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𝟨𝟦. 𝐿𝑜 𝓆𝓊𝑒 𝓁𝓁𝑒𝓋𝑜 𝑒𝓃 𝑒𝓁 𝒷𝑜𝓁𝓈𝒾𝓁𝓁𝑜

Llevo mi mano al pelo y me lo revuelvo nervioso. Los suspiros que salen de mi garganta son cada vez más seguidos. Acabo sentandome en el suelo poniendo la cabeza entre mis piernas y sintiendo que lo que llevo en el bolsillo me quema muchísimo. Desde que el abuelo Piero me lo dio, no he sido capaz de separarme de él y me gusta llevarlo bien cerca. Es como un recordatorio de aquello que puedo, si quiero, hacer.

Mi cabeza no ha parado de dar vueltas pensando en todas y cada una de las posibilidades. De lo que quiero y deseo. De lo que será mi vida en caso de que tomes ciertas decisiones.

Llevo mi mano de nuevo al bolsillo de mi mono. Lo saco de allí y giro la pequeña cajita sin abrirla. Echo la cabeza hacia atrás cerrando mis ojos. Y cuando lo hago, la primera imagen que viene a mi cabeza es ella. Ella con su pelo rubio esparcido por su almohada, con los labios hinchados y las mejillas sonrosadas después de haber hecho el amor ésta mañana. Ella y solo ella. La dueña de todos mis pensamientos.

- ¡Estás aquí, Carlos!

La voz de Lenna me hace abrir los ojos de golpe. Viene acompañada de Charlie. No me da tiempo a que lo que tengo entre mis manos vuelva a mi bolsillo, cuando me cruzo con la incrédula mirada de mi relaciones públicas, y desde hace unas semanas, mi representante.

- ¡No me jodas, Carlos! Eso es...

- No es nada, Lenna.

Intento quitarle importancia sabiendo que no es así. Lo vuelvo a guardar y cierro mi bolsillo. Pongo mis manos en mis rodillas mirando a Lenna sin querer contestarle. Charlie se sienta a mi lado y me da una significativa mirada. Los suspiros que salen de mi garganta son cada vez más seguidos así como los nervios que me atenazan.

- ¿Porqué lo llevas en tu bolsillo si no es nada, Carlos? -me pregunta el monegasco. Chasqueo mi lengua y muevo mi cabeza de un lado a otro.

- Me lo dio el abuelo de Valeria -le confieso, siendo ellos dos las únicas personas que van a saber de su existencia.

- ¿Me dejas verlo?

Lenna se sienta en el suelo, justo en frente de mi. Ella me da una calmada sonrisa que yo le devuelvo. Abro mi bolsillo y saco lo que hay dentro enseñándoselo a mis dos amigos. Charles suelta un silbido sin atreverse a decir nada más. Lenna aprieta sus labios y levanta sus ojos para mirarme. Su mirada y su cara reflejan emoción. Agarra una de mis manos y me da un significativo apretón, a la vez que su boca se curva en una expresiva sonrisa. 

- Carlos, es un anillo precioso -me dice ella con la voz algo emocionada.

Durante unos buenos segundos ninguno de los tres hablan, consiguiendo que me desespere un poco. No quiero que opinen. Solo que me den su apoyo.

- Estoy asustado -miro a Lenna. Esboza una sonrisa sin soltar mi mano. Le correspondo como puedo aún sin ser capaz de pronunciar palabra porque los nervios me pueden. Nunca en mi vida he estado tan nervioso. Ni subido a mi monoplaza.

- Lo sé. Pero tú eres un valiente, Carlos. ¿Y sabes porque lo sé? Porque todo lo que tú quieres en la vida, está al otro lado de ese miedo. Y ese amor que tú tienes, es mucho más fuerte que cualquier otra cosa. Tú luchas. Y tú siempre ganas. Y esta vez, ganáis los dos.

📅 Por la noche

Entre los planes que yo había imaginado en mi cabeza, nunca entró el casarme. Yo quería algo como lo que tienen mis padres, y ese algo, nunca apareció en mi vida. De ahí que nunca pensara más allá.

Hasta que llegó ella claro. Hasta que besé por primera vez a mi rubia de ojos verdes y entonces ella puso mi mundo patas arriba. Cuando pienso en mi futuro, en todas las cosas que quiero hacer, ella siempre forma parte de ese futuro. Y Valeria es la que me devolvió las ganas de creer de nuevo en que el amor existe, porque ese amor era ella.

- ¿Has visto mi camiseta verde? Carlos.

Dejo mis pensamientos a un lado y atiendo a lo que ella me dice. Valeria rebusca en su maleta mientras se aparta un mechón de pelo de su cara.

- Está en la mía -le digo.

- Ah, vale.

No puedo dejar de mirarla. De ver como se muerde los labios rebuscando esa camiseta perdida entre mis cosas. Una exclamación de satisfacción sale de su boca en cuanto la encuentra. Se quita la que lleva ahora puesta y se pone la verde metiéndola por dentro de sus pantalones.

- ¿Vamos? -me pregunta ella haciéndome un gesto con su mano.

- ¿Dónde? -le pregunto algo desconcertado. Lo mismo me ha dicho lo que íbamos a hacer y yo no le he prestado atención.

- A cenar. Bianca llegó hace unas horas y hemos quedado con los demás.

Asiento sonriéndole y me  levanto de la cama buscando mis zapatos.

- ¿Vas a ir así?

Me miro de arriba a abajo después de ver como Valeria señala mi ropa. Me doy cuenta de que aún llevo el chandal de Ferrari. Resoplo un poco y me rasco mi ojo derecho. Desde que el abuelo Piero me dio el anillo, tengo la cabeza en otro sitio. O más bien en el mismo sitio.

- Lo siento. Ya me cambio. Si  quieres espérame abajo.

- Está bien. Pero sólo porque quiero ver a Bianca -Valeria se acerca hacia mi y deja un suave beso en mis labios.

Pero yo no quiero besos cortos. La agarro del cuello y estampo mi boca contra la suya. Le busco la lengua y la muevo batallando con la suya. Sus manos se pierden por mi cintura respondiendo a ese beso como si la vida se le fuera en ello. Probar la boca de Valeria es probar el más rico de los manjares. Es querer perderme en esos labios de fuego hasta olvidar incluso mi nombre.

- Nena, será mejor que te vayas o ni cena ni nada -le doy un último beso mordiendo levemente su labio superior. Un pequeño gemido sale de su garganta y la empujo sólo un poco para separarla de mi. Le doy una palmada en el culo y ella se ríe al hacerlo.

- Te espero abajo.

Valeria coge su chaqueta y su bolso y me tira un beso con su mano antes de salir de la habitación. En cuanto se va, resoplo con fuerza y llevo mis dos manos al pelo hundiendo mis dedos en el. 

Tengo un puto anillo en mi bolsillo, y tengo un miedo terrible de tenerlo ahí.

The History es la sala de fiestas más famosa de Sao Paulo. La música que suelen poner allí es de los 70, 80  y 90. Suelen hacer espectáculos en vivo y también tienen una zona de restaurante. Y precisamente aquí, es donde hemos cenado. La carrera de mañana no es hasta por la tarde, así que podemos estar un poco más flexibles con la hora de regreso al hotel.

En cuanto nos bajamos del taxi, una horda de prensa nos esperaba en la puerta. Agarré a Valeria de la cintura y la atraje a mi pecho deslizándonos entre la multitud. Lenna nos aconsejó que no nos escondiéramos, que ya que todo el mundo sabe que  estamos juntos, que no lo hagamos. Que todos vean lo unidos que estamos. Aunque a Valeria le agobian los paparazzi y se refugió en mi cuello ocultándose de los molestos flash.

- ¿Quieres hablar? -Charlie se sienta a mi lado en uno de los taburetes de la barra. Las chicas se han juntado en una de las esquinas de la mesa del reservado donde comemos, charlando muy animadamente.

- ¿Crees que lo necesito?

- Si fuera así, no te preguntaría .

Llevo mi mano a la cara y cojo mi vaso de bebida de limón, la cual bebo hasta casi la mitad para saciar mis nervios  y mi sed. 

- No dejo de pensar en el anillo, Charlie -confieso por fin en voz alta.

- Que el abuelo te lo haya dado, no quiere decir que tengas que pedirle matrimonio mañana.

- ¿Y si resulta que si quiero?

Charlie abre mucho sus ojos y me mira muy sorprendido. Es que hasta yo lo estoy. Me da una palmada en el hombro y una imperceptible sonrisa se forma en su cara.

- ¿Lo dices en serio? -me pregunta mi amigo acercándose más a mi y siendo su voz casi un susurro.

- No lo sé, Charlie. Sólo sé que desde que el abuelo me dio ese anillo, me estoy planteando muchas cosas...

- ¿Cómo qué?

- Pues si quiero casarme con ella, por ejemplo.

- ¿Y quieres?

- ¿Qué si quiero pasar el resto de mi vida con la única mujer que he amado de verdad? ¿Qué si quiero estar a su lado para siempre? todas esas preguntas, coinciden en la misma respuesta SI.

-Pues no sé cual es el problema entonces -me dice Charlie haciendo aspavientos con sus ojos.

- Que ella me diga que no.

- Si ella te dice que no, pongo mis bienes a tu nombre -Charlie suelta una carcajada y se da la vuelta en su taburete mirando en dirección donde están las chicas- tú y esa rubia que está ahí, estabais destinados a estar juntos desde el puto primer momento que os conocisteis, amigo. Solo tienes que pensarte muy bien una cosa.

- ¿El qué?

-  Dónde, cuando y como le vas a poner ese anillo en su dedo.

Charlie me da una palmada en el hombro y coge su copa para volver a la mesa. Hago lo mismo resoplando nervioso. Conforme voy llegando, veo la mirada y la sonrisa de Valeria en mi. La amo. La quiero tanto que a veces me duele el corazón pensando que pudiera pasarle algo. Mi vida a su lado es mucho más. Lo sé desde hace tiempo y fui un idiota por no ser capaz de asumirlo. 

Me siento en la silla que hay justo a su lado y recibo un beso de su parte. Paso mi brazo por sus hombros y la atraigo hacia mi. Ella pone su cabeza en mi pecho y alza un poco su cabeza para mirarme.

- ¿Todo bien? -me dice sonriéndome.

- Todo bien. ¿Y tú?

- También.

Las conversaciones que suceden a mi alrededor son bastante ajenas para mi. Sólo estoy concentrado en las manos de mi novia sobre las mías, en su pausada respiración, en como se agarra a mi cintura y su cuerpo se agita cuando se ríe. La estrecho un poco más y aspiro su olor a vainilla, ese olor que es suyo y que reconocería en cualquier parte del mundo. 

- ¿No tienes ganas de estar aquí, Carlos?

- No tengo ganas de estar con nadie que no sea contigo -la aparto un poco de mi pecho para mirarla. Una de mis manos sube hasta quitarle un mechón de pelo de la cara.

- Te diría que nos fuéramos dando un paseo hasta el hotel, pero fuera está todo lleno de periodistas, y no nos dejarían -me dice Valeria aún con esa sonrisa.

- Bueno, siempre podemos bajarnos del taxi un poco antes de llegar -le sugiero, porque necesito estar con ella a solas un rato.

Valeria solo tiene que mirarme y asentir con su cabeza para que me mueva y lo prepare todo para irnos. La agarro de la mano y tiro de ella para salir de aquí lo más pronto posible.

Esta noche ya no deseo compartirla con nadie más.

Valeria y yo paseamos abrazados por la playa. Ella lleva sus zapatos en la mano y se acurruca en mi pecho.

- Me gusta pasear contigo - Valeria alza su cabeza para mirarme. Bajo mis labios y rozo los suyos atrayéndola más a mi. Siento que el corazón me late muy deprisa. Demasiado. Y no es por culpa del anillo. Es por ella.

- A mi me gusta todo contigo.

Mi novia me regala una de esas sonrisas que son mías. Pone su cabeza de nuevo en mi pecho y ambos seguimos caminando por la playa. Aquí la temperatura aún no pasa de 30º y las noches son algo más frescas, como la de ahora mismo. 

- ¿Qué son aquellas luces? -me pregunta Valeria señalando como a unos pocos metros de nosotros, hay una reunión de personas, las cuales sostienen algo en sus manos.

- Parecen farolillos voladores -le respondo fijando mejor mi vista- ¿quieres que vayamos?

- Si, por favor. Nunca los he visto tan de cerca.

Caminamos directamente hacia las luces y hacia las personas que las portan. Efectivamente, en sus manos, niños, hombres y mujeres de todas las edades, llevan los farolillos crudos, los cuales tienen una vela dentro. Es un espectáculo maravilloso ver todas estas luces en la playa. Una mujer se aproxima hacia nosotros con uno de ellos en sus manos.

- Você quer um? 

- Muito obrigado -le dice Valeria juntando sus manos y cogiendo el farolillo. El cual la ayudo a sujetar.

- ¿También sabes portugués? -le pregunto algo sorprendido y medio riéndome.

- Mi compañera de habitación en Cambridge era de Porto -me responde ella- sé muchas palabrotas en varios idiomas.

- Y aparte de las palabrotas. Dime algo nena, el portugués ha sonado muy sexy en tus labios.

- Eu te amo loucamente -me dice ella soltando una carcajada.

-Eso lo he entendido perfectamente.

Bajo mi boca hasta besar la suya poniendo mis dedos en su barbilla, la cual levanto para profundizar aún más el beso. Mi lengua la busca codiciosa de la suya, chupándola hasta conseguir lo que quiero, que ella responda ese beso con las caricias de su lengua. Me separo de ella y juntos sostenemos el farol.

- Tienes que pensar un deseo antes de lanzarlo -me dice ella ladeando su cabeza hasta que su mirada se posa en la mía. Ahora mismo el corazón me va a estallar. Y es por lo mucho que la amo.

- No tengo que pensar ningún deseo Valeria, lo que una vez pedí, se me concedió.

- Ah, si, ¿el qué si puede saberse?

Bajo mi cabeza hasta que mi boca alcanza su oído. Dejo un pequeño beso en el, antes de responderle.

- Tú .

Valeria emite un pequeño jadeo. Su garganta traga saliva con fuerza y sus ojos están iluminados por la llama de la vela. Su sonrisa es bastante evidente así como la claridad de su mirada en la mía.

A una señal de la gente que está en la playa, los farolillos son lanzados al aire. Valeria y yo lo hacemos juntos. Extendemos nuestras manos y los dejamos volar viendo como se pierde entre los demás. Apoyo mi barbilla en su cabeza y mis manos rodean su cintura hasta posarlas en su estómago. Lo que tenemos delante de nosotros es un bonito espectáculo de luces. Mi novia se agarra aún más a mi y echa su cabeza hacia atrás dejándola reposar en mi pecho.

Y es aquí, en este preciso momento, con la luna llena como testigo, con el mar delante nuestra y con ese cielo plagado de luces, cuando soy consciente de la verdad, de la única verdad. 

Tengo que ponerle a Valeria ese anillo en su dedo. 

*** Vale si, yo también me he muerto escribiendo esto. Chillando cómo una perra loca. Solo os digo que os quedan unos capítulos para gritar mucho.

Espero que os haya gustado el capítulo y os prometo que el siguiente será aún mejor. Muchos besos y abrazos para todos ***

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