𝟤𝟪. 𝐸𝓈𝒶 𝓈𝑜𝓃𝓇𝒾𝓈𝒶
Culpable. Así es como se sentía Carlos. Arrepentido de todo lo que sucedió en Madrid. No había momento del día que no pensara en ello. Quería convencerse a si mismo, que no le había sido infiel a Valeria, porque entre ellos no había una relación definida como tal. Pero, en el fondo, sabía que no era así. La había engañado y lo peor, es que le había mentido. Una mentira para no perderla. Porque ahora mismo no soportaba no estar con ella. Solo esperaba que en el futuro, esa mentira, no le pasara factura.
Su cabeza era un caos. Un torbellino de sentimientos. De lo que quería y lo que no. Y en cada decisión que creía tomar, o que debería tomar, estaba ella.
Su madre le había abierto los ojos. Sus palabras y consejos son los que le hicieron admitir que ya estaba cansado de luchar contra si mismo. Ella de dijo una última frase que le venía a la cabeza constantemente, ya va siendo hora de que valores más lo que tienes. Decidió que no iba a oponerse más a todo lo que tuviera que pasar entre ellos. Parecía que se había quitado un peso de encima al admitir que estaba empezando a experimentar sentimientos por Valeria, aunque, la culpa por lo que pasó en los baños de la discoteca, aún seguía ahí. Latente. Un recordatorio del gran error que había cometido.
Esa mañana de jueves esperaba a Valeria y a su hermana. Estaba aparcado a una distancia prudencial de una de las puertas de salida del aeropuerto de Niza. Su vuelo procedente de España había llegado apenas un cuarto de hora. Se mordió las uñas algo nervioso deseando que ella apareciera por esa puerta.
Sonrío al escuchar la canción que sonaba en ese momento a través de los altavoces de su coche. Era Copenhague, de Vetusta Morla, uno de sus grupos favoritos. La canción le venía como anillo al dedo para recordarle lo que tenía que hacer de ahora en adelante.
https://youtu.be/Mw2cy_7rWF0
Minutos después, la vio salir por la puerta de embarque arrastrando su maleta. Llevaba sus inconfundibles gafas de sol y el pelo recogido en una coleta. En ese momento, sintió en su pecho una opresión y como por unos segundos se quedaba sin respiración simplemente por mirarla. Cogió aire llenando sus pulmones y lentamente lo dejó salir calmandose un poco.
Salió del coche y le hizo un gesto a Valeria con la mano para que ella supiera donde estaba. La rubia caminó los pasos que le separaban de él deseando abrazarlo. Aunque ella no sabía hasta que punto esa demostración de afecto, a plena luz del día, podría llegar a molestarle al piloto.
En cuanto Carlos la tuvo delante, no lo pudo evitar. Puso sus manos en ambas mejillas y la atrajo hacia sus labios dándole un beso hambriento de su boca y sobre todo, de ella. Y no eran besos culpables, eran besos necesitados. Porque ahora que la tenía tan cerca, Carlos lo tenía claro. Si que sentía algo por Valeria, lo más fuerte que había sentido en su vida.
- Te he echado de menos, Valeria.
Ella apenas supo que contestarle. No se esperaba que él la recibiera con este beso y con semejante declaración. Algo había cambiado entre ellos. Lo sabía por la emoción que reflejaba la cara del piloto en cuanto la vio y por sus besos, estos llevaban ahora mucha más pasión que antes. Sólo pudo sonreirle en respuesta. Y esa sonrisa, lo volvió loco y le hizo confirmar lo que ya sabía desde hacía tiempo, que al final, acabaría enamorado de Valeria.
- Ay, por dios -le dijo ella separándose de él. Se giro un poco hasta dejar visible a la chica rubia que venía detrás de ella- Carlos, ésta es mi hermana Diana.
El piloto le dio una amable sonrisa a la chica rubia de melena corta que lo miraba aún sin sonreirle. Era muy parecida a Valeria. Diana tenía dos años más que su hermana, y al igual que ella, habían tenido que madurar de golpe después de los palos que la vida les había dado a ambas.
- Me alegro por fin de conocerte, tu hermana me ha hablado mucho de ti .-le dijo Carlos acercándose a ella. Diana dejó que le diera dos cariñosos besos que correspondió de la misma manera.
- Igualmente. Mi hermana no ha parado de hablar de ti -le dijo Diana guiñándole un ojo ante la indignación de Valeria.
- Gracias -le respondió él algo azorado- os parecéis mucho
- Si, nos lo dice todo el mundo.
- Bueno, ¿vamos? -les dijo Carlos mientras cogía sus maletas y las colocaba en el maletero.
- ¿En qué hotel estamos? -le preguntó Valeria mientras se sentaba en el asiento del copiloto y Diana hacía lo mismo en el de atrás.
- En ninguno -les respondió Carlos- nos quedamos en el ático de Charlie.
- ¿En el ático? -le preguntó Valeria bastante sorprendida mientras el piloto español arrancaba el coche saliendo del aeropuerto.
- Tiene un ático dúplex, bueno, tríplex en la Torre Odeón de Mónaco. Nos ha invitado a nosotros y a Darcy a quedarnos allí. Estaremos más cómodos que en el hotel. ¿Qué te parece?
- Por mi genial...así no tenemos que andar escondiéndonos de los demás -le respondió Valeria con una sonrisa que hizo que su corazón empezara a latir más deprisa, perdido en ella y en esa mueca de sus labios.
- La Torre Odeón es cara de cojones -dijo Diana desde atrás.
- Lo es -le contestó Carlos a través del retrovisor- pero, es Charlie, y a él le da igual el dinero, lo único que quería era un ático desde donde ver el mar.
Carlos miró a Valeria, y ella lo miró a él. Compartieron esa mirada con la que se lo decían todo. Se habían echado de menos. Y mucho. El piloto puso una mano en el muslo de la rubia y la mantuvo ahí todo el camino de vuelta a Mónaco. Las dos hermanas le contaron el estado del abuelo y como habían luchado él y Valeria para que Diana viniera con ellos, algo a lo que ella aún era reticente.
- Pero bueno, ya que estoy aquí, pienso disfrutarlo a tope -les dijo Diana mientras Carlos avanzaba con el coche dentro del garaje del edificio de Charlie- quiero conocer a Fernando Alonso.
- No es tan guapo -le dijo Valeria rodando sus ojos.
- Me da igual, quiero conocerlo.
- Le vas a romper el corazón a Charlie -apuntilló Carlos recibiendo un puñetazo de Valeria y un gesto con su boca para que tuviera la suya cerrada.
- ¿Y eso porqué? -le preguntó Diana con la mirada ceñuda. Valeria no le contestó a su hermana y en su lugar compartió una mirada de complicidad con Carlos.
Se bajaron del coche y el madrileño les ayudó a coger sus maletas. Las guio hasta uno de los ascensores, pulsando el botón de la última planta. En cuanto rebasaron el sótano, el ascensor de cristal les permitió ver el impresionante pasaje tanto del puerto como de medio Mónaco. Casi un largo minuto tardaron en llegar a la última planta. Siguieron a Carlos hasta una puerta de madera oscura. Llamó al timbre y a los pocos segundos fue Darcy quien abrió.
- ¡Dios! Menos mal que habéis llegado -dijo ella chasqueando su lengua. Los dejó pasar aprovechando para quejarse- ¿puedes decirle al señor Leclerc que no pienso comer comida italiana y que se gaste la pasta en pedir de un sitio caro?
- No os puedo dejar solos ni media hora joder -le contestó Carlos cerrando la puerta del ático.
- A mi si, a éste no -Darcy señaló hacia la zona del comedor, donde un Charle Leclerc sujetaba en sus manos los folletos de comida a domicilio sin decidirse por nada.
- Hola, tú -le dijo Valeria abrazando a su amiga- te he echado de menos.
- Y yo a ti cariño -le contestó ella. Terminó de abrazarla y se dirigió hacia donde estaba su hermana- ¿tú debes ser Diana, verdad?
Charlie apartó su mirada de la carta que tenía en sus manos y enfocó su vista hacia las recién llegadas. Allí estaba Valeria y a su lado, si, a su lado estaba Diana, su hermana. La había reconocido por las fotos. Como aún no había reparado en él, se permitió mirarla con tranquilidad. Era aún más guapa de lo que había visto en las imágenes. Llevaba el pelo suelto y sus labios rojos le sonreían a Darcy atenta a cada una de sus palabras. Charlie tenía que admitirlo. La mayor de las De Luca lo había dejado impresionado.
- Charlie, Charlie -Valeria le hizo un gesto al monegasco para que fuera hacia donde ellas estaban. Unos cuantos pasos, y al momento se sintió integrado en la conversación- esta es mi hermana Diana. Y él es Charles Leclerc.
- Encantado, es un placer conocerte Diana, tu hermana nos ha hablado mucho de ti.
Charlie se acercó y besó a Diana. Dos simples besos que le removieron todo por dentro. Sólo fue el roce de sus labios con sus mejillas, pero, le supo a gloria.
- Igualmente. Y gracias por dejar que me quede en tu casa. Es impresionante. Sobre todo la decoración -le dijo Diana mirando los altos techos y el moderno mobiliario. Y mirándolo a él, claro. No había que ser muy tonta para darse cuenta de que Charles Leclerc era un hombre muy atractivo. Demasiado.
- Todo esto es obra de mi madre, es decoradora...
Carlos cogió de la mano a Valeria y dejó a su amigo hablando con Diana y Darcy. Agarró la maleta de la rubia y tiró de ella escaleras arriba hasta llegar a la segunda planta del ático. Abrió una de las puertas y prácticamente la lanzó dentro de ella.
El piloto la agarró de las caderas y la alzó hasta hacer que sus piernas acabaran enroscadas en su cintura. Valeria puso sus manos en el cuello de Carlos y rozó su nariz con la de él.
- Has dicho que me has echado de menos -le dijo ella en apenas un susurro. El corazón aún le seguía latiendo con excesiva fuerza queriendo salirse de su pecho.
- Mucho -le confesó Carlos balanceándose lentamente por la habitación.
Valeria mordió sus labios de esa manera tan sensual que lo volvía loco. Carlos estrelló su boca contra la suya y la besó de una manera brutal. Ambos lo hicieron. Se acariciaron, besaron y mordieron, probándose el uno en el otro. El piloto la llevó hasta la cama y la depósito suavemente en el colchón.
- Es cuestión de tiempo que suban a ver esta planta -le dijo Carlos mientras llevaba sus manos al botón de sus pantalones.
- Pues tendrás que darte prisa, Carlos.
Carlos bajó su cabeza y hundió de nuevo su lengua en su boca. La besó marcándola con sus labios. Sólo necesitaron quitarse la parte de abajo de sus ropas y ser uno solo. Él entró en ella lentamente, pero, una vez dentro, la embistió con rapidez acallando los gemidos que salían de su boca con la suya. La besó. Disfrutó de su ella. Se movió en su interior reclamándola una y otra vez.
Valeria se sujetó a sus hombros arqueando su cuerpo cada vez que recibía una nueva embestida. La habitación se llenó de sus gemidos, del insinuante choque de sus caderas y de tantos y tantos besos.
- Córrete conmigo, hechicera.
- I tuoi desideri sono ordini per me.
-Joder lo que he echado de menos oírte hablar en italiano.
Valeria le dio una sonrisa a Carlos y buscó su boca de nuevo. Solo dos empujones más y sintió que alcanzaba el cielo y que explotaba de nuevo en miles de pedazos. Como siempre que estaba con él. Como siempre que estaban juntos.
Carlos llenó su cara de besos. Acarició su mejilla y la miró como si fuera lo más valioso que tenía en su vida. Valeria lo miró algo desconcertada. Esa mirada, esa sonrisa con la que él la miraba, era algo nuevo para ella. Nunca se la había visto y, la hizo feliz que fuera sólo para ella.
- Non smettere mai di guardarmi come fai adessom, Valeria.
- No está mal -Diana le devolvió el móvil a Darcy mientras le daba otro trago a su botella de agua- deberías tirártelo y así comprobar si aún sientes algo por él
- ¡Eso ya se lo he dicho yo! -Valeria rodó sus ojos. Alzó su mano y la chocó con su hermana
- Lo intenté en Miami, pero, de pensar que había estado con otras...es que no pude
Darcy sintió un escalofrío y le entraron muchas ganas de llorar. Valeria se dió cuenta y le dio un enorme abrazo, algo que a la irlandesa le sentó de maravilla.
- Te entiendo perfectamente Darcy -le dijo Diana, la voz de la experiencia- después de todo lo que habéis pasado, normal que te sientas así. ¿Sabéis lo que necesitamos?
- ¿Una noche de chupitos? -le contestó la pelirroja
- Eso para empezar -le dijo Diana- a ver si tenéis algunos días libres y te vienes a Barcelona con mi hermana, Darcy. La que íbamos a liar en el puerto...
Diana y Valeria le contaron a Darcy sus pequeñas aventuras en la capital catalana. La hermana mayor vivía ahí desde que dejó Torre del Marqués para seguir a su ex-marido, por motivos de trabajo. Cuando se separó de él, y después de la orden de alejamiento que le interpuso, decidió quedarse allí y continuar con su vida. Aunque dos veces al mes se cogía un avión y se iba al pueblo a ver a su abuelo. Y desde que Valeria vivía ahí, lo hacía con más asiduidad.
- ¿Qué te ha parecido Charlie? -le preguntó Darcy
- Es mono, pero, demasiado joven para mi -respondió Diana
- ¡Por dios Di! -le dijo su hermana- que le sacas sólo tres años. Di que no te ha gustado y punto
- Yo no he dicho que no me guste. Sólo que lo veo un niñato
Un golpe en la puerta las hizo callarse. Se abrió una rendija por donde apareció Carlos.
- Siento mucho tener que echaros chicas, bueno, que coño -dijo el madrileño entrando en la habitación- os pido, con toda la educación del mundo, que os vayáis a vuestro puto cuarto a dormir porque quiero acostarme
- ¿Estás cansado Chilly? -le preguntó Darcy levantándose de la cama y con una sonrisa burlona en su cara
- Si, muy cansado. Mañana me tengo que levantar temprano, igual que vosotras -Carlos cruzó sus brazos esperando que ellas se fueran y poder estar a solas con Valeria
- Lo siento Val -le dijo la pelirroja a su amiga guiñándole un ojo- se ve que esta noche no hay polvo
- ¡Ni de coña! -le respondió la joven ingeniera- me pongo yo encima si hace falta
Valeria le sacó la lengua a Carlos mientras él miraba a las chicas, las cuales estallaron en carcajadas al ver su cara. Le dieron un beso a la rubia y salieron de la habitación. Aunque antes Diana, llamó la atención del piloto.
- Oye Carlos, ¿crees que podrías prestarme un cepillo de dientes? Charlie me ha dicho donde están pero los he olvidado
El piloto miró a la hermana mayor y entendió perfectamente por donde iban los tiros. No era tonto. Y se notaba que ella era la gallinita que vigilaba a su polluelo, en este caso, su hermana.
- Claro, sígueme -le dio una sonrisa a Valeria y ella asintió con su cabeza
Carlos salió de la habitación y cruzó el pasillo hasta abrir la puerta de uno de los baños. Buscó en el armario del fondo y le dio un cepillo de dientes que sabía que Diana no iba a necesitar. La rubia había estado pendiente de cada uno de sus pasos.
- ¿Vas a amenazarme con cortarme los huevos si le hago daño a tu hermana?
- No hará falta. Te los cortará ella -le respondió con sarcasmo- sólo quería darte las gracias
-¿En serio? -le dijo él algo sorprendido. Diana era seria. Lo era. No se parecía en nada a su hermana
- Si. La estás haciendo sonreir, y eso es lo único que me importa. Pensaba que mi hermana era un simple rollo para ti, pero, me estoy dando cuenta de que no lo es, ¿me equivoco?
- No, no te equivocas. Me importa mucho Valeria
- Y tú también le importas a ella. Nunca la había visto tan ilusionada con nadie como contigo. Así que, te voy a dar un consejo. Si no puedes ir más allá con ella, déjala ahora Carlos. No quiero que sufra por algo que jamás va a tener
Diana cogió el cepillo de dientes de la mano de Carlos y salió del cuarto de baño. El piloto se llevó las manos a la cara resoplando. Sus palabras le habían afectado más de lo que pensaba. Lo último que él quería, era hacerle sufrir a Valeria y darle esperanzas de algo que no había.
Pero, es que si lo había.
Cuando le había dicho que la echaba de menos, es que realmente la había echado de menos. Quería estar con ella. Quería más con ella. No sabía que sería ese más allá. Pero, lo quería.
Salió del baño y caminó los pocos metros que le separaban de su habitación. Entró en ella y cuando la vio mirando por la enorme cristalera, lo entendió perfectamente. Valeria se giró y le dio esa sonrisa, esa que durante todo el día le había robado el aliento.
Ese más allá, era ella.
* Tus deseos son órdenes para mi
** Nunca dejes de mirarme como lo haces ahora
*** Pues creo que ya casi que se han conocido todos.
Darcy y Max
Diana y Charlie.
Esto da para una trilogía. ¿Qué pensáis?
Gracias por los comentarios. Y gracias por seguir votando.
Llevo una época muy mala y el apoyo que le estáis dando a esta historia es lo que más me anima. Gracias de verdad ***
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro