5.1
El quinto es tal vez mi favorito, fue el que me dió un indicio de hacer esta lista. Luego de éste beso solo pensé en aquellos que fueron especiales para mí.
El inicio de un final. Pero para entenderlo, explicaré un par de cosas. Cómo era nuestra dinámica y como vivimos nuestros días. Así cuando suceda el beso, comprendan cómo llegamos hasta ahí y porque de tanto besos, ese fue el mejor de todos.
Por las mañanas me despertaba con el cabello de mi novio en mi narices, me hacía cosquillas y yo solo intentaba no estornudar y despertarlo. Era molesto cuando no dormía bien, como un niño de mal humor.
Sin moverlo demasiado quité su brazo, su pierna y la mitad de su cuerpo que estaba sobre mi, me levanté despacio de la cama y comencé un nuevo día. Mi trabajo no era mucho, simplemente estábamos entrenando a nuevos fotógrafos para la empresa. Era un buen trabajo aunque no estaba acostumbrado a tener a tres jóvenes en mi oficina preguntando cada cierto tiempo si estaban haciéndolo bien.
Caminé hasta la cocina y comencé a preparar el desayuno para ambos, además de un rápido almuerzo para llevar. Guardando una tarjetita con algunas palabras de aliento hacía Haechan, me gustaba dejárselas en lugares que podría encontrar y así, tal vez, alegrar un poco más su día. Esa noche sería el estreno de un nuevo musical en el cual estuvo mucho tiempo practicando.
Sentí esas dos manos rodear mi cintura, un beso en mi cuello y su murmullo en mi oído que me deseaba un buen día. Sonreí para mí mismo, aún no me acostumbraba a tener las muestras de afecto tan íntimas y hogareñas. Algo como su sonrisa a la primera hora del día, me di la vuelta y lo ví parado justo detrás de mí.
—Buenos días— Le señale la silla a unos pasos para que sepa que ya estaba listo el desayuno. Caminé con los platos en las manos hasta la mesa para compartir una linda mañana —¿A qué hora es tu ensayo?— Lleve un trozo del panqueque a mi boca.
—A las ocho— Hablo con la boca llena. Lo regañe por eso, repito, es un niño pequeño.
—Son las ocho y diez— Le advertí mirando mi reloj.
—Ya que. De todas formas estoy llegando tarde— Y siguió desayunando como si no existieran personas esperándolo para un último ensayo.
Algunas costumbres no cambian y era por eso que cuando teníamos un compromiso, siempre le decía una hora antes de la real y así llega a tiempo. No importa si hace cinco años trabaje en el mismo teatro, aún no se acostumbran a sus extraños compartimientos.
—Tienes preparo el almuerzo, no lo olvides. No iré a llevártelo otra vez— a pesar de su fingida expresión, no cedi ante él. Esa vez no lo haría
Terminamos de desayunar y antes de qué me diera cuenta, nos besábamos en la puerta de la casa. Su cuerpo apoyado sobre la pared más cercana, mis manos sosteniendo su delgada cintura y las suyas en mi cabello. Adiós a mi peinado pulcro y ordenado, sería otro día de llegar al estudio hecho un desastre.
—Llegaras tarde— Susurré mientras lograba escapar por fin de sus labios. Besaba como si temiera que sería la última vez.
Y así lo hacía, las primeras veces se despertaba a mitad de la noche gritando mi nombre. Teniendo que todo sea un sueño y que sigamos estando separados, era cuando lo abrazaba y le repetía que estaba con él y que no volveríamos a separarnos nunca más. Fueron largos insomnio, pesadillas y miedos hasta que comprendió que no me iría. No merecía esas inseguridades.
—Solo unos besos más— Y volvía a pegarme a su cuerpo. Hasta que su celular volvió a sonar por quinta vez en la mañana.
—Atiende el maldito celular— Gruño, alejándome de sus garras.
—Hola— Atendió. Lo ví girar los ojos y entendí que era su jefe, seguramente para decirle que llegaba tarde una vez más —Ya sé qué voy tarde. Pero hay mucho tránsito, estoy en camino—
Corto la llamada, su mano libre aún enredada en algún lugar de mi cabello. Yo reí
—¿Cuando le dirás qué nos mudamos a dos cuadras del teatro?—
Los días parecían ser monótono y algo cansador. Aún así, en esos tres meses viviendo juntos Donghyuck encontraría la manera de hacerme reír, llorar y emocionarme. Como si cada día fuera una vida diferente, así fue como en mi cumpleaños pasado me sorprendió con una cena.
Debía aceptar que sus habilidades en la cocina iban mejorando y que lo hiciera para mí, fue la mejor parte.
—Si le pones demasiada luz, la tez de la modelo se perderá— Volví a indicarle al novato que manejaba la iluminación.
—Profesor— Rodé los ojos ante la forma en la que me había llamado.
—Chenle, te dije que no me digas de esa forma— Le advertí. Caminé hasta donde estaba el chico con la computadora, aún recordando ese día que lo conocí.
—Se que lo odias, por eso te digo así—
—Deja de hablar en chino, tus compañeros se ponen incómodos— le recordé. Ya no quería problemas con los rumores "La empresa es china, el encargado también. Es obvio que eligieran a alguien así" "Se notan que son amigos"
Sí supieran que lo elegí sin recordar que era uno de los agentes de Jeno, o así le gustaba llamarlos él.
—Solo mira como quedaron las fotos— Lo miré. Ese chico olvidaba quien era el jefe en el lugar.
—Esa me gusta mucho. Guárdala— le indique, pero no me hacía caso —¡Chenle!—
—Es hora del almuerzo, no tienes poder sobre mi— Y con esas palabras. Los tres dejaron de hacer sus deberes y se fueron a almorzar por algún lugar.
Así que me quede haciendo el trabajo por mi cuenta, uno nunca sabe lo que podrá ocurrir mientras comen. Sería un dolor de cabeza si por error fueran borradas las fotos. Sentí la puerta abrirse nuevamente.
—No les quitaré puntos, pueden ir tranquilos— No escuché una respuesta, en su lugar sentí que se acercaban hasta donde estaba aún con la cabeza gacha —Almuercen si mi, iré más tarde—
—Mi novio se enojara si sabe que no quisieron comer su comida— Levanté rápidamente mi cabeza para verlo ahí parado.
Donghyuck había ido hasta mi oficina con el almuerzo que le había dejado esa misma mañana.
—Hola— Dije como un idiota enamorado. El chico vivía conmigo, habíamos tenido intimidad, mis labios aún sentían su sabor y aún así me seguía congelando como la primera vez.
—¿Almorzamos juntos?— Asentí y lo seguí hasta un lugar donde poder comer juntos.
Esa noche era el estreno, así que había convencido a su jefe de hacer el ensayo más corto y dejar que esté bien descansado para la verdadera función. Yo seguía sorprendido por su facilidad para convencer a las personas, yo lo hubiera despedido en seguida. Yo le hable sobre los rumores que corrían, no quería que me afectarán, pero ya tenía suficiente con la fama que me había creado en China.
—Las personas que hablan así, son guiadas por la envidia— Intento reconfortar —Tu solo sonríe. Que tu sonrisa puede acabar con el mal de este mundo—
Mis mejillas se sonrojaron, esa era la frase que le había dejado junto a su almuerzo y mentiría si dijera que no sentía vergüenza de mi. No podía creer que esas palabras dulces saldrían de mi mente, no, más bien salían de mi corazón.
—La leíste— había esperado que lo hiciera al terminar.
—No iba a hacerlo, pero Jeno insistió—
—¿Jeno?— El asintió, yo esperé una explicación.
—Esta escribiendo otro libro y me pidió si podía mostrarle tus notas— En ese momento quería matar a Jeno por buscar inspiración en historia de otras personas. Costaba creer que así había logrado, no solo graduarse, si no también ganar popularidad con sus libros llenos de cursilerías.
—¿Te llamo mientras trabajabas?— Haechan negó.
—No. Fue hasta mi trabajo—
Después de unos besos traviesos al terminar la comida, unas palabras dulces y la promesa de no olvidarme de ir a verlo en su función, regar las plantas y anotar mentalmente que debía comprarle flores, Donghyuck regreso a casa para luego regresar al trabajo. Con una nueva sonrisa regrese a mi labor y continuamos con la tarea que había quedado a la mitad.
Fue la primera vez que escuché un rumor por los pasillos que me gustaría volver a escuchar. Dos personas hablaban del lindo novio del fotógrafo y como el hombre serio que veían caminar tantas veces, sonreía al verlo junto a él. Y tenían razón, Haechan podría hacer que sonriera sin esfuerzo, sacando el mejor lado de mi y estaba orgulloso de lo que éramos.
La obra de Donghyuck fue una mezcla de sensaciones, sabía que el chico parado en el escenario era mi novio. Pero había quedado tan atrapado en el personaje que no sabía dónde terminaba mi novio y dónde empezaba el protagonista. Su voz al cantar expresaba las emociones del personaje y cautivaba al público, los tenía en la palma de su mano y narraba su historia. Hipnotizado por su actuación lo ovacione de pie junto a los demás, sabía que era bueno, pero no que lo era a un punto de hacerme querer ver más.
Caminé por los pasillos del teatro, con un pase especial para entrar a los camerines donde los actores estarían en ese momento. Las flores en una de mis manos y la otra golpeando la puerta. La voz de su representante me atendió y al ver quién era, dejo que pasara sin decir nada, dejándonos a solas.
Haechan terminaba de quitarse el maquillaje y se miraba en el espejo. Dejando que sus lunares volvieran a ser visibles, que su tez natural fuera expuesta. Su cara de concentración era digna de admirar, calmada y en paz, a la vez que susurraba una melodía. La reconoci como la interpretación en el final.
—Si hay alguien esperando afuera diles que iré más tarde a la fiesta. Ahora no quiero hablar con nadie— Ahogue una risa. Éramos almas gemelas, concentrados en nuestros trabajos al punto de no ser consciente de quién está a nuestro lado.
La situación cambió de papeles y reí. Siempre ordenando a las personas que hacer, lo normal sería que nos llevemos mal. Pero así habíamos sido desde que éramos mejores amigos.
—¿Ni siquiera con tu guapo novio?—
Rápidamente levantó su cabeza y al verme se levantó de su asiento, haciendo que este cayera con un sonido sordo al suelo.
—¡Renjun!— Sus brazos me rodearon con felicidad, siempre feliz de verme nuevamente. —Viniste—
—Te dije que lo haría— Le mostré las flores que compre y sus ojos brillaron felices. Las personas pueden seguir mirando por un telescopio, yo tengo mis propias constelaciones en sus ojos. —Ademas te lo debía— le debía esos cinco años estando lejos.
—¿No estás cansado?— Se alejó solo para poner en agua las flores —Trabajaste todo el día—
—Tu igual y recién terminas— el bufó, sin muchos ánimos.
—Aun no. Tenemos la fiesta de estreno— dijo con su voz cansada. Lo entendí rápidamente
—No quieres ir— El asintió —¿Y si mejor pedimos unas pizzas y vemos alguna de esas tontas películas?— le ofrecí. El puso sus brazos en mi cuello, atrayendo mi cuerpo más cerca al suyo.
—Eso es solo una excusa para besarme en el sofá ¿Verdad?— no pude evitar la sonrisa en mi rostro, era verdad, cada vez que veíamos una película terminamos de la misma forma.
Besándolo hasta que mis labios duelan y la película termine con los créditos, luego iríamos a la habitación y nos haríamos uno. Su cuerpo y el mío movidos al compás, el secreto al descubierto del otro.
—Puede ser— Lo bese nuevamente. Dulce y sereno, despacio y sin apuro. Dejando que mis labios, mi memoria y mi corazón guardarán el momento para siempre.
—Acepto—
Así eran nuestros días, un cuento de hadas esperando ser escrito en algún lugar lejano.
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