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𝟣. 𝐿𝒶 "𝓈𝓅𝑜𝓈𝒶" 𝒹𝑒 𝒫𝒾𝑒𝓇𝑜

Carlos salió del baño ajustándose la toalla a sus caderas. En media hora tendría que estar en las instalaciones de Ferrari. Llevaba un mes aquí en Maranello, Modena, la sede de su escudería. No solo se estaba poniendo a punto físicamente para la nueva temporada, sino que quería conocer de primera mano todos los avances que se estaban haciendo con su coche.

Había decidido implicarse más. Demostrarles a todos que este año iba a por la victoria y que únicamente él se alzaría con el trofeo de campeón. Ilusión y ganas, no le faltaban. Se lo estaba tomando más en serio, aunque algunas cosas no cambiaban.

Miró a la morena que dormía plácidamente en su cama y chasqueó la lengua. Tenía que irse ya. El sexo con ella no es que hubiera sido memorable. Una parte de él pensaba que había fingido los orgasmos. No era normal gritar tanto y con tan poca pasión. Parecía una actriz porno cada vez que gemía.

Su móvil sonó en ese momento haciendo que la morena se retorciera en la cama. Mejor. Así se iría pronto. Vio en la pantalla el nombre de Aless y descolgó con rapidez.

- Dime.

- ¿Ya despierto? Me sorprendes cada día más Carlitos.

- Pues tú no cambias. Me molestas todos los putos días.

Aless soltó una carcajada al otro lado de la línea. Hoy estaba de buen humor y pretendía seguir estándolo, dependiendo de la entrevista que realizara en un par de horas.

- ¿Dónde estás, Aless?

Carlos vio como la morena se sentaba en la cama y le daba una provocativa sonrisa mientras se bajaba la sábana y dejaba al aire sus pechos desnudos. Le hizo un gesto con la mano para que se vistiera y salió al pequeño balcón de su habitación para poder hablar con algo más de intimidad.

- Llegando a Jerez. Cruza los dedos para que este si sea el definitivo - admitió Aless de buen humor.

- Estoy empezando a dudar de que eso exista.

- Lo encontraré, no te preocupes. Si no, siempre podemos volver a llamar a Bialli...

- Prefiero salir último en todas las poles antes que tener a ese inútil en mi equipo.

Carlos escuchó ruido detrás. Se dio la vuelta y volvió a entrar en la habitación. La morena estaba de pie, desnuda, y lo miraba con deseo.

- Espero que te vaya bien, Aless. Me cuentas a la vuelta.

Carlos le colgó el teléfono y dejó que la chica se acercara a él. Ella pasó uno de sus dedos por su pecho y acercó sus labios para besarlo. Él giró su cara esquivando ese beso que no deseaba, provocando el fastidio de la chica.

- Creí que lo habíamos pasado muy bien - le dijo ella en tono de reproche.

- Yo cuando lo paso bien, no finjo, y a ti se te da de puta madre guapa...

- ¿Perdona? Yo no estab...

- Si no te importa darte prisa en vestirte. Tengo que irme a trabajar y me estás entreteniendo.

Carlos se puso un pantalón de chándal encima de su ropa interior y cogió una camiseta con el logo de su equipo. No perdía detalle de cómo la morena se vestía toda indignada lanzándole miradas furiosas. Se hizo una nota mental de no regresar más al bar de anoche. Ya le avisaron que allí sólo había oportunistas.

Cuando terminó, ella lo miró asqueada y caminó hacia la puerta.

- ¡Que te den, tío! - le dijo antes de salir dando un portazo.

Carlos dejó escapar un largo suspiro y buscó sus zapatillas, donde quiera que estuvieran.

En algún momento tendría que conocer a una tía que fuera normal, ¿no?

Aless maldecía en voz alta estrellando sus puños contra el volante. Faltaba menos de un mes para que se iniciara la pretemporada de Fórmula Uno en el Circuito de Cataluña y seguía sin Ingeniero de motor. Había entrevistado, visitado y desechado a más de veinte, y ninguno le convencía. A su jefe supremo aún no le había dicho nada. Siempre le respondía lo mismo, estaba en ello. Aunque nada más lejos de la realidad. Encontrar alguien que le convenciera era como buscar una aguja en un pajar. Una leyenda urbana.

Acababa de dejar el Circuito de Jerez. Él personalmente se encargaba de entrevistar a los posibles candidatos y eso conllevaba el desplazarse a visitarlos. Como lo que acababa de hacer hacía unos instantes. Desde que pisó las instalaciones y le recibieron, sabía que allí, no estaba lo que buscaba. Así y todo, le hizo la entrevista al aspirante y 20 minutos después, salió de allí quemando ruedas. Estaba tan cabreado que ni se había dado cuenta de que estaba medio perdido. El GPS le dio por no funcionar también y se vio sorprendido en medio de la nada.

Y para colmo, casi sin gasolina y con un olor extraño a goma quemada que salía del motor. Vio un cartel indicativo en la carretera secundaria, y no se lo pensó. Siguió las indicaciones entrando en un pequeño pueblo de nombre Torre del Marqués. A esas horas, las 14.00 de la tarde, no había ni un alma en la calle. Así que desesperado, y temiendo por su vehículo, aparcó cerca de lo que parecía ser la pequeña iglesia del pueblo y se bajó para preguntar a un lugareño que llenaba un cántaro en una de las fuentes.

- Disculpe, caballero -le dijo Aless hablándole en español aunque manteniendo su acento italiano- ¿sabe de algún taller mecánico que haya por aquí?

El hombre mayor lo miró de arriba a abajo y terminó de llenar el recipiente. Lo dejó en el suelo y se rascó la cabeza.

- Taller como tal no tenemos, pero Piero es el mecánico del pueblo. Lo encontrará al fondo de la calle -le indicó señalando hacia su derecha.

Aless le agradeció su ayuda y se montó en su coche. El capó estaba ardiendo y mucho se temía que su coche no aguantaría mucho más. Rezó por poder llegar al taller del tal Piero sin ningún tipo de contratiempo. Condujo hacia la dirección que le había facilitado el viejo y aparcó justo en la puerta de una enorme casa de dos plantas, con ladrillos vista y contraventanas de madera. Se bajó de su vehículo y caminó hacia una especie de local que había en los bajos de la vivienda.

Dentro estaba algo oscuro, pero cuando se acostumbró a la luz, se sorprendió al ver que, ciertamente, no era un taller mecánico, pero si una especie de museo del motor por todo lo que le rodeaba. Para Aless, esto era el paraíso.. Motores a medio construir, bujías por aquí y por allí, el chasis de un Seat 127... Había incluso una vieja Vespa que pedía a gritos ser montada

Escuchó ruido un poco más al fondo y caminó hacia allí.

- ¿Hola? ¿Hay alguien? Preguntaba por Piero.

Aless miró a un lado y a otro sin ver nada. Escuchaba tararear golpeando rítmicamente con su pierna alguna superficie metálica. Se acercó aún más para ver en una esquina a alguien trabajando en una mesa. Intentó llamar su atención de nuevo gritando esta vez más fuerte.

- ¡Disculpe! Buscaba a Piero.

La persona en la mesa pegó un respingo y se dio la vuelta con el corazón martilleando en su pecho del susto que acababa de llevarse. El que se llevó una sorpresa fue Aless. Delante de él había una chica de unos veintitantos, rubia, con la cara manchada de grasa que manipulaba una pequeña batería. Ella lo miró con sus impresionantes ojazos verdes y se puso en pie algo asustada. Se quitó los auriculares de los oídos y le dio una larga mirada.

- Perdón, no quería molestar -le dijo Aless alzando sus manos- buscaba a Piero.

- ¿Para qué? -le contestó ella con recelo.

- Mi coche. Creo que se ha sobrecalentado o algo y está a punto de explotar.

- ¿Y lo trae a la puerta de casa para que reventemos todos? Guay -le dijo ella cruzando sus brazos. Le gustó el sarcasmo de la chica. Y tuvo que admitir que algo de razón tenía

- Lo siento. Pero en la plaza me han dicho que su marido podría ayudarme.

La chica lo miró frunciendo el ceño y descruzó sus brazos. Lo miró de arriba a abajo emitiendo un sonido de desaprobación. Él también la miro. Ese peto vaquero le sentaba como un guante y la camiseta blanca de manga corta se amoldaba a sus brazos como una segunda piel. Tenía que admitir que era guapa y seguro que con la cara lavada lo sería aún más. Era una belleza.

- ¿Dónde está el coche? -le dijo la rubia de trenzas haciéndole un gesto con su mano.

- En la puerta.

Ella lo siguió mientras caminaba delante de él. Este hombre tenía clase. Era italiano. Le había notado el acento con la primera palabra. Y aunque le hablaba en español, se le escapaban palabras en su lengua materna, que por suerte, ella entendía. Y atractivo era un rato. Alto, moreno de pelo y piel y un cuerpo atlético enfundado en un carísimo traje a medida con zapatos a juego. Lo siguió hasta fuera, y él le señaló el coche. Valeria dejó escapar un silbido al ver el cochazo que tenía delante.

-Un Ferrari Roma -dijo ella evaluando el coche- 629 CV, automático, doble embrague y 8 velocidades. Desde luego que andando no va usted.

La chica se acercó al coche y tocó el capó. Quitó las manos al instante y le hizo un gesto con su cabeza para que lo abriera.

- ¿No esperamos a su marido? -le preguntó Aless preocupado porque alguien inexperto tocara su coche.

- Créame, mi "marido" está durmiendo la siesta y ni aunque su Ferrari empezara a arder, bajaría. ¿Lo abre o viene luego a las 17.00?

Aless chasqueó su lengua. Miro a la chica y le sorprendió esa seguridad al acercarse al coche. A Carlos no le vendría mal algo de lo que esta chica tenía. Porque le echara un vistazo no perdía nada. Así estaba de desesperado.

Pulsó el mando y el capó se abrió. Ella puso sus manos en él y lo echo hacia atrás, zambulléndose en las entrañas del motor.

Valeria hizo una mueca de fastidio. Siempre pasaba lo mismo. Coche caro, coche malo. Sabía perfectamente donde estaba el fallo y como arreglarlo. Era como cambiarle las pilas a una radio. Demasiado fácil.

- Es el filtro de partículas de gasolina - le dijo ella rascando su mejilla. Aless no se había fijado bien, pero ahora que lo hacía, la chica tenía unos increíbles ojos verdes que te robaban el aliento.

- Sí, sé lo que me vas a decir - le contestó él con orgullo o más bien con chulería- nunca has visto algo igual.

- Exacto. ¡Menuda chapuza te han hecho! Han intentado ponerte un filtro para reducir el consumo de combustible y de emisiones, y a cambio te han puesto un aceite más viscoso y por eso el sumidero no está tan seco. No sé cómo no se ha quemado el motor todavía.

Aless la miró sorprendido y para nada de acuerdo con su diagnóstico.

- ¿Sabes que eso de ahí es un Ferrari?

- Lo sé. El que parece no saberlo es usted. A veces se os olvida que esto es más que un coche bonito.

- Quiero una segunda opinión - le digo Aless cruzando sus brazos visiblemente cabreado. Esta tía se creía que por ayudar a su marido en esta mierda de taller, ya era una experta mecánica.

- Pues vale - le contestó ella sin inmutarse- vengase a las 17.00. Piero ya estará despierto. Bajando la calle hay un bar donde sirven comidas. Si quiere dejar las llaves, intentaré despertarlo antes y así podrá largarse por donde ha venido.

La chica se dio la vuelta sin ni siquiera despedirse. Él la miró resoplando y soltó una pequeña carcajada. La rubia tenía carácter. Y era mandona. Estaba seguro de que a más de uno de su equipo lo pondría firme con una de esas gélidas miradas que acababa de darle.

La siguió y le hizo un gesto con la llave dejándola encima de una mesa.

- Espero que cuando vuelva, mi coche siga ahí. Te recuerdo que es un...

- Si, si, sí... un puto Ferrari - le contestó ella con un movimiento de su mano- por mí como si es un Fórmula Uno. Mi interés es de 0 a -1...

La rubia se dio la vuelta y volvió a sentarse en la mesa donde estaba trabajando minutos antes de que él llegara. Aless lo interpretó como una señal de que debía irse, y eso fue lo que hizo.
Estaba deseando salir de este pueblo y olvidar el puto día de hoy.

Cuando Aless regresó al taller, eran pasadas las 16.30 de la tarde. Miles de escenarios le habían pasado por su cabeza, y en todos ellos, su coche no estaba. Pero, una vez más, se equivocó, su flamante Ferrari gris seguía donde lo dejó. En la misma puerta del taller, había un señor de mediana edad limpiando un pequeño carburador. Levantó la vista al ver acercarse al italiano y dejó lo que estaba haciendo para atender al visitante.

- ¿Es usted, Piero? -le preguntó Aless.

- Así es -respondió el susodicho afirmativamente dejándolo sorprendido. No se esperaba que la joven de antes estuviera casada con alguien tan mayor. Pero, quien era él para juzgar a nadie cuando la mayoría de los pilotos jubilados de su escudería, estaban con mujeres más jóvenes que ellos.

- Soy el dueño del Ferrari -le dijo sonriendo amablemente.

- Lo sé. Ya lo tiene arreglado.

- ¿Cómo? ¿Ya lo ha arreglado usted? Vaya, creí que esperaría que estuviera aquí para que habláramos de lo que tenía...

- Creo que mi Valeria ya se lo dijo ¿no? Era el filtro de partículas. Ella lo ha desmontado, lo ha limpiado y le ha cambiado el aceite por otro más fluido -contestó el tal Piero muy orgulloso- y un par de cosillas más que yo no entiendo. Se lo ha dejado como nuevo, créame.

- ¿Ella ha hecho todo eso? -le preguntó Aless atónito.

- ¡Pues claro! Mi Valeria es muy lista, y se le dan muy bien los motores. Creí que se había dado cuenta. ¿Quiere probarlo?

Piero agitó las llaves de su coche y se las entregó a su dueño. Aless las cogió aún sorprendido. Estaba claro que esta vez se había equivocado juzgando a la gente. Pulsó el mando a distancia y las puertas se abrieron automáticamente. Aless se sentó en el asiento del conductor y arrancó el coche. El sonido que le devolvió el vehículo era diferente. Mucho más limpio. Sin tanto ruido. Apretó el acelerador y lo notó aún más suave que antes. Apagó el motor y volvió a salir del coche aún sin poder creérselo.

- Tengo que decir que estoy sorprendido caballero, su mujer sabe lo que hace -le dijo Aless.

El viejo lo miró algo confundido. Unos pasos detrás de él y una carcajada, llamaron su atención, la chica, la tal Valeria, apareció bebiendo un botellín de agua.

-Ha pensado que era tu mujer, abuelo -le dijo Valeria bebiéndose la botella de un trago. El abuelo miró a su nieta y se unió a las carcajadas. Aless los miraba a los dos algo avergonzado.

- Lo siento... yo...pensé que...

- Que una mujer no era capaz de arreglar tu carísimo coche bellísimo.

Aless se sorprendió del tono que ella le dio a esa palabra en italiano. Le hizo un gesto con la cabeza y le habló en su idioma natal.

- Le mie scuse signorina (mis disculpas señorita)

- Scuse accettate (disculpas aceptadas)

Valeria le sonrío al italiano. Le había encantado tocar ese coche. Y no le había costado nada arreglarlo. Pocas oportunidades se le presentaban en la vida de poder tocar un Ferrari.

- ¿De qué parte de Italia son? -les preguntó Aless.

- Yo no soy italiana -le respondió Valeria señalando al viejo- es mi abuelo.

- De Caronia, un pequeño pueblo cerca de Mesina -le contestó Piero con orgullo- aunque me vine a España cuando tenía 18 años y apenas he vuelto por allí. Me enamoré, me casé, tuve un hijo que me dio dos preciosas nietas y ya no encontré ninguna razón para volver.

- ¿Aún tiene familia allí?

- Un par de primos, creo. Ya le he dicho que hace tiempo que no voy. Y aunque mi Valeria ha intentado localizarlos por internet, es gente mayor como yo y no están tan modernizados. ¿Y usted de dónde es?

- Oh, Roma. Soy de Roma -le respondió Aless sin poder apartar la mirada de la joven. Ella miraba a su abuelo con absoluta adoración y se notaba que lo quería mucho. Y él, bueno, él no podía apartar su mirada de ella. Y ahora que sabía que no estaba casada, no se sentía tan culpable por pensar que era absolutamente preciosa- bueno, díganme que les debo. Tengo que estar en Madrid y temo que se me va a hacer de noche en un rato.

- No es nada -le contestó Valeria haciendo un gesto con sus manos.

- Insisto -le respondió Aless sacando su cartera.

- Si mi nieta ha dicho que no es nada, no es nada, ¿señor...?

- Rinaldi, Aless Rinaldi.

- Pues un placer, señor Rinaldi, yo soy Piero De Luca, y aquí tiene usted su casa para cuando guste.

Aless estuvo un rato más hablando con Piero y esta vez, en italiano. Valeria se despidió de él y desapareció dentro del taller mientras él la miraba de reojo. Le hubiera gustado contar con su compañía y conversar con ella un rato más.

Veinte minutos después, se montaba en su coche y salía de este pueblo agradeciendo que, aún, hubiera buenas personas en el mundo.
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Aless Rinaldi

*** Aquí os dejo el primer capítulo de ésta historia. Tengo que deciros que estoy bastante ilusionada escribiéndola. Me siento como cuando empecé a escribir en wattpad y me emocionaba cada capítulo que subía de mi primera historia. Pues ahora, me siento igual.

Por favor, perdonarme si me equivoco con las partes del motor. Aquí una no tiene carnet de conducir y está investigando y documentándose bien para no meter la pata. Pero si lo hago, mil perdones.

Espero que disfruteís mucho el capítulo. Muchos besos y abrazos ****

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