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𝟦𝟥. 𝑀𝒾 𝒽𝑜𝑔𝒶𝓇 𝓈𝑒𝓇á𝓈 𝓉ú

*** Una parte del capitulo contiene escenas que podrían herir la sensibilidad del lector. Si no deseáis leerlas, estáis en vuestro derecho, al igual que estoy en el mío de advertiros***

Valeria no es de gran ayuda. Porque casa que vemos, casa que le gusta. Las agentes de la propiedad (api), ya han notado que es ella la que está más entusiasmada y es a la que se dirigen, ignorándome a mi por completo. Y sinceramente, me encanta ver como ella disfruta. 

- Tiene una buhardilla arriba con un baño propio -sigue diciendo la de la inmobiliaria ante el entusiasmo de mi novia. Odio ver casas. No sabía lo mucho que lo odiaba, hasta ahora. Yo con una cocina, un dormitorio, el baño y jardín para hacer ejercicio me conformo.

- ¡Genial! -dice Valeria dando palmitas. El teléfono de la api suena y se disculpa para atenderlo. Me acerco al enorme ventanal del comedor mirando el jardín con piscina que se ve a través de él.

- Es demasiado grande -le digo refunfuñando.

- Si que lo es -me dice ella acercándose a mi. Pone una de sus manos en mi brazo poniendo su cabeza en mi hombro- ¿porqué estás enfadado?

- No lo estoy.

- Te conozco amor, lo estás -amor, esa palabra me hace sonreír y que se me olvide que me fastidia lo de las putas casas. Ladeo mi cabeza y la agarro de la cintura.

- Ya no lo estoy. ¿Te  gusta esta casa?

- A mi me gustan todas, Carlos. Pero, tendrías que ser tú el que la eligieras que para eso la vas a comprar. Sé supone que yo estoy de apoyo y al final estoy más ilusionada que tú.

- Lo siento -pongo mi frente sobre la suya y dejo que ella acaricie mi mejilla con mucha lentitud- también va a ser tu casa,  no lo olvides. Aunque sinceramente, mi hogar será donde estés tú, así que, me da igual la que compremos.

- No debería darte igual, Carlos -Valeria se separa de mi y pone sus manos en mi cuello- piensa un poco. De todas las casas  que hemos visto, ¿en cual de ellas te ves cocinando, tumbado en el sofá viendo la tele conmigo, o preparándonos para irnos a la cama por la noche?

Tuerzo un poco el gesto pensando en lo que ella dice. Como condiciones para elegir la casa, me parecen buenísimas. 

- Hay una que me gustó más que las otras -le digo curvando mi boca en una pequeña sonrisa.

- ¿Cuál fue?

-  La de dos plantas de Formigine.

- ¿La que tenía la chimenea en el dormitorio principal?

- Esa misma. Me veo sentado en invierno en esa chimenea comiendo castañas -Valeria se ríe y me abraza. Pone la cabeza sobre mi pecho y estamos así unos segundos. 

La api entra en la habitación y ambos nos separamos. Cojo a Valeria de la mano y nos acercamos a ella. 

- ¿Quieren ver la parte de arriba? -nos dice sin perder su sonrisa.

-  No, gracias, Richelle. Queremos ver la casa que nos enseñó en Formigine, de hecho -miro a Valeria y ella asiente con una sonrisa- creo que vamos a comprar esa casa.

Estamos en mi habitación del hotel de Maranello. Estoy tumbado en la cama repasando las últimas noticias del Madrid en mi móvil. Valeria sale del baño llevando un bote de crema en sus manos. Viene hacia la cama y se sienta encima.

- ¿Qué haces, Carlos?

- Ver muebles -agito mi móvil delante de su cara y ella rueda sus ojos.

- Sólo dos semanas y ya estaremos en la casa. Me parece increíble -me dice abriendo el bote. Coge una de mis manos y pone un poco de crema en ella mientras empieza a darme un masaje.

- Está vacía, y siendo al contado, es más rápido .-le digo disfrutando de las caricias de sus dedos- tenemos que empezar a comprar muebles.

- Una cama,  un sofá, la tele y una mesa para comer con sillas, nada más -me dice ella riéndose.

- Cuándo te pregunten porqué dejas el hotel, ¿Qué les vas a decir? 

- Que me voy con Darcy a vivir. Me ha dicho que me cubre hasta que queramos contarlo.

Asiento a sus palabras dejando que siga con el masaje, el cual me está poniendo los pelos de punta por la delicadeza conque lo hace. 

-  ¿Te he dicho hoy que te quiero, Valeria?

- Un par de veces, pero, se admiten más, por supuesto -me contesta ella regalándome una de sus preciosas sonrisas- además, dímelo mucho que cuando estemos en el circuito no podremos decirnos nada.

Me quedo pensando en eso. En cuando volvamos este fin de semana a competir. Cuando tenga que disimular lo mucho que la quiero delante de todo el mundo, y no lo contrario, mis ganas de gritar lo que la amo. 

- Te diré que te quiero delante de todo el mundo sin que se entere nadie -le digo pensando en la idea que ronda mi cabeza desde hace tiempo.

- Ja ja ja, ¿y cómo lo vas a hacer? -Valeria termina de darme el masaje y cierra el bote de crema. Lo deja encima de la mesita y sigue sentada mirándome.

- Ya te enterarás nena. Si te lo digo, no tiene gracia. Anda, ven. Vamos a comprar la cama.

- ¿Sin probarla?

- Tranquila. Que ya la probaremos -le guiño un ojo y ella me da un pequeño puñetazo en el hombro. Se recuesta a mi lado poniendo su cabeza en mi hombro. Se siente tan bien tenerla tan cerca. Menudo idiota que fui. No querer esto con ella, es de gilipollas. 

Durante un rato, miramos camas, edredones, almohadas. Hay miles y miles. Porque de las camas, pasamos a los sofás, sillas...y a mi ver tanto mueble, me está empezando a agobiar. Valeria me coge el móvil y me lo quita de las manos bloqueándolo. 

- Se acabó Carlos. Me duele la cabeza. Tiene que haber una tienda de muebles por aquí cerca donde podamos comprarlo todo -me dice ella girándose en la cama.

- Aquí no lo sé, pero yo amueblé mi casa en una tienda de Madrid. Después del Gran Premio de Italia podíamos ir y en dos días lo hacemos todo, ¿Qué te parece?

- Por mi vale. Yo ya te he dicho que me conformo con poco.

Me incorporo en la cama poniéndome encima de Valeria con mucho cuidado. Mis dedos acarician sus mejillas muy despacio. Acerco mi boca a la suya y voy besando su labio superior poco a poco hasta que ella los entreabre dejando que mi lengua se cuele entre sus dientes. La beso tan despacio que siento sus gemidos estrellarse en mi boca mientras ella se sujeta a mi cuello.

- Te voy a dar todo lo que tengo, Valeria -le digo apartándome de sus labios para clavar mi mirada en la suya- vamos a construir un hogar, los dos, juntos. Y no quiero que te conformes. Quiero que lo sientas como tuyo. Que cada rincón de esa casa seas tú. Eso es lo que quiero.

- ¡Eres idiota! Me vas a hacer llorar -Valeria se muerde los labios y no puede evitar que una lágrima caiga por su mejilla.

- Espero que llores porque estás contenta.

- Claro que si. Porque tú, me haces feliz, Carlos. Es que... yo nunca he tenido algo que pueda decir que es mi casa desde que me fui a estudiar a Cambridge. Cuando mi padre murió, nos fuimos a vivir con mi abuelo y es la única casa que conozco. En Inglaterra, vivía en una residencia. En Bogotá en una cabaña compartida y en Michigan...bueno, allí vivía en un motel. Por eso lo de la casa me entusiasma tanto.

- Me encanta que estés así de emocionada, cariño. Eso quiere decir que te mueres por vivir conmigo.

- O te mueres tú. Que yo soy un partidazo.

- Lo eres, nena.

Valeria lleva un rato mirando por la ventana de la habitación. Sólo lleva puesto una camiseta mía. Fuera está lloviendo y el frescor de la noche unido al olor de la hierba húmeda, penetra en toda la estancia. 

- Vuelve a la cama, Valeria -le digo llamando su atención. Ella se gira y la veo con la mirada perdida. Intenta darme una sonrisa pero algo en mi cabeza hace clic dándome cuenta de que ella no está bien- qué pasa, cariño?

Mi novia muerde sus labios y se sienta en la cama. Miro como se retuerce las manos en su regazo y al alzar los ojos, veo que están algo brillantes y que quiere llorar.

- ¿Valeria? mi vida, ¿estás bien?

- Carlos. Ya va siendo hora de que te cuente lo que me pasó.

Me quedo paralizado en la cama sin saber muy bien que hacer o decir. Me tiemblan las manos y ahora mismo me cuesta respirar. Ella también tiembla. Aún tiene esa mirada perdida. Muevo mis dedos un poco hasta alcanzar la mano que reposa en la colcha. La agarro y entrelazo nuestros dedos. Alza sus ojos y me da una pequeña sonrisa. 

- Cariño. No hace falta, de verdad -le digo acariciando esos dedos.

- Lo necesito, Carlos. Necesito contártelo. Necesito quitarme este peso que tengo -sus ojos ahora mismo me demuestran cansancio, tristeza y algo de miedo. Y no quiero verla así.

- Está bien. Pero, si ves que no puedes más, paras y lo dejas, ¿de acuerdo? 

Ella asiente con su cabeza. Coge aire con fuerza y lo deja salir lentamente por su boca. Aprieta sus labios, los cuales tiemblan ligeramente. 

- Yo no quería irme a Michigan. No quería dejar a mi abuelo. Pero, Colin Castais, el hijo del dueño, el imbécil que lo acompañaba durante la visita a Ferrari, no dejaba de agobiarme. Quería que trabajara para ellos como la supervisora de su planta de motores. A principios de año había visitado la fábrica, y me había gustado, pero, no les quise dar una respuesta. Colin no paraba de regalarme el oído, así que, decidí probar, a ver lo que pasaba...

Un año antes...

El cambio de turno en la fábrica se realizaría en tan sólo 10 minutos. Valeria estaba terminando de actualizar unos datos cuando Colin Castais la llamó para que subiera al despacho de su padre. Fastidiada, recogió sus cosas, y caminó escaleras arriba. Un escalofrío recorrió su cuerpo y se apretujó en su chaqueta antes de llamar a la puerta.

Fue el propio Colin que le abrió con una lasciva sonrisa en sus labios que a ella le dió muy mala espina. Su padre estaba apoyado en la mesa que presidía el gran y frío despacho. La recibió con amabilidad y la hizo tomar asiento frente a él.

- Estamos muy contentos con su trabajo, señorita De Luca - empezó a decirle Anthony Castais -en el poco tiempo que lleva usted aquí ha hecho grandes progresos.

- Muchas gracias, se lo agradezco -le respondió ella con una amable sonrisa. No sabía porqué pero la mirada de padre e hijo sobre ella, no le gustaba nada.

- Creo que ya va siendo hora de que pase usted a ser la supervisora de la planta...

- Oh, pues muchas gracias. Estoy muy agradecida .

- Eso es lo que quiero, señorita De Luca. Ver como es usted de agradecida, y por supuesto, que se gane usted el puesto.

Anthony pasó su lengua por su labio superior y bajó su mirada hasta posarla en su miembro, el cual abultaba ya en sus pantalones, desde que Valeria entró por la puerta.

- No lo entiendo señor Castais... -le preguntó Valeria muy confundida. Su corazón empezó a latir con fuerza y los nervios se apoderaron de su cuerpo impidiéndole moverse del sillón y salir corriendo.

- Que te agaches Valeria y le hagas un buen "trabajito" a mi padre -le dijo Colin con una sonrisa burlona- y después, yo también querría follarte la boca.

Valeria se estremeció y sintió miedo. Mucho miedo. Se levantó del sillón dispuesta a salir de allí corriendo, cuando los brazos de Colin la atraparon, sin poder moverse.

Valeria gritó y pataleó. La mano de Colin le tapó la boca con fuerza imposibilitándole que casi ni pudiera respirar. Su padre, mientras tanto, la sujetaba de las piernas para que no se moviera. Entre ambos la arrojaron al suelo esquivando las patadas y golpes que ella les profería.

Jamás en su vida había pasado tanto miedo. Nunca había sentido tanta impotencia. Se sentía débil. Inútil. Despojada de su libertad. Colin seguía con esa mano en la boca, mientras con la otra le sujetaba los dos brazos con fuerza. Su padre se colocó encima de ella y con una de sus manos le desgarró la blusa manoseando sus pechos con brusquedad. 

Sus lágrimas se mezclaron con el sabor de la sangre de su labio, pues intentó morder a Colin, pero él le dio una bofetada que la hizo perder el sentido por unos segundos. Las manos de Anthony estaban por todo su cuerpo. 

- ¡Estáte quieta, joder! -le decía el mayor de los Castais- o será peor, créeme.

El viejo deslizó sus manos por dentro del pantalón de Valeria arrancándole los botones. Llegó incluso a tocarle  sus partes íntimas y colar uno de sus dedos dentro de ella. Valeria se retorcía de dolor, impotente a la invasión de su cuerpo. 

- ¡Date prisa, padre! -le instaba Colin mientras él también sujetaba a Valeria- no me va a dar tiempo a mi como sigas así.

- ¡Es que está muy seca joder! Así no puedo -Anthony llevó su mano a su pantalón y se sacó su flácido pene. Llevo sus dedos a su boca y los impregnó de saliva mojando su miembro para poder así penetrar mejor a Valeria

- Da igual joder. Tú hazlo. Esta zorra no se merece que tengamos cuidado.

Cerró sus ojos, y por unos segundos y con toda la frialdad del mundo, recordó sus clases de kárate. Su profesor les había preparado para situaciones como esta, y sólo era cuestión de relajarse y aprovechar el momento. Y este llegó, cuando Anthony le soltó las piernas para poder bajarse mejor los pantalones, y ella aprovechó le dio una patada en la boca. Levantó su pierna, la cual, hizo contacto con la cara de Colin y mientras padre e hijo se recuperaban del impacto sufrido, ella se retorcía de su agarre, con sendos puñetazos más, que consiguieron que pudieran levantarse.

Valeria no miró atrás. Salió de ese despacho todo lo deprisa que pudo, sujetándose su maltrecha ropa. Algunos operarios de la fábrica la vieron bajar las escaleras. Ella intentó gritar pidiendo ayuda, pero, cuando vieron a Colin que la perseguía gritándole toda clase de improperios, siguieron a su trabajo como si la cosa no fuera con ellos. 

La rubia se  asustó pensando que nadie haría nada por ella, y en un mal paso, cayó rodando por las escaleras, perdiendo la conciencia de camino. 

Cuando despertó, dos días después, Diana estaba a su lado cogiendo su mano. Nadie sabía que había pasado en realidad. Se lo imaginaban, pero, nadie quería hablar. 

Y así fue como Valeria sufrió, lo peor que le había pasado en la vida. 

Tengo que aguantar toda la rabia y la furia que siento en estos momentos. El como no salir corriendo y buscar a Anthony Castais y hacerle pagar por lo que le hizo a Valeria. A ella. A mi niña. Casi la viola ese desgraciado. Casi me la destruye. Y encima tuvo la poca vergüenza de pavonearse por el paddock como si no hubiera hecho nada, como si lo que pasó fuera culpa de ella. Juro por dios que como vuelva a acercarse a ella, se le quitarán las ganas hasta de vivir. 

- Valeria, mi amor -pongo mis manos en sus mejillas y ella, por fin, cae derrumbada encima de mi. Dejo que llore, que se desahogue. Intento calmarla como puedo. Con caricias en su espalda y con las palabras de amor que solo guardo para ella. Pasan minutos, creo que hasta una hora, y cuando ya está más calmada, la quito de mi pecho. 

- Lo de después también fue muy complicado, Carlos. Quise denunciarlos, pero, me aconsejaron que si lo hacía, sería mi palabra contra la de ellos y que sería muy difícil de demostrar. No era la primera chica que los acusaba de intento de violación, y por lo menos, yo, tuve suerte. Yo sólo quería irme de allí. Volver a España, con mi abuelo. Me dieron varios ataques de ansiedad durante mi estancia en el hospital. Y Diana me vio tan mal, que me sacó de Estados Unidos con rapidez. Me llevó a una clínica especializada en Madrid, pero, no sirvió para nada. Mi abuelo y estar en su casa, fue lo que me ayudó. Sé que hice mal. Se que lo tenía que haber denunciado, pero, no pude Carlos...no pude. Yo sólo quería alejarme de esa pesadilla...

- Ei...Shhh. No importa. Era tu decisión cariño. Tú vida. En ese momento tú eras más importante. Y lo sigues siendo. Estoy tan orgulloso de ti. De la mujer que eres. Que te hayas levantado y puesto en pie para conseguir hacer algo tan grande como lo que estás haciendo en Ferrari. Eres digna de admiración, Valeria De Luca.

- Soy una cobarde .

- No. Eres una superviviente -llevo mis labios a los suyos y los rozo durante unos segundos. Dejo que ella me bese. Que sea ella la que mande en el beso porque sé que lo necesita- te quiero tanto, Valeria.

- Necesitaba decírtelo todo.

- Y me alegro de que lo hayas hecho. Significa mucho para mi que me lo hayas contado. Y esto sólo hace que te quiera aún más, valiente, Valeria.

Valeria pone sus manos en mi cuello y me da una pequeña sonrisa intentando más calmarme a mi que a ella. Nos quedamos unos segundos así, mirándonos. Sin decir nada. Sólo disfrutando del silencio.

- ¿Estás bien? -le pregunto tremendamente preocupado por ella.

- Un poco. Más aliviada supongo -me contesta con un débil sonrisa.

- ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?

- Oh, si que puedes hacerlo. Hazme sentir. Hazme sentir que me quieres, Carlos -su mirada. Su voz. Es una súplica. Pero ella no tiene que hacerlo. No tiene que pedirme que la quiera cuando yo la amo tanto.

Acerco mi boca a la suya y la agarro de las caderas para tumbarla en la cama. Mis dedos repasan sus mejillas y mi mirada se posa en la suya. 

- Soy tu torre, Valeria. Soy tu lugar seguro. A mi lado, no tienes que tener miedo, porque yo lucharé contra todos, y les ganaré. Así sea lo último que haga en ésta vida.

*** Bueno, pues por fin habéis podido saber todo lo que le pasó a Valeria cuando estaba en Michigan. El capítulo ha sido algo duro de escribir para mi porque no estoy acostumbrada a describir estas clases de escenas, pero como veis, era necesario para continuar la historia. Prometo que los Castais tendrán su merecido.

Y ahora, miles de aplausos para todos vosotros. ¡¡¡Estamos casi llegando a los 48K!!! y esto es gracias a vosotros por apoyar tanto esta historia. Miles de gracias por leerla y disfrutarla. También por votarla (la estrellita es tan bonita cuando la pulsas) y todo lo demás que hacéis. 

Nos vemos pronto con un nuevo capítulo. Y quien sabe, si llegamos a los 50K, haremos algo especial. Por cierto, muchas gracias también a mis nuevos seguidores, es súper-bonito cuando alguien me sigue (si, aún me emociona como si fuera el primer seguidor que lo hace) y bienvenidos a mis locuras. El maratón de capitulo diario está cada vez más cerca ***


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