamente, sin parpadear, como si estuviese tratando de adivinar lo que ella pensaba.
Finalmente, el joven de cabello azabache carraspeó la garganta y comenzó a hablar.
—Puedo tratar el esguince —le aseguró mientras eliminaba todo el peso de su pie izquierdo, quitándole la sandalia y dejándola descalza. Ella al sentir el tacto de sus dedos palpando su piel no pudo reprimir una corriente eléctrica recorrerle—. Lo recomendable es utilizar hielo pare bajar la hinchazón, pero en vista de que estamos en medio de la nada, usaré agua. Supongo que servirá como un remplazo. El agua del río tiende a ser fría en esta temporada.
La serenidad en sus palabras la llegaron a extrañar. Mas se quejó cuando Itachi tocó la hinchazón.
—Tranquila —volvió a hablar—. En verdad no voy a hacerte daño —la miró directamente a sus ojos, sin ninguna expresión—. Iré a traer agua y a buscar algo con qué elevar tu pie.
Ella asintió en silencio, estupefacta.
Él desapareció. Pasaron los minutos y él no daba señales. ¿Y si todo era una trampa para dejarla sin posibilidad de luchar y así ser capturada por los Akatsukis? y después ser brutalmente asesinada, no sin antes ser torturada para que le sacaran información.
Chasqueó la lengua y luego pudo distinguir su figura a lo lejos. En una mano sostenía una piedra de tamaño mediano y en la otra un trapo escurriendo de agua. Cuando estuvo a la par de ella, colocó la piedra cerca de su pie, posteriormente se volvió a deshacer de su capucha para envolver la piedra, de modo que quedara como "acolchonada"; tomó con cuidado su pierna e hizo que reposara sobre la capa, que a su vez cubría la piedra.
—El tobillo debe estar elevado por encima del nivel de tu corazón.
Ella fijó sus ojos en la capa negra.
—¿Por qué un desertor me está ayudando? —dijo sin mirarle a la cara.
Él se sorprendió ante la dureza de su voz. Enmudeció un momento y después sonrió secamente.
—Tal vez porque... no soy tan malo —dobló cuidadosamente el trapo mojado y lo escurrió para evitar el agrupamiento de agua. Ino lo observó, se dio cuenta que el trapo era tela negra que había cortado él de su propio pantalón—. Tienes una misión importante.
—¿Misión? —preguntó elevando una ceja rubia, consternada.
—Cuidar a Sasuke —y de pronto sus ojos miraron hacia ningún lado.
—¿C-conoces a Sasuke? —inquirió curiosa.
Él no respondió, simplemente se dedicó a ponerle sobre su pie el trapo húmedo. Ino tembló a causa de lo helado que se encontraba.
—¿Acaso eres doctor? —volvió a cuestionarlo.
Él sonrió.
—Cuando mi hermano era pequeño, siempre se metía en problemas —cierta nostalgia se apoderaba de su fisonomía—, siempre se caía, se raspaba o se lastimaba. Tuve que aprender primeros auxilios para cuidarlo. Sólo quería protegerlo —lo último salió en una especie de tristeza que Ino no pudo comprender.
—¿Son hermanos? —intentó sonar amable.
La expresión en el semblante de ese joven, era tal que Ino creyó como si le estuviera expresando un secreto que había ocultado tras mucho tiempo.
—Sí.
Ino lo sabía, sabía todo y cada uno de los detalles sobre el trágico pasado de Sasuke, y el daño que el hombre frente a ella le había provocado. Quería preguntar, realmente él no parecía ser el individuo que Sasuke odiaba y del que quería vengarse. Al contrario, él era alguien con sentimientos y con arrepentimiento.
—¿Por qué lo hiciste? —buscó la mirada de él, la cual se encontraba perdida en la inmensidad de la añoranza. Él entendió perfectamente a lo que se refería.
—Quería protegerlo.
Era demasiado. ¿Protegerlo, de qué? Lo desconocía y una corazonada evitó que siguiera indagando, sentía que eso no le correspondía a ella, eran asuntos familiares que debían arreglarse únicamente entre Sasuke y él.
—Bueno —intentó cambiar de tema, y lo hizo muy bien—. No me imagino a un Sasuke corriendo y juguetón. ¡Dios! Sería tan gracioso —comenzó a reír.
Él la observó, era hermosa.
—Sí. Hay un montón de historias vergonzosas sobre él.
—¡Oh!, ¿de verdad? —carcajeó— ¡Cuéntamelas!
—Claro —esbozó una leve sonrisa.
—Por cierto —acercó su rostro al de él para mirarlo de frente—. Mi nombre es Yamanaka Ino.
—Ino, ¿eh? —limpió su mano entre sus ropas antes de estirarla—. Soy Itachi.
—Itachi, ¿Uchiha?
—Así es. Uchiha Itachi.
Ino estrechó su mano con la de él. Se miraron por varios minutos.
Ella intentó describir cada una de sus facciones mentalmente y supo que podía confiar en él.
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