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XXX



Menudo espectáculo se había montado. No había ni un par de ojos que no estuviera viendo la escena, pero aquello no era lo peor, sino que mientras que Abril estaba con Alejandro, Camila había aprovechado para arrastrarme fuera de la sala y lo había conseguido.

—Hola —pronunció con su característica sonrisa dibujada en sus labios.

—No quiero hablar contigo, Camila —traté de cortar de raíz cualquier idea que tuviera en mente. En cuanto me dispuse a alejarme, su mano agarrando mi brazo me detuvo es seco.

—Tan sólo necesito que me escuches. Dame un minuto y prometo que te dejaré tranquilo.

No pronuncié palabra, lo que ella tomó como un incentivo para que comenzase a hablar. Espero no haber cometido un error.

—Quiero que sepas que lo siento, lo siento mucho Ethan. He cometido un inmensamente estúpido error al...—no pudo seguir por lo que tragando volvió a intentarlo —siento tantísimo haberte hecho daño, que eso me está destrozando por dentro. No consigo dormir, ni comer, ni concentrarme, mi mente sólo piensa en ti, y necesito que vuelvas. Sé que he cometido muchos errores —su mano se deslizó por mi brazo tratando de atrapar la mía pero la aparté con brusquedad. —Ni siquiera puedo imaginarme el daño que te he hecho, pero déjame repararlo. Déjame enmendarlo, permíteme curar el dolor que te he causado y te prometo que jamás de los jamases volveré a herirte. Por favor Ethan, dame una oportunidad de poder solucionar todo esto —finalizó logrando que con su palabras, mis ojos se llenasen de lágrimas al igual que los suyos.

—Es suficiente, Camila. No sigas por favor. Te perdono, tienes mis disculpas —al oír mis palabras sonrió de nuevo borrando aquel gesto de angustia de su rostro —pero no puedo volver contigo. No quiero volver contigo. Has sido la mujer más importante de mi vida, lo fuiste todo para mí, aun lo eres, pero no podemos estar juntos. Me quemas, haces que sea distinto a tu alrededor, lo has hecho hasta que conseguiste que fuera un cuerpo casi sin vida. Y es por eso que no puedo volver contigo. Tienes que solucionar tus problemas, tienes que arreglar tus asuntos pendientes y recomponerte como tantas veces has hecho —pude ver como las lágrimas rodaban por sus mejillas y una punzada atravesó mi pecho—. Eres la mujer más fuerte que he tenido el placer de conocer y es por eso que sé que estarás bien, sin mí, en cuanto aprendas a estar sola —concluí. Y en ese momento en el que ella asimilaba mis palabras, me acerqué para besar su frente y alejarme de ella. Porque si no lo hacía iba a perdonarla, iba a besarla y a volver a caer en el juego que nos estaba consumiendo.

Mi mente ya no estaba entera, se había convertido de nuevo en un rompecabezas en el que no conseguía unir las piezas, se podía llamar el efecto Camila.

Y por eso, como si alejarme de ella fuera la solución, avancé paso a paso hasta volver al salón en el que todo este embrollo había comenzado.

La gente parecía haber vuelto a sus quehaceres, pero en cuanto anduve un par de pasos por su lado, me di cuenta del nuevo tema de conversación, del chico que rompió la cara al camarero por que se estaba acostando con su novia. Y cuanto más avanzaba por la sala, más disparates iban surgiendo, empezando por el embarazo de ella y terminando por decir que ella era una cualquiera que estaba buscando el dinero de Alejandro. Una sonrisa vacía se asomó en mis labios, que tristes eran sus vidas para tener que ir inventando sobre los demás.

En cuanto encontré a Abril, puse rumbo en su dirección. Estaba sola, no vi a Alejandro por ninguna parte y aquello me alegró por no tener que acabar aguantando sus berrinches de ex novio posesivo. De alguna manera, aunque Camila no fuera su hermana directa, se parecían más de lo que se podían imaginar.

—Hola —saludé a Abril en cuanto la vi, y como si fuera algo automático mi sonrisa vacía y sin vida se esfumó para convertirse en una que la hiciera sentir reconfortada.

—Hola —me devolvió el saludo dejando que con tan sólo esa palabra me diera cuenta de que no estaba nada bien.

— ¿Quieres que nos vayamos?

—No, está bien, hemos venido por una buena causa, y no pienso irme hasta que haya aportado mi granito de arena —contestó mientras que se limpiaba las rebeldes lágrimas que se habían escapado sin su permiso.

—Muy bien, entonces me quedo contigo —me acerqué a ella con lentitud, casi como si la fuera a asustar con mis pasos, y utilicé mis pulgares para terminar de secar sus lágrimas. Nuestros ojos se encontraron y forzándose, me dedicó una pequeña sonrisa para demostrarme que estaba bien. Por desgracia, si hubiera sido otra persona me lo hubiese creído, pero con lo transparente que era ella, me resultó imposible hasta fingir que le había creído. —Estaremos bien —le prometí.

—Muchas gracias. Eres un amigo increíble —tuve dos reacciones a sus palabras. Por una parte amé ayudarla, que se sintiera en confianza conmigo y que se apoyara en mi cuando lo necesitaba, pero por otra, fue totalmente lo contrario. Sabía nuestros límites establecidos, tenía muy claro lo que era esto, pero me dolió que me dijera ''amigo''. No tengo muy claro el porqué.

—Un amigo que hace que te corras todas las noches —bajé mi voz para que tan sólo ella me oyera —Perdona, varias veces todas las noches —recalqué mientras que observaba su reacción. Su cara de sorpresa fue tal, que me eché a reír en ese momento.

—Eres un pervertido —aprovechó mi distracción para pegarme en el brazo.

—Ahora que lo pienso, con todo este show nadie se ha fijado en tu chupetón será que tendré que hacerte uno más grande.

—Baja la voz, que nos están mirando —pidió Abril mientras que yo me divertía sacándola de sus casillas.

—Te miran porque creen que estás embarazada y seguramente que yo seré tu próxima víctima, si ellos supieran... —con cada palabra me fui acercando a su cuello para dejar un rápido beso en él. Me encantaba ponerla tensa.

— ¿Lo estás diciendo en serio? —sus ojos abiertos como platos mostraban la sorpresa que se había llevado.

—Sí, dicen que el rumor está confirmado. Así que dime cariño ¿De quién es el bebe que esperas? Porque si es de otro me has roto el corazón —alcé la voz para llamar la atención de las personas que se encontraban más cercanas hacia nosotros.

— Por favor ¡Dejen de mirar, arpías! —gruñó en dirección a las mujeres cincuentonas que se encontraban detrás nuestra que no hacían más que escandalizarse por nuestro numerito —Y claro que no es tuyo, si ni siquiera se te levanta —terminó largándose del lugar y dejándome en medio de aquel grupo de asaltacunas que parecían relamerse internamente mientras me miraban.

— Discúlpenle, son las hormonas del embarazo las que hablan.

Y como si no hubiera un mañana eché a correr siguiendo los pasos de Abril.

No sé cual habrá sido el mejor espectáculo de la noche, si el que montó Alejandro con el camarero o el que acabamos de escenificar frente a la mitad más poderosa de la ciudad.

Pero gracias a este último, dejé de pensar en Camila, y en todo lo que suponía mi corazón roto.




Nunca había sentido un dolor tan arraigado en el pecho. Se sentía como si mi corazón se estuviera descomponiendo con cada latido, y era una tortura superior a lo que cualquier ser humano podría soportar.

Sabía que existía la mínima posibilidad de que no me perdonase, no quería creer que estuviera ahí pero era consciente de la realidad, pero en cuanto me dijo que me disculpaba pero no quería volver conmigo porque lo estaba anulando como persona el aire dejó de llegar a mis pulmones. Mi cerebro se colapsó, me bloqueé de tal manera que en más de un cuarto de hora no pude mover ni un maldito músculo.

Estaba muy distinto al Ethan que yo conocía, era fuerte, era crudo, directo y sin tacto. Quizás quería devolverme parte del daño que yo le había hecho engañándole y sin dudarlo puedo confirmar que si lo hizo.

Tenía mucho miedo de pensarlo pero ¿A caso Ethan me había olvidado?, ¿Había pasado página tan rápido?, ¿O tan sólo era una máscara que se había puesto para que no le hiciera aún más daño?

La realidad era que me había dejado de lado para ir con ella. Él estaba pisoteando todo lo que habíamos vivido para acostarse con una cualquiera que no le llegaba ni a la suela del zapato y aquello me dolía más que el hecho de que no quisiera volver conmigo.

No lograba ver con claridad mi situación, mi futuro estaba incierto ya que mi plan por volver con Ethan se había esfumado frente a mis narices.

Aunque estoy segura de que sólo es por un tiempo.

Dejando –todo lo posible- atrás mi destrucción interior, me acerqué a Alejandro para ver cómo estaba.

Parecía tan roto como yo, hundido por la misma mujer que me estaba jodiendo a mí, y que no se detendría hasta cumplir su objetivo, el cual aún desconozco.

— ¿Cómo estás? —vaya pregunta más estúpida —Puedes hablar conmigo Alex.

—No quiero hablar Camila, no hay nada de lo que hablar.

—Siento mucho lo que estás pasando, créeme soy la persona que mejor te puede entender en este momento. Así que dejemos atrás nuestras estúpidas peleas por un momento, y te pido que si necesitas un apoyo, cuentes conmigo, porque yo pienso a contar contigo.

—Gracias hermana —fue entonces cuando sin esperármelo en absoluto sus brazos me rodearon con fuerza y no tuve más remedio que devolverle el abrazo, pues lo necesitaba tanto o igual que él.

Ambos necesitábamos sentir que había alguien a nuestro lago, ambos seríamos el pilón del otro en caso de que decidamos hundirnos en la miseria y con este abrazo sellábamos la promesa.




Mientras avanzaba hacia la salida sentía como el murmullo de la gente iba en aumento ¿De verdad que no tenían otra cosa que hacer que estar hablando de mí? Viniendo a este tipo de eventos –aunque fuera al primero que asisto en mi vida- te podías dar cuenta de lo simple y llana que era la vida de los ricos. No tenían mayor preocupación que el vestido que se pondrán al día siguiente o el campo de golf al que asistirán el fin de semana. Sus dolores de cabeza los creaba la necesidad de tener uno, pues sus máximas preocupaciones eran insignificantes.

Aunque realmente no lo deseo, me gustaría que alguno de ellos experimentase el hambre, el frio del invierno sin un techo sobre tu cabeza, que te corten el agua, que tengas que dormir en el coche. Ellos jamás experimentarán el no tener nada pero aun así luchar por sobrevivir.

Y que me miren de la manera en la que lo están haciendo y que chismorreen en voz alta sobre mí, sin conocerme y sin siquiera saber mi historia, era algo que no iba a permitir.

— ¡Basta ya! —grité desquiciada acercándome al grupo de mujeres -que eran las que peores cosas inventaban- a tan unos pasos de la puerta de salida — ¡Son unas malditas entrometidas y amargadas y estoy harta de que estén hablando de mí! No me conocen, nunca tendrán el privilegio de hacerlo, así que cállense la boca y sigan con su perfecta vida en su perfecta mansión que está tan vacía como sus almas. —Tomé el aire puesto que con tanto grito me estaba ahogando— Y usted señora— me acerqué aún más a la supuesta líder de aquel grupito de brujas señalándola con el dedo— De mi vida me ocupo yo, pero quizás usted debería hacerse cargo de su marido, que no hace más que hablar de lo buena que está su amante veinteañera —finalicé y como una diva que acababa de realizar su momento estrella, hice una reverencia a modo de despedida y me marché de aquel lugar, jurándome que no volvería nunca.

Ya hay dos lugares a los que no volveré en la vida.

Ese no era mi ambiente, nunca lo sería ni aunque fuera millonaria y sinceramente espero que en algún momento, las personas que componen la élite, se planteen seriamente si es el que quieren para ellos y sus familias.

Pero por desgracia eso nunca ocurrirá.

Y es por ello que el mundo se va a la mierda.

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