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5.- Mentiras


Nota de la autora:

Hola, queridos lectores. Espero que la historia os esté gustando mucho. Os invito a poner en los comentarios todo lo que se os ocurra, yo los leeré 👀.

Este capítulo será algo corto, pero intentaré hacer al siguiente muy largo para compensar.

No olvidéis votar.

Bye, bye 🫶

—————————

Esta vez saqué el coche, para ir más cómodas, y arranqué hacia la tienda en la que la que me había comprado la gorra y los guantes. Tardamos unos minutos en llegar hasta ella. Y Ryan no estaba allí.

Mientras yo le buscaba desesperadamente, seguro que él estaba tan pancho jugando por ahí.

—¿Quién es el que te ha hecho todo eso?—Preguntó Bianca cuando terminé de explicarlo lo que había pasado.

—Un chaval al que conocí hoy.

—Ya, pero...¿cómo se llama? ¿Qué aspecto tiene?

—Ah...se llama Ryan. Es muy bajito, debe de tener unos 10 años humanos, tiene el pelo castaño, tiene pecas, es un poco troglodita...ah, y no es humano.

—¿Es un demonio como tú?—Bianca tenía los ojos muy abiertos.

—¡Que va! ¡Es un cyborg!

Bianca se quedó mirándome, seguramente pensaba que estaba loca por decirlo como si nada. En medio de esa conversación se me ocurrió una genial idea que seguro que no iba a funcionar. Pero oye, hay que ser optimista.

Solo con decir que no va a funcionar ya estas siendo pesimista, chica.

Déjame en paz, anda.

Yo solo lo digo, no...

¡Arg! ¡¡Muérete!!

Me acerqué a la tienda con Bianca detrás, como si no entendiera absolutamente nada. Y no podía culparla, no le había explicado nada.

—Hola—Saludó la de la tienda con voz monótona.

—Buenas. Oye, no te habrán traído por pura casualidad una especie de frasco que tenía dentro unas...unos fantasmitas, ¿verdad?

—No.—Oh, vaya. Eso no me lo esperaba. El muy cerdo me había mentido a la cara.

Volví a subir a subir al coche sin despedirme y noté como Bianca se sentaba a mi lado.

—¿No lo tiene?

—No. Ese chaval va a morir.

Mientras ella me miraba aterrada, yo arranqué el coche descargando toda mi ira en el, por lo que casi nos matamos más de una vez.

Recorrí todos y cada uno de los caminos que hacía su tren de las narices, pero no estaba. Intenté pensar en dónde podría estar, pero no lo conocía tanto. No tenía ni idea. Solté una palabrota y me acerqué a Bianca, que estaba siguiéndome con cara de "¿Qué mosca te ha picado?".

—No está.

—¿Quién?—¿Cómo podía no saberlo a esas altura?

—¿¡Quién diablos va a ser!? ¿¡Mi prima la coja!? ¡¡Ryan, maldita sea!! ¡¡Ryan!!

—O-oh.—Genial. Ya se había asustado. ¿Por qué tenía tantísimo carácter y ella se asustaba tan rápido? No era muy buena combinación, que se diga.

—Oye...—Empecé—verás, no estoy enfadada contigo, ¿vale? Solo es que de verdad me fastidia. Ese frasco era demasiado importante.

—¿Por qué?

Ah, claro. No le había contado eso tampoco. Por eso siempre parecía tan perdida.

Le conté toodos y cada uno de los detalles. Ella me miraba atentamente, interrumpiendo de vez en cuando para insultar a Bills y a Ryan o para hacer preguntas. Cuándo por fin terminé, me miraba como si le acabara de contar un cuento de hadas. Por la cara que ponía cualquiera diría que no se creía ni una mísera palabra.

—¿Y no me vas a contar que viste a un ejército detrás de mí cuando me rescataste?

Espera ¿qué?

—¿Cómo? ¡Bianca, no me leas la mente! ¡Así no puedo confiar en tí!

—¡Eh! ¡No me culpes a mí, aún encima! ¡Eres tú la que me has mentido!

—¡No te he mentido en ningún momento! ¡¡Es más: te he salvado, te he ayudado, he confiado en ti lo suficiente como para contarte mi pasado y te he protegido ocultando una verdad!! ¡¡Yo no te he mentido!!

—¡¡Ah, claro!! ¡¡Perdona!! ¡¡Solo ocultabas la verdad!! ¡¡Usted perdone!!—Lo que estaba diciendo no estaba mal, pero lo que no me gustó fue cómo lo dijo. Estaba muy enfadada conmigo. Y yo con ella.

—¡¡NO TE LO HE DICHO PARA QUE NO TE ASUSTARAS!! ¿¡VALE!? ¡¡MÉTELO EN LA CABEZA!!

Había soltado tal grito que los pájaros salieron volando, huyendo. Bianca me miraba, furiosa, pero no decía nada.

—¡¡Además!! ¿¡Que más deba que te lo dijera o no!? ¡¡TOTAL CON LEERME LA MENTE LLEGABA!! ¿¡NO CREES!?

Ella me miraba. Podía percibir en su mirada un ápice de arrepentimiento. Y que ella se arrepintiera derribaba en que yo también lo hiciera. Pero no estaba dispuesta a mostrarlo.

Subí al coche de nuevo.

—Sube—Le espeté.

Ella lo hizo sin rechistar, pero estaba más que claro que no quería. Decidí darle una alegría para que no se fuera. Era mi única amiga y me lo había cargado en cero coma.

Arranqué hasta una armería cercana y entré. Intenté que Bianca entrara también, pero no quiso. Por si acaso, bloqueé disimuladamente el coche para que no escapara.

Entré en la pequeña tienda. Era algo vieja, al igual que la señora del mostrador.

—¿Qué quieres?—Preguntó bruscamente.

—Un arco—Contesté, aún más bruscamente—. Y flechas.

***

Cuando llegué al coche Bianca estaba mirando al frente con los ojos entrecerrados. Hasta que me vio, claro. Abrió tanto los ojos que me preocupó que pudieran salírsele de las órbitas.

Había escogido un arco de madera con detalles en verde oscuro. Era precioso. Las flechas le iban a juego y había comido muchísimas. Bianca lo miró. Luego me miró a mí. Después volvió a mirar el arco, anonada. Repitió eso unas cuántas veces más. Cuando pareció que lo había procesado, me subí al coche y arranqué.

—Gracias—Murmuró—. Muchísimas gracias, en serio.

La verdad, no esperaba un agradecimiento tan...sentimental. No sé, me pareció que se emocionaba y todo.

—De nada.

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