1.-Ryan
Si quieres pasar, adelante, hazlo, te abro las puertas a mi vida, pero te recomiendo que vayas con cuidado. Esta historia va de mí, de mi vida, pero no estamos hablando de una vida cualquiera. Estamos hablando de la vida de una demonio. Un ser perseguido por los humanos desde hace siglos y, en mi caso—cazadora de almas—incluso le encuentro justificación, pero...¿y los demás? ¿Porque motivo les temen y acaban con ellos? ¿Por qué los humanos son tan violentos?
***
—Bueno—Murmuré para mis adentros—Solo me faltan seis almas para rellenar el segundo cupo.
Me acerqué a un cementerio, allí solía haber almas para dar y tomar. Y efectivamente, en cuanto me acerqué, el contador de mi frasco para almas se elevó hasta llegar al 2041 Alm.
Robar almas podía verse muy mal, pero era eso lo uní que me abriría las puertas a mi familia—nunca mejor dicho.
También había aprendido que no era del todo necesario matar a gente para conseguir almas, solo con acercarse a un cementerio servía. Incluso valía con acercarse a algún animal y acercarle en frasco: el animal al principio parecía mareado, pero luego se le pasaba y se iba como si nada. No lo había probado en personas por si las moscas, pero me parecía que funcionaba igual.
Ya sabía usar una pistola, conducir e incluso cocinar. Solo tenía 285 años,—17 años humanos—pero ya había aprendido a vivir sola.
Mejor dicho, a sobrevivir sola.
¿Pero tú qué dices? Yo VIVO, no sobrevivo.
Ya, ya, ¿necesitas que te explique la diferencia entre vivir y sobr...?
¡¡Cállate ya, maldita sea!! ¡¡Mira que eres insoportable!
Mira que tienes poca paciencia...
Mira eres pesada.
Miri qui iris pisidi.
¡¡AAAGGH!! CIERRA EL BUZÓN.
Vale, vale...
Ejem, ejem...perdonad , es que la pobre es un poco...inutilita.
¡Pero bueno! ¿Cómo osas llamarme inútil?
¿QUE TE ACABO DE DECIR? ¿SE TE HA OLVIDADO Y QUE QUIERO QUE TE CALLES?
*Silencio*
Eso pensaba.
Esto...lo siento, ya sigo: La cosa es que ya había aprendido varias cosas importantes. Pero vivir entre humanos, no es nada fácil, os lo aseguro. Son muy raros, ¡en serio!, por ejemplo: les gusta algo llamado cine, pero ¿quién sabe lo que será eso? Además tienen por costumbre mirar una especie de mariposa hecha de papel a la que llaman libro. A veces pienso que están locos. Una vez incluso ví a una chica poniéndose unos polvos raros en la cara, ella parecía tan tranquila, pero yo, por un momento, pensé que era pólvora, ¡menos mal que me dijeron que era maquillaje, que si no...!
Ah, y hablando de lo mal que están lo humanos: hace unos días estaba yo tranquilamente robando algunas almas y, de repente, un señor al que no conocía de nada, se puso gritar como un loco, señalándome—y yo me pregunto: ¿no era de mala educación señalar, según los humanos?—:
—¡¡AAAAH!! ¡¡U-UN D-DEMONIOOOOO!!
—¿Eh?—Solté yo, como una idiota. Incluso miré hacia atrás para ver si al que señalaba estaba detrás de mí. Pero no encontré a nadie. Me quedé mirando al señor un momento, y entonces caí: yo era un demonio... es verdad, je je. Decidí disimular un poco, porque por la cara del hombre, no parecía estar bien visto lo de ser un demonio. Aunque, al fin y al cabo, yo solo era segunda mestiza...
—¿Dónde?—Dije, haciéndome la sorprendida—Oh, no. Sin duda hay que arrestarlo, le deseo suerte en su búsqueda, querido desconocido—Tras decir esto intente irme, pero no funcionó.
—Señorita, me parece que no lo ha entendido: usted es el demonio, al que efectivamente, hay que arrestar.
—¿Yo?—Seguí con mi actuación, que de momento estaba siendo poco creíble—No, no, señor, no. Me parece que se está equivocando de persona. Yo no soy el demonio al que busca.
—Y ¿qué son esas orejas? ¿Y esos colmillos? Uff. Y ¿qué hay de esas uñas?
Me miré las uñas—que era lo único de la lista que entraba en mi campo de visión—y, efectivamente, estaban demasiado largas y afiladas. Para colmo, las llevaba pitadas de negro. Bueno, hora de huir.
—¡¡Mire, una distracción!!
El señor se dió la vuelta de inmediato, como si algo súper increíblemente maravilloso estuviera detrás de él, pero, obviamente, lo único que encontró fue un aburrido edificio.
Qué idiota.
Para cuando se dio la vuelta, yo ya había desaparecido. Había recorrido casi siete manzanas en ese instante.
—En fin, tendré que buscarme otra ciudad—Murmuré.
Así fue como terminé a las puertas de la ciudad, intentando irme.
—No puede pasar, señorita, necesita un permiso.
—Ya, pues felicidades, pero yo necesito pasar.
—Le estoy diciendo que no puede.
—Ya, y yo te estoy diciendo que me da igual.
En medio de esa bonita conversación, llegó un señor desconocido con un señor no tan desconocido a su lado. Oh, no. Él no.
—¡Hombre, hermanastrita!—Gritó, felizmente. Ya no tenía la s en la frente y no parecía recordar nada de lo que había pasado, pero aún así desconfíe de él. Y desconfíe mucho—¿Qué haces por aquí?
—¿Qué haces TÚ por aquí?—Pregunté bruscamente.
—Ja, ja, ja—Rió—Pues como que soy el alcalde de esta ciudad, querida Ellen—Fue entonces cuando noté un pequeño detalle: iba vestido con traje y sombrero (supuse que para tapar las orejas y los cuernos), unos guantes (para tapar las garras), llevaba un poco de maquillaje, casi imperceptible sobre la cara (para que no se notase su piel rojiza) y apenas sonreía (seguramente para ocultar los colmillos).
—A-ah, claro...que bien—Dije aún así, poco convencida.
—Dejadla pasar, anda, no seáis cuadriculados—Ordenó Bills a los guardias que me prohibían el paso.
—S-si, señor.
Ellos abrieron la puerta para dejarme pasar.
—P-pero...¡s-señor alcalde! ¿No lo ve? ¡Es una demonio!
—Señor, no se preocupe, es una simple ciudadana, al igual que usted. Déjela en paz.
—P-pero...
—Señor, es una orden.
Fue decir eso y ese señor tan pesado se calló. Sé que debería odiar a Bills, pero creo que iba a pedirle que me enseñase esa forma de tener autoridad.
Así fue como, de alguna manera, me echaron de la ciudad. Y me quedé un poco perdida, sin saber a dónde ir. La orientación nunca había sido mi fuerte, que se diga.
Ni la orientación ni nada.
¿¡Qué tengo que hacer para que entiendas que a nadie le importa tu opinión!?
¡Oye!
Ni "oye" ni leches, cierra el pico ya.
Tsk...vale, vale, pero no te enfades tanto, mujer... nunca has tenido paciencia.
Perdona, ¿ya se te ha olvidado lo que te acabo de decir?
Que sí, que ya me callo...
Bien.
Estaba dando vueltas sin rumbo cuando me topé con un niño con el pelo castaño claro y pecas. Esta sentado en una roca, afilando un cuchillo con una piedra. En cuanto me vio, se levantó de golpe.
—¡Holaa! ¿Que hay?—Dijo, como si fuéramos colegis de toda la vida.
—¿Y tú quién eres?
—¿Yo? Soy Ryan—Dijo, señalándose—¿Y tú eres...?
—Ellen—Solté.
—Bueno, Ellen y...¿qué haces por aquí?
—Pues acaban de echarme de esa ciudad y estoy pensando si matarme ya o esterar a que el tiempo lo haga por mí—Bromeé.
—Jis, jis...Puedo acompañarte a alguna ciudad cercana si quieres. Conozco toodas las ciudades, toodos los sitios y toodos los caminos—Dijo, con aire orgulloso.
—Pues te lo agradecería mucho, la verdad...
—Bueno, pues no se hable más...¡Chuu, chuu! ¡Pasajeros al treeen!—Gritó, muy contento. Noté que varias de las personas que estaban por allí iban rápidamente hacia nosotros y se colocaban en fila detrás de mí.
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