𝟨𝟣. 𝒞𝒶𝓃𝓃𝑜𝓁𝒾 𝒶𝓁𝓁𝒶 𝓈𝑜𝓇𝓇𝑒𝓃𝓉𝒾𝓃𝒶
El GPS de Valeria le indicaba que llegaría a su destino en 15 minutos. Apretó un poco más el acelerador sintiendo como el motor de su Ferrari 296 GTb, rugía como si de un león se tratara. Este coche no estaba a la venta. Sólo unos pocos privilegiados podían conducirlo, siendo ella, una de ellos.
Se dirigía a Módena, a la casa de Piero Ferrari. Tal y como le prometió, acudía a visitar a Blanca, su nieta y tenía que admitir que estaba algo nerviosa. Aunque lo que ella quería era ofrecerle a esa chica que tanto estaba pasando en la vida, su más sincera amistad. A través de los altavoces sonaba "Blind and Frozen" de Beast in black. Valeria seguía el ritmo de la canción repiqueteando con sus dedos en el volante.
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El teléfono del coche sonó en ese momento. Era Carlos quien la llamaba. Apretó el manos libre mientras dejaba a su izquierda la Villa Forni.
- Dime, amore.
- ¿Qué te queda? -le preguntó Carlos para seguidamente soltar un resoplido.
- 10 minutos. ¿Qué te pasa?.
- Me ha llamado Darcy. Quiere saber si crees que te molestará que Max también vaya al cumpleaños.
- ¡Que me va a molestar! Me alegro que quiera ir con él. Ya era hora de que se llevaran bien, y no solo por el bebé.
- Madre mía. No sé cómo vamos a caber todos en esa casa. ¿Tú abuelo está seguro de lo que se le viene encima?
- Está encantado, Carlos. Quiere celebrar los 75 años por todo lo alto. Y después de lo que ha pasado, yo, lo apoyo. Además, Diana se ha encargado de acondicionar la última planta y las habitaciones de atrás. ¡Va a ser una pasada!
- Desde luego que lo va a ser. Pero acuérdate de cerrar la Baby Room, que Lenna y George también vienen.
Valeria soltó una carcajada y se ajustó las gafas de sol. Este fin de semana era el cumpleaños del abuelo Piero. Él le había dicho que invitara a quien quisiera. Que le encantaba la idea de tener la casa llena de gente. A Charles y Darcy no hacía falta invitarlos porque fue su propio abuelo quien lo hizo. Lo de Lenna fue en agradecimiento por todo lo que estaba haciendo por ellos y porque se moría de curiosidad por conocer al señor De Luca. Y donde iba la almeriense, el británico iba detrás.
La fiesta no sería completa si la familia de Caronia no estaba presente. Agitó su cabeza y rió. Carlos tenía razón, no tenía ni idea de donde iba a caber tanta gente.
- Cariño. Ya he llegado. Te dejo que estoy casi en la puerta -le dijo ella despidiéndose de su novio.
- De acuerdo. Ten cuidado a la vuelta. Te quiero.
- Y yo a ti.
Valeria condujo el coche por un sendero de grava. Siguió un par de metros y aparcó en la puerta. Se quitó el cinturón y cogió su bolso bajándose del coche. No había hecho nada más que bloquearlo, cuando la puerta blanca de la impresionante casa de balaustrada, se abrió saliendo por ella una chica castaña que la recibió con una enorme sonrisa.
- ¿Valeria?
- Soy yo -le contestó la rubia correspondiendo con una sonrisa a la misma que ella le daba.
La nieta de Piero Ferrari era una chica bajita de ojos oscuros, la cual la miraba con evidente curiosidad. Bajó los escalones y fue hacia su encuentro recibiéndola con un largo abrazo que Valeria correspondió algo sorprendida.
- Mi abuelo me ha hablado tanto de ti que es como si ya te conociera -le contestó la chica separándose de ella- perdona si te incómodo. Pero hace tanto tiempo que no viene una amiga a casa que me he emocionado.
- No te preocupes. Te entiendo. Estoy rodeada de hombres, en su mayoría, casi todos los días. Yo también me alegro de conocerte.
-Espero que tengas hambre -le dijo ella enganchándose a su brazo- mi madre ha preparado dulces como si fuera a venir a merendar la reina de Inglaterra.
- Entonces, adoramos a tu madre -le contestó Valeria dejándose llevar por la joven de largos tirabuzones castaños.
- Si, pero por si acaso, no pruebes el Amaretto. Mi madre te dirá que es para acompañar los cannoli, pero, no es cierto.
- Oh, dios cannoli. Me encantan los cannoli -le confesó la rubia entrando en la casa. Se sorprendió al ver el enorme vestíbulo de techos altos y enormes ventanales por donde la luz se colaba iluminando toda la estancia.
- ¿Y te gusta el rissotto dulce?
- ¡Por dios Bianca! Hazme un favor. Jamás le digas a Carlos que existe el rissotto dulce.
A Valeria le había encantado Bianca. La joven de 20 años era una dulzura de chica, algo introvertida y tímida, pero con unas enormes ganas de vivir y de disfrutar la vida. La rubia se había comido un par de cannoli alla sorrentina, una receta casera que la propia madre de la chica se había encargado de cocinar.
- Me tienen entre algodones, no me dejan hacer nada, Valeria -le decía Bianca a su nueva amiga elevando sus protestas para que su madre la escuchara.
- Eso no es cierto, cariño .-le dijo su madre, Gianna, la nuera de Piero, con una mueca de disgusto- después de todo lo que hemos pasado, perdona que queramos protegerte.
- No me dejan ir a ver a mis amigos en Los Ángeles -siguió diciendo ella. A Valeria todo esto la divertía. La recordaba a cuando ella le protestaba a su madre y Diana hablaba en su favor. Cogió otro cannoli y se relamió los labios mientras madre e hija seguían "discutiendo".
- Amigos que ni han venido a verte ni se han preocupado por ti cuando has estado enferma, Bianca -le recordó su madre.
- Eso no son amigos entonces -apuntilló Valeria ganándose la mirada de aprobación de la madre de la chica.
- ¡Eso mismo le he dicho yo! Pero esta hija mía se me aburre -le confesó su madre.
- ¡Es que lo hago, mami! No salgo de Módena para nada. Ni me han dejado ir a ver un Gran Premio.
- Pero señora Gianna, ¿Cómo no ha dejado ir a su hija a ver una carrera? eso está muy mal -le contestó Valeria reprimiendo una sonrisa.
Gianna miró a Valeria y no pudo más que sonreír. Ésta chica, en sólo diez minutos, se había ganado la confianza de su hija así como la de ella. No le extrañaba que fuera la protegida de su suegro, era totalmente excepcional, y un soplo de aire fresco para su hija.
- A ver -les dijo Valeria- se me ha ocurrido una idea, pero sólo si tu madre te deja, ¿vale, Bianca?
- ¿De qué se trata? -le preguntó la castaña bastante entusiasmada .
- Este fin de semana es el cumpleaños de mi abuelo. Cumple 75 años y va a hacer una gran fiesta. Es en un pueblecito de Cádiz. Mañana por la mañana nos vamos Carlos, Charles, una amiga y yo en avión. ¿Te gustaría venirte con nosotros?
La sonrisa de emoción de Bianca iluminó toda su cara. Deseaba ir. Lo deseaba con toda su alma. Salir de casa. Ir a un sitio nuevo. Y conocer gente nueva. Miró a su madre casi suplicando. Ella no podía negarle nada con esa cara. Y aunque la idea de que se fuera relativamente lejos, no le gustaba, entendía que su hija era una joven de 20 años y que tenía que vivir su vida. Además, la dejaba más tranquila si iba con Valeria.
- Si quieres ir, por mi no hay problema, cariño -le dijo Gianna. Al instante, Bianca se puso en pie y soltó un enorme chillido de alegría que hizo eco en el patio exterior donde merendaban.
- Gracias, gracias mamá. No te arrepentirás, te lo juro -la pequeña castaña abrazó a su madre muy emocionada. No esperaba que le fuera a dar permiso con tanta rapidez. Se veía suplicándole y llorando.
- Sólo prométeme una cosa, Bianca.
- ¿Qué mamá?
- Que te lo pasarás muy bien y que disfrutarás de cada minuto de este viaje.
Valeria subió las escaleras del sótano de su casa con un recipiente lleno de cannoli. Gianna se había empeñado en llevárselos, y ella no se negó, al contrario, los recibió gustosa. Atravesó las puertas del pasillo buscando a su novio. Era muy avanzada la tarde. Ni siquiera se había dado cuenta de la hora que era, de lo a gusto que estaba en compañía de Bianca y su madre.
- ¡Carlos! ¡Ya llegué!
Valeria entró en la cocina para dejar sus dulces cuando se llevó la sorpresa de su vida. Lando Norris estaba sentado en su mesa redonda comiéndose lo que parecía un bocadillo de jamón, de aquel que el padre de Carlos les había mandado hacia unos días.
- ¡Pero, Lando! ¿Qué haces tú aquí, cielo?
Valeria dejó los cannoli encima de la mesa y fue hacia donde estaba su británico favorito. El castaño de pequeños rizos se levantó de la mesa y se fundió en un enorme abrazo con su mejor amiga. Ella lo besó un par de veces y lo miró emocionada.
- Pasaba por aquí, y me dije, jo, Lando, no conoces el nidito de amor de tus amigos.
- Se ha presentado sin avisar, y se está comiendo nuestro jamón -le dijo Carlos pasando uno de sus brazos por la cintura de su novia. Dejó un beso en su mejilla y la atrajo un poco más hacia su cuerpo.
- Él no tiene que decirnos que viene. Ésta es tu casa también cariño -le dijo Valeria con una gran sonrisa.
- ¡No digas eso, Val! -Carlos le dió un pequeño empujón con su hombro a su novia haciéndose el indignado- que ahora lo vamos a tener aquí cada dos por tres.
-Tenemos habitaciones de sobra. No seas gruñón.
- Esto no es un hostal -siguió replicando el madrileño cada vez menos convencido de lo que decía.
- Ni yo soy un huésped -.le replicó Lando dando buena cuenta del jamón recién cortado. Esta era una de las cosas por las que amaba España. Por su maravillosa gastronomía. Cuando Carlos y él compartían equipo, raro era el día en el que el madrileño no aparecía con un alimento nuevo que compartía con él. Lo echaba de menos. A él y a su comida.
Valeria dejó el abrazo de Carlos y fue hacia uno de los muebles. Cogió un vaso y lo llenó de agua fresca de una de las jarras que estaba en la isla de la cocina.
- Aquí el niño que se viene a Torre del Marqués -.le dijo Carlos poniendo sus manos en el borde de la encimera. Valeria se bebió el agua de un trago y le dio una sonrisa a Lando.
- Pues que venga. Donde caben 2 caben 4 -respondió ella ante la perpleja mirada de Carlos.
- ¿Cuatro? ¿de qué hablas?
- Como se corra la voz en el pueblo de que en casa de tu abuelo hay 5 pilotos de Fórmula Uno, no nos van a dejar en paz -le dijo Carlos a su novia mientras se quitaba la camiseta.
Habían terminado de hacer la maleta hacía unos minutos. Con Lando habían estado en el comedor hablando hasta casi la medianoche. Los chicos echaron un par de partidas a la consola mientras Valeria hablaba por whatsapp con Darcy y con su hermana. Tenía pensado hacer un grupo de chicas, con ellas dos, y Lenna. Y aunque aún era pronto, seguro que Bianca también encajaba con ellas.
- Mi pueblo no es como Madrid, Carlos -le dijo Valeria metiéndose en la cama. Estaba cansada del ajetreo de todo el día. Y también bastante nerviosa pues deseaba muchísimo ver a su abuelo y que disfrutara de su cumpleaños.
- Eso espero. Porque no veas la que se va a liar, ¿tú lo has pensado bien, rubia?
- Si, si lo he pensado. No me lo digas más. Te pareces a Diana, joder. No para de quejarse. Nada le viene bien.
-Está encargándose ella de todo. Tiene derecho a quejarse -Carlos se quitó los boxer ante la atenta y sorprendida mirada de su novia.
- ¿Se puede saber que haces, Carlos?
- Voy a echarte un polvo mi vida -Carlos bajó su cabeza buscándole los labios- que seguramente este fin de semana no podamos hacerlo. Y por una vez, voy a respetar la casa de tu abuelo.
- ¡Por una vez dice!
Carlos la calló con un beso. Sus jugosos labios sabían a azúcar. A los de los cannoli que ella había tomado de postre. Su lengua jugó con su labio superior llevando una de sus manos a su pecho derecho. Sus dedos jugaron con su pezón mientras su boca seguía obrando maravillas en la suya. Valeria la abrió un poco para dejar que su codiciosa lengua se uniera a la suya. Sus piernas se posicionaron para que Carlos se colocara entre ellas.
El madrileño se apartó de su boca y rozó su nariz con la suya. La miró. Se perdió en su verde mirada y sintió ese latido en su corazón, ese tan fuerte que le golpeaba con fuerza cada vez estaba cerca suya. Aquel grito de Mía, no había vuelto a resonar en su cabeza. Quizás porque él lo había acallado dándole lo que quería, a ella. Recordó un bonito poema que leyó las dos semanas que había estado separado de sus brazos. Cuando Aless casi la arrebata de su lado.
- Hace poco leí algo que define perfectamente lo que siento por ti -le dijo Carlos rozando sus labios de nuevo- ¿quieres que te lo recite?
- Claro que quiero, amor.
- Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche y dormir en tu pecho, sin sombras ni fantasmas, te quiero como para no soltarte jamás.
- ¿Jamás, Carlos? -Valeria emitió un pequeño jadeo. Alzó su mano y acarició su mejilla con mucha delicadeza. Una pequeña lágrima quiso salir de sus ojos y bajó rauda por su sonrosado moflete.
- En la vida. Porque tú, eres ese amor de mi vida. Y te enlazo a mi corazón con todos mis besos y mis caricias. Con toda mi alma y mi cuerpo. Y si es para siempre, que bendita sea mi vida si eres tú quien está a mi lado
*** Último capítulo del año y tengo que darle las gracias a esta historia por muchas cosas: por descubrirme un mundo nuevo desconocido para mí, por hacer que me ilusionara por algo diferente y mis ganas de escribir volvieran con fuerza, por tanta gente preciosa que he conocido gracias a esta historia, por darme cuenta de una vez de lo que valgo y creérmelo, (que eso es lo más difícil), y por último por hacer que no me aburra cuando escribo.
Todo esto ha hecho ésta historia en mi y vosotros que estáis ahí, capítulo tras capítulo, con vuestras lecturas, comentarios y mensajes. Sois increíbles. Muchas gracias de todo corazón.
Que paséis un feliz Año Nuevo y mucha fuerza para lo que viene.
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