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𝟥𝟨. 𝒟𝒶𝓂𝑒 𝓊𝓃𝒶 𝑜𝓅𝑜𝓇𝓉𝓊𝓃𝒾𝒹𝒶𝒹

Creí que sería más fácil. Creí que volver a trabajar, en mi ambiente y con mi rutina, sería lo que necesitaba para mejorar y seguir adelante. Estúpida de mi, pensaba incluso que una vez que viera a Carlos, sería capaz de perdonarlo y de intentar que todo fuera como antes. Porque lo amo. Y este amor me ciega tanto que no soy consciente de todo lo que me rodea y de lo que ha pasado. Dicen que el amor nos vuelve idiotas. Bueno, pues a mi me ha vuelto gilipollas. 

Cuando decido volver y estar con mi equipo para el penúltimo premio antes de las vacaciones, y en todo internet están las fotos del chico con el que creía estar, la vuelta se hace más difícil. He sentido rabia. Decepción. Desilusión. Carlos ha jugado a dos bandas. Conmigo y con su ex. Porque por más que él me diga que no se ha acostado con ella, yo, no lo creo. Y no es sólo eso. Es el hecho de que no he recibido de él ni un mensaje. Ni una llamada durante mi ausencia. Como si yo no existiera. Como si no me hubiera pasado nada. Como si estos meses no hubieran sucedido jamás. 

Le ha podido más su orgullo de sentirse desplazado por Aless, a preocuparse por mi. Y duele. Duele de cojones sentirse así. Lo he necesitado tanto. A él y sólo a él. Y no ha estado a mi lado. Algo que me hizo prometer una vez, y ha faltado a su palabra. 

Lo tengo delante y mi cabeza y mi corazón van cada uno por un lado. Pero, tengo que ser fuerte. No quiero ser débil. Miro a Carlos y alzo mi barbilla aguantándome las lágrimas que pugnan por salir. Jamás lo había visto así. Derrotado. Hundido. Desesperado. Y quizás, sólo quizás, arrepentido. Pero, aquí la que cuenta soy yo. 

- Si salgo de la ducha y sigues en mi habitación, presentaré mi renuncia a Ferrari. Me largaré de aquí bien lejos y no volverás a verme en la vida. Y que conste que no lo he hecho antes porque me importa más mi trabajo y lo que estoy haciendo que tú. Así que, tú decides.

Carlos me mira horrorizado. Va a abrir la boca para replicarme, pero yo me doy la vuelta metiéndome en el cuarto del baño aguantándome las lágrimas. Me he mordido tanto el labio que me he hecho sangre. Me lo miro en el espejo y se está hinchando. Cojo una toalla y presiono sobre el, sintiendo las primeras lágrimas deslizándose por mis mejillas. Abro el grifo de la ducha y dejo que corra el agua.

Aún no quiero llorar. Darcy está al lado. Sé que vendría corriendo y quiero que todos vean que todo esto no me afecta aunque no sea así. Estoy mal. Él me ha dejado sola cuando me prometió que nunca lo haría. Lo necesitaba. Que me abrazara y que me prometiera que todo iba a estar bien y que fuera él quien se hiciera cargo de la situación. Y no lo hizo. En su lugar, el lugar que a él le correspondía, fue Aless quien lo ocupó. Quien me calmó y me dio todo lo que necesitaba. Creo que nunca podré agradecerle todo lo que ha hecho por mi. Gracias a Aless no estoy peor de lo que estoy.

Me meto en la ducha y dejo que las lágrimas salgan ya sin ningún tipo de control. Lloro por mi. Porque aún no estoy bien del todo y porque Ferrari se me viene grande. Lo sé. Demasiado he aguantado. Pero si lo he hecho, es porque tenía a Carlos a mi lado que no me dejaba caer.

Hasta ahora.

Salgo de la ducha y envuelvo mi pelo en una toalla. En menos de media hora tenemos que irnos al circuito de Paul Ricard y malditas las ganas que tengo de ir. Darcy está sentada en la cama móvil en mano. En cuanto me ve, se pone en pie y viene decidida hacia mi.

- ¿Se ha ido ya? -le pregunto aún angustiada.

- Si, lo he tenido que amenazar y se ha ido. Joder, ¿porqué no me dijiste que hoy es tu cumpleaños?

- Porque odio mi cumpleaños con cada fibra de mi ser.

- Será por algo, ¿no?

- Porque hace unos años, el día de mi cumpleaños, mi abuela ingresó en el hospital enferma de cáncer y ya no volvió a casa nunca más. Me había preparado una pedazo de fiesta, para celebrarlo. Cayó redonda en la cocina haciéndome la tarta... -siento como las lágrimas se derraman por mis mejillas acordándome de ese día. Todos los sentimientos afloran en mi cabeza, unido a todo lo que he sufrido en estos dos días.

- Joder, cuanto lo siento, Val -la pelirroja viene hacia mi y me estrecha entre sus brazos. La dejo que me abrace y me pongo a llorar desconsolada porque ya no puedo más- llora todo lo que quieras cariño. Te dejo llorar en mis brazos, pero, cuando volvamos al circuito ni una puta lágrima. Que ese cabrón no te vea llorar.

Asiento a sus palabras y me abrazo más a ella porque eso es lo que necesito en este momento, abrazos. Darcy se espera hasta que me visto y salimos juntas de la habitación en dirección al circuito. Esperando el ascensor, nos encontramos a Charlie, el cual me mira con cara de circunstancias.

- Valeria -me dice casi rogándome.

- Si lo vas a defender -le digo con algo de dureza en mi voz- ahórratelo Charlie, o te hago la cruz a ti también.

- No voy a defenderlo, aunque sea mi amigo. Ya le advertí sobre esto y...

- ¿Tú lo sabías? ¿Sabías lo de su ex? -esto es ya lo que me faltaba. Creí que él era mi amigo y también me ha ocultado lo de Carlos y su ex.

Charlie baja su cabeza y asiente mirándome algo nervioso. Estoy cabreada, muy cabreada. Las puertas del ascensor se abren y cuando va a entrar, pongo la mano para que no lo haga, ganándome una desconcertada mirada por su parte.

- El amigo de él, eres tú, no el mío, Charles.

Las puertas del ascensor se cierran dejando a un Leclerc bastante confundido con mis palabras. Me apoyo en la pared y cojo aire con fuerza para que me llegue bien a mis pulmones.

- Val. No seas muy dura ahí fuera con los dos. Recuerda que se juegan la vida cada vez que se suben a un coche -me dice Darcy.

- Pues como dice Lenna, que hubieran estudiado para funcionario, así seguro que no tenían problemas.

Ni siquiera he sido capaz de mirarlo. Llevo mis auriculares en los oídos y no me los he quitado desde que he entrado en el garaje. "Running up that hill" de Placebo, me permite abstraerme y no escuchar a nada ni a nadie. Cojo mis datos y me voy a mi zona. Puedo sentir la mirada de Carlos clavada en la mía, pero, no pienso levantar mi cabeza bajo ningún concepto.

Aprieto mis labios y repaso mis datos dando indicaciones sin permitir que nadie me hable. Aless camina lentamente hasta ponerse a mi lado. Ahora mismo es al único que tolero. Porque es el único que ayer me ayudó y no me dejó sola. Me quita uno de los auriculares y se lo pone en su oído. Asiente con su cabeza y sigue mirando impasible hacia el frente.

https://youtu.be/x5GuBa4Bbnw

- Buena versión, pero no hay nada como la original -me dice mientras gira un poco su cabeza para mirarme.

- Si bueno, se ha puesto de moda con "Stranger things", pero yo la conocía de antes.

Durante unos segundos ninguno de los dos habla. Puedo sentir como me mira. Aún en la otra punta del garaje, puedo sentirlo. Y aún así, aún así después de lo que ha pasado, me hace temblar de arriba a abajo. 

- ¿Cómo estás? -me pregunta Aless ladeando su cabeza lentamente y devolviéndome el auricular.

- Mal. Pero tengo que estar aquí, o me volveré loca -le confieso con sinceridad- el médico me ha mandado medicación.

- ¿Y vas a tomarla? -encojo mis hombros porque aún no lo he decidido. Yo ya tengo un tratamiento para la ansiedad, y no quiero tomar más pastillas- yo sé lo que puedes necesitar.

Lo que yo necesito pasa cerca de mi, y cuando lo hace me da una triste mirada cargada de rabia, que sé que no va dirigida a mi. Lo veo apretar sus puños y como comienza a prepararse para salir.

Es la penúltima carrera de la temporada antes del parón de verano y hoy hay que darlo todo.

- Luego hablamos, Valeria -me dice Aless dándome un pequeño abrazo que realmente necesito- tengo algo que proponerte.

Aless se va a su zona y yo a la mía. Doy las instrucciones necesarias a unos y a otros. No presto atención cuando él sale y se mete en el coche. No salgo fuera como otras veces. Ya no. Ahora sólo soy su jefa de Ingenieros de Motor. Nada más. Durante las dos horas de carrera, hago mi trabajo como mejor sé. Aless me prometió que Anthony y su hijo no pisarían más la escudería y lo ha cumplido. Aunque una parte de mi, no deja de mirar constantemente hacia fuera.

Los gritos de júbilo en todo el garaje me hacen apartar la mirada. Charlie ha ganado la carrera y Carlos ha sido tercero. Max se ha retirado por un problema en su motor. Ahora son menos puntos los que les faltan al madrileño para ser primero.

- Me voy fuera -le digo a uno de los mecánicos- dile a Aless que no me encuentro bien y que estaré por ahí.

Él asiente a mis palabras y me da una pequeña sonrisa. La verdad es que no quiero estar delante cuando él entre porque no quiero felicitarlo por su victoria. Ahora mismo no quiero ni que me mire ni hablar con él. Mi destrozado corazón no lo soportaría.

Todo acabó cuando aún no había empezado.

Estoy sentada bastante alejada del paddock. He encontrado unos escalones donde tengo apoyados mis manos mientras escucho "In the shadows" de The Rasmus. La temperatura ya comienza a ser bastante alta, sobre todo en esta zona de Francia. Muevo mi cabeza al ritmo de la música. Eso es lo que siempre me ha tranquilizado cuando tenía un ataque. La música. Mi abuelo me ponía los auriculares cuando veía que iba a tenerlo.

https://youtu.be/7gwO8-oqwFw

Una sombra se coloca delante de mí. Alzo mi mirada y le sonrío a Aless que acaba sentándose a mi lado. Me quito los auriculares y los guardo en mi bolsillo mientras ninguno de los dos dice nada.

- El descanso de verano será mucho antes para ti -me dice él. Ladea su cabeza hasta que nuestros ojos hacen contacto- desde hoy, Valeria.

- Discutiría contigo, pero, no tengo ganas -le contesto- me parece bien, sólo qué, quién ayudará a Carlos?

- Ya nos encargamos entre todos, tú tranquila.

Aless coge aire y tímidamente, agarra mi mano. La pone justo encima de su rodilla derecha haciendo que sus dedos tracen ligeras caricias en mi palma. La piel se me pone de gallina al sentir las yemas de sus dedos. Es agradable y hace que me calme.

- Tengo una villa en Pésaro, cerca de la playa. Es bastante grande y las vistas al mar cuando te levantas por la mañana, son espectaculares -me dice Aless.

- Suena bonito -le digo con sinceridad- Tiene que ser increíble vivir en un sitio así.

- Lo es. Estoy seguro de que te gustaría

- Yo también

- Vente conmigo Valeria. Pasa el parón hasta que empiece la competición, en mi villla. Te vendrá bien. Te relajarás. No habrá nadie que te moleste y seguro que allí encuentras toda la paz que necesitas

Trago saliva y dejo que Aless me gire la barbilla con la punta de sus dedos. Aún recuerdo la primera vez que lo vi, el día que entró en el taller de mi abuelo. Pensé que hombres tan atractivos como él, sólo existían en esos libros de novela romántico-erótica que leo, pero no, son reales, y tengo uno sentado enfrente de mi, haciéndome otra de sus mágicas propuestas.

- Aless yo... -acierto a decir porque no sé ni que pensar ahora mismo. Sus dedos ejercen leves caricias en mi barbilla. Sube uno de ellos hasta acariciar lentamente mi mejilla. Sus ojos me miran. Su mirada color cobre está sobre mí resultándome muy difícil apartar mis ojos de los suyos.

- Dame una oportunidad, Valeria. Una oportunidad de demostrarte lo mucho que me gustas. Te prometo que a mi lado te sentirás segura y jamás dejaré que nadie te haga daño.

- Aless, es que yo ahora mismo, no sé ni lo que quiero -le respondo algo azorada. Si dijera que esto no me lo esperaba, mentiría. Lo que no esperaba, es que de verdad me lo fuera a decir.

- Sólo una oportunidad. Déjame demostrarte que conmigo puedes ser feliz.

Aless se acerca a mi y sin previo aviso me besa. Sus labios están sobre los míos de una manera demandante. Se sienten duros. Siendo un beso salvaje porque sé que me tiene muchas ganas. Correspondo a ese beso. Pongo una de mis manos en su brazo y me deleito de su lengua que acaricia la cavidad de mi boca arrancándome un gemido de placer. Los besos de Aless son como él. Posesivos. Demandantes. Lujuriosos.

Dejo que siga tomando mi boca. Disfruto del beso, sin pensar en nada más. Pero entonces, roza mi labio, ahí donde me mordí ésta mañana y me separo de él quejándome del dolor. Y ese dolor me recuerda porque me mordí haciéndome sentir de nuevo una desgraciada. 

- ¿Estás bien? -me pregunta acariciando mi mejilla.

- Si, no es nada. Esta mañana me mordí y me duele un poco.

Uno de sus dedos repasa con mucho cuidado esa parte de mi labio que aún está hinchada. No puedo apartar mi mirada de ese dedo que me acaricia de una forma muy sensual. Mi cuerpo sufre un ligero estremecimiento y mi boca se abre ligeramente para respirar.

- ¿Qué me dices, Valeria? ¿Te vienes conmigo?

*** Este capítulo va dedicado a candyasensio
Acertaste con la pregunta que dejé en mi tablón. Espero que lo hayas disfrutado.

Este es el segundo capítulo del maratón que os prometí. Mañana subiré el tercero y último. Supongo que estos capítulos os tienen a tod@s en tensión. Siento si estáis sufriendo, pero, si no hay drama, no soy yo.

Gracias por seguir leyendo esta historia
Y gracias por todos vuestros votos, comentarios y lecturas. Sois los mejores.

Muchos besos y abrazos ***

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