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𝟥𝟢. 𝐿𝒶 𝑅𝑜𝒸𝒽𝑒𝓇

Valeria estiró la falda de su vestido y se miró al espejo por última vez, justo en el momento en que tocaban a la puerta de la habitación.

- Adelante.

Se giró para ver quien entraba y cuando vio a Carlos, sintió que le faltaba el aliento. El elegante traje negro que llevaba puesto le sentaba como un guante. Camisa blanca, corbata negra, chaqueta entallada y pantalones a juegos. El pelo se lo había engominado un poco sin mucho éxito, pues varios mechones de pelo, le caían por la frente.

Él sintió casi lo mismo que Valeria. Ese vestido dorado con escote de pico, el cual caía hasta sus tobillos, realzaba su figura. Estaba preciosa. Sintió que era la chica más bonita que había visto en su vida, y que si, que tenía que darle la razón a su madre, en el amor hay que arriesgarse a ganar y con ella, es lo que quería, ganar.

- ¿Cómo me queda? -le preguntó Valeria mordiendo sus labios. Carlos llevaba unos segundos sin abrir la boca y aún no le había dicho nada.

- Nena, si te digo todo lo que pienso en este momento, no vamos a la fiesta, pero, estás jodidamente sexy.

Carlos se acercó a Valeria y puso una de sus manos en su cuello. Ella se había hecho un moño dejando toda su nuca al descubierto. Unió sus labios con los suyos y le dio un largo beso arrancando un buen gemido de su parte. Al separarse, los ojos de Carlos brillaban de deseo.

- Nos espera una limusina abajo -le dijo Carlos aún con sus dedos en su cuello.

- ¡A todo lujo!

- Bueno, lo mejor para el ganador de la carrera.

Valeria deslizó sus manos en su cintura y mojó sus labios con la punta de su lengua. Miró a Carlos y reprimió un pequeño jadeo, provocado por la mirada que él aún tenía sobre ella.

- Este año vas a ganar tú el Campeonato Mundial de Fórmula Uno.

- ¿Ahora también ves el futuro, hechicera? -Carlos torció su boca en una pequeña sonrisa encontrándose con la seria mirada de Valeria.

- Lo veo. Estás a muy pocos puntos de Max, aún es pronto para que él sea el vencedor. Vine aquí para hacerte campeón, y es lo que voy a hacer.

Carlos no lo pudo evitar. Tenía que besarla. Esa confianza que tenía en él, era mucho más de la que tenían algunos miembros de su equipo. Se deleitó en sus labios unos segundos besando y disfrutando de cada parte de ellos. Valeria sintió que temblaba de los pies a la cabeza. Que su cuerpo no le pertenecía y estaba a merced a Carlos.

Él la atrajo más a su pecho hasta que las solapas de su chaqueta rozaron su escote. Valeria se separó riéndose y repasó sus labios con sus dedos por si había algún rastro de carmín.

- ¿Vamos, princesa? -le preguntó Carlos asiendo su mano derecha. Sus dedos entrelazados, ya se habían convertido en algo familiar para ambos.

- ¿Princesa? -le preguntó Valeria riéndose. Carlos acercó su boca a su oído dejando un pequeño beso justo en el lóbulo de su oreja.

- Le prometí a Lenna que te trataría como a una, y es lo que pretendo hacer.

La cena de gala tenía lugar en el Casino de Mónaco. Estaban invitadas no más de 300 personas. La familia real monegasca quería agasajar a los pilotos y a sus acompañantes, así como a algunos miembros de la Fórmula Uno.

- No me gusta posar en la alfombra roja -le dijo Carlos tirando de su mano para pasar, precisamente, por otro sitio que no fuera ese.

- Y más si vas conmigo, ¿no?

Carlos se paró en seco y cogió una de las manos de Valeria hasta ponerla frente a él. Sus ojos caramelo se posaron en los suyos y se relamió los labios bajando su mirada a los suyos.

- No me provoques, hechicera, o mañana sales en todos los telediarios -le dijo él con bastante seriedad.

- No te estoy provocando, solamente quiero saber hasta qué punto te importa que esté esta noche contigo -le dijo ella manteniendo también algo de compostura en su mirada.

Carlos la agarró de la cintura y la atrajo hacia su cuerpo. Su pecho se pegó al suyo y él le puso una mano en el cuello hasta tener más cerca sus labios.

- Te como la boca aquí mismo y me importa todo una mierda, Valeria, ¿quieres que siga?

Valeria tragó saliva y lo que vio en su mirada la dejó totalmente confundida. Era como si él quisiera que todo el mundo supiera que estaban juntos. Pero, llegar hasta ese punto, únicamente podía significar que lo que había entre ellos era algo más, ¿no?

- No hace falta, Carlitos, me ha quedado muy claro -le contestó ella. Subió una de sus manos y acarició lentamente su antebrazo hasta llegar a su mejilla. Le dio una sonrisa tranquilizadora y Carlos aflojó su agarre.

Pero él, no contento con eso, tiró de ella hasta una esquina del pasillo y la hizo esconderse tras unas enormes y pesadas cortinas rojas, que caían con parsimonia al suelo. Ahí, escondidos, al amparo de miradas ajenas, Carlos arrasó su boca con la suya, tomando todo lo que quiso de ella. Ni un centímetro de sus labios dejó de besar mientras ella deslizaba sus dedos por la parte de atrás de su cuello, hundiendo sus dedos en él.

Carlos dejó de besarle la boca y movió sus labios hasta saborear la piel desnuda de su cuello. Escuchaban las voces y sonidos de la gente a su alrededor, pero ellos, parecían no pertenecer a ese mundo, pues la demanda de sus cuerpos prevalecía sobre cualquier pensamiento coherente.

El piloto puso sus manos en su cintura y las deslizó por sus caderas hasta amasar los cachetes de su trasero. Su boca ascendió hasta alcanzar el oído de Valeria.

- Dame tus bragas.

El sensual tono de su demanda, la hizo temblar de deseo y mirarlo algo sorprendida por su atrevimiento.

- Carlos -le dijo ella apenas en un susurro- ¿estás loco?

- Quítatelas, nena. Quiero jugar.

Valeria dejó que él volviera a chupar su cuello provocándole miles de intensas y exquisitas sensaciones. Se separó de él relamiéndose los labios y le dio una traviesa sonrisa. Ella también quería jugar. Llevó sus manos hasta colarlas por debajo de su vestido. Muy lentamente, y sin dejar de mirarlo de una manera muy sensual, fue deslizando su ropa interior por sus piernas hasta quitárselas del todo.

Carlos tendió su mano intentando controlar el ramalazo de lujuria que experimentaba su cuerpo. Valeria le dio la minúscula prenda interior y él se la guardó en el bolsillo interno de su chaqueta. La agarró de la cintura mirándola de una forma tan oscura y salvaje que su cuerpo experimentó el más primitivo deseo y se tuvo que agarrar a su cuello temiendo que le flaquearan las piernas. Carlos le dio un último y abrasador beso jugando con su lengua y su labio superior, el cual mordió a su antojo.

- Anda, vamos, que sé que estás deseando ver al príncipe Alberto.

La pareja entró en el salón con sus brazos enlazados. Saludaron a cuantos compañeros y conocidos se encontraban, y no pudieron evitar reírse cuando Charlie hizo su aparición triunfal, agarrado del brazo de una rubia y una pelirroja que sonreían a diestro y siniestro.

Aless miraba a la pareja desde el otro lado de la sala. Tenía una copa en la mano, la cual amenazaba con romper si seguía apretándola de esta manera. Sus sospechas eran ciertas. Sabía que vendrían juntos. Se habían hecho muy amigos desde que ella estaba en Ferrari, y no era rara la ocasión en que los veía uno al lado del otro.

- ¿Quién es la rubia que me está robando a mi hombre? -la estridente voz de Audrey Ardales, llegó hasta Aless. En algún que otro momento, le hubiera molestado, pero, ahora mismo, creía que podía ser una aliada.

- Valeria De Luca, una de mis ingenieras -le respondió él bebiendo de su copa y sin quitarles la vista de encima a la pareja.

- Pues para ser tu ingeniera, Carlos se arrima mucho a ella, ¿están liados?

- No, creo.

- ¿No crees? ¿O no quieres? Porque querido, el que no le quita la vista de encima eres tú. Aunque parece que te ha salido otro competidor.

- Audrey, hazme un favor, si quieres follarte a Carlos esta noche, hazlo, pero no me molestes.

La morena soltó una pequeña carcajada y chocó su copa con el italiano lanzándole una mirada lasciva.

- Si Carlos me falla... ¿quieres que caliente tu cama Alessandro?

Mientras Aless pensaba en la propuesta de la morena, Carlos ayudaba a Valeria a sentarse en su mesa. Por suerte, estaban junto a Charlie y sus dos acompañantes, las cuales miraban todo asombradas.

- ¿Qué te parece? -la suave voz de Carlos cosquilleo en su oído. Valeria giró su cabeza lo justo para que sus labios estuvieran a pocos centímetros uno del otro. Ella sonrió, de esas sonrisas que le daba cuando lo tenía cerca.

- Es precioso. Gracias por traerme, Carlos.

- No, gracias a ti por querer venir conmigo, tú das luz a este sitio.

Valeria sintió ese pequeño latido en su corazón, el que le indicaba que su cuerpo respondía acelerado a cada una de las palabras que él le dedicaba. Le sonrió mordiendo levemente sus labios sin querer ni poder apartar su mirada de la suya.

Carlos puso una de sus manos en su desnudo muslo, pues la abertura del vestido así lo permitía. Fue subiendo sus dedos hasta casi rozar su sexo. Valeria cerró sus ojos un momento y al abrirlos se encontró con la oscura mirada de Carlos. Se mojó los labios con la punta de la lengua y reprimió un gemido al sentir su mano rozando su clítoris.

- ¡Qué sorpresa! Todos juntitos como grandes amigos.

La voz grave y algo maliciosa de Aless hizo a Carlos quitar a desgana su mano de Valeria y mirar al italiano con una irónica sonrisa.

- ¡Aless! -le dijo Charlie alzando un poco su voz- ¿estás en nuestra mesa? Ay, no, que los que no sois pilotos vais más atrás.

Diana soltó una pequeña carcajada. No lo pudo evitar. Cuando su hermana le había presentado a Aless, no le había caído bien. Algo en él, en su mirada, le echaba para atrás y ponía todos sus sentidos alerta, algo que Valeria parecía no hacer.

- Disfrutad de la cena -les dijo con el gesto endurecido- Valeria, ¿podrías venir un momento? Hay alguien que quiero que conozcas.

Valeria forzó una sonrisa y se puso en pie ante la mirada algo furiosa de Carlos. Sabía que el italiano lo había a caso hecho. Lo estaba provocando, pero, no pensaba caer en su juego, y menos delante de la familia real monegasca.

- Bueno, chicas -dijo Charlie para romper el hielo pasando sus brazos por los hombros de ellas- ¿sabéis que tengo amor para las dos, verdad?

- No te gustan las pelirrojas, Charlie -le dijo Darcy, la cual pegó un respingo en su silla cuando vio a Max entrar en el salón, del brazo de una impresionante rubia con un escotazo de vértigo- manda cojones.

La pelirroja cogió la copa que tenía delante de ella y se la bebió de un trago apartando su mirada del rubio piloto. La mano de Charlie se posó en la suya y le dio un ligero apretón a modo de apoyo.

Mientras, Valeria seguía a Aless hacia una zona donde un grupo de hombres de edad madura hablaban en corrillo.

- Podías haberme dicho que venías con Carlos -le dijo Aless con más dureza de la que pensaba- no tenía ni idea de que fueras su acompañante.

- Fue todo de improviso. Él no tenía con quien ir, Lenna le apremió para que buscara a alguien y me preguntó si le podría hacer el favor de venir con él, nada más -le dijo ella intentando aparentar una calma que no tenía. Carlos y ella estaban jugando al despiste de una manera bastante peligrosa, y en algún momento, esto se les iría de las manos y no sería solamente Aless quien se acabara enterando.

- Está bien. Es mejor que te vean a ti con Carlos en esta cena en vez de con las putas con las que suele andar.

Valeria se mordió la cara interna de la mejilla con tal de no contestarle a Aless. Seguía siendo su jefe, pero, a veces, se comportaba como un imbécil celoso con ella, tal y como hacía ahora. Él la guio hasta la pequeña reunión de hombres de negocios. Estas cenas eran también para eso, para que las grandes fortunas intentaran incrementar sus ganancias.

El italiano le presentó a algunos de ellos, los cuales, eran potenciales patrocinadores y muy interesados en el mundo del motor. Y que una chica guapa e inteligente les resolviera sus dudas con respecto a algunos aspectos de este mundillo, era un aliciente más para invertir en este negocio.

- No está interesada en Aless -le dijo Diana a Carlos acercándose a él. La cara que tenía el madrileño mientras veía como su jefe ponía una mano en la cintura de Valeria era de todo menos amable.

- Lo sé -le contestó Carlos sin apartar la vista de la rubia- pero él en ella sí. Y me jode que se aprovecha precisamente de eso. No me hace ni puta gracia que la toque.

Diana miró hacia donde Carlos le señalaba, y si, el italiano aprovechaba para tocar a su hermana a la menor ocasión. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, porque así empezó ella con su ex. Una tóxica relación que no le deseaba ni a su peor enemiga.

- ¡Carlos! Pero bueno, ¡ni siquiera has venido a saludarme!

La estridente voz de Audrey hizo a Carlos pegar un respingo y maldecir en italiano y en todos los idiomas que conocía. No le sonrió a la morena, pues deseaba que se largara lo antes posible y no tenerla cerca cuando Valeria llegara. Pero ella, seguía sin darse por aludida y ocupó el asiento contiguo.

- Está ocupado, Audrey -le dijo Carlos sin ningún tipo de miramientos- mi acompañante vendrá enseguida.

- Si te refieres a la rubia que se cogía a tu brazo como una lapa, está muy entretenida con tu jefe.

Audrey le dio una irónica sonrisa que él no respondió. Se limitó a coger su copa, llevársela a los labios y bebérsela casi de un solo trago. Pero cuando sintió una de sus uñas recorriendo el dorso de su mano libre, no tuvo más remedio que ladear su cabeza y mirar a Audrey, la cual, pensaba que con el generoso escote que llevaba hoy, lograría tenerlo de nuevo en su cama.

- ¿Qué quieres, Audrey? Estoy intentando ser amable contigo, pero, no me sale -le dijo Carlos con frialdad.

- Ya sabes lo que quiero. Sainz.

- Y ya sabes mi respuesta. No -le dijo él con bastante dureza. Pero, lejos de amedrentar a la morena, ella se envalentonó aún más y puso su mano en su muslo apretándolo mientras le daba una seductora sonrisa.

- Vamos, Carlos. Larguémonos de aquí. La última vez lo pasamos tan bien.

Carlos miró como Valeria venía hacia ellos. Vio a la morena sentada en su silla y alzó una de sus cejas bastante sorprendida, pues la chica estaba demasiado cerca de él.

- Audrey, ya te he dicho que me gustaría ser amable, así que, no me hagas recordarte lo que pienso de aquel único polvo que echamos. Lo hice para desquitarme de lo de Nerea. Fuiste tú, pero, podía haber sido cualquiera. Tuviste suerte porque fuiste la primera en acercarte. Y ahora, si me disculpas, ya te he dicho que la silla está ocupada.

Valeria llegó hacia la mesa y fue directamente a su sitio. La morena se despegó de Carlos al instante y le dio una furiosa mirada mientras se levantaba. Al ponerse en pie, casi choca con ella. La miró de arriba a abajo con desprecio y se acercó para soltarle su veneno.

- Disfruta mientras puedas, rubia, a este solamente le interesa una cosa en la vida y es follar, contigo o con la que se le ponga por delante -le dijo Audrey con una mirada cargada de malicia

Le dio un pequeño empujón a Valeria antes de irse, cegada por la rabia y la furia con el madrileño. La rubia se sentó en su asiento al lado de Carlos, y durante unos segundos no dijo nada. Aún estaba procesando las palabras que le acababa de decir.

- No le hagas caso Valeria -le dijo Carlos acercándose a ella para poder hablarle y de alguna manera excusarse de su comportamiento.

- ¿Otra de tu club de fans? -le preguntó ella intentando no parecer celosa, cuando realmente lo estaba y mucho.

Carlos se llevó las manos a la cara y resopló frustrado. Esto no estaba saliendo como él pensaba. Quería disfrutar de este evento con Valeria, y tanto el italiano como la morena, se lo acababan de estropear.

Durante unos minutos ninguno dijo nada. La tensión entre ellos era palpable y sentían que se estaban perdiendo un momento único.

- Audrey fue un puto error. Uno más de los que cometí antes de conocerte.

La voz de Carlos y su sinceridad le llegó a Valeria hasta hacer vibrar cada latido de su corazón. Giró su cabeza hasta encontrase a centímetros de su boca, esa que tanto deseaba besar y que todos vieran que él la había elegido a ella.

- ¿Sabes? -le susurró Valeria al oído. Su voz fue un lento susurro que le hizo sentir a Carlos un ligero escalofrío en su nuca- te mereces un castigo por tenerme paseando por aquí sin bragas.

Carlos se despegó de ella y la miró arqueando una de sus cejas. Sus seductores labios rojos lo miraron cargados de sensualidad. Ella se los mojó poniendo una de sus manos en su muslo. Este toque si era el que a él le gustaba.

- Acepto el castigo.

*** La Rocher significa La Roca en francés. Así es el nombre con el que se conoce a Mónaco.

Espero que disfrutéis mucho de estos capítulos porque en nada ¡Empieza el drama! Y hay que estar preparados.

Gracias por los ✴️ 📚 y vuestros maravillosos comentarios. Me dais la vida ***

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