𝟧𝟥. 𝑅𝑒𝓃𝒹𝒾𝒹𝑜 𝒜 𝒯𝒾
Carlos hacía rato que había subido de la fiesta. Estaba cansado de que Valeria lo provocara y después lo ignorara. Se estaba quitando la camisa y desabrochado el pantalón y estaba sentado con el mando de televisión en la mano, viendo las imágenes que la pequeña pantalla proyectaba. Sin enterarse de nada, claro, porque el idioma francés no lo dominaba muy bien.
Estaba deseando que su novia entrara por esa puerta. Tendrían que dormir juntos en la misma cama, y ella no tendría escapatoria. Quería que le rogara y le suplicara. Hacía horas que este tira y afloja dejó de ser un juego para convertirse en una especie de guerra entre ellos. Y ni mucho menos era así como él había planeado este fin de semana. Estaba entre amigos. Con gente que los conocía a ambos y ya se había cansado de esconderse por culpa de un puto celoso italiano.
Se peinó el cabello con sus dedos y puso sus manos en el colchón. Odiaba tanto estar enfadado con su novia. En vez de estar cada uno por su lado, lo que tenían que estar haciendo ahora mismo es follando en esta cama en la que él aún la esperaba.
Sus deseos se vieron recompensados minutos después. La puerta de la habitación se abrió y él giró su cabeza para ver como Valeria entraba cerrando tras de sí. La rubia le dio una ardiente mirada y tragó saliva nerviosa. La imagen que tenía delante de ella era la de todo un dios griego. Con el torso al aire, la fina capa de vello que se perdía en esos pantalones medio desabrochados y todo su pelo revuelto. A Valeria le faltaba un suspiro para caer rendida a sus pies.
- ¿Ya terminó la fiesta? -le preguntó Carlos mojando sus labios con la punta de su lengua. Aquí empezaba de nuevo la provocación sobre ella.
- Han sacado chocolate con churros -le dijo Valeria apoyándose en la cómoda de la habitación para quitarse los zapatos.
- ¿Y no te has quedado? con lo que a ti te gusta los churritos calientes -Carlos empezó ese juego de seducción que tenían entre ellos. Le dio una burlona sonrisa y Valeria agitó su cabeza intentando reprimir una carcajada, pues sus palabras habían tenido su gracia.
- Estoy cansada -le respondió ella intentando no caer en sus provocaciones. Y también intentando no mirarlo, pues sabía que si lo hacía, sería cuestión de tiempo que cayera rendida a sus pies.
- ¡Que pena que estés tan agotada! -Carlos puso una de sus manos en su pecho y la bajó poco a poco hasta dejarla en su estómago. La dureza de su miembro era ya bastante evidente, algo que hizo sonrojar a Valeria y si, apretar sus piernas con evidentes signos de deseo por él.
- Si, una pena -le contestó lo más natural que pudo.
La rubia miró a Carlos el cual le respondió de nuevo con una mordaz sonrisa. Algo que hizo que ella se enfadara. Él quería que ella sucumbiera. Pues no lo iba a permitir. Llevo las manos hasta el borde de su vestido y se lo quitó lentamente ante la atenta mirada de su novio. Lo deslizó por su cabeza y lo dejó encima de la cómoda. Estaba casi desnuda. Un tanga rosa le tapaba su sexo, pero, sus pechos estaban al descubierto. Pechos que Carlos no podía dejar de mirar hipnotizado por la dureza de sus pezones.
- Voy a echarme en la cama, estoy hecha polvo -le dijo ella esbozando una pequeña sonrisa.
- Polvo y echar en la misma frase...
- Con h, Carlitos.
Valeria se tumbó en la cama y le dio a Carlos una mirada cargada de sensualidad. Estaba excitada. Muchísimo. Y estaba harta de que él la provocara. Tenerlo allí delante con su torso desnudo y los vaqueros desabrochados, era para poner cachonda a cualquiera. Pero, quería que él se rindiera a ella. Y sabía perfectamente como hacerlo.
Carlos giró su cuerpo hasta mirarla con intensidad. Su novia yacía en la cama, su sexo a escasos centímetros de él. Sus piernas desnudas, esas que deseaba tener enlazadas en su cintura mientras se hundía en una suplicante Valeria. Su miembro le advirtió con una dolorosa palpitación, que estaba harto de jugar.
No así Valeria, la cual llevó su mano derecha a su estómago y se acarició muy lentamente sin apartar su mirada de la suya. Fue deslizando su mano hacia abajo, hasta colarla por dentro de sus braguitas. El contacto de sus dedos con su hinchado clítoris, le arrancó un gemido de placer que hizo que el miembro de Carlos le apretara de nuevo los pantalones.
- Oh, dios. Que mojada estoy -dijo Valeria más para Carlos que para si misma. Empezó a mover sus dedos muy lentamente mordiendo sus labios mientras se tocaba
- ¿Qué estás haciendo, Valeria? -le preguntó Carlos presa del más puro deseo por ella. Tenía la vista fija en esos dedos que se perdían por dentro de la ropa interior de su novia. Pasó la punta de su lengua por sus labios y sintió como el corazón se le aceleraba. La deseaba. Y demasiado.
- Tocarme, eso es lo que hago. Oh, joder, que bueno.
Valeria siguió moviendo sus dedos a la vez que retaba a Carlos con su mirada. Se apartó un poco sus braguitas hasta dejar a la vista su sexo cuyos dedos se perdían ante la carne expuesta. El piloto sentía que iba a reventar los pantalones ante la imagen que tenía ante si. Su novia estaba masturbándose delante de él y le parecía la imagen más sexy que había visto en su vida.
La rubia movía sus dedos aún con sus ojos abiertos y mirándolo a él. Como deseaba que fueran los de su novio y no los suyos los que se movían entre sus pliegues. Las yemas de sus dedos se impregnaron de los fluidos que mojaban su sexo. Subía y bajaba su mano repasando cada parte de este, gimiendo cada vez que su clítoris recibía sus caricias. Un ronco jadeo salió de su boca. Arqueó su espalda con cada espasmo que su clítoris recibía. Quería correrse. No podía más.
- ¿A qué te gustaría que fueran mis dedos los que te tocaran? -la sensual voz de Carlos, hizo que moviera los suyos aún más deprisa. No le iba a dar el gusto de decirle que si- sólo tienes que pedírmelo, nena.
Carlos puso uno de sus dedos en su muslo. Lo fue moviendo en círculos hasta deslizarlos hacia arriba muy lentamente. La piel de Valeria se puso de gallina haciendo que todo su cuerpo vibrara con su toque.
- Y tú me estás distrayendo -le contestó ella gimiendo de nuevo- oh, Carlos, joder. Voy a correrme. No puedo más.
Que usara su nombre mientras se tocaba, estaba terminando con la paciencia del piloto. Vio que ella apretaba sus piernas y supo que no mentía. Iba a correrse. Y ya no aguantó más. Se movió hasta situar su cabeza justo encima de su sexo. Puso su boca en el y chupó de su clítoris mientras ella se corría presa del más salvaje y puro placer. Su lengua se movía ávida de ella. Mordiendo y saboreando sus pliegues y toda su abertura. Sus jugos mojaron su boca y a él no le importó. Estaba disfrutando del más rico manjar que sus labios hubieran probado nunca. A ella. A Valeria. A su chica.
Cuando ella terminó de correrse, abrió sus ojos y le dio una ardiente y lujuriosa mirada. Había sido un orgasmo muy fuerte. Y quería más. Y no le importaba suplicar. Aquí acababa el juego.
- Me rindo -le dijo Carlos poniéndose en pie y quitándose toda la ropa.
Valeria ni siquiera se rio. No hizo ni un comentario. Dejó que él le quitara las braguitas dejándolas a un lado, y que se posicionara entre sus piernas. Ella se agarró a sus hombros y arqueó su espalda esperando para recibirlo. Carlos no podía más. Tenía que estar dentro de ella o creía que se iba a morir. Puso su miembro justo en su entrada y entró de ella de una sola embestida. Quería hacerlo rápido. Fuerte y deprisa, tal y como era el deseo que tenía por ella.
Pero entonces, la miró a sus ojos. A esos ojos verdes oscurecidos por el deseo y sintió que no podía hacerlo. Que no quería follarse a su novia. Quería hacerle el amor. Estaba hipnotizado por sus mejillas sonrosadas. Por esos labios entreabiertos que le invitaban a no dejar de besarla. Y entonces es cuando también se doy cuenta de que estaba dentro de ella y que era el paraíso.
- Te quiero. Me rindo total y absolutamente a ti, Valeria.
Carlos puso sus codos en el colchón y uno de sus dedos repasó su mejilla muy despacio. Bajó su boca y unió sus labios con los de ella muy lentamente. Disfrutando de su boca, de su lengua, de sus dientes que chocaban al besarse. Una de las manos de Valeria, bajó por su espalda acariciando su trasero. Le dio un pequeño pellizco que hizo que Carlos se separara de su boca y la mirara algo sorprendido
- Muévete, Carlos -le instó ella con una gran sonrisa en su cara.
Carlos empezó a moverse despacio. No quería ir deprisa. Quería disfrutar de cada puto segundo que estaba dentro de ella. Sus dedos arañaban la piel desnuda de su trasero. El piloto miró como ella abría su boca y la cerraba con pequeños gemidos que le estaban volviendo loco. Entraba y salía de ella rozando sus paredes con delicadeza. Su boca buscó la suya y la besó para descender por su barbilla y besar su cuello lentamente.
- Penso che morirò -dijo Valeria retorciéndose debajo de él.
Una pequeña carcajada salió de la boca de Carlos cuando la escuchó jadear en italiano. Sus movimientos seguían siendo lentos. Cada vez que entraba y volvía a entrar en ella, un gemido ahogado salía de su boca. Una de las manos de Carlos, buscó su pecho derecho acunándolo y masajeándolo. Atormentó su pezón con sus dedos mientras ella se movía debajo haciendo que sus caderas salieran al encuentro de sus embestidas.
- No pares, Carlos.
Su voz era una súplica. Sus ojos y su cuerpo le pedían más. Y es lo que él quería darle. Aceleró un poco el ritmo entrando y saliendo de ella. Estaba muy mojada. Tan resbaladiza que su miembro se deslizaba con facilidad cada vez que la embestía. Valeria sintió como todo su cuerpo se tensaba y levantó sus piernas hasta rodearle la cintura. Carlos puso sus mis manos debajo de su trasero y se lo levanto un poco para profundizar aún más sus empujones.
Valeria cerró los ojos y los abrió segundos después. Arqueó su espalda y él sólo tuvo que moverse un poco más para que ella pudiera correrse. Carlos sintió como su miembro era apretado por sus paredes. Como ella parecía tomar todo de él y como su interior lo llamaba de nuevo para que entrara y saliera. Dentro, fuera, dentro, fuera. Así una y otra vez. Su boca descendió sobre la suya y esta vez la besó de una manera más salvaje. Hambriento de ella y de su boca.
Su novia tuvo su orgasmo mordiéndose un poco los labios. Clavando sus uñas en su espalda y tirando de él para que la besara más profundo. Sus ojos verdes estaban hambrientos mientras se corría. Con una increíble sonrisa que hizo que su miembro palpitara de nuevo y que sin previo avisto, todo su cuerpo sufrió una descarga eléctrica liberándose él también.
Cuando Carlos terminó de hacerlo, de estallar en miles de pedazos, la miró total y absolutamente ciego de amor por ella. Besó sus mejillas sonrosadas. Su pequeña nariz. Sus párpados cerrados, hasta acabar rozando sus labios en un lento beso con el que quería demostrarle lo mucho que la amaba. Valeria le regaló una de sus sonrisas. Las que eran sólo para él.
- Yo también me había rendido, Carlitos -el piloto le sonrió a su novia y acarició su nariz con la suya en un dulce gesto.
- Yo llevo tiempo rendido a ti, amor.
El día había amanecido soleado y radiante. Hoy disfrutarían de otra jornada de cumpleaños de Charlie. Valeria terminó de atarse el pelo en una cola de caballo bastante alta. Se puso algo de cacao en los labios y se dio la vuelta para coger una sudadera. La de Carlos. La que más le gustaba de todas.
- Estás guapa de cojones, Valeria -le dijo él mirándola embobado. La amaba tanto que a veces la presión de su pecho era tan grande que creía que no podía respirar.
- ¿Guapa? Pero si solo llevo un pantalón y una sudadera -Valeria miró su atuendo y luego a Carlos riéndose.
- No te puedes imaginar lo feliz que me hacías cada vez que te ponías esa sudadera -le dijo él terminando de echarse colonia en el cuello.
- Era una forma de tenerte más cerca Carlos -le confesó ella acercándose a él. Puso sus manos en su cintura y le rodeó la espalda con sus brazos, posando su cabeza en su pecho. Podía sentir los latidos del corazón del piloto y como ella misma se calmaba al escucharlos
- Te quiero tanto, Valeria. Creo que nunca he querido a nadie como te quiero a ti. Bueno, que coño, no creo, es que nunca he querido a nadie como a ti.
Valeria abandonó la espalda de Carlos y se situó delante de él. Posó su mirada en la de su novio. Esbozó una emocionada sonrisa y se puso de puntillas para besar su boca.
- Nakupenda, Carlos.
Carlos le sonrió y la estrechó entre sus brazos alzándola ligeramente del suelo. Dio con ella un par de vueltas hasta que unos golpes en la puerta la hizo bajarla. Se dirigió hacia la entrada de la habitación y giró el manillar para encontrarse a Lando justo detrás.
- ¿Qué quieres, niño? -le preguntó Carlos con su habitual hostilidad mañanera.
- Buenos días a ti también, capullo -le respondió Lando haciéndolo a un lado. Vio a Valeria y le sonrió a su mejor amiga- buenos días rubia.
- Hola, bebé, ¿Cómo has dormido? -le preguntó ella acercándose a él para darle dos cariñosos besos en la mejilla.
- No sé como pero esta mañana he amanecido encima de una mesa de billar -le dijo el de pelo rizado- y alguien me había tapado con una manta muy calentita, es raro ¿no?
- Fue Lenna -le dijo Valeria medio riéndose- decías que no querías que nadie metiera las bolas en los agujeros y te subiste a la mesa después de beberte media botella de ron. Estabas tan mono dormido que te dejamos allí.
Lando apretó sus ojos y torció la boca pensativo. No se acordaba de absolutamente nada.
- Por lo menos vosotros si que habéis dormido bien. Se nota que ya habéis follado. En fin. Darcy que te espera en su habitación. No sé qué de desayuno de chicas.
- ¿Y te manda a ti? -le preguntó Carlos cruzando sus brazos.
- Venía de camino, Sainz. Charlie ha organizado un torneo de FIFA. Al parecer tiene un salón de juegos que es la hostia. Venía a buscarte para desayunar e ir juntos -le respondió Lando tirando de su amigo.
- ¿Y si no quiero? Quiero pasar la mañana con mi chica -le respondió Carlos mientras el británico casi lo había sacado de la habitación.
- El torneo es por dinero. Partido que ganes, 100 euros que te llevas -le dijo Lando rodando sus ojos.
Carlos se quedó mirando a su amigo bastante sorprendido. Alzó su cabeza y la giró un poco para ver a su preciosa y maravillosa novia como lo miraba esperando que decidiera hacer esa mañana.
- ¿100 euros? -le preguntó a Lando. El británico asintió afirmativamente y Carlos volvió a mirar a Valeria- cariño, te quiero, luego nos vemos.
* Creo que me voy a morir *
*** No podía faltar un capitulo calentinto en este maratón. Pues nada, estamos a mitad como veis, ha pasado de todo (y más que pasará, dice la malvada escritora). Así que si necesitáis usar la sartén con alguno de los protagonistas (conmigo no que al final soy muy buena), aquí os la dejo. Porque seguro que en los próximos si que la vais a necesitar.
85K de lecturas. Esto es una pasada. Si, soy tremendamente pesada pero es que ni yo misma me creo lo que está pasando con esta historia. Seguid así por fi, que en cuanto alcancemos los 100K de lectura haremos algo especial también.
Si os apetece votar, la estrellita amarilla está ahí abajo, y si queréis comentar pues hacedlo porque me encanta como disfrutáis de la historia. Muchos besos y abrazos, nos leemos mañana ***
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