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𝟧𝟫. 𝐼𝓁 𝒫𝓇𝑜𝓉𝑒𝓉𝓉𝑜

Las primeras notas de "Wonderwall" de Oasis empiezan a sonar a través de mis auriculares. Ésta es la canción preferida de Carlos y tengo que darle la razón cuando me dice que con solo escuchar la música del principio se concentra en ella y se deja llevar sin pensar en nada.

https://youtu.be/6hzrDeceEKc

Estoy apoyada en una de las barandillas del paddock. Abajo, enormes camiones amontonando todo el material, tanto electrónico como mecánico. Se está recogiendo todo para el traslado a México donde tendrá lugar el próximo Gran Premio. Desde aquí nos vamos directamente al  país de "el ombligo de la luna" donde se disputará la tercera  carrera del campeonato. La clasificación está muy reñida. Ayer Max sólo consiguió 2 puntos y son sólo 25 puntos los que separan a Carlos de ganar. Y yo confío en que lo hará.

Siento una presencia que se acerca hacia donde estoy y me quito los auriculares de la oreja pausando la canción. 

- Muy temprano se ha levantado usted, señorita De Luca.

Ladeo mi cabeza y le sonrío algo nerviosa a Piero Ferrari.  Se acerca hacia mi y pone sus manos en la barandilla fijando su mirada en algún punto perdido de la parte de abajo.

- No podía dormir -le contesto apartando el flequillo de mi cara. Un pequeño suspiro sale de mi boca a la vez que  mis nudillos se vuelven blancos de la fuerza con la que estoy agarrándome a la barandilla.

- Muchas emociones ayer. Supongo que ver a la persona que amas rodeada de llamas le quita el sueño a cualquiera.

Reprimo una sonrisa. La sutileza de este hombre es increíble. En pocas palabras me lo ha dicho todo. Relajo mis dedos cruzándolos entre sí, para apoyar esta vez mis antebrazos. 

- Si, si que lo quita señor Ferrari -le respondo con sinceridad- creí que me moría cuando empezaron las explosiones y estaba desesperada pensando que no salía del coche. Fue horrible.

- Lo fue, si. Solo espero que nunca volvamos a pasar por algo así. Aún no me he recuperado de lo de Jules Bianchi.

Asiento mirándolo apenada, sintiendo un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Conozco la historia de Jules porque Charlie me la contó. Era su mejor amigo, su mentor. Y tuvo muy mala suerte en ese accidente en el cual perdió la vida meses después. A día de hoy, Charlie aún lo recuerda con tristeza. El señor Ferrari se da la vuelta y me hace un gesto para que lo siga. Lo cual hago sin rechistar. Bajamos las escaleras y caminamos por el paddock camuflados entre la gente. Están todos tan ocupados que nadie se percata de que Piero Ferrari camina entre ellos.

- Estás nerviosa y quiero saber porqué Valeria -me dice él hablándome en un tono calmado y suave.

- ¿Quiere saberlo todo? -le pregunto de igual manera que él.

- Lo que me quieras contar, claro.

Piero me da una amable sonrisa. Cruzo mis brazos a la altura de mi pecho. Tomo aire y después de llenar mis pulmones, lo dejo salir lentamente  dispuesta a hablarle sin esconder nada de lo que siento. Ni siquiera de mis miedos. 

- No sé hasta qué punto mi relación con Carlos puede afectarle a él. Es lo que más preocupada me tiene.

- ¿Y no te preocupa lo que pueda pasarte a ti? -me pregunta. Su boca se curva en una imperceptible sonrisa y fija su mirada en mi esperando mi respuesta.

- No - encojo mis hombros mientras le hablo- no es el primer trabajo que tengo que dejar por...por mi culpa...

Me muerdo la lengua sintiendo de nuevo ese sudor frío en mi nuca. Porque aunque no quiera, es inevitable volver a pensar en todo lo que me pasó en Michigan, aún más si Castais ha estado rondando por aquí perturbándome con su presencia. Piero se queda parado en mitad de la calle. Se da la vuelta y pone sus manos en mis brazos mirándome muy fijamente.

- Valeria. Ni fue tu culpa antes, ni lo es ahora. Tú fuiste la víctima en Michigan, no lo olvides ni dejes que nadie te haga creer lo contrario.  Y que se te quite de la cabeza que el accidente de ayer fue por algo que tú hiciste o dejaste de hacer. Eso, lo tengo muy claro. Espero que tú también.

Asiento a duras penas y me ofrece su brazo para que me enganche a él. Lo hago sin dudarlo y por un momento tengo la sensación de estar agarrada a mi abuelo, algo que me hace relajarme e incluso, estar más tranquila. Durante unos minutos ninguno de los dos habla siendo este, un cómodo silencio para ambos. 

- Estar juntos os ha reforzado a los dos. Se nota que Carlos confía en ti -me dice Piero rompiendo el silencio.

- Sé separar trabajo de...

- Amor.

Piero suelta una carcajada y me mira aún riéndose. Y yo tengo que reírme porque este hombre me da calma y sosiego a partes iguales. 

- Lo siento Valeria. Pero esto no me ha pillado de sorpresa. Cualquiera que se fijara en vosotros podría ver lo enamorados que estáis. Así que si tú miedo es, que yo no apruebe vuestra relación, olvídalo, porque no es así

- ¿De verdad? -le pregunto casi sin poder creérmelo.

- ¿Cómo crees que conocí a mi esposa? Mi Julianna era licenciada en matemáticas y entró a formar parte del equipo de ingenieros. La primera vez que la vi, supe que le pondría un anillo en el dedo. Así, que, ¿Quién soy yo para juzgarla, señorita De Luca?

- Cuénteme más de como conoció a su esposa -le pregunto sonriéndole.

Piero me devuelve la sonrisa y durante media hora, ambos, nos contamos nuestras historias de amor, con un café de una de las máquinas en nuestras manos. Realmente me interesa todo lo que me cuenta y no puedo evitar emocionarme con su relato. Regresamos sobre nuestros pasos minutos después, hasta enfilar el camino hacia la escudería. A media mañana, habrá una reunión de todos los miembros más destacados de Ferrari, y estoy algo nerviosa pues soy una de ellos. 

Los pasos de Piero se cortan antes de entrar. Se gira para hablarme esta vez algo más serio.

- Valeria. Pase lo que pase hoy, tú eres il protetto. Tenlo claro para cuando comienza el show.

Piero Ferrari esboza una pequeña sonrisa y desaparece dentro de la escudería. Siento mi corazón latir con fuerza y tengo ganas de llorar. Ha dicho que soy su il protetto.

Su protegida.

No veo a Aless por ningún sitio. Está su equipo, Thalía, la parte de los mecánicos, varios analistas de datos...de todo un poco vaya. Carlos y Charlie están a un lado sentados juntos. Darcy y yo en una de las esquinas. Mi equipo de motor, los que están en la reunión, junto a mi. Estaremos aquí unas 50 personas. El resto se enterarán de la reunión, una vez haya pasado. Piero está justo en el centro de la sala, sin nadie detrás que le haga sombra. A su lado, su gente de confianza. Toma asiento y coge aire mientras le da un trago a su botella.

- En primer lugar, tengo que pediros perdón a todos. Siento que os he dejado algo abandonados esta temporada, por circunstancias familiares que no deseo ni a mi peor enemigo...

- Dicen que su nieta tiene cáncer -me susurra Darcy al oído. Lo miro algo apenada, entendiendo ahora esas ojeras y ese temblor en su voz al hablar. 

- Pero eso va a cambiar -sigue diciendo- más vale tarde que nunca. Lo que siento es que sea tan tarde. Sólo faltan  grandes premios y a lo mejor los cambios que voy a realizar, no son los más oportunos a estas alturas de la temporada. Pero, lo de ayer fue insostenible. No pienso perder a un piloto más en lo que me queda de vida.

Piero traga saliva y le da otro trago a su botella. 

- Aless Rinaldi ha sido cesado como director de equipo desde la tarde de ayer...

Nadie dice nada. Ni un murmullo. Miro a Carlos y los dos compartimos una mirada de alivio. Por fin se ha hecho justicia y Aless ya no estará más para joder a mi novio. Pero, me hubiera encantado ver su cara cuando lo despidieron. 

- Si pensáis que me he equivocado, decídmelo. Pero lo que no voy a consentir es que una persona anteponga sus deseos personales al equipo, llevando incluso a casi costarle la vida a uno de nuestros pilotos. No es una decisión que he tomado a la ligera. No es sólo por lo de ayer. Su despido ha sido algo estudiado, meditado y con pruebas sobre la mesa. ¿Alguna pregunta?

Durante unos segundos nadie dice nada, porque, realmente nadie tiene nada que decir. Todos deseábamos que pasara esto y doy gracias al cielo porque haya sucedido. 

- Si -dice Thalía alzando una de sus manos centrando todos nuestra atención en la italiana- ¿y quién va a dirigir ahora todo esto? no nos da tiempo a buscar un director de equipo.

- Oh, señorita DiAngelo -le dice Piero con una leve sonrisa- no tenemos que buscar a nadie, ya tenemos un jefe de equipo aquí. Siempre lo hemos tenido.

- Pues díganos quien es para que le dé el pésame -le contesta ella soltando una pequeña carcajada que hace reír a Piero.

- Usted. Usted es la nueva jefa de equipo, señorita DiAngelo.

Thalía abre y cierra su boca sin poder emitir sonido alguno. Creo que sigue tan sorprendida que no es capaz ni de hablar. Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo y si, es de alegría, porque ella se lo merece más que ninguno de los que hay aquí, incluido el puto Aless. 

- ¡Tú puedes Thalía! -le grita Darcy justo a mi lado. Al momento, empieza a recibir los gritos y ánimos de todo el equipo y hasta unas palmaditas en el hombro.

- Yo... -dice ella terriblemente nerviosa- no sé qué decir...

- Que no me estrelles el domingo que viene -le contesta Carlos dirigiéndose hacia ella para darle un largo abrazo. Piero se pone en pie también acortando la distancia que los separa, y hace lo mismo, la abraza en cuanto Carlos termina.

- Pero, voy a necesitar de vuestra ayuda -nos dice mirándonos a todos con una gran sonrisa que correspondemos. De pronto se gira y se me queda mirando a mi- sobre todo de ti, qué me dices Valeria, ¿quieres ser mi segunda al mando?

Ahora la que no puede ni hablar soy yo. Me llevo la mano a la boca bastante emocionada y casi sin creerme que Thalía me quiera a su lado. Alzo mi vista para encontrarme con la mirada de Carlos. Él me guiña un ojo y asiente con su barbilla. Me giro para mirar a Piero el cual está con los brazos cruzados esperando mi respuesta. 

- ¿Podré seguir cerca de los motores? -les pregunto a los dos, tanto a Piero como a Thalía. Por nada del mundo quiero abandonar mi puesto. Para eso vine a Ferrari y es lo que deseo hacer.

- Por supuesto -me responde Piero con su mirada orgullosa sobre mí- creo que tu chico no confía en nadie más para que toque su coche, ¿cierto, señor Sainz?

- Las únicas manos que quiero en el motor son las de mi nena, jefe -responde Carlos guiñándome un ojo.

Nena. Me ha llamado nena delante de 50 personas. Juro por dios que lo mato. Lo mato lentamente para que sufra. Entonces, todos se ponen a aplaudir y a decirme que diga que si... y después de esto, como que no es para pensárselo mucho.

 - Con una condición que o se cumple o me largo de Ferrari -les digo alzando mi barbilla. No todo iba a ser tan fácil, joder. En el garaje se hace el silencio. Hasta Carlos se ha callado de repente y me mira muy confundido. 

- ¿Cuál señorita De Luca? -me pregunta Piero algo sorprendido. Me giro para mirar a Carlos fulminándolo con la mirada.

- Que no vuelvas a llamarme nena en el trabajo, idiota -le digo alzando uno de mis dedos y apuntándolo en su dirección.

- De acuerdo, mi vid... -se excusa él llevándose una de sus manos a su largo flequillo. Le corto antes de que termine la frase .

- ¡Dormirás en el puto sofá cuando regresemos a casa, Carlos Sainz!

Estoy apoyada en el capó del coche de Piero Ferrari. En unos minutos cogerá un avión de vuelta a Maranello. Ha prometido que estará en los tres premios que queda dándonos todo su apoyo. Cruzo mis brazos y muevo mis piernas apartando una inexistente piedra del suelo.

- ¿Qué edad tiene su nieta? -le pregunto alzando mi vista hacia él. El gesto de su cara cambia de repente volviéndose más adusto.

- 22 años -me responde él soltando un largo suspiro- cáncer de matriz. Muy agresivo. Lo hemos pillado a tiempo, pero, no podrá tener hijos.

- Cuanto lo siento. Ha tenido que ser muy duro .

- Sobre todo para sus padres. Mi hijo estaba más entero, pero todos llorábamos cuando ella no nos veía.

- Me encantaría conocerla -le digo sonriéndole.

- A mi también me gustaría que la conocieras. Le vendrá bien hablar contigo. Te admira. Ella estudiaba ingeniería y cuando supo que eras la nueva jefa de Ingenieros, le diste ánimos para seguir luchando por sus sueños.

- Cuando volvamos de México. Dígale que me invite a merendar -le contesto sonriendo más ampliamente.

- Cuídese, Valeria. Y cuide a su piloto. Los dos juntos, son pura dinamita.

Piero se acerca a mi y me da un largo abrazo que yo correspondo cariñosamente. Me quito del coche y él abre la puerta para irse. Le sonrío al verlo bajar la ventanilla y decirme adiós con la mano mientras su coche aleja.

- ¿Todo bien?

Asiento sin mirar a Carlos. Siento su cercanía tras de mi espalda. Pone sus manos en mis hombros y me atrae hacia su pecho. Dejo que sus brazos me envuelvan y reposo mi cabeza en él.

- Es muy duro pasar por lo que están pasando ellos - agarro una de sus manos y la llevo a mi mejilla para sentir el calor de su piel contra la mía.

- Lo es -sus labios besan mi cuello en una tierna caricia que erizan la piel de mi nuca.

- Yo no pude despedirme de mi padre Carlos. Salió una mañana a trabajar, como todos los días, y ya volvió más. Un camión perdió el control y se lo llevó por delante...

Siento los brazos de Carlos como me rodean aún más. El calor de su cuerpo es lo que me da esa calma y esa tranquilidad que necesito. Su cálido aliento cosquillea en mi cuello como si fuera el revoloteo de una mariposa.

- Siento mucho que tuvieras que sufrir esa desgracia, Val.

- Yo era muy pequeña y no me enteraba de nada. Pero llega un momento, y más cuando eres mayor, que echas de menos tener un padre. Aunque mi abuelo intentó suplirlo, siempre estuvo ahí ese vacío.

Siento las lágrimas caer por mis mejillas. Me duele hablar de un padre al que solo conozco por fotos y por lo que me cuentan de él. Carlos me da la vuelta muy despacio. Sus dedos se posan en mi cara barriendo las lágrimas que hay en ella.

- Eres muy valiente, Valeria De Luca. Tú sola has hecho frente a innumerables adversidades, y has salido indemne de ellas. No quiero que vuelvas a sentirte sola. Ya no lo estás. Me tienes a mi a tu lado. Y espero que por todo el tiempo del mundo.

Abrazo a Carlos. Pongo mi cabeza en su pecho, cerca de su corazón. Cierro mis ojos y me concentro en sus rítmico latidos. Hoy han sido muchas emociones. Todo el fin de semana lo ha sido. Desde que conozco a Carlos, mi vida no ha vuelto a ser la misma. Ni quiero que lo siga siendo. Busco sus labios para besarlo porque necesito sentirlo, a él, a la calidez de su boca, a la forma que tiene de demostrarme lo mucho que me quiere con cada beso.

- Si pudiera volver atrás en el tiempo, te buscaría mucho antes, Carlos.

- Y yo te esperaría a que vinieras. Voy a ser tu para siempre.

Alzo mi cabeza algo emocionada por sus palabras. Me mojo levemente los labios y nuestras miradas conectan de esa forma única que tenemos de mirarnos.

- ¿Estás seguro de eso, Carlos?

- Como dicen en la serie esa de los lobos que ves, hay tres cosas en la vida que no se pueden ocultar, el sol, la luna y la verdad. Y yo de mentiroso, poco

*** ¡Qué bonitos son por favor! Y está feo que yo lo diga porque soy la escritora pero es que son tan monos que solo me sale escribirles cosas bonitas. Espero que hayáis disfrutado del capítulo tanto como yo cuando los escribo. 

Os recuerdo que la historia de Max y Darcy ya la tenéis publicada en mi perfil para que le echéis también un vistazo y sepáis que pasó entre ellos. Os aseguro que tampoco os dejará indiferentes.

Gracias por seguir leyendo. Muchos besos y abrazos ***


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