16.- Dragones y flechas
Último cap :(
Al final este libro no quedó tan largo como me hubiera gustado... Este cap será un poco más largo de lo normal, por ser el último.
Escribiré algún extra o algo por el estilo, no os preocupéis ;) ❤️
🔓🔓🔓🔓🔓🔓🔓
—P-pues no sé...puede que sí...
—Ah, no, ¡espera! ¡Desde lejos parecían dos metros, pero ahora que se acerca...diría que mide tres o cuatro...!
Que bien.
Si, vaya suerte hemos tenido, la verdad.
—A-Aiden...el dragón ese...¿te parece que venga en son de paz?
—Bueno, tiene los ojos rojos y acaba de hacer churrasco con un árbol, ¿tú cómo lo ves...?
Vale, estaba enfadadísimo. Para colmo, escupía fuego.
Maravilloso.
Empecé a ver la cabeza del dragón. Luego distinguí sus brazos, alas y patas.
Se quedó parado delante de nosotros, y cuando vio que la casa no tenía ni un poquito de fuego, cogió aire para echarlo él mismo encima de la casa y, ya de paso, de nosotros.
Los siguientes instantes los recuerdo a cámara lenta: una pequeña flecha en comparación con el cuerpo del dragón se clavó en su cuello. Miré de donde había salido esa flecha. Lo primero que vi fue un arco de madera con detalles en verde que me resultó muy familiar. Después, a Bianca, con el brazo vendado, en posición de lanzar, ya con otra flecha preparada.
El dragón no estaba muy afectada por la flecha, sino, más bien, molesto.
Bianca lanzó una y otra y otra y otra, hasta que el dragón empezó a parecer afectado.
—S-segunda al mando, ¿qué...?
La pregunta de Aiden hizo que recordara que ella era su coronel, o algo así.
—Aiden, si me ibas a preguntar qué estoy haciendo, ya te puedes ir olvidando.
Aiden se encogió de hombros sin darle mucha importancia.
El dragón empezó a enfadarse y a arrancarse las flechas del cuerpo sin mucho cuidado.
En ese momento reaccioné.
Saqué mis pistolas, le pasé una a Aiden y empezamos a disparar al dragón.
—O-oye chicos...—Me escuché decir a mí misma—¿no creéis que a Mushu podría afectarle que estemos atacando a su padre?
Y, como si lo hubiera invocado, el pequeño dragón apareció andando alegremente. Ni siquiera se detuvo cuando vio la escena.
—Ah, hola, papá—Soltó, con total normalidad.
Creo que todos los presentes teníamos la misma cara de extrañeza.
—No me miréis así, por favor. ¿De verdad creéis que, siendo mi padre como es, esta es la primera vez que me lo encuentro así?
Bueno, eso era lógico. Sí, definitivamente el dragoncito estaba más que acostumbrado a encontrar a su padre en situaciones como esa.
Así que bueno, llamarnos insensibles, pero seguimos disparando como locos.
El enorme dragón, ya debilitado, rugió, pero no pudo hacer mucho más que eso. Dejé de disparar un rato y dejé de Bianca y Aiden siguieran.
Me acerqué a Ryan y a Scarlett.
—¿Dónde vive mi... familia?
Vaya, era una pregunta un tanto extraña.
—Oh, pues mira, viven algo lejos, pero yo creo creo que si te das algo de prisa llegarás en dos minutos—Tras decir decir eso, Ryan me indicó un caminito que se perdía entre algunos árboles— Viven a quince kilómetros por ahí.
Empecé a caminar mientras hablaba, sin escucharlo, pero me detuvo.
—¡Eh! Sé que tienes prisa, pero atiéndeme, mujer. Cuando veas una fuente muy grande, gira a la derecha, ¿vale?
—¿A esta?—Indiqué un lado con la mano.
No pareció convencerle, porque se dio un golpecito en la cara.
—A la OTRA derecha—Enarcó una ceja.
—Ah, si, vale, ¡chaoooo!
Idiota...
Oh, calla.
Hey, acabo de recordar algo...
***
¡Ja, ja, ja! ¡He ganado!
Ugh... cierra el pico...
¡Lo sabía! ¿Cómo se iban a llamar las ciudades por números, mujer? Ciudad Dados, era lógico que se llamarían por juegos de mesa...
Bueno, mira, vamos a hacer una cosa... CÁLLATE O TE CASTRO, ¿SI?
Eh, oye... no vale amenazar, he ganado.
Mientras mantenía esta bonita conversación interna, corría hacia la casa de mi familia, deseosa por llegar.
Al poco tiempo divisé la fuentecita de marras.
Era a la derecha que tenía que girar, ¿no?
Ups. ¿Dónde está la derecha cuando la necesitas?
¿Con qué mano agarras el tenedor?
Emm... ¡con esta!
¡Esa es la izquierda, idiota!
Es que... soy zurda.
No eres zurda.
Vale, entonces la otra, ¿no?
Siiii...
Giré y, efectivamente, ahí estaba una pequeña casa de madera blanca con algunas plantas rodeándola.
Me acerqué lentamente y pulsé el timbre.
Volví a pulsarlo.
Otra vez.
Toqué el 'Feliz Navidad' con el timbre.
Nada.
—¿¡HOLAAAAAA!?
Al poco de mi grito, una señora con pinta de cansada abrió la puerta. Sin mirarme, dijo con voz monótona:
—Mire, si es una vecina y viene a quejarse del ruido que hacen mis hijos, yo...
Cuando levantó la cabeza para mirarme a la cara, se paró en seco.
Le devolví la mirada, hecha un saco de nervios.
—Amm... yo...—Intenté decir.
—¿Ellen?—Un señor muy mayor se asomó a la puerta con los ojos muy abiertos.
Mi madre—si es que lo era—seguía en la puerta mirándome fijamente, completamente paralizada.
—S-sí... yo... bueno, yo soy Ellen, sí... encantada de conocerte, mamá—Le dije. Sonó un poco rara esa frase— Tú... ¿no serás mi abuelo, por casualidad?—Me dirigí al señor mayor que me había llamado por mi nombre.
Él asintió lentamente.
Mi madre por fin reaccionó. Se adelantó y me envolvió entre sus brazos. Me costó un poco reaccionar, pero cuando lo hice le devolví el abrazo.
—¡Oooh, cariño!—Dijo en un tono que juro que tendría que estar escrito con corazoncitos en los puntos de las íes—¡No puedo creer que seas tú!—En ese momento se separó de mí y me sujetó por los hombros. Tenía lágrimas en los ojos— Oh, cariño, estás tan alta, tan guapa, tan...—Se cortó a sí misma y volvió a abrazarme.
Y yo...
Yo...
Yo no tenía ni la más remota idea de cómo sentirme.
En serio.
A ver,... ¿como sentirse cuando te reencuentras con tu familia después de tantísimos años? ¿Alegre porque no volvería a estar sola? ¿Triste por perder la libertad? Estaba algo confusa.
Mi madre me puso una mano en la espalda, aún lloriqueando, y me guío hacia el interior de la casa.
Me llevó por unos pasillo hasta llegar a una puerta.
La abrió, entusiasmada. En ella había una chica mayor que yo, de pelo largo y castaño. Estaba de espaldas, sentada en una silla y trabajando en algo en un portátil.
Cuando nos escuchó entrar, se dio la vuelta sin mucho interés, pero su expresión cambió radicalmente cuando me miró.
—¿Que...?—Empezó. Pero no le dio tiempo a seguir.
Su madre— y la mía, supuse—la levantó de la silla y la sujetó de los hombros como me había hecho a mí minutos antes.
—Cariño... esta es Ellen. Tu hermana perdida.
—¿¡Ellen!?—La chica apartó a su madre algo bruscamente y me miró fijamente—Oh, Ellen... no puedo creer que seas tú...
Me envolvió en un abrazo.
—Yo soy Hope. Tu hermana mayor, no sé si me recuer...
—¡Claro que te recuerdo!—Grité y me aferré todavía más a ella.
Cuando nos separábamos las dos nos limpiábamos las lágrimas. Mi madre—qué raro decirlo— lloraba como una cascada.
Después de eso todo fue bastante rápido. Conocí a mi hermano, Zane, al que también recordaba un poco. Él se emocionó, pero quiso hacerse el duro y contuvo las lágrimas. Nos abrazamos y me revolvió el pelo con una mano, sonriente.
También estuve con mi padre y con mi abuela. Mi padre me abrazó fuertemente y me aseguró que me había echado demasiado de menos. Mi abuela, por su parte, se dedicó a abrazarme, lloriquear y estrujarme las mejillas. También me dejo todas las mejillas de pinta labios rojo.
Me ofrecieron de todo para comer. Lo acepté, porque, sinceramente, me moría del hambre. Me preguntaron por mi vida, si tenía amigos, que tal me había ido, sí había solucionado lo de los candados... les contesté a todo mientras comía.
Me aseguraron que no me volverían a perder nunca más.
Yo les aseguré que no me perdería, que podía tener algo de libertad, ya de paso...
Decidí quedarme a vivir con ellos—porque, obviamente, me apetecía y porque, si no lo hacía, me matarían, por otro lado—. Mi única condición fue que me dejaran ir a hablar con mis amigos primero y que pudiera ir a eso que se llamaba "clases" con ellos.
***
"¡Chiiiiicoooos! ¿Quién se viene a clases conmigo?"; era lo que les había dicho a mis amigos en cuanto había podido.
Naya aceptó entusiasmada.
Drac sonrió y asintió enérgicamente con la cabeza.
Aiden se encogió de hombros vagamente y asintió un poco, pero me dio la sensación de que eso solo era una fachada. Le apetecía.
Y Bianca... bueno, se disculpó conmigo, pero no quiso venir con nosotros. Dijo que tenía un ejército que reformar y reeducar. No le faltaba razón.
Mushu y su padre ya se habían ido, así que no pude despedirme.
Conseguí una pequeña casa de cápsula y la puse al lado de la mía. Allí dormirían mis amigos.
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