𝟤. 𝒩𝑜 𝑒𝓈 𝟧𝟢 𝓈𝑜𝓂𝒷𝓇𝒶𝓈
Aless se levantó al día siguiente con poco ánimo. Excepto lo que le había pasado en Torres del Marqués, el resto de su viaje había sido una pérdida de tiempo. Acababa de llegar al Concesionario Oficial de Ferrari en Madrid. Quería que uno de sus propios mecánicos revisaran personalmente el arreglo de Valeria. Aunque tenía que admitir que el coche iba mucho mejor desde que ella lo había tocado. Incluso la conducción era más suave. Solamente quería que alguien le confirmara que realmente la chica sabía lo que hacía y que no era solamente orgullo de abuelo.
Entró en las oficinas y todos le saludaron con amabilidad. Mientras esperaba que vinieran con las llaves de su coche, revisó su agenda. Carlos le había mandado un mensaje impaciente por saber que tan le había ido la entrevista. Pensó en llamarlo más tarde, pues aún le quedaba algo que hacer en España.
Tenía que estar en Barcelona por la tarde para una nueva entrevista. Se les acababa el tiempo y no había ningún ingeniero del gusto de él, y menos del de Carlos. Estaba desesperado porque se temía una debacle en el equipo si no aparecía. Mucho se temía que iba a tener que suplicarle a Charlie que les prestara el suyo mientras contrataban a uno. Y menos mal que Charlie era buena gente, siempre dispuesto a ayudar.
- Aless.
El italiano alzó su mirada del móvil y fue al encuentro de Jorge, el mejor mecánico de Ferrari de toda España. Estrecharon sus manos y él le acompañó hasta su coche.
- ¿Y bien? Dime que no me han estropeado mi coche, Jorge.
- ¿Estropeado? ¡Ni de coña! Mira, yo no sé quién te lo ha tocado, pero quien lo ha hecho tiene un don tío. Es verdad que nos hemos encontrado problemas en algunos modelos en los cuales el aceite es más denso. Pero, la culpa es del filtro de... -Jorge se rio al ver la cara de Aless. Quería que fuera al grano- el aceite de tu coche se coagulaba, y el mecánico que te lo ha arreglado, no solo te lo ha solucionado para que no te pase más, sino, que te ha instalado una pequeña pieza, apenas imperceptible para que el flujo sea más rápido... Y hay más.
Jorge le contó algo que había visto en el coche que hizo que le hizo cabrear y mucho. Paso su mano por la cara maldiciendo.
- Quien te ha arreglado esto, es un puto genio tío. Ojalá tenerlo aquí cuando viene algún niñato que ha quemado el motor en las carreras ilegales.
Jorge le dio una palmada a Aless y lo dejó con las llaves de su coche en la mano. El italiano tragó saliva pensando. Un puto genio, le había dicho. Ella. Era ella, la genio. Saco su móvil del bolsillo sin pensárselo 2 veces e hizo una llamada. A los pocos tonos, alguien contestó.
- Necesito un favor. Quiero que me averigües todo lo que puedas de una tal Valeria De Luca. Y tienes seis horas. Lo que tarde en llegar a Jerez.
La vida en el pueblo era aburrida no, lo siguiente. Por no haber no había ni un bar decente donde tomarse una copa a las tantas de la noche. Y olvídate de conocer a alguien.
Aunque realmente, no es que Valeria fuera a hacerlo, pero, siempre se echaba de menos lo que no se tenía. Ella era una persona muy sociable. Hacía amigos muy pronto, pero en el pueblo no había mucha gente de su edad, y los pocos que habían, trabajaban en el campo hasta casi el anochecer y apenas los veía.
Acababa de darse una ducha y estaba sentada en el sillón con el mando de la tele en la mano. Menos mal que su abuelo la dejó que pusiera Amazon Prime o creía que entonces si que moriría.
Aunque no debería quejarse. Valeria estaba aquí por decisión propia y tenía que admitir que estar en Torre del Marqués le estaba sentando muy bien. La vida ociosa, era lo que le sentaba bien. Aunque bueno, ahora tenia una clientela juvenil que visitan el taller casi todos los días. Desde que le "trucó" el monopatín de tabla a uno de los vecinos del abuelo, tuvo que hacérselo a la mitad del pueblo, e incluso se organizó una carrera en la que ella fue la invitada de honor.
Por lo demás, Valeria se dedicaba a descansar, ayudar al abuelo, ver la tele y leer. Incluso se había apuntado a un curso online para mejorar su italiano y todas las mañanas estudiaba un poco.
A ella le hubiera gustado haber hecho como el abuelo y haber estado practicando el idioma con el del Ferrari. ¡Que envidia poder hacerlo! . Se podía haber quedado un ratito más y así la hubiera ayudado.
Una sonrisa apareció en su cara recordando al italiano. Era guapo. Muy guapo. Vestía bien y eso lo hacía más atractivo. Con esos impresionantes ojos marrones de largas pestañas, y unas facciones endurecidas. Todo su cuerpo gritaba dinero, pero a ella eso le daba exactamente igual. Ella en lo que se había fijado era en que estaba bueno y punto.
El timbre de la puerta la hizo levantarse de su sillón. Su abuelo nunca se llevaba las llaves. Decía que lo hacia para que ella moviera el culo. Valeria salió del salón y atravesó el largo pasillo de azulejos de barro. Ya mismo anochecería y el abuelo vendría pronto de su partida de dominó. Abrió la puerta y se quedo muy sorprendida al ver delante de ella al italiano del cochazo. Se había quitado las gafas de sol y la miraba de arriba a abajo como evaluándola.
Que era lo que realmente estaba haciendo Aless. Aún no se creía que la rubia que tenía delante tuviera tanto talento. Bueno, si se lo creía porque él mismo había sido una de sus "víctimas". Y encima era muy guapa. Allí estaba ella, sin manchas de grasa en su mejilla y con todo su pelo suelto sobre sus hombros. ¿Porqué coño esta maravilla estaba escondida en este pueblucho?
- ¿Hola? ¿Qué haces aquí? -le pregunto ella algo recelosa. Aless tragó saliva intentando centrarse a lo que había venido. Algo que le resultaba muy difícil cuando ella lo miraba con tanta curiosidad.
- He venido para hablar contigo.
- ¿Conmigo? -la sorpresa de Valeria fue en aumento. No tenía ni idea de porque él estaba delante de su puerta, ni lo que tendría que decirle.
- Si, contigo - le dijo él con voz calmada.
- Creo que estás confundido. Y si es algo del coche, da gracias, porque el modelo que te han vendido es de los que usan en exposición. Te han trucado el cuentakilómetros.
El italiano alzó una de sus cejas y se quedó mirándola. Apretó su mandíbula y volvió a hablarle sin alterarse, y sin ningún tipo de sorpresa en su voz.
- Lo sé -le confirmó Aless- mis mecánicos me lo han dicho, ¿puedo pasar?
- Mi abuelo no está. Y no me deja que invite desconocidos a casa - le contestó ella con una sonrisa irónica.
- Yo confíe en ti dejándote las llaves de mi coche...yo sólo quiero hablar contigo.
- Pero es que no sé de qué tenemos que hablar -le contestó Valeria cruzando sus brazos. Estaría muy bueno, pero la estaba cabreando.
- Tengo que hacerte una propuesta y no quiero hacerlo aquí, en la calle. Sobre todo cuando tus vecinas de enfrente, están en la misma puerta, mirando mientras te hablo.
Valeria movió su cabeza a la derecha, hasta ver como la Engracia y la Dora estaban, efectivamente, pendientes de lo que ocurría en la puerta de la casa del abuelo Piero. La rubia volvió a fijar la mirada en el italiano y frunció el ceño.
- ¿Qué propuesta? - le preguntó ella sin querer moverse de la puerta de entrada.
- Una propuesta muy interesante.
La palabra interesante sonaba a algo muy sensual. O eso es lo que le parecía a ella. Leer tanto libro de literatura erótica hacía que las fantasías se le dispararan. Y la verdad es que toda la situación con el italiano, parecía el argumento de una de sus historias.
- ¿No será una propuesta a lo 50 sombras de grey?
Aless se quedó sorprendido por las palabras de la chica. Era muy directa, eso estaba claro. Él pasó la lengua por su labio superior y puso una de sus manos en el marco de la puerta estando aún más cerca de ella.
- No, claro que no. No es ese tipo de propuesta. ¿Es lo que esperas?
Aless la miraba fijamente sin perderse un ápice de sus reacciones. Las mejillas de la chica se tiñeron de rosa y apartó la mirada de la suya algo avergonzada. 25 años tenía Valeria y se sonrojaba como una adolescente.
Aless sabía el efecto que causaba en las mujeres. Y a veces se aprovechaba de eso para disfrutar buenos momentos en compañía femenina. Pero, para su desgracia, este no iba a ser uno de esos momentos. Ni ahora ni nunca. Si Valeria aceptaba su propuesta, él tendría que aceptar también que no podría tener ninguna relación con ella que no fuera más allá de una amistad.
Eso sí ella aceptaba.
- No, no es lo que espero. Pero, hasta que no me digas de que va la propuesta, no te pienso dejar entrar. Mi abuelo vendrá en un cuarto de hora y no me importa estar en la puerta mientras tanto. O dentro y tú fuera. Tú verás lo que haces.
- ¿Siempre eres tan terca?
- ¿Y tú tan estirado?
Aless soltó una carcajada. Este tira y afloja que tenía con ella, era hasta divertido. Y sinceramente, no le importaba alargarlo aún más, con tal de pasar más rato con la rubia de ojos verdes.
- Así no vamos a llegar a ninguna parte, Valeria.
La rubia ladeó un poco su cabeza chasqueando su lengua. Le había gustado que se acordara de su nombre. Y lo disimuló como pudo. Soltó un pequeño suspiro de exasperación, y acabó apartándose del marco de la puerta dejando pasar al italiano dentro de su casa. En el vestíbulo había un par de sillones allí y ella le hizo un gesto con una de sus manos para que se sentara.
Aless estaba cansado y se dejó caer en el mullido asiento, soltando un pequeño quejido mientras se llevaba las manos a la espalda.
- También tiene una tapicería desastrosa -le dijo ella con sus brazos cruzados.
- Si, ya lo sé. Mi coche es una mierda. Es de empresa, ¡qué quieres que te diga!
- Cambia de coche, o de empresa.
Ella alzó una de sus cejas y le hizo un gesto con su boca. Aless se llevó sus dedos al puente de su nariz. Estaba cansado. En sólo 24 horas había hecho 1200 kilómetros, y estaba reventado. Y encima tenía que lidiar con Miss Simpatía.
- A las 22.00 es Supervivientes, me gustaría verlo -le dijo ella mientras le hacia un gesto con sus ojos.
- Perdón por privarte de tu vida social...
Valeria rodó sus ojos dispuesta a contestarle cualquier insulto en italiano, cuando la cortina de tiras de plástico se abrió, entrando su abuelo por ella. El viejo se quedó muy sorprendido de ver al chico romano de nuevo allí. Dejó su gorra en una de las perchas y se acercó hacia ellos.
- Me alegro de volver a verle señor De Luca - le dijo Aless poniéndose en pie y ofreciéndole su mano.
- Lo mismo le digo. ¿Qué le trae por aquí Señor Rinaldi? ¿Algún problema con el arreglo del coche?
- Oh. No. El arreglo ha sido perfecto - le dijo él moviendo sus manos- ninguna queja.
- ¿Y entonces? ¿Qué se le ofrece?
- He venido a hacerle una propuesta a su nieta.
El viejo Piero miró al italiano. Le caía bien. Era sincero y se veía buena gente.
- ¿Qué propuesta? -le preguntó Piero mientras se despojaba de su chaqueta .
- Laboral. Vengo a ofrecerle un trabajo a Valeria en mi empresa.
La rubia pegó un respingo y se puso de pie. Sintió como el corazón le latía a mil por hora. Aless se giró y le dio una sonrisa amable.
- ¿Y cual es su empresa? - siguió preguntando el abuelo muy curioso.
- Ferrari. Trabajo para Ferrari. Y quiero que Valeria sea mi nueva Ingeniero Jefe de Motor.
*** Muy buenas tardes. No pensaba subir capítulo hoy porque quería tomarme el fin de semana de relax. Pero, cuando he visto lo que le ha pasado al pobre Carlos Sainz en la carrera de hoy, me he animado a hacerlo como una especie de homenaje. Y aunque él no salga en este capítulo, a partir de este, ya podremos contar con su presencia.
Muchas gracias a todas las personas que estáis leyendo esta historia. Ya os he dicho que estoy muy emocionada escribiéndola porque es algo TAN NUEVO para mi. Eso si, cada dos por tres consultando Google porque no me entero de casi nada de Fórmula Uno. Pero bueno, tengo la suerte de contar con grandes personas que se han ofrecido a ayudarme para lo que necesite. Muchas gracias amigas.
Y para los demás, espero que hayáis pasado un buen fin de semana. Muchos besos y abrazos ***
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