10.- Nuevos itegrantes
¡¡Bueno, queridos Wattianos, ya tengo el capítulo diez!!
———————
—¿¿Me estás vacilando??
¿Aquel chico era adivino o algo? Con tanta adivinación me estaba volviendo loca. Primero Bi y ahora él. Él me miraba con una sonrisita que solo consiguió ponerme muy nerviosa.
—Ellen—Intervino Bi—, este es Aiden. Es como mi hermano...solo que...
Al ver que le costaba decirlo de una forma poco ofensiva, el tal Aiden intervino:
—Me acogieron. Al parecer mi verdadera familia me abandonó en el bosque—Lo dijo como un encogimiento de hombros y no noté nada en su expresión que denotase que le importaba en lo más mínimo.
—Vale—Dije—. Y ahora, si no te importa, explícame cómo sabes los de los candados.
—Ah, eso—Dijo Bi, algo nerviosa—, digamos...que le enseñé a leer la mente.
—¿Eso se puede enseñar?
—Claro.
Me quedé pensativa unos segundos. Veamos...
Tenía a Bi con un disparo en el brazo.
A su padre, Marcus, en forma de rana.
Al tal Aiden, capaz de leer la mente.
Y a un ejército de tíos confusos.
¿Y que sacaba yo de eso?
Una idea.
***
Escogí en grupo de cinco personas de entre el ejército para que llevaran a Bi a un hospital. Aceptaron sin rechistar, como niños buenos.
Pedí voluntarios que estuvieran dispuestos a ayudarme con lo de Ryan, mi familia, y todo eso. Para mí sorpresa, el tal Aiden levantó la mano, según él porque así al menos comería más a menudo. El resto que la levantaron fueron otro chico llamado Oscar, uno llamado Tony, uno llamado Drac, uno llamado Andrew y, para mi sorpresa, una chica más o menos de mi edad llamada Naya.
—¿No os importa ayudarme?—Pregunté sorprendida—. Los que, si apareciera Marcus, me dejarían plantada pueden desaparecer, gracias.
Y, claro, así se fueron tanto Tony como Andrew.
—Marcus es un idiota—Comentó Aiden, con toda la razón del mundo.
—Y tanto. Era tan burro que más de una vez le robé las llaves de su habitación solo por fastidiarle y lo único que hizo para arreglarlo fue sentarse en la puerta a lloriquear como un bebé— Rió Drac. Él era más mayor que yo, también más alto, de pelo rubio muy claro y ojos verdes. Solo con ese comentario ya me cayó bien.
—Si, más de una vez tuve impulsos asesinos con él—Añadió Naya, riendo. Era de más o menos mi misma altura, castaña clara, con el pelo larguísimo y de ojos azul oscuro. Era algo más alta que yo, pero casi nada. Se veía que era muy risueña y despreocupada.
El único que no habló fue Oscar. Tenía sus ojos color miel clavados en el suelo, pensativo. Me pareció que era algo más mayor que yo, era más alto y tenía el pelo castaño.
Aiden, Drac y Oscar llevaban un mono con estampado militar, mientras que Naya usaba un pantalón también con estampado militar y muchos bolsillos y un top blanco.
Aproveché un instante de distracción para soltar a "la rana Marcus" y deshacer la maldición. Así comprobaría si realmente me preferirían a él.
Tardé un rato en conseguir deshacerla, porque no solía hacerlo, pero, después de un largo rato haciendo estupideces y poniendo muecas de fastidio que nadie entendía, conseguí que Marcus volviera en sí.
—¿Eh? ¿Pero qué?—Murmuró, como el completo idiota que era.
Todos gritaron su nombre, unos contentos, otros confusos y otros aterrados. El grupo que lo gritaron contentos se llevaron más de una mirada incrédula por parte de los otros y de mí, para qué negarlo.
Estaba claro que sus hombres no le tenían especial cariño.
Y no es que me extrañara mucho, la verdad.
—¿Que demonios hace Marcus ahí parado?—Preguntó Oscar, mirándolo fijamente.
—Ya os contaré—Respondí—. Ahora, los que estén dispuestos a ayudarme que me sigan, tenemos que irnos de aquí que si no el loco ese me caza.
Noté a Oscar dudando.
Qué tío.
—Aclárate—Le solté sin mucho cuidado.
Y, el muy asqueroso, se volvió con Marcus.
Me quedaban Drac, Naya, Aiden y a lo mejor Bi. Pero la verdad ni yo estaba muy segura de querer a Bi a mi lado después de ver esa parte de ella, esa parte en la que solo le importaba ella misma en el mundo.
Esa parte que odiaba.
—Traidor—Escupió Drac. Se veía que antes eran buenos amigos. Antes.
—Bah, déjalo, nunca me cayó bien—Dijo Aiden con un gesto vago, quitándole importancia.
—A ver, chicos, mirad, si me ayudáis podrías correr riesgos, ¿vale? Muchos riesgos.
—Morir es uno de ellos, ¿verdad? Estoy dispuesto—Dijo Aiden como si estuviera diciendo de hacía mucho sol.
—¿Quién a hablado de morir?—Preguntó Naya burlona.
—Yo—Contestó Aiden sin mirarla.
—Tiene razón—Me obligué a decir.
Era cierto. Estábamos hablando de perseguir a Ryan, que estaba ni más ni menos que en otro país, conseguir el frasco, terminar de reunir las almas, llevarlas al lugar indicado, recuperar a mi familia y, posiblemente, tener un bonito encuentro con Satán.
Lo que cualquier niñita desearía como regalo de Navidad.
—¿Qué? ¿Me ayudáis o qué?—Me impacienté.
—Yo ya he dicho que sí—Dijo Aiden, metiéndose las manos en los bolsillos con una tranquilidad asombrosa.
—V-vale—Murmuró Drac, con la vista fija en Oscar. El pobre debía de estar algo confuso.
Todos miramos a Naya con cara de: "diquesiotepego".
En cuanto se dio cuenta nos miró con los ojos entrecerrados y enarcó una ceja. Después, habló:
—Que sí, hombre, que sí, tranquilitos todos, ¿eh?
Así que nos dimos la vuelta y nos fuimos. No mentiré, yo llevaba semejante sonrisa de estúpida en la cara, pero era por la emoción del momento, ¿vale?
No, era porque eres estúpida.
Ni, iri pirqui iris istípidi.
Bla bla bla.
Bleh, blah, bleh.
—¡Eh, eh, eh!—Gritó una voz detrás de mí—¡Hey! ¡Tú, demonia! ¡No me iré sin haber terminado con contigo!
Espera, ¿qué?
Marcus no se rendía.
Estuve a puntito de lanzarle una ración de maldiciones, pero no me dio tiempo.
Las balas ya volaban hacia nosotros.
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