𝟥𝟪. 𝐸𝓁 𝓉𝒾𝑒𝓂𝓅𝑜
Un tiempo después...
Quiero morirme. Su mano está sobre los hombros de la chica. Es morena, tan alta como él y bastante exuberante. La mira. Se ríe. Y la besa. Y mi corazón estalla en miles de pedazos. Él despega sus ojos de ella unos segundos para fijar su mirada en mí. Está desconcertado. No se esperaba que yo estuviera aquí después de tanto tiempo. Me doy la vuelta aguantándome las lágrimas. Salgo del garaje apretando mis manos en el pecho. Quiero huir de nuevo. Lejos de este dolor.
- ¡Valeria! ¡Espera!
Su voz hace que aminore mis pasos. No quiero verlo. Ni hablar con él. No puedo ahora mismo. Pero él me alcanza poniendo una de sus manos en mi brazo. Me da la vuelta, quedando expuesta a él y a su mirada.
- ¿Qué haces aquí, Valeria?
- He vuelto, aunque me estoy arrepintiendo a cada segundo -Carlos lleva sus manos al pelo y me mira con incertidumbre.
- Debiste haberme avisado.
- ¿Para qué? ¿Para que me presentaras debidamente a la morena?
- Valeria... yo...
- Te pedí tiempo. Te lo pedí, y tú estuviste de acuerdo. Dijiste que me esperarías.
- Casi un año Valeria. Casi un año sin saber absolutamente nada de ti. Ni un mensaje, ni una llamada, nada... ¿Qué querías que hiciera?
- Esperarme -le digo apenas con un hilillo de voz. Carlos me mira y baja su mirada al suelo hasta que vuelve a alzarla.
- Voy a ser padre... mi novia está embarazada y vamos a casarnos...
Y ahí es cuando me acabo de romper sabiendo que jamás volveré a ser la misma.
Me levanto bañada en sudor. Me llevo la mano al corazón porque ahora mismo me late tan deprisa que creo que me está dando arritmia. Enfoco mis ojos y me doy cuenta de que sigo en mi cama del hostal de mi madre. Miro la hora y son casi las tres de la mañana. Aparto la sábana y me voy hacia la ventana dejando que la brisa fresca del mar refresque mi cuerpo.
Un sueño. He tenido un maldito sueño que me tiene al borde de las lágrimas. He soñado que perdía a Carlos y esa sensación es la más horrible que he tenido en mi vida. Dejo que pasen unos minutos intentando calmarme, y me aparto de la ventana. Camino decidida saliendo de la habitación y la cierro con cuidado. Subo los escalones de enfrente, los que me llevan a la planta de arriba donde está él. Mi madre no lo dejó irse a otro sitio y estará aquí hasta mañana que sale su vuelo.
En cuanto estoy enfrente de su puerta, cojo aire con fuerza intentando calmarme de nuevo. Pongo mi mano en el manillar y la abro despacio. La puerta se abre y entro en la habitación sin hacer ruido.
Carlos duerme destapado y con la ventana abierta. La luz de la luna ilumina su cama y está de lado durmiendo solo con sus bóxer negros. Camino decidida hasta la cama, mirándolo aún con el corazón desbocado. Como si me intuyera, él abre los ojos y al verme se muestra sorprendido. Nos miramos los dos unos segundos hasta que él se mueve un poco en el colchón, dejándome espacio para que pueda acostarme. Me tumbo a su lado, de espaldas a él. Pasa una de sus manos por mi cintura y enrosca sus piernas con las mías. Me sujeto a él y dejo que apoye su cabeza en mi hombro.
- No quiero ningún tiempo -le digo sin mirarlo- quiero el ahora contigo.
- Pues sin tiempo entonces, pero, con una condición. Serás mi novia, Valeria, o eso, o nada.
Trago saliva y me aguanto las ganas tan grandes de chillar que tengo. Me muevo hasta estar más cómoda en la cama y cierro mis ojos disfrutando de la calidez de su cuerpo junto al mío. Del lugar que ninguno debió abandonar nunca. Uno al lado del otro.
- Duérmete novio, que ya está bien por hoy.
Abro mis ojos debido a la claridad que entra por la ventana. Ya no siento sus brazos en mi cuerpo. Me incorporo un poco en la cama y ahí está él, sentado justo a mi lado, con la vista perdida mirando por la ventana. Me muevo un poco poniéndome detrás de él abrazándolo por la espalda. Carlos ladea su cabeza y me regala una preciosa sonrisa de buenos días.
- Has ido a correr -le digo besando su cuello.
- Hace un rato, sí. Estabas frita -me dice agarrando mis manos.
Nos quedamos los dos abrazados escuchando como las olas del mar se estrellan en las rocas y como el olor a salitre se cuela en la habitación. Apoyo mi cabeza en su espalda sintiendo los latidos de su corazón. Tenerlo de nuevo a mi lado, y esta vez de una forma tan diferente, es todo lo que necesito para ser feliz. Mi corazón late demasiado deprisa. Late por él. Siempre ha sido por él.
Paso mis dedos por su espalda desnuda consiguiendo que se le erice la piel de los costados. Siento la terrible necesidad de tocarlo para sentir que si, que está aquí, y que ahora es mío. Porque lo es. Igual que yo soy suya.
- Te quiero, Carlos.
Carlos pega un respingo y se da la vuelta apartándome de su espalda. Juro por dios que la sonrisa que estoy viendo ahora mismo en su cara, es la más bonita que he visto en mi vida. Sus manos apartan el pelo de mi mejilla para poder mirarme mejor.
-Voy a necesitar que me lo digas otra vez y no pensar que es un sueño, Valeria.
- Te quiero -le digo riéndome al ver el anhelo en su mirada.
Carlos me agarra y me estrecha contra su pecho tan fuerte que tengo que darle un pequeño puñetazo para que deje de hacerlo.
- Estoy loco por ti, Valeria. No te puedes imaginar lo mucho que te quiero.
Sonrío. Me río. Alzo mis brazos y envuelvo su cuello con ellos mientras pruebo su boca. Nos besamos lentamente, como si tuviéramos miedo de hacernos daño el uno al otro. Había echado de menos sus labios contra los míos. Su ávida lengua. Nos separamos compartiendo una mirada cómplice con la que nos decimos todo.
- ¿Qué ha pasado con eso de tomarte un tiempo? -me pregunta poniendo sus manos en mi cintura.
- Que anoche tuve una mierda de sueño y he decidido que ese tiempo lo quiero tomar contigo a mi lado.
- Joder, nena, me parece perfecto. No quiero que te vayas otra vez, Valeria. Estoy perdido sin ti.
Quiero llorar. Esto es todo lo que había deseado escuchar de sus labios. Todo lo que quería tener de él. Y se siente demasiado bien. Demasiado bonito. Ahogo un suspiro intentando calmarme. Esos ojos me imposibilitan que lo haga. Que no esté nerviosa con su cercanía.
- No voy a hacerlo. Ya no más. Ya lo sabes todo de mí, Carlos. Y sinceramente, es un alivio que lo sepas. No quiero tener secretos contigo.
- Ni yo. No te escondo nada, Valeria. Esto es lo que soy, lo que tengo para darte.
- Es suficiente. Contigo tengo todo lo que quiero.
Esa sonrisa que pone tras mis palabras es suficiente para calentar mi corazón. Para confirmar aún más lo que yo ya sabía, que lo quiero con toda mi alma. Que esta es la persona que elegí hace tiempo. Con nuestros errores. Pasamos un rato más en la cama, hablando de nuestras cosas. Y haciendo pequeños planes para estos días.
Me tumbo de nuevo en la cama y él se recuesta a mi lado. Sus dedos trazan pequeñas caricias en mi estómago que me hacen contraerlo. Él sabe las cosquillas que tengo en ese punto y no por eso deja de tocarme.
- Déjame que te compense por lo de tu cumpleaños, nena.
- No hace falta, de verdad -le contesto mientras él besa mi estómago.
- ¿Recuerdas como te convencí en Mónaco para que te compraras aquel vestido?
Carlos levanta su vista de mi barriga y me da una larga mirada cargada de deseo. Siento mis mejillas arder recordando perfectamente aquel polvazo que echamos en la cómoda de su habitación en el Home Trailer. Trago saliva cuando siento como su boca va descendiendo por mi estómago hasta posarse justo encima de mi monte de Venus. Pongo uno de mis dedos en su barbilla y se lo levanto antes de que esto vaya a más y me quite la capacidad de pensar, haciendo lo que quiere conmigo.
- Tú ganas, Carlos.
- ¿No quieres que te convenza? - su traviesa sonrisa hace que mi vientre sufra un pequeño espasmo y que tenga que apretar mis piernas nublada por la excitación.
- Si, si quiero, pero, prefiero que lo hablemos antes.
Carlos pone sus manos en mis caderas y tira de mí hasta tener su boca más cerca de mi sexo. Sus dedos se enganchan en el elástico de mis braguitas y las desliza por mis piernas quitándomelas muy lentamente.
- Hay poco que hablar, Valeria. Tú, yo y Zanzíbar en dos días -sus dedos tocan mi clítoris consiguiendo que un pequeño gemido salga de mi boca a la vez que él se humedece los labios- di si y listo.
Su cálido aliento cosquillea en ese punto de placer que tan loca me vuelve. Uno de sus dedos se mueve despacio, apenas una pequeña caricia que hace que me retuerza un poco tras su toque.
- Sí...sí... -un ronco gemido sale de mi garganta al sentir la punta de su lengua en mi rosada carne. Solamente un roce que me hace agarrar la sábana y retorcerla con desesperación.
- ¿Si a Zanzíbar?, ¿o si a no pares?
- A todo, Carlos, a todo.
Mi respuesta es lo que él necesitaba para bajar su boca y posarla encima de mi clítoris. Su lengua me prueba con una pequeña lamida que arranca un jadeo entrecortado de mis labios. Alza sus ojos y se está quieto relamiendo sus labios.
- Sabes tan condenadamente bien. A locura, ese es el sabor que tengo en mi lengua.
- Carlos -le digo enloquecida porque quiero que siga- No me hagas esto.
- ¿Quieres que pare? -Carlos vuelve a lamer mi clítoris, esta vez en círculos, y se para de nuevo. Mi abertura palpita de una manera dolorosa deseando completamente su atención.
- No, por favor, no pares.
Carlos me da una salvaje mirada y hunde su lengua en mi sexo. Respiro entrecortadamente y siento mi pulso acelerarse cada vez que su lengua se mueve arriba y abajo. Prueba cada centímetro de mi sexo con avidez, chupando y lamiendo la unión entre mis muslos. Mis entrecortados jadean rebotan en las paredes de la habitación. Él me roba el aliento con cada embestida de su lengua.
Todas mis terminaciones nerviosas sufren una pequeña descarga eléctrica cuando sus dedos se hunden en mi interior, cuando sé que quiero estallar en miles de pedazos. Él mueve esos dedos con demasiada lentitud. Los saca y los vuelve a meter con mucha parsimonia. Chupa, lame, muerde y pellizca mi sexo a su antojo, y aquí me tiene, rendida a él.
Mis piernas se cierran por inercia, pues sé que mi liberación está muy cerca. Es lo que quiero. Liberar toda esta tensión y venirme en su boca. Pero, él, como siempre, le gusta atormentarme y cuando estoy a punto de correrme, él deja de besarme levantando su cabeza con esa intensa mirada que pone cada vez que quiere estar dentro de mí.
- Carlos -gimoteo su nombre protestando airadamente y lo que recibo de él es una mordida en mi sexo que me hace estremecer de nuevo.
- Quiero que te corras conmigo dentro de ti, follándote bien fuerte, nena.
Vale si, esa puta voz con ese tono tan sexy podría hacer que me corriera ahora mismo. Me tiene donde quiere el cabrón. Él me agarra de las caderas bajándome hasta estar casi a la altura de su boca. Sus labios atrapan los míos en un exigente beso mientras una de sus piernas lucha con las mías para que las abra. Cuando lo hago, su mano guía la punta de su pene hasta mi interior y se hunde en mí de una fuerte embestida. Todo mi cuerpo se arquea y reclama más de él. Lo miro jadeante e implorando que se mueva, porque desde que está dentro, no lo ha hecho. Y duele.
- Muévete -le digo poniendo mis manos en su trasero agarrándolo bien fuerte para que lo haga.
- Vamos a dejar las cosas bien claras, novia -Carlos rota un poco sus caderas y se muerde el labio superior sin dejar de mirarme. El que no se mueva es una puta tortura.
- ¿Y tiene que ser ahora? -le digo sintiéndome algo desesperada. Levanto mis caderas provocándolo, pero él no hace ademán de moverse - ¿no puedes esperar a que terminemos?
- No, no puedo porque me distraes, hechicera.
- Ay, dios -muevo mis caderas intentando encontrar alivio de alguna manera. Él pone una de sus manos debajo de mis muslos para que me esté quieta, subiéndolas lentamente hasta alcanzar mis rodillas.
- No más secretos, Valeria. Ni tuyos ni míos. Mira a lo que nos ha llevado todo esto, ¿de acuerdo?
Asiento con mi cabeza y Carlos se retira de dentro de mí para volver a entrar de nuevo con otra fuerte embestida que arranca otro gemido de mi garganta.
- ¡Joder! -le digo sintiendo como su pene palpita en mi interior y como me embiste profundamente.
- Si le tienes que decir a alguien que estamos juntos, se lo dices. No más mentiras. Una cosa es ir con discreción y otra que tengamos que escondernos. No me avergüenzo de ti, al contrario, estoy muy orgulloso de que quieras estar conmigo, ¿de acuerdo también?
- ¿Y qué hacemos con Aless?
- Nena, no pronuncies el nombre de ese cabrón mientras estoy dentro de ti. Porque eso hace que me cabree.
Y de nuevo lo hace. De nuevo sale de mí y esta vez entra muy despacio. Tan lentamente que quiero llorar. Me agarro a sus hombros porque estoy frustrada y no quiero aguantar más.
- Ya lidiaremos con el puto italiano. Juntos. Porque si te pasa algo, por pequeño que sea, quiero ser el primero en saberlo. Soy tu novio, pero, también soy tu amigo y todo lo que te pase a ti, me pasa a mí, ¿ok?
No sé si contestar. Porque cada vez que lo hago recibo un empujón de su pene dentro de mí que me tiene al borde del abismo. Ese abismo que quiero saltar de una vez. Él se mueve un poco, solamente un poquito hasta conseguir encenderme otra vez. Hasta querer que no pare porque ya no puedo más.
- ¿Valeria? -Carlos sale completamente de mí. Su punta apenas me roza dejándome casi sin respiración.
- Joder, a todo que sí. Pero muévete de una puta vez que yo ya no puedo más.
Carlos se ríe y poco a poco se va moviendo hasta deslizarse dentro de nuevo. Sabe el efecto que tiene en mí, lo sabe perfectamente. Porque él es mi locura. Lo es. Desde el momento que sus labios me besaron por primera vez, desde ese momento ya me perdí. Él empieza a moverse muy lentamente. Baja su cabeza hasta rozar mis labios y me entrego a ese beso, al roce de sus caderas contra las mías, a sus manos que sujetan mis muslos. Mis gemidos llenan la habitación reclamándole que no pare. Me agarro a sus hombros. Le clavo las uñas y alzo mis piernas hasta rodearle las caderas con ellas. Sus embistes son cada vez más profundos. Más intensos.
Ha cambiado el ritmo y ahora cada vez va más rápido haciendo que me cueste respirar. Porque él me quita la respiración. Sus labios se pegan a mi cuello y sus manos se ponen a ambos lados de mi cabeza.
- No puedo más, Carlos. No puedo más -mi voz es un ruego. Siento que todo mi cuerpo se rompe y que yo quiero estallar en miles de pedazos.
- Hazlo. Hazlo, Valeria. Córrete para mi.
Esa voz. Esa voz que hace que todas mis terminaciones nerviosas tiemblen. Siento un cosquilleo en mi vientre y como mis piernas se cierran aún más. Arqueo mi espalda recibiendo sus embestidas más profundamente.
- ¡Joder nena! Mi stai stingendo -me dice gruñendo en mi oído.
- Lo siento -le digo besando la piel desnuda de su cuello.
- Non chiedere perdono tesoro. Mi hai preparato.
Le busco la boca para besarlo, pero acabo gimiendo su nombre nublada por el deseo. Tengo un orgasmo bastante fuerte. Pero es que encima él, sigue moviéndose más deprisa y acaba viniéndose conmigo. Me besa, no, me come la boca y su lengua engulle la mía mientras los dos nos corremos juntos. Fuerte. Bien fuerte.
Carlos levanta su cabeza y me mira mientras ambos intentamos recuperar la respiración. Sus mejillas están rojas del esfuerzo y ahora mismo a mí me va a estallar el corazón en el pecho de lo mucho que lo quiero.
- Te quiero, Valeria. Ojalá pudiera decirte el momento exacto en que me enamoré de ti, pero lo cierto es que no fue un momento, fuiste tú ese instante justo en el que mi corazón decidió que solamente tú podías ser su dueña.
- Creo que lo adoro.
Mi madre me atrae hacia su pecho y deja un beso en mi frente. Carlos está fuera, en el huerto ecológico que ella y Lisa tienen, cogiendo tomates con la novia de mi madre. Los pone en una cesta de mimbre y se ríe con algo que le dice ella.
- Lo sé. Causa ese efecto. El abuelo lo ha adoptado -le digo sin apartar la vista de mi novio.
- Ayer hablé con él. Deberías llamarlo, cariño. Está realmente preocupado por ti. Dice que el italiano ese lo llamó desesperado preguntando donde estabas.
- Ya he hablado con el abuelo esta mañana mamá. No te preocupes. Y le mandé un mensaje a Aless diciéndole que estaba de vacaciones y no quería saber nada del mundo -me muerdo la lengua por no preocupar a mi madre. Cuando esta mañana he encendido el móvil tenía demasiadas llamadas perdidas de Aless así como mensajes. No quería contestarle porque estoy que me subo por las paredes, pero, mejor es que no sepa que lo sé todo y actué con normalidad
- ¿Algo que debe saber de ese tío? -mi madre alza una de sus cejas y yo resoplo pensando en Aless. A mi madre tampoco puedo contarle nada por qué le pasa como a mí, se calienta bien pronto y lo destruye todo protegiendo a sus hijas.
- Lo rechacé y aun así sigue insistiendo. No sé que voy a hacer con él mamá.
- Decirle que tienes novio, por ejemplo.
- ¿Y qué le haga la vida imposible a Carlos?, no, gracias. Ya pensaré en algo.
- Valeria, cariño. Te recuerdo que tu hermana tuvo una relación muy tóxica y acabó en el hospital. No quisiera yo estar en esa situación de nuevo, ¿de acuerdo?
Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo. Imágenes de mi hermana. Sangre. Mucha sangre, invaden mi mente hasta casi hacer que me cueste respirar. Aún pienso en ese día. En el día en el que casi pierdo a Diana.
- ¡Voy a hacer gazpacho!
El grito de Carlos alzando la cesta me hace volver a la realidad. Le doy una sincera sonrisa mientras él sigue cogiendo verdura la mar de entusiasmado.
- Mamá, no voy a dejar que me pase como a Diana. Carlos nunca me haría algo así.
- Más le vale. Porque si algún tío vuelve a hacerles daño a mis niñas, esta vez la que voy a la cárcel, soy yo, porque los despellejaré vivos hasta que mueran lentamente.
* Me la estás apretando
* No tienes que pedir perdón nena. Me tienes a punto
*** Que bonitos los capítulos sin drama. ¿Qué no habrá más? No de coña, pero esta vez dejaremos un poco a Carleria. Vienen cosas más bonitas, para disfrutarlas, reír y llorar. Pero, como siempre, no os fiéis de mi.
Gracias por el apoyo, lo digo y lo repito, me siento muy querida por todos vosotros. Cuando uno no está al 100% y esta historia le da tantas alegrías, es lo que hace que me sienta mejor. Seguid así, sois los mejores ***
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro