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Capítulo 6. Cambios

Una gran hoja seca, de alargadas puntas ovaladas y un rojizo otoñal, giraba de izquierda a derecha, accionada por el movimiento de sus dedos. Una hoja más de las decenas de árboles desnudos que adornaban la ciudad. Sujetándola por el tallo, sus sentidos estaban concentrados en la rugosidad que acariciaba sus yemas.

Paseando a través del bucólico ambiente de Central Park, Aurora y Ellery se habían acomodado en una de las amplias zonas de césped. Era como si nunca se hubieran separado. Reían y charlaban sobre cualquier anécdota acontecida, por banal que les pareciera, con tal de escuchar un poco más sobre la vida del otro.

Fue entonces cuando Ellery desvió la mirada hacia su cabello. Luego comenzó a reír. Antes de que abriera la boca para quejarse, el escritor le apartó una hoja que se había enredado entre sus mechones.

Y se la entregó como si se tratara de un presente caído del cielo.

—Parece que, allá donde pisas, tienes que robar algo —le había dicho con aire jocoso.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Nada, solo que levantas pasiones hasta de las cosas más insignificantes, como esa hoja —manifestó, señalando con el dedo la hoja que ella sostenía.

—Eres idiota, Queen.

—Seré idiota, pero no miento.

Ambos se mantuvieron en silencio. De golpe, Aurora lo empujó contra la hierba, provocando que los antebrazos de Ellery resbalaran y quedara totalmente acostado sobre el montón de hojas que inundaba el parque. Pero este, haciendo amago de rápidos reflejos, la asió del brazo y tiró de ella hacia sí. Cayeron el uno junto al otro, sin parar de reír, envueltos en un cómodo colchón de hojas secas.

Horas después, Aurora ponía fin a una cita maravillosa con su viejo amigo. Y, sin un motivo que explicara su reacción, aquella hoja ensanchaba su sonrisa.

Introdujo las llaves en la cerradura de su piso y elevó la vista hacia el recibidor. No entró. Se mantuvo a ras de la puerta agarrando el pomo. La visión que le daba la bienvenida a su hogar la había paralizado. Su llegada había interrumpido la charla de su padre con otro hombre, alto y apuesto, a orillas del ventanal del vestíbulo.

Un impulso de alarma la obligó a esconderse la hoja en el bolsillo de la chaqueta. Sentía como si estuviera en posesión de un objeto prohibido. Los latidos de su corazón se aceleraron con la presencia del hombre que la avasallaría a preguntas si descubría la hoja. Aquel atrapante azul la contemplaba con una profundidad magnética. Parecía capaz de sondear sus pensamientos.

Jeremy Anderson estaba en su hogar.

—¡Qué sorpresa! —exclamó con alegría, cerrando la puerta y adentrándose en la habitación.

—Hola, cariño —la saludó Henry—. También para mí lo ha sido.

El juez miró de reojo al médico, que se dirigía con una marcha segura y equilibrada hacia Aurora.

—Qué gusto volver a verte —Jeremy la arropó con un brazo y besó su mejilla—, he tratado de ponerme en contacto contigo durante toda la tarde. Y aquí me tienes. Temía que hubiera sucedido algún percance.

—¿Papá? —Aurora sacó la cabeza tras el fornido cuerpo del médico y caló una mirada inquisitoria sobre el juez. Este simplemente negó con la mano.

—Yo también tengo mis asuntos, cariño. No he estado en casa hasta hace bien poco. Al rato se presentó el señor Anderson.

—Perdona —Aurora retomó la conversación con el médico—, debí haberte avisado.

—No tiene importancia —entreabrió los labios, despistando los ojos de lateral—, pero no podía quedarme de brazos cruzados. Me he visto obligado a dejar inconclusos unos asuntos urgentes porque no paraba de darle vueltas a... —Agachó ligeramente la cabeza y chistó—. Pero ya veo que no tenía de qué preocuparme.

El semblante del médico compuso una expresión lastimera que enterneció a Aurora.

—Siento haber sido un inconveniente para tu trabajo. —La culpa se hizo un hueco en su pecho. Comenzaba a sentir por Anderson algo más que atracción. Cuando lo pillaba mirándola, un revoloteo incesante se acogía a su estómago. Y, sin embargo, aquel día había olvidado su existencia como si esos sentimientos no valieran ni un centavo. Suspiró para sus adentros; Ellery era el causante de ese efecto de omisión—. Perdona, no tiene justificación. ¿Quieres tomar algo?

—No te preocupes —dijo en voz tenue—. Perdona que rechace tu oferta, pero tengo temas pendientes esperando en casa. Ahora que sé que estás bien, me marcho más tranquilo.

—¿No puedes posponerlos?

—Mañana —aseguró, mostrando una perfecta sonrisa blanca—. En cuanto a tu amigo Queen, ¿asistirá a la comida?

—Por supuesto, conseguí convencerle.

—¡Me alegro! —La tomó de las manos—. Habrá sido una conversación telefónica extenuante. Con lo poco que me has contando sobre él, entiendo que convencerle no te habrá sido sencillo.

—Eso es que no me conoces. —Aurora inclinó la cabeza—. Ni a él —añadió—. Pero yo conozco sus puntos débiles. Ha sido agradable volver a vernos.

Los ojos de Jeremy plasmaron desconcierto.

—¿Por eso no te encontraba en casa?

—Perdona, debí comentártelo —expresó por segunda vez—. Pero hacía tanto tiempo que no pasábamos tiempo juntos que decidí hablarle de tu propuesta en persona.

—Entiendo entonces que haya aceptado con tanta facilidad.

—¿Por qué?

Soltó las manos del médico. De repente, lo notó frío, distante. Parecía retraído.

—No, por nada. Sois amigos, ¿no? —Carcajeó levemente, si bien en su rostro perseveró la suspicacia—. Supongo que son cosas mías.

—¿Cosas tuyas?

—A lo mejor siento celos de tu amigo.

El azul del médico luchó y ganó la batalla al esmeralda de Aurora. Se sintió obligada a agachar el mentón, incapaz de soportar la fijeza de unos ojos que confesaban unos sentimientos que no había tenido miedo de mencionar frente al juez. Distinguió cómo se pasaba la lengua por la comisura superior. Ese gesto de Jeremy lo hacía aún más tentador.

—No tienes motivos para ello.

—Es algo incontrolable. —El médico le acarició la mejilla—. Tengo que marcharme. Nos vemos mañana.

Los labios de Jeremy la besaron por segunda vez. Al darse la vuelta para despedirse, la hoja escondida en el bolsillo flotó en un zigzagueo suave hacia el suelo.

—¿Y esto? —Anderson recogió la hoja. Aurora se mordió los labios, nerviosa, sonriendo al ceño fruncido que la interrogaba—. ¿Llevabas una hoja contigo?

—¡Oh! Es una tontería, no tiene importancia.

Se la arrebató y la escondió entre sus manos.

—Eso suponía. Si quieres, me deshago de ella...

—¡No! No, no hace falta. —Detuvo las manos del médico con una amplia sonrisa de disculpa—. Ya lo haré yo, no te preocupes. Nos vemos mañana.

—¿Qué le importará que hayas quedado con Ellery? —inquirió el juez, molesto, cuando Aurora cerró la puerta.

—Adivínalo tú.

—Ellery es tu amigo —replicó.

—Bueno, eres hombre, deberías comprenderlo mejor que yo.

El juez accionó la silla de ruedas hacia su hija.

—¿Me dejas ver?

Aurora abrió la mano descubriendo la hoja.

—Ellery y sus regalitos —previó Henry, inspeccionándola distraídamente.

—¿Cómo lo sabes?

—Es algo típico de él. —Una aguda mueca arrugó su rostro—. ¿De verdad te vas a deshacer de ella?

—¡Claro que no! —Le arrebató la hoja y la guardó de nuevo en el bolsillo—. De verdad, cómo sois los hombres, ¿eh? ¿Qué más os dará lo que yo haga con ella?

—Era una pregunta, cariño... El señor Anderson estaba muy decidido a ahorrarte el mal trago.

—Pues es una pena que no sepa el futuro de esta hoja. En fin, cuéntame, ¿de qué habéis hablado?

—Ha sido una conversación escueta.

—¿Y?

—¿Y qué?

La miró sin comprender.

—¿Qué te parece Jeremy?

Henry reflexionó unos segundos.

—Es un hombre de principios claros —contestó—. Inteligente y muy perfeccionista con su trabajo. Estaba muy preocupado por ti... Tal vez demasiado —sopesó.

—¿Demasiado? —Suspiró—. ¿Nada más que contarme?

—No ha dado tiempo a más, hija mía —se excusó—. ¿Qué le parece a Ellery?

—¿A Ellery?

—Sí. Me fio de la intuición del pequeño Queen más que de ningún otro.

—Pues no te va a gustar su intuición.

—Dirás que no te gusta a ti. A mí, realmente, no me afecta. Nueva York está plagada de hombres.

—No todos son Jeremy Anderson.

—Y no todos tienen el sexto sentido de Ellery Queen.

Aurora puso los ojos en blanco. Henry siempre tenía buenas palabras para Ellery, independientemente del tema que trataran. Su padre aludía a su lógica innegable en base a juicios que solo él entendía.

Frenando el inicio de una posible discusión, Aurora se introdujo en la cocina.

—Entonces, ¿qué tal la comida con Ellery? —se interesó el juez.

—Diferente.

Colgó la chaqueta en el respaldo de la silla y se dispuso a preparar la cena. No añadió más a la pregunta de su padre. Sí, aquel día había sido diferente. Ella lo había notado, y sabía que Ellery también.

Había sido una tarde de reencuentro.

Escuchó el rodamiento de la silla de su padre aproximarse a la cocina.

—¿Qué te apetece?

—Lo que tú tomes —respondió el juez.

Colocó las manos sobre su regazo y observó en silencio a la preciosa mujer que añadía los alimentos picados en la tabla de la encimera a la sartén. Espiró silenciosamente, evitando que su hija se percatara de su nostalgia. ¿Cuándo había dejado de ser su niña?

*

—He estado pensando.

Aurora retiró el plato vacío y se acodó en la superficie de la mesa de la cocina. Henry alzó la mirada, pero no habló. Esperó a que su hija continuara.

—He tomado la decisión de mudarme.

—¿Mudarte? —repitió. Dos puntos gigantescos de temor obturaron el azul de su iris.

—Eso he dicho. —Aurora prefirió ignorar su reacción—. Gracias a lo que he ganado con las ventas del libro y a lo que tengo ahorrado de mi trabajo en el periódico, tengo suficiente para alquilar un piso en el centro.

—¿Es que no estás a gusto aquí?

—Papá, no empieces... —Puso la mano sobre la del juez, pero la tensión muscular que encogía sus dedos no se desvaneció—. Necesito mi propio espacio. Para mí, para escribir.

—Para que no te moleste, querrás decir.

—¡Papá! —Lo miró enfadada. Luego comenzó a reír. La tristeza en la cara de su padre no era algo frecuente—. Papá, es lo más normal del mundo. No te estoy contando nada que tú no hayas hecho a mi edad.

—Pero era diferente. Tu madre y yo...

—¿Mamá? ¿Qué más dará eso? ¿Es que te asusta que viva sola?

—Emm... pues... ¡pues claro que sí! —Henry se armó de valor, golpeando la mesa con el puño cerrado—. ¿Es que no puedo preocuparme por tu bienestar?

—No tergiverses mis palabras a tu favor —contestó—. Pero no porque tú te preocupes voy a postergar esta decisión. Si estás esperando a que me case para que me vaya de casa y que así otro hombre se encargue de mi cuidado, estás hablando con la hija equivocada. Papá —se levantó y se situó a su lado, bajando la vista hacia aquellos viejos ojos atorados de miedo—, voy a seguir en Nueva York, pero en mi propio hogar. Yo sola.

Henry soltó una carcajada, conteniendo el llanto.

—¿Y querrás que te visite este viejo cascarrabias?

—La ira puedes dejarla aquí cuando vengas a verme —bromeó. Se sentó en el reposabrazos de la silla de ruedas—. Solo tráete al viejo.

—Está bien... sí... sí es lo que quieres, lo entiendo. Tienes que volar...

—La sensibilidad no pega nada con tu forma de ser —le lanzó desde las alturas.

El señor Toldman se encogió de hombros, pero sus ojos hablaban por él. Aquella noticia había sido una sorpresa que no creía que llegara tan pronto. Hacía nada que volvía a tenerla en casa tras meses de gira, y, sin embargo, su hija ya estaba pensando en hacer las maletas de nuevo, esta vez para siempre.

Aurora amontonó los platos en el fregadero y comenzó a lavarlos en silencio.

—Y dime, ¿cuándo se formó esa idea en tu cabecita?

—Llevo un tiempo conviviendo con ella —contestó—. Viajar por todo el estado, durmiendo de una habitación de hotel en otra, no ha hecho más que afianzar mi decisión. Ha sido una aventura sentir que todo dependía solo de mí, y estoy dispuesta a dar el siguiente paso.

—No habrá influido en esa decisión tu nuevo amiguito, ¿no?

—¿Jeremy? —Aurora se giró con las manos empapadas de jabón—. Por supuesto que no. Pero piensa como yo.

—¿¡Ya le has hablado de esto?! —la increpó, sorprendido.

—¿Qué esperabas? ¿Te piensas que solo nos miramos a los ojos y hablamos del tiempo cuando salimos?

El juez emitió un hosco gruñido.

—Supongo que estará encantado de visitarte en una casa sin tu viejo padre a la escucha.

—No conoces a Jeremy, papá. A diferencia de ti, entiende que debo seguir creciendo por mí misma.

La respuesta de Aurora molestó al juez, que renegó por segunda vez.

—No lo interpretes a la ligera —lo acusó señalándolo con el dedo lleno de espuma, y parte de la mezcla resbaló hacia el suelo.

—Yo solo... yo solo... ¡Bah! —Con un resoplido, el juez accionó la palanca de la silla y se retiró de la mesa—. Pues Ellery es escritor y vive con Richard sin ninguna pega.

—Por ahora.

—¿Por ahora? ¿Qué significa eso?

—Que todo llegará. Ellery es así, vive con Richard, pero pasa la mitad del tiempo en su mundo. Y, además, ambos suelen compartir casos. Lo más cómodo es tenerse cerca. Pero no creo que eso dure mucho.

—¿Te ha comentado algo? —La voz asustada de Henry le hizo reír—. Entre tú y ese chico nos vais a provocar un ataque al corazón al pobre Richard y a mí.

—Madurad, que sois mayorcitos. Y no, Ellery no me ha dicho nada, pero le conozco. Llegará el momento en que eche en falta un poco de intimidad.

—Por lo que me ha podido contar Richard, su presencia no le intimida demasiado.

Henry soltó una risotada al referirse a las compañeras de cama de Ellery que visitaban la 87 oeste, para molestia del inspector de policía.

—Hasta que aparezca la indicada. Entonces... Adiós, Ellery Queen.

—¿Crees que cuando encuentre a su mujer ideal se irá de casa?

—Creo que eso ocurrirá antes, si no se lo ha planteado ya alguna vez... No le hace falta ninguna mujer para darse cuenta de que dos son multitud en ese piso, sobre todo cuando tu compañero es tu padre.

—¿Y tú? ¿Cuándo tienes pensado comenzar a ojear alquileres?

—En unas semanas. Tengo previsto solicitar referencias en alguna agencia del centro de la ciudad.

—¿Querrás al menos que yo te acompañe?

Aurora se agachó hasta situarse a la misma altura que su padre. Contactó con aquella tierna mirada de la que no se borraba la dureza de su profesión.

—¿Todo un día de quejas y comentarios negativos de cada piso que veamos? —ironizó, y sonrió—. ¿Puede haber algo mejor?

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