XIII
— ¿Y en qué tipo de lugar me imaginabas? —pregunté con curiosidad mientras borraba completamente mi pensamiento sobre ella de hace unos segundos.
—No lo sé, pero seguro que aquí no —contestó encogiéndose de hombros mientras hacía una pequeña mueca con su boca.
—Qué grosero de mi parte, prometí invitarte y el único que está bebiendo aquí soy yo—de pronto me di cuenta de aquel hecho y actuando al respecto llamé a la camarera para que se acercase a nosotros.
— ¿En qué puedo ayudaros? —preguntó la camarera, cuyo nombre según el letrerito era Marta, con una voz amable y calmada a pesar del jaleo que se estaba montando en la otra punta del local.
—Tomaré lo mismo que él—las palabras de Abril me cortaron justo antes de que empezase a hablar. Parecía que me había leído la mente ya que había contestado justo lo que iba a preguntarle.
—Y deja la botella aquí, Marta—pedí de la forma más amable que podía tratando de dejar atrás todo aquello que llevaba atormentándome hace horas.
De momento el alcohol ayudaba más que suficiente a mi causa.
— ¿Qué te pasa?—la pregunta de Abril me tomó totalmente desprevenido. Sabía que en algún momento surgiría el tema, pero justo en ese no estaba para nada preparado. Me gustaba la idea de que fuera tan directa y que no se andase con rodeos y perdiendo el tiempo. Eso era un punto a favor de ella.
Daba la impresión de que, por la forma en la que me veía, sabía que algo no iba bien en mí, aunque fuese imposible ya que nos conocíamos de una conversación de escasos cinco minutos. Lo que me llevaba a plantearme el por qué la había invitado a tomar algo, incluso el por qué, que no lograba explicarme, de que hablase con ella estos días atrás.
—Nada en absoluto —le contesté tratando de mantener mi cara de póker y no delatarme con el más mínimo detalle— Simplemente quería tomarme una copa con una amiga—proseguí sin mentir, no completamente al menos.
Era cierto lo que decía aunque detrás encerrase toda mi frustración.
— Me gusta cómo suena eso, aunque juraría que de normal los amigos se conocen un poco más aparte del nombre—una pequeña risa se escapó de su boca como si hubiese dicho algo gracioso.
Tenía razón, la verdad es que pensaba lo mismo que ella y es por eso que iba a remediarlo.
—Entonces, ¿A qué esperamos?, conozcámonos—propuse mirando su reacción a la vez que Marta, finalmente, le ponía su copa.
Como había pedido me había dejado la botella al lado sin darse cuenta del favor tan inmenso que me hacía.
— ¿Y qué quieres saber, amigo mío?—preguntó mientras la curiosidad se mezclaba con algo de diversión en sus palabras.
—Todo—contesté de manera breve y contundente. Cuando ambos sosteníamos las copas, aproveché para brindar haciendo que se sorprendiera ligeramente—.Brindemos por esta nueva amistad—traté de sonar gracioso pero estoy seguro de haber fracasado estrepitosamente en el intento.
Y aun así ella sonrió haciendo que me sintiera un poco mejor.
—Brindemos entonces —me siguió la corriente para después acercar la copa a sus labios y darle un pequeño sorbo.
—Como sé que es complicado empezaré yo—hablé de pronto con cierta valentía que se desvanecía con cada sílaba—.Mi nombre ya lo sabes, soy de Barcelona aunque desde pequeño me he criado en Madrid. Tengo un hermano y una hermana más jóvenes que yo, también está mi madre y ya sabes lo de mi padre. Soy el director de una empresa de publicidad y en mi tiempo libre, el cual no tengo casi nunca, me gusta recorrer el mundo con Camila—acabé mi diálogo y con tan sólo pronunciar el nombre de mi novia hizo que mi cara cambiase y le diera un largo sorbo a mi copa—. ¿Qué me dices de ti, amiga desconocida?—le cedí el turno a Abril haciendo que se tensara por un momento.
—No hay mucho que contar, la verdad. Tengo veintitrés años, trabajo de camarera en un local donde mi jefe es mi novio secreto. No tengo ningún hermano y mis padres están muertos. Aparte de eso si suelo tener tiempo libre, siempre y cuando no haga turnos extra, y suelo invertirlo en salir a despejarme del caos de mi vida o escuchar música en la bañera con una gran copa de vino —La serenidad con la que habló durante este discurso me hizo prestar atención a cada palabra y gesto que hacía. Era imposible lucir tan fría e invencible hablando de su novio y mucho menos de la muerte de sus padres. Pero como sé por experiencia propia, no iba a darle el pésame ni hacerle hablar sobre el tema, lo dejaría estar hasta que fuese ella la que dé el paso para contármelo.
—Brindemos por nuestras desastrosas vidas—propuse tratando de cambiar de tema de la manera más evidente posible. Pero ella me siguió como si nada así que chocamos nuestras copas de nuevo y le dimos un sorbo.
—Mi vida es caótica, la tuya parece de lo más estable—sus palabras hicieron que una impropia e inesperada carcajada escapara de lo más profundo de mi garganta.
—Nada más lejos de la realidad—hablé cuando conseguí detener la maldita risa que no me permitía siquiera respirar.
—Eso es porque ahora no estás en tu mejor momento, pero piénsalo; trabajo estable con un sueldo que te permite viajar por el mundo, una novia de la cual estás ciegamente enamorado y una familia que, estoy segura que, está de lo más orgullosa de ti—aquellas palabras me habían calado hondo. Hubo un antes y un después en mí cuando su voz, que sonaba con sinceridad, dejó caer aquellas bellas frases sobre mi persona. Y lo cierto era que tenía razón, por más que hubiese altibajos en mi vida, debía estar orgulloso de lo que tenía pues era mucho más de lo que la mayoría de la gente podía soñar.
—Tienes toda la razón del mundo—hablé, pero más para mí que para ella —.Gracias por eso, desde la noche que te conocí me di cuenta de lo particular que eres y a partir de ahora estoy seguro de que serás una gran amiga—las palabras salían de mi boca sin ningún filtro, pero lo prefería así ya que en estado consciente me costaría mucho más decirlo.
—No me las des, creo que los dos nos hemos ayudado casi sin pretenderlo, esos son los principios en los que se basa una buena amistad, así que he de decirte, amigo, que estamos por el buen camino—resaltó la palabra amigo mientras me hacía sonreír de orgullo por todo lo acontecido en este par de minutos.
—Ya lo creo, amiga—le seguí la corriente con diversión mientras apartaba la copa de mi lado.
Ahora que me había dado cuenta de lo que tenía no pensaba desperdiciar ni un segundo de mi vida bebiendo y emborrachándome para olvidarme de mis problemas. Esos problemas hacían que lo bueno fuese doblemente bueno y lo malo tan sólo un pequeño obstáculo que no merecía siquiera la pena de perder mi tiempo pensando en ello.
—Llevo todo el día llamándote, contesta por favor, estoy preocupado—dejé aquel mensaje en el contestador de Abril.
Realmente estaba preocupado, desde hacía más de cuatro horas no respondía a mis mensajes, ni llamadas y su móvil estaba apagado pues me saltaba constantemente al contestador. Debía buscarla pero no sabía por dónde empezar, estaba volviéndome loco entre las cuatro paredes de su casa y repito, no sabía por dónde empezar. Rebusqué en la estantería, entre los libros donde una vez escondí un paquete de tabaco para casos de emergencia. Había dejado ese vicio al conocer a Abril y por más que controlase la adicción, en este momento podía permitirme una recaída momentánea. No tarde ni dos segundos en encontrar mi preciado tesoro y entonces, colocándome el cigarro entre los labios lo encendí dándole una profunda calada. Así debía de sentirse el paraíso del fumador.
Y entonces cuando exhalé el humo escuché una llave siendo metida en la ranura y por un momento todo ocurría a cámara lenta. Primero pensé que sería Abril, después de todo estaba fumando en su piso, y no quería que ella lo supiera pero no valía la pena tirarlo porque ya olía a tabaco. La cabeza me iba a mil por hora, pero rechazando mi versión más triste y desesperada, me quedé fumando y esperando que mi novia entrase.
Tardó un par de segundos en encontrarse en su apartamento y sólo entonces me permití mirarla a los ojos.
—Hola ¿qué haces aquí?—preguntó ciertamente sorprendida por el hecho de que me encontrase en su casa.
—Tú me llamaste para que durmiera contigo—le contesté de manera seca y cortante, esperando que se diera cuenta de lo molesto que estaba.
—Cierto, cierto ¿y qué haces fumando? Pensé que lo habías dejado—prosiguió con su interrogatorio haciéndome sentir el sospechoso de un crimen como en las series de la televisión.
—Y lo he dejado, pero me permití fumar ya que mi novia ha decidido ignorar mis llamadas y lleva desaparecida desde hace horas. ¿Dónde has estado y con quién? No me gusta que andes sola a estas horas—esta vez el que hacía las preguntas era yo, merecía saber qué es lo que me escondía y a que ella y yo no teníamos secretos.
—No te he estado ignorando, ni siquiera sé dónde está mi móvil. Y no pienso contestar a eso, te estás pasando, Alejandro—me reprochó como si fuese un niño pequeño al que la madre regaña. ¿Era enserio o es que ocultaba algo que no quería decirme?
—Estaba jodidamente preocupado por ti, Abril, iba a salir a la calle a buscarte como sea hasta traerte a casa, me preocupa tu seguridad y sólo de pensar que podías estar con otro me enloquece y hace que me hierva la sangre—le confesé pero más que una confesión sonó como una locura en voz alta. Mi cuerpo reaccionó a ese pensamiento haciendo que me estremeciera de pies a cabeza y el estómago se me retorciera con fuerza.
—Eso suena enfermizo, Alex, estoy contigo, sólo contigo y necesito que confíes en mí y que no te obsesiones con que si salgo de mi piso es para estar con otro. Nunca he engañado a nadie en mi vida y nunca lo haría, mucho menos sabiendo lo que tenemos y lo que siento por ti—sus palabras consiguieron ablandar un poco mi mal humor y colarse en mi sistema haciéndome sonreír de manera suave y casi imposible de notar. Tenía razón, estaba exagerando y desconfiando de la mujer a la que quería por la maldita inseguridad que me había creado mi ex.
—Pero sólo si me prometes que me dirás dónde estás en todo momento—era mi condición para no volverme loco, necesitaba saber dónde estaba en cada momento para que no se me cruzaran los cables. Descarté cualquier pensamiento que no tenía que ver con nosotros, incluyendo a Laura, mi ex, y cualquier imagen de Abril con otro.
—Está bien, todo sea porque das miedo cuando te pones en ese plan—trató de quitarle hierro al asunto consiguiendo que la volviera a mirar directamente a los ojos. Sentía que ella no estaba del todo tranquila, que algo le molestaba y que el tema no quedaba del todo zanjado en su interior.
Me encantaba esta mujer, su fuerza, su carácter, su poderío, su libertad era algo tan sumamente atractivo para mí que no podía sentirme más que hipnotizado por esa luz que rezumbaba con cada parpadeo. Me encantaba cuando me desafiaba, cuando quería hacer todo por su cuenta, cuando no me pedía ayuda, pero más me encantaba cuando cedía ante mí y reconocía depender de mi tanto como yo de ella. Creo que estoy enamorado.
Para mi estaba solucionado y además había conseguido que cediera y me dijera donde estaría, eso me gustaba mucho y había que celebrarlo. Además, sabía que mi cuerpo y el suyo unidos conseguía zanjar todo lo que las palabras eran incapaces.
—Trato hecho, pequeña y ahora vamos a sellarlo con una buena ración de sexo salvaje—sonreí con picardía y la alcé con mis brazos, haciendo que rodease mi cintura con sus piernas. Su respuesta fue la evidente, dejarse llevar por el simple hecho de que necesitaba mi cuerpo tanto como yo el suyo, a todas horas y sin pausa.
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