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8.- El maldito silenciador


Nota de la autora:

Hooola!! Espero que estéis disfrutando mucho de la historia. He estado subiendo tan seguido porque me sentía inspirada, la verdad...😅

No olvidéis votar si os ha gustado y comentar lo que queráis. Muchas gracias a todos los que me leéis, es un gran apoyo ❤️

Ah, y quiero hacer una aclaración: tanto el padre de Bi como ella misma son italianos (aunque igual era obvio, pero por si las moscas).

Bye, bye :)
————————————

—Pa...? P-papà?—Bi estaba pálida. Demasiado pálida.

Miré a aquel tipo con desconfianza. Él, por lo que vi, tenía demasiado orgullo como para dejar su sonrisita de superioridad a una lado durante tantas rato, así que volvió a ella.

—Quanto tempo, Bibi.

—Non voglio sapere niente di te, papà.

Me quedé de piedra cuando escuché a Bi hablando en un perfecto italiano con el que, al parecer, era su padre. Le había dicho que no quería saber nada de él, pero tampoco parecía ofendido ni mucho menos dolido. Es más, su sonrisa se ensanchó todavía más, mientras que yo no entendía ni media palabra.

—Oh veramente? Bene, allora è molto curioso che siamo entrambi qui, a chiacchierare amichevolmente.

—Non stiamo parlando amichevolmente, scoprilo.

—Beh, non stiamo nemmeno discutendo, quindi direi che è un bel risultato.

Bueno, cada vez estaba más perdida. Entendí un poco, pero casi nada, la verdad. Costaba entenderlos. Creo que él le decía "¿en serio? Pues qué raro que estemos aquí charlando amistosamente" y ella le dijo "No estamos hablando amistosamente, entérate" y después el dijo algo como: bueno, no estámos discutiendo, yo diría que es un avance. Más o menos lo entendí.

—¿Alguien me explica que está pasando?—Me escuché decir a mí misma.

Ambos se giraron hacia mí, como si no se hubieran dado cuenta de mi presencia hasta ese momento. Pareció que yo no les importaba demasiado, así que fruncí el ceño hacia ellos para indicarles que si no me iban a hacer caso las cosas no iban a terminar demasiado bien para ellos. Claro que esa silenciosa amenaza iba claramente dirigida al supuesto padre de Bi, y no hacia ella.

—Ah, sí...¿y tú de qué agujero has salido?—Dijo *insertar nombre*, sorprendiéndome por su casi perfecto español. Eso sí, su acento estaba muy marcado, no como el de Bi, que apenas se percibía. La miré de reojo. Miraba a su padre como si fuera su peor pesadilla en carne y hueso.

—Ah, sí...—Lo imité, gestos y acento incluido—¿puedo preguntar quién puñetas eres?

—Es mi padre, El—Respondió Bi en un susurro.

—Si, hasta ahí llegaba yo solita, gracias—Puse los ojos en blanco.

—Me refiero a su nombre—Aclaré.

—Oh—Dijo él, ampliando su sonrisa—. Me llamo Marcus, ¿tu?

—Ellen—Respondí secamente. Ni siquiera le tendí la mano sarcásticamente. Me apuntaba con su pistola y eso no podía significar nada bueno. No creí que, con la pistola a medio centímetro de mi cara, decidiera invitarme a cenar, la verdad. No era demasiado positiva. Aunque no creo que nadie lo fuera tantísimo.

Tras eso nos quedamos unos segundos en un silencio demasiado tenso. Por eso mismo, fui yo misma quien lo cortó.

—B-bueno...—Dije con la voz temblorosa, al ver la pistola tan cerca de mi cabeza—Ahora que ya nos conocemos todos, ya podemos irnos y...—Me callé automáticamente cuando escuché que Marcus le quitaba el seguro a su pistola, mirándome con su maldita sonrisa altiva.

—E-Ellen—Me llamó Bi en medio de la tensión—m-mi padre t-tiene un ejército q-que s-sobretodo se encarga de...—Al ver que se callaba, su padre la animó.

—¿De que nos encargamos, hija?

—D-de los...—Tragó saliva y lo soltó rápido y de golpe—De los demonios. Y de cualquier tipo de ser que no sea humano. Se los cargan—Al decir eso último una expresión de tristeza le invadió la cara. Se giró hacia mí, mirándome apenada. Solo con verle la cara supe que se había bloqueado. No sabía qué hacer. Perfecto. Porque yo tampoco.

—Legarla—Ordenó a sus hombres, que al parecer también eran italianos—. E tu, Bibi, vattene da lì.

—Pero, ¡papá...!—A Bi ya le caían las lágrimas por las mejillas. Incluso me preocupé más por ella que por mi misma, que estaba a punto de morir.

—Hija—Replicó él, empezando a enfadarse—. Aparta de ahí, que estorbas.

Pero Bi no se movió. De hecho, no parecía tener la capacidad de hacerlo. Estaba demasiado centrada en las armas de los soldados, que se acercaban a mí peligrosamente después de una gesto de cabeza de Marcus.

Yo, por mi parte, creaba distintos escenarios en mi cabeza: en la mitad lograba escapar y en la otra mitad me mataban. Creo que no hace falta decir cuál me apetecía más que pasara.

—Bianca—Insistió Marcus—. Te lo digo muy en serio.

A mí, la verdad, me estaba pareciendo mal todo aquel lío. ¡La que estaba en peligro era yo! Pero a nadie parecía importarle mi opinión. Simplemente discutían acerca de mi destino, sin preguntarme ni nada. Claro que yo, en la situación de Marcus, tampoco me habría interesado en lo que quería hacer el fugitivo, no le diría: "Hola, amigo, dime una cosa, ¿te apetecería morir hoy o mejor me paso otro día?".

Dejé de pensar unos instantes cuando un Marcus armado con un fusil se acercó aún más a mí.

—Si no te importa, la mataré delante de ti, Bibi—Amenazó Marcus.

El cañon del fusil estaba justo delante de mi cara. Marcus lo cargó, quitó el seguro y me apuntó.

—Ha-hará mucho r-ruido. S-Se... Se oirá en l-las ci-ciudades—Tartamudeé como pude.

Marcus, volviendo a su sonrisa orgullosa, me enseñó un objeto que le colocó al fusil: un silenciador. Genial.

—¿Unas últimas palabras?—Preguntó, aún sonriente. Pero no me dio tiempo a contestar. Sin vacilar, Marcus apretó el gatillo.

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