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No era parte de la élite del barco, solo era un marinero más, y tampoco es que destacase por ser de los mejores. Siempre estaba distraído, siempre tenía percances, no es que tuviera especialmente fuerza en los brazos, o aguante suficiente, casi siempre estaba perdido mirando el horizonte, el cielo o el mar. Estaba cruzado de brazos sobre la zona más alta del barco, lo habían mandado allí como castigo por ser un "completo inútil" que ni para fregar la cubierta servía.
Aquel día estaba tranquilamente perdido, sus ojos miraban el cielo nocturno. Escuchaba las olas impactar contra el casco, pero no las escuchaba realmente, porque su mente estaba perdida en sus pensamientos y ese era el motivo por el cual estaba allí, había visto cosas que no debía haber visto, y sabía que eso tendría represalias, no podía evitar querer desviar la atención hacia el cielo para quitarse aquellas cosas de su cabeza.
El barco avanzaba dado a que la noche no había caído del todo, estaban a punto de llegar a puerto. Se suponía que tenía que notificar al ver tierra, pero estaba demasiado entretenido con las estrellas.
Cuando llegaron al barco se dio el lujo de bajar de la zona superior. Las malas miradas de sus compañeros fueron totalmente ignoradas y recorrió la cubierta hasta la zona de camarotes, pero lo detuvieron antes de bajar los escalones de madera.
- Se ha decidido de forma unánime que te largues del barco.- retrocedió un par de pasos al ver el cuerpo de su compañero acercarse amenazante.
- ¿El capitán lo ha decidido?
- El capitán lo ha propuesto...- la voz seca y violenta lo empujó hacia atrás.- No te queremos aquí, siempre estás despistado.
- ...
No luchó por quedarse, tampoco quería, prefería perder su vista en la zona superior, el cielo, o la inferior, el mar; sus ojos observaban el ambiente y siempre perdía su atención en aquellos detalles... Le gustaría estar en un barco únicamente para mirar el cielo y el mar.
Sus mangas fueron arrancadas y su traje acabó siendo un chaleco. Torció su expresión cuando lo sacaron del barco y salió del puerto frustrado, pero escondiendo bien escondida una de las bolsas de oro que había podido mangarle a uno de sus compañeros.
Las miradas caían sobre él. Se quitó la chaqueta para apaciguarlas y lanzó la prenda a la primera caja abierta que encontró, movió los hombros, empezó a caminar por la zona del puerto, marineros y vendedores, piratas y corsarios... empleados legales y prostitutas. Torció su expresión apretando el pañuelo en su cabeza.
Tenía que buscarse un barco dónde lo contratasen, aunque fuera como vigía; no era eficiente en nada más. Sobre todo por las distracciones tan detestables que tenía con todo, con el cielo, con el mar...
- ¿Por qué iría a un pirata cómo tú quitarse su distintivo justo después de salir de su barco?- se detuvo al encontrarse de frente con corsarios empleados del sector español, maldijo en bajo.- ¿Acaso te han roto las mangas y te avergüenza no poder encontrar trabajo en ningún otro lado, traidor?
- Más bien, perezoso...- respondió manteniendo la calma.- No soy muy cumplidor con mis labores, mis talentos son más bien nulos.
- ¿Qué hacías en ese barco de ladrones?- que le apresaran las manos a la espalda, formalizando la detención por pirata al no negar su calaña.
- Limpiar.- respondió.- No tengo fuerza para tirar de los cabos, no tengo mando para manejar el timón, no tengo autoridad para mandar a los grumetes. Era el mandado desinteresado del barco, el ridículo que todos empujaban y despreciaban. Siempre estaba distraído mirando el cielo.
- ¿Por qué tendrían a alguien así en el barco?
- Por eso me echaron.
Llegaron a un edificio que era como cárcel o similar. Había varios módulos de rejas.
- Quítate todas tus pertenencias hasta quedarte en pantalones y camiseta interior y no hagas movimientos bruscos.- le quitaron las cadenas de la espalda.
- No tenía autoridad para tener armas.
- Eres un pirata, ¿Crees que vamos a creer tus palabras?- hizo un breve silencio que no duró mucho.- ¡Quítatelo todo menos la ropa!- no tuvo de otra que obedecer.
- No hace falta gritar.
Que sacaran un revólver le quitó las ganas de hablar más. Se quitó el pañuelo del cuello, el cinturón, las botas, otro cinturón suplementario y finalmente los guantes.
- El pañuelo de la cabeza también.
- Dijo todo menos la ropa.
- El pañuelo es decoración, no ropa, quítatelo.
- ...- rodó los ojos.
Se quitó el nudo y retiró la tela, dejándola con el reto de cosas, los corsarios de cuartel se quedaron en shock al ver como debajo del pañuelo caía una cascada de cabello negro como el hollín. Sus cabellos cayeron en tenues ondulaciones por debajo de su trasero, el aspecto descuidado y sucio ciertamente estaba presente, pero por algo llevaba el pelo recogido. El pirata se cruzó de brazos.
- ¿Ahora qué?
- ... Alza la camiseta por encima del pecho.
- Soy un tío.- reprochó.
- ¡Qué la levantes!
Emitió un bufido y obedeció a regañadientes. Bajó la camiseta después de unos segundos, y volvió a cruzarse de brazos.
- Se te devolverán las cosas después de ser examinadas.- hubo un breve silencio.- mis compañeros te acompañarán a la celda, responde las preguntas que te hagan.
No objetó nada. Empezó a caminar guiado por uno, y siendo preguntando por el otro.
- ¿Nombre completo?
- Luis McGreen.
- ¿Origen?
- España.
- ¿Familia?
- Riojana.
- ¿Estatura?
- 1.70 metros.
- ¿Peso?
- Puede que unos 68 kilogramos, no lo sé.
- ¿Consume bebidas alcohólicas típicas de pirata?
- No. Nunca.
- ¿Religión?
- Ateo.
- ¿Cuántos hombres ha matado?
- Ninguno.
- ¿Cuántas mujeres ha matado?
- Ninguna.
- ¿Ha matado niños o ancianos o en su oficio como pirata?
- No.
- ¿Labor en el barco?
- Vigía y limpiador de cubierta.
- Bien. Última pregunta.- se detuvieron delante de una celda y el que preguntó aquella vez no fue el que estaba haciendo las preguntas hasta que llegaron a la celda.- ¿Se declara usted culpable del delito de sodomía?
No hubo respuesta, al menos no en un primer momento.
- Jamás he tenido ese tipo de prácticas. Pero no lo descarto que a futuro tal vez sí lo sea.
- En ese caso, bienvenido a la celda de los pecadores, serás un dulce caramelito recién abierto.
- No me subestimes.
Echó un vistazo a la celda, dándose cuenta de que había al menos seis o siete pares de ojos puestos sobre él. Entrecerró los ojos cuando abrieron la celda después de sacar el revólver para asegurarse de que nadie se escapara. Lo empujaron al interior y cerraron la puerta una vez más.
- ¿Vais a tardar mucho en devolverme el pañuelo y las botas o no?- gritó.
- Eso depende de lo mucho que te rompan el culo, tal vez nos lo quedemos.
- Cerdo de mierda...- susurró.
Se giró y apoyó la espalda en los barrotes, cruzado de brazos. Lanzó una amenazante mirada hacia todos los presentes, así fue como dejaron de mirarle fijamente, e incluso desviaron sus miradas.
- Señores, dejen de mirar al nuevo con tanto deseo. Tener el pelo largo no lo hace una mujer.- centró su atención en el único que estaba sentado y de brazos cruzados, se lo estaba comiendo con la mirada, pero no con lujuria, sino con burla, y aquello lo enfureció.- Eres muy plano.
- ¿Y tú eres?- respondió con desdén.
- El que maneja el cotarro aquí.
- Ya lo he notado, pero no me refería a eso...- respondió como si resultase evidente.
- Yo de ti no usaría ese tono con Emir, no tiene precisamente... paciencia con las princesas...- Luis se giró hacia los barrotes.- Las botas y tu pañuelo, el resto nos lo quedamos.
- ¿Para qué irían a quedarse con un cinturón?
- Porque podrían atarte las muñecas con él... encima que lo hacemos por ti...
El azabache rechinó los dientes y estiró el brazo fuera de la celda, agarrándolo de la pechera y estiró de él violentamente hasta estamparlo contra los barrotes.
- ¡Deja de tratarme como una tía, puto cerdo asqueroso de mierda! ¡La próxima vez que me miren el culo con deseo o te rías de mí, te juro que—!
- McGreen, te recomiendo soltarlo antes de que te corten la mano...- escuchar la voz profunda y grave del tipo que estaba sentado justo a su lado lo dejó tieso, no lo había escuchado moverse.- Ya lo escuchaste.
- ...
El carcelero dejó caer las cosas y salió disparado por el pasillo. El azabache de cabellos largos simplemente alcanzó las botas y sobre todo el pañuelo.
- Buenos huevos para enfrentarte a corsarios desmedidos y absurdamente poderosos.
- He visto imbéciles peores que ese.- después de ponerse las botas, empezó a enrollar su cabello como un moño circular cada vez más grandes y grande, y grande y grande; hasta llegar a las puntas, momento en que volvió a ponerse el pañuelo y lo ató.
- Se te disimula bastante la cabellera...- halagó, aunque eso no le pareció para nada un halago al azabache.
- ¿Y tú por qué estás aquí?
Los otros presos se quedaron en silencio, y miraron a Luis como si estuvieran compadeciéndose por lo que iba a pasarle.
- Esta no es la celda de los pecadores por sodomía por nada.- respondió volviendo a sentarse en el mismo lugar en el que se encontraba antes.
- Soy un pirata y me metieron aquí por qué sí.- se encogió de hombros.- Tal vez no soy el único.
- ¿Pirata?- su voz fluyó sorprendida.- Dijiste que solo vigilabas y limpiabas.
- Eso no significa que no fuera parte de la tripulación de un barco pirata...- se encogió de hombros.- Si no fuera porque me distraigo por el cielo o el mar, seguiría surcando los mares.
- Distraerse mirando el horizonte no es algo que yo clasificaría como parte del oficio de los piratas.
- Por eso me echaron.
- ¿Y tus mangas arrancadas?
- Me deshice de la chaqueta para unirme a otra tripulación sin que sospecharan de mí.
- Interesante estrategia. Pero inútil, porque por mucho que te hubieras deshecho de una chaqueta, las malas lenguas tienen mucho más recorrido, eventualmente te hubieran expulsado otra vez.
- Hubiera repetido el proceso con otro barco en otro país...- se encogió de hombros.- los yankees rebeldes me aceptarían...- se encogió de hombros.- Le deben mucho a mi familia...
- ¿Eres de bien?
- No. Me fugué de esa vida para dedicarme a la piratería. Hubiera pasado toda mi absurda vida detrás de un mostrador complaciendo mujeres...
- ...- hubo varias miradas de desconcierto.
- Puede que sí estés en esta celda por algún motivo...- susurró Emir.
- No lo descarto.- se encogió de hombros.- Odio complacer a la gente...- se cruzó de brazos.
- ¿No vas a complacer mis órdenes?
- No.
Los otros presos se quedaron en los bordes, dejando todo el cuadrilátero para que ambos pudieran hablar. Los corsarios de cuartel que vigilaban la celda los miraban entretenidos, sabiendo que de ahí saldría una buena pelea. Ya estaban haciendo apuestas.
- ¡Buenos huevos para negarte ante Emir! ¡Estúpido!
La furia se desató.
- ¡VEN A DECIRME ESO A LA CARA, RATA DE CUARTEL!
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Bienvenidos a una nueva historia.
Para ser una primera parte, tal vez hay mucho diálogo, pero la mayoría se ha conformado en base al interrogatorio. De hecho, seguramente este capítulo se hará largo por ello.
El protagonista de esta historia se llama Luis, es un pirata español, Rioja es una de las zonas de España, concretamente noreste, pero sin mar; ósea, que Luis viajó desde La Rioja hasta Andalucía, que se encuentra en el sur.
Luis formaba parte de un barco, y fue expulsado, esto ocurre muy rápido, pero luego se dará mucho más contexto sobre lo que ha pasado, el por qué, además, de que se concretarán una serie de eventos en torno a esto... No se preocupen, lectorXs, todo llegará en su respectivo momento.
Me he asegurado de responder todas las preguntas que pueda haber.
Y si las haya no duden en hacerlas.
Aquí las opiniones ------------->
Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo
Bye~
By Silvia Line
[2023 Palabras]
P.D.: ¿Por qué lo publico en este formato y no como historia formal de 1000 palabras por capítulo y así habrían 15 o 16 capítulos en vez de 8? Porque así la transcripción es más rápida.
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