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9 |Un beso y un Mandala


Era un día de ensayo como cualquier otro, los siete Bangtan se encontraban con rutinas exigentes y extenuantes, pero hoy era de esos días en que se vestirían de gala para asistir a una entrega de premios y por supuesto que los protocolos de seguridad se habían intensificado.

Kim Seokjin seguía atento a cada cambio de look de Jimin, para emular su vestuario y color de cabellos. Él estaba convencido que con la estrategia de vestir y lucir parecidos, el atacante de Jimin se vería tan confundido que no sabría quién es quién, ni a cuál de los dos agredir.

Cuando Jimin ingresó al módulo donde estaban reunidos todos, lo primero que impactó fue su cabellera porque su hermoso cabello rubio hoy se destacaba con mechitas multicolores....

Jungkook, Namjoon y Seokjin se miraron al unísono y no pudieron contener la risa ante los ojos desorbitados de Jin.

—Eso sí que será difícil de imitar sin que llame la atención de Jimin —dijo Seokjin- ¡Oh My God!!.

Su estruendosa risa, en complicidad con el trío llamó la atención de todos, principalmente la de Jimin, que obviamente malinterpretó el motivo de tales risotadas.

Se acercó a ellos y los increpó con sus brazos en jarra sobre su cintura.

—¿Soy muy gracioso para ustedes?

Inclinó su cabeza para hacer un paneo visual por su cuerpo entero.

—¿La risa es por mi ropa, tal vez? ¿Por mi color de cabello? —ellos quedaron mudos de golpe.

Se le veía consternado, tal vez de pensar que era objeto de sus burlas.

—Nooo, Jimin —Contestó Nam— ¡Nos reímos de Jungkook que quiere ir vestido de zanahoria a la entrega de premios! —improvisó el líder.

—Te ves hermoso con tu cabello arcoiris —comentó, Jin, haciendo uso de la oportunidad que le brindaba el momento. Se puso de pie y acarició la cabeza de Jimin con ternura— Jamás nos reiríamos de ti. Menos hoy que brillas como estrella, Jimin. Me gusta tu color ¿Te molestaría si me hiciera algo similar?.

«Por favor, di que sí» —creyó haberlo pensado, pero lo había dicho y se sintió desanimado cuando no recibió respuesta.

Jimin sonrió tímido ante el halago, y su vista se fue irremediablemente hacia Jungkook, buscando la aceptación de lo que acababa de decir Seokjin. Éste lo miraba con ojitos de amor, mil estrellitas le salían de sus ojos. Namjoon intervino para cortar en seco lo que se estaba produciendo.

—Jin si vas a cambiar tu pelo vete ya, queda poco tiempo. Jimin, ven conmigo, debemos organizar la rutina de premiación y necesito que me ayudes. Jungkook, tú, vete a elegir otra ropa porque de zanahoria, no irás.

Antes de retirarse Jimin miró a Jin y le dijo:

—Vas a verte bello con el cabello de colores, aunque ya sabemos que no necesitas hacerte nada porque tú eres el worldwide handsome —y se retiró dando saltitos al lado de su líder.

Jin y Jungkook se quedaron observando sus espaldas marcharse.

—¿Cómo puede ser tan perfecto? —dijo Jin entre dientes.

—Eh... y-yo hablo de Namjoon —se justificó Seokjin ante los ojos cómplices de kook.

—La aclaración estuvo de más, hyung.





Un beso y un mandala

En las próximas horas siguientes y antes de partir a la premiación, Jimin había decidido no volver a hacer contacto visual directo con Jungkook pero no podía evitar tenerlo siempre en la mira a través del rabillo del ojo. Jungkook en cambio sí lo miraba. Él sencillamente, no podía dejar de hacerlo.

Y aunque el chico de cabellos coloridos se hubiera prometido a sí mismo, mucho más que mil cosas para alejarlo de su mente, era realista de que lo superaba la necesidad de que, un tercer mandala, le diera una esperanza a su destruido corazón.

Jungkook no daba señal alguna de que fuera a ser hoy el día que se comunicara nuevamente con las florcitas, hasta que Jimin lo vio levantarse de golpe y salir.

Mientras se retiraba, el maknae llevó su brazo derecho sobre la espalda y su mano tatuada formó un tres con los dedos. Lo hizo de manera muy discreta pero asegurándose de que Jimin y solo él hubiera visto ese gesto.

—¿Un tres? —pensó, Jimin— esa es mi señal.

JK se dirigió a los baños, ingresó, y sobre la mesada de mármol, se dedicó a hacer un dibujo con hojas y ramitas.

Jimin que lo había seguido, esperó afuera hasta verlo salir a hurtadillas de los baños y alejarse por el pasillo casi a las corridas.

Jimin dejó pasar unos minutos e ingresó. Estaba seguro que allí se encontraba lo que él necesitaba.

Buscó su mandala pero con sorpresa, observó que detrás de la bacha de apoyo había un número tres hecho con ramitas y hojas.


«¿Qué es esto»
«¿Un tres?
¿Y mi mandala?
Tres, tres... ¿Qué significa este tres?»

Miró las puertitas de cada baño individual y supuso que tal vez, detrás de la puerta tres, Jungkook habría dejado su mandala número tres.

«Qué redundante» —pensó, pero allí fue.

Ingresó y la puerta se cerró con fuerza, detrás de él y contra sus espaldas, Jungkook respiraba cerca de su cuello.
Abrazó su cintura y lo atrajo hasta quedar pegados uno con el otro.

—Jimin —dijo muy bajito a su oído.

Jimin cerró sus ojos... Sintió una lucha interna entre permitir que quién lo había despreciado y abandonado solo y maltrecho, tuviera la oportunidad de acercarse a él o rechazarlo sin mediar palabra. Intentó separarse y Jungkook intensificó el abrazo.
Cerró sus ojos y le dejó decidir al corazón, porque ese menudo músculo que aún le latía en el pecho, tenía razones que la razón no comprendía.

«Si esto es un sueño, no quiero despertar»

Jungkook lo giró para ponerlo frente a él.

—Te vi salir del baño, Jungkook, no entiendo, ¿cómo es que estás aquí? Me vuelvo loco —Hizo su mayor esfuerzo para sonar desinteresado.

Jungkook le mostró su sonrisa de conejo y señaló la ventana del pequeño baño individual donde se hallaban.

—Entraste por ahí. Estás muy loco —esta vez sonó enojado.

Jungkook, acercó su rostro al de Jimin. Recorrió su cara, respirando cada centímetro de piel. Cuando llegó a los labios se detuvo. Se miraron a los ojos, Jimin jadeaba bajito, su corazón estaba desenfrenado, tantos días separados, tantos besos negados, tantas caricias vedadas.
Quiso ser fuerte y no caer en la trampa. Quiso negar que no se moría por besarlo.
Jungkook buscó desesperado la boca de Jimin, pero él la retiró.

—Bésame —la voz de Jungkook era casi un ruego —por favor, hazlo, bésame.

Y por segunda vez, Jimin dejó que su mente no interviniera y musitó sobre los labios que ama.
—Bésame tú...

Y unieron sus bocas en el beso más deseado de toda su historia.

—Dios —ronroneó, Jimin— Tu boca.

Solo sé separó unos escasos centímetros porque el agarre de Jungkook se hacia cada vez más fuerte.

—¿Qué es esto? ¿Qué estás haciendo? No te burles de mí, por favor.

—No me burlo, Jimin.

—¿Entoces de qué se trata todo esto? Me abandonas como si fuera lacra y después apareces con tu flores, tus señales... Esto que haces ahora mismo.

Jungkook evitaba por todos los medios que las lágrimas arruinaran el momento.

—Shhhh —murmuró al oído— Aún no puedo decirte nada. Por favor solo espérame, confía en mí. No podemos hablarnos ni estar juntos. Me obligaron a dejarte, pero no puedo hablar de ello.

Jungkook pudo sentir el cuerpo de Jimin retorcerse bajo su abrazo e intentó calmarlo acariciando sus cabellos y meciéndolo suavemente como cuando se desea adormecer a un bebé.

—Esto va pasar. Te lo prometo. ¿Crees en mí?

Jimin no contestó pero hizo sí con la cabeza gacha.

—No olvides, mírame, Jimin —Jungkook lo tomó del mentón para que lo mirara a los ojos— nunca, por favor, nunca olvides que te amo.

Con desgano se deshizo del abrazo, hizo un recorrido visual por todo el cuerpo de su amor, quería llevárselo atrapado en las retinas, suspiró con resignación y salió.
Jimin quedó temblando, tocando sus labios, su pecho...

Jungkook dio dos pasos hacia afuera del pequeño recinto y emprendió retirada, pero cuando giró y sus ojos se encontraron de nuevo, él regresó sobre sus pasos, caminó hacia Jimin volvió a tomarlo entre sus brazos, le devoró la boca, mordió su cuello con pasión.

—Mierda, mierda, te deseo, bésame— llevó una de sus manos al pecho de Jimin y la metió entre las ropas del chico para acariciar sus tetillas. La otra se dirigió a su espalda y delineó sus lunas. Jimin jadeó su nombre y Jungkook quiso llorar de deseo y de tristeza por no poder decir toda la verdad.

—Maldición, te extraño, no quiero salir de aquí.

En ese momento alguien ingresó a los baños y ellos se separaron asustados. Jungkook antes de salir disparado de allí, al oído le dijo...

Te amo soles, Jimin, nunca lo olvides.

Alcanzó a cerrar la puertita cuando alguien lo increpó.

—¿Dónde está Jimin? —demandó el jefe de seguridad, quién acababa de azotar la puerta principal.

—¿Perdón? ¿Tengo cara de niñero? —Le respondió con sarcasmo mientras acomodaba sus cabellos detrás de las orejas frente al espejo.

—No te hagas el tonto, Jungkook. ¿Dónde está Park?.

—No tengo idea —Esta vez respondió con enojo.

—¿Harás que revise baño por baño?

—Si no me crees... hazlo —Lo desafió y en el acto lo invadió el temor a que el hombre realmente lo hiciera y descubriera a Jimin detrás de la puerta tres.

—Tú sabes perfectamente que debes cuidarlo. Es tu responsabilidad su seguridad. Si eres tan tonto para romper con el protocolo de seguridad que estamos haciendo, allá tú y tu conciencia si a Jimin le pasa algo.

Jungkook sintió pánico de que Jimin hubiera escuchado el último diálogo...

El hombre fue abriendo una a una las puertitas y a punto de abrir la número tres, la puerta principal del recinto se abrió e ingresó.... Park Jimin.

En los primeros segundos Jungkook lo miró desconcertado hasta caer en cuenta que Jimin había salido del bañito por la misma ventana que él había entrado un rato atrás.

«Eres brillante, ángel mío»

—Oh, perdón —comentó, Jimin intentando sonar decepcionado por encontrarse con Jungkook —no pensé que estuvieras aquí, regresaré después.

—No hace falta, Jimin. Nosotros estábamos saliendo.

Antes de tomar de los hombros al hombre de seguridad miró a este con descaro para reafirmar que él no mentía y encaró la entrada principal.

Mientras se retiraba, sobre sus espaldas Jungkook llevó su brazo y volvió a hacer el gesto con sus dedos: un tres.

Jimin entrecerró los ojos, ante el gesto del chico...

«¿De nuevo el tres?»

—Mi tercer mandala. No me lo has dado, ¿Qué me quieres decir con ese tres? —Miró la puerta tres, revisó y allí no había nada. Al salir notó que Jungkook había dejado sobre la mesada de mármol lo que parecía ser una piedra.

—¿Una piedra, Koo? ¿Y mi mandala?

Era una piedra gris, circular y chata , Jimin la tomó con desgano, el quería su círculo de flores, pero al girarla, ahí estaba su tercer mandala.

Pintado a mano. Su amor había pintado punto por punto un círculo de colores únicos y bellos.

Jimin llevó la piedra/mandala a su pecho.
Se miró al espejo.
Vio el brillo de sus ojos.

—Un beso y un mandala —susurró el niño arcoíris.

—¿Cómo es posible que con tan poco me hagas revivir? —le dijo Jimin a su propio reflejo radiante que lo observaba desde el otro lado.

—Te amo, Jungkook, te amo soles.





셋: Número tres en coreano.












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