LA ESPÍA
—Entonces, ¿sabes dónde está Rebeca? —le pregunto desesperado a la señora Rodríguez.
Maria, Verony, ella y yo, estamos sentados alrededor de la mesa del salón.
—Veréis... Yo... No tengo ni idea.
—¿Es una broma, no?
—No. No lo sé.
—Y ahora... —Maria saca un billete de cinco euros de su escote, y lo apoya en la mesa—. ¿Lo sabes?
—Ahora... —La señora Rodríguez se lo guarda—. Tampoco.
—Vaya. Me debes cinco pavos, Andrés —me pide Maria.
Verony agarra el puchero, llena de vainas un plato y se lo ofrece a nuestra vecina:
—Y... ¿ahora?
—¿Pretendes sobornarla o torturarla? —vacila mi compañera rubia.
La señora Rodríguez recibe la ración encantada, come y dice:
—Deliciosas, pero es que no lo sé. De verdad.
—¿Te enteras de todo menos de esto? —reprocho.
—Me entero de lo que ocurre en el edificio. Pero no de lo que pasa fuera de él. —Se limpia el morro aceitoso con una servilleta y explica—: Sé que los últimos meses Rebeca ha acompañado a su abuela al hospital en más de una ocasión, y que la semana pasada se llevaron a la señora en ambulancia. Después de eso, Rebeca volvió sola un par de veces más al edificio, y luego, desapareció.
—Coincide con la versión del vecino de Rebe —comparo.
—Ah, y un dato importante. —La señora Rodríguez alza el dedo índice—. La última vez que la jovenzuela salió del portal llevaba una maleta consigo.
—¿Una maleta? —Maria alza las palmas de las manos—. ¿Para qué querría una maleta?
—Pues igual sí que se ha quedado todo este tiempo en el hospi —supone Verony—. La llenaría con ropa, cepillo de dientes, libros... Y no parece funcionarle el móvil, así que también habrá llevado el ordenador para leer en Wattpad.
Al escuchar esto último, cojo una bocanada de aire y exclamo:
—¡Wattpad! ¡Claro! ¿Cómo he sido tan idiota?
Me levanto a toda prisa, salgo del salón en dirección a mi cuarto y regreso con el portátil.
—No me digas que aún no has comprobado el chat de Wattpad... —critica Maria mientras lo enciendo.
—Perdonad, pero ¿qué es Guapat? —La señora Rodríguez está perdida.
—Lo que necesitamos ahora mismo. Es una —Verony deletrea— a-p-p para leer.
—¿A Pepe para leer? ¿Necesitáis al vecino del quinto para leer? Si es analfabeto.
—¡No! Lo que necesitamos es... —Me detengo al ver que tengo un mensaje, y que es de @.
Apoyo con brusquedad el ordenador en la mesa, las vainas tiemblan tras el golpe, y leo:
-Hace 13 días-
Andrés, siento no haber ido al ascensor. Estoy en el hospital. Estos últimos días mi amuma estaba teniendo más problemas para respirar de lo habitual y me he asustado... Parece que no es nada grave. Pronto volveremos a casa.
@abazorebeca
—Ese mensaje tan solo confirma lo que ya sabíamos —se queja Maria—. Que han estado acudiendo al hospi.
—Y que soy un imbécil. —No me puedo sentir peor—. Me lo escribió el jueves que decidí ir a la fiesta porque ella no se había presentado a nuestro encuentro...
—Ya. Pero luego estuviste con ella y la apoyaste, así que déjate de lamentos, ¡y háblale de una vez! —me ordena Verony.
Asiento, tiene razón. No puedo perder más el tiempo. Redacto un mensaje preocupado por su abuela y por ella, se lo envío y...
—¿Y si no se conecta? —temo.
—Es una opción —dice Maria.
—Pues no me vale.
—¿Y qué propones? —quiere saber la señora Rodríguez.
—Deberíamos... ¡seguir las pistas! Como hace el personaje principal de Paper Towns para encontrar a su amiga.
—¿Esa historia no iba de un atraco? —se vuelve a liar Maria.
Verony pasa de ella y centra el tema:
—Andrés, ¿a qué pistas te refieres?
—Debemos ir al hospital.
—Ni que solo hubiese uno... —Mi amiga morena niega con la cabeza en un gesto de desesperación—. No sabemos en cuál ingresaron a la anciana.
—¡Pues vamos a todos! ¡Y a las clínicas privadas también!
—¿Tú estás loco? —se altera Vero.
—Tranquilos, dramáticos. —La señora Rodríguez bebe agua del vaso de Maria, quien la mira asqueada, y continúa—: Si, como dice el mensaje, la señora tenía problemas respiratorios, lo más probable es que la ingresaran en el hospital que está más al sur. Es a dónde llevaban a mi marido, que en paz descanse.
—Entonces, ¿a qué esperamos? —Suplico con la mirada a la chófer de la casa, y no tarda en ceder:
—Vaaaale. Andrés y Vero, preparaos. Os llevo con Craters.
La señora Rodríguez comprueba la hora en su reloj de pulsera, y se apunta:
—Yo también voy. Total, la telenovelucha ya ha acabado...
—¡Genial! —me motivo—. ¡Todos en busca de Rebeca!
—Sí, pero antes dejadme orinar, jovenzuelos. —Nuestra vecina va al baño.
—¿Ahora? —me impaciento.
—Ya sabes, Andrés. —Maria se encoge de hombros y enarca las cejas—. Cuando una se hace mayor, se le afloja el alfajor.
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Ay, ¡Maria! Jajaja
Bueno, me pongo algo (un poco) serio para deciros que... Se acerca el final.
Mañana subiré nuevos capítulos y, el viernes, subiré los últimos.
¡¡¡Gracias!!!
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