23 | Besos y Caramelitos
Pocas veces en mi vida me he sentido vulnerado o violentado. No porque allí afuera no me hayan hecho bullying siendo niño, sino porque a pesar de haberlo sufrido, nunca me sentí una víctima. Tal vez siendo pequeño me haya sentido un poco más débil para enfrentar ofensas y maltratos.
Pero conforme pasaban los años, mi carácter se fortaleció junto con mi cuerpo que recibía el impacto hormonal sobre mis músculos y huesos.
Supe desde siempre que mis pies danzando es donde reside mi «poder». Sí, aunque suene poco modesto, mi «yo que baila» es mi orgullo secreto. Hasta ahí llegaban las ofensas que rebotaban contra mi escudo de poder.
Esa es la verdad, nunca me sentí vulnerable, hasta esa noche en que nuestros pechos estallaron frente a los ojos de miles.
Todavía tengo preguntas que nadie sabe responder.
¿Qué pasó por la cabeza de Bae Yunseo antes de dispara el proyectil con el que buscaba matarnos?
¿Qué la llevó a intentar asesinarnos?
Claramente el objetivo no era yo, según lo que contaron los testigos que la escucharon vociferar su odio hacia Jungkook, antes de volarse los sesos, y también lo afirmó ella en la libreta que nos dejó de testimonio.
Atentó dos veces contra mi amor.
¡Ella pudo haber terminado con la vida de la persona que es mi vida!
Siento escalofríos de pensarlo.
¿Cuán mísera debió ser su alma para llegar a lo que ella llegó?
Qué tristeza, no paro de pensar, necesito plasmar de algún modo lo que viví y acá estoy, retomando el escrito que había comenzado el día que el ser tóxico llamó a mi puerta y me golpeó.
Justo en aquel momento intentaba hacer un raconto de lo que nos estaba pasando. Las tristezas que debimos afrontar tú y yo solitos, Kookie, lo fuerte que fuiste para obedecer las órdenes que te dieron de dejarme.
Todavía puedo sentir el dolor en mi plexo solar que me provocaron tus palabras.
Pero, después, hiciste magia. Jaja, mi bello conejito. ¿Cómo expreso con palabras lo que experimenté ante cada mandala que hiciste para mí? ¡No se puede!
Es un secreto a voces que tú eres mi sol y mi luna. Por momentos eres mi pequeño bebé. A veces me quedo mirándote sin que lo sepas, y veo que aún tienes facetas de niño y me dan ganas de cuidarte, abrazarte y protegerte para siempre. Pero otras veces eres mi hombre, con mayúsculas, como el que me demostró que me ama más que a sí mismo y generó este diálogo silencioso entre los dos. Un diálogo de flores que fueron mi tabla de salvación en un océano embravecido.
Kook, tú lo sabes, mejor que nadie en este planeta, sabes que cada célula de mi ser te ama y te necesita. Me siento bendito por tenerte y por ser correspondido, no sé... muchas veces tengo la sensación de que el universo nos guiña un ojo cuando nos ve juntos, hasta lo imagino sonrojandose cuando me hablas sucio al oído.
Ay amor de mi vida, no sé cuánto tiempo este hechizo en el que estamos se mantendrá vivo.
Dicen que el amor no es eterno, que todo tiene su fin. No puedo imaginar que nos pase eso, me da angustia de solo pensarlo. No sé qué nos deparará el futuro, no sé si seguiremos juntos. No sé si la banda seguirá junta. No se nada de nada, solo sé que te amo y me amas y es la única certeza que hace que mi vida tenga sentido.
Ding Dong....
Llevo más de dos horas dando vueltas como idiota alrededor de la nueva casa de Jimin. No me animo a llamar a su puerta, aún cuando sé que me espera porque ya he sido anunciado por el guardia de la entrada.
No sé por qué me rehúso a sentir que este sitio no es el suyo, menos el mío. De alguna manera necesito volver a nuestro hogar, aquel que dejamos el día que la loquita empezó a acosarnos.
Llamé....
Ding dong
—Hola, amor, estaba esperándote.
Detrás de la puerta mi Jimin con sus cabellos largos, oscuros, recogidos en una pequeña media cola, vestido todo de blanco y sus pies descalzos, me dejó sin aliento.
«¡Guaoo! Qué lindo eres mi amor».
Nunca estoy listo para la imagen que me devuelve el ángel cuando está frente a mí. No tengo defensas ante él.
Qué lindo, qué lindooooo.
¡Me daría besos a mí mismo y palmadas en la espalda por ser tan afortunado!.
—Qué lindo te ves, Mimi.
La media luna en tus ojos cuando sonríes es mi debilidad. ¡Eye smile!
Bajó su carita, como si fuera un pequeño cachorrito.
Yo levanté su mentón y allí estaba ese otro Jimin, el descarado, el que con solo pasar su lengua por los labios, logra desestabilizarme por completo.
La dualidad que lo habita me delira.
—Ay, no hagas así, amor, sufro.
—¿Sí? ¿Qué no haga qué, Jeon? —Me desafía mientras su lengua recorre sus labios lentamente.
Debo haber empezado a babear porque él me tomó con fuerza de mi camisa y me arrastró dentro de la vivienda.
De un pequeño salto se montó a mi cintura y se apropió de mis labios, sin pedir permiso.
Su lengua dentro de mi boca es, Dios, ¿Me quedan adjetivos para describir tus besos, Jimin?
No di ni cinco pasos dentro de su nueva casa y ya estábamos semi desnudos en la alfombra del living, buscando la piel del otro como necesidad básica.
—Ahh, ahh, Kook, te extrañé tanto — parecía que iba a comerme, sus dientes mordisqueando mi carne me hace querer morir adentro suyo.
Recorro su espalda y mis manos se detienen en la cicatriz, la misma marca que tiene en el pecho. Nos miramos con un dejo de tristeza. Él acaricia mi cicatriz.
—Ya no me duele, ¿A ti?
—Solo cuando está por llover.
—Ja, ja, igual a mí.
Baja su boca y lame mi marca.
Nuestros ojos vuelven a encontrarse y ahora me devora la boca con ansias
—Tu alfombra blanca, Mimi....
—¿Qué?
—Vamos a m-manchar la alfombra.
—¿Con qué? —Me echa una mirada feroz de lujuria, se sienta sobre mi pelvis. Hace movimientos en redondo sobre mi pobre humanidad. Apoya sus brazos por detrás, sobre mis muslos, inclina la cabeza y me muestra una sonrisa felina.
—Yo no pienso dejar que derrames ni una sola gota de nada, mi amor. Todo quedará dentro mío, todo.
Pufff, ahhhh ¡My God! Caigo rendido ante este ser hermoso que a veces es un niño malo y otras es el hombre que me lleva al cielo.
¿Quién eres ahora bebé?.
En cuestión de segundos nos ha despojado a mí y a él, de toda ropa.
—Ven a mí maknae, muérdeme, jadea en mi cuello. Hazme tuyo. Entra en mí y no me tengas piedad...
Obedezco, porque soy tu esclavo. Porque me tienes muerto de amor y de deseo. Porque si no lo hago caeré aquí mismo.
¡Ahhhh mierda! No puedes ser más hermoso, maldición, estoy completamente dentro de ti y creo que voy a morirme. ¡Ay Jimin! Ahhh.
Danzo suave adentro de él, suave y redondo, suave y rico, hasta que todo se vuelve frenético, sin frenos, no puedo detenerme.
Estallo dentro suyo, él lo hace sobre nuestros vientres. Sale de mi agarre y me lame. Devora su propia crema. Con sus dedos levanta los restos de su abdomen y me los lleva a mi boca y eso... ¡Bendito niño diablo! Me pones a mil de nuevo.
Me pongo a gatas, él detrás mío me embiste, me hace suyo, me habla sucio, jala mis cabellos y me monta como a un animal salvaje. ¡Esta es la maldita puta gloria!
—Dios mío, Jimin, Dios mío, te amo.
—Te amo más, Kook.
Caemos rendidos. Este es el momento de prender un cigarrillo, bueno, si fumáramos, claro, pero no lo hacemos.
En lugar de eso, él se levanta se pone mi camisa, su boxer y camina hacia la cocina, trae una botella de agua y caramelitos de goma, vuelve a los saltitos, en puntitas de pie.
Ahí está el Jimin niño, este Jimin naïf que convive con el lobo en celo que acaba de hacerme perder la estabilidad emocional.
¿Cómo hace? ¿Cómo es que yo amo a los dos? Los dos me vuelven loco.
—Elige un color de caramelo, si es el mismo que yo estoy pensando, te ganas un beso.
—Rojo.
—Síí. ¡Adivinaste!
Me da un beso delicioso y el caramelo rojo.
—Amarillo.
—Sííí —Me da otro beso, esta vez en el cuello.
—Verde.
—Sííí.
Siempre ganaba...
—Tengo suerte, siempre gano.
—Chi —me dijo y levantó los ojitos en clara señal de que mentía.
—¿Es mentira? ¿No gané nunca?
—Jajajaa no. No adivinaste nunca pero no iba a perderme de darte besos, mi bebé, Jaja. ¡No me hagas cosquillas!
Rodamos, quedamos cara a cara, yo aún tengo mi caramelo en la boca, se lo paso a la suya en un beso azucarado y baboso. Él amó que le hiciera eso, se quedó con el caramelo y con mi lengua que la saborea como si también fuera una golosina.
Y...
... Ay Dios mío, Jimin. Acá vamos de nuevo.
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