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9. 𝒯𝑒𝓈𝓉 𝒪𝓃𝑒. 𝐵𝒶𝓇𝒸𝑒𝓁𝑜𝓃𝒶

Intento tomar aire con calma ajena al ruido y a todo lo que hay a mi alrededor. Pensé que podría con esto pero, mucho me temo que me sobrepasa. Hay mucha gente. Demasiada. Muchas voces. Más que en la fábrica. Todos son carreras. Los técnicos pegados a las pantallas y pendientes de los tiempos. Todo observado y analizado al milímetro. Me quito los enormes auriculares que llevo en los oídos y los dejo detrás de mi. Cojo una de las botella de agua que hay a mi lado y pego un largo trago sintiendo como me tiembla todo.

Los coches ya han empezado a rodar. Llevamos toda la mañana. Hoy se prueba todo. Desde comprobar que los monoplazas responden bien a los cambios, que la carga de combustible sea suficiente, las estrategias de neumáticos, las arrancadas, las paradas de boxes...y todo lo que uno pueda imaginar. Datos y más datos. Comprobaciones, simulaciones... Este circuito tiene una amplia gama de curvas y velocidades, ideal para probar los monoplazas.

Soy consciente de la gente que hay alrededor pero apenas puedo enfocar mi vista en ellos. Son puntos rojos y blancos que pasan delante de mi. Es demasiada gente. No sé si me ven. No sé si saben que estoy aquí. Si me pasara algo , ¿se darían cuenta? Inspiro aire intentando llenar mis pulmones. Tengo que convencerme a mi misma que esto no es como la otra vez. Pero, me siento tan invisible, tan pequeña, que me resulta muy difícil hacerlo.

Cojo aire, o intento cogerlo agobiada. Muy agobiada. Esto es se me viene grande. Pero mucho. No voy a poder, lo sé. Durante toda la mañana he pasado inadvertida. No he estado pendiente de nada. He asentido y me he dejado llevar. Sin personalidad. Sin ser yo misma. Lo mejor es que me vaya y no perjudique a nadie. Cuanto antes mejor.

- Ya mismo me toca.

La presencia de Carlos me invade por completo. No sé lo que me pasa pero mi cuerpo entero reacciona cuando lo tengo cerca y empiezo a temblar. Es más alto que yo. Y eso hace que me sienta pequeñita a su lado. Sumado a eso, el hecho de que me pone nerviosa cuando lo tengo cerca, tal y como hace ahora. Él se pone a mi lado sin apartar la vista de la pantalla. Es el turno de Hamilton. Está marcando muy buenos tiempos. El mejor hasta ahora. Charlie está ya en la línea de salida y después lo hará Carlos. Apenas lo miro. Tengo la garganta seca y no puedo ni hablar. Su voz se siente muy lejana. Siento como ladea su cabeza y me mira fijamente mientras yo lo que quiero es largarme de aquí.

Un sudor frío recorre mi espalda y siento como todo el cuerpo me tiembla. Estoy a punto de tener un ataque de ansiedad, si es que no lo estoy teniendo ya. De pronto, siento sus dedos que se entrelazan con los míos dejándome muy sorprendida. Giro un poco mi cabeza y él hace lo mismo. Ambos nos miramos sin querer apartar la mirada. Sus dedos acarician mi mano en una lenta y relajante caricia. Me da una pequeña sonrisa. Y no necesito más. Lo sabe. Sabe como estoy con sólo mirarme. Y el tacto de su piel contra la mía. Su calmada mirada, es lo único que necesito.

Me concentro en eso. En la yema de sus dedos que acarician los míos con lenta parsimonia. Como si quisieran sujetarme para que no volviera a caerme. Respiro algo más tranquila. El aire pasa por mis pulmones con facilidad. Los ruidos a mi alrededor se sienten más familiares y empiezo a ser consciente de la importancia de este momento.

Carlos sigue mirándome sin apenas hablarme, sin preguntar. Aunque quisiera, no podría en este momento articular palabra. Pero, creo que él es consciente de como estoy porque no intenta presionarme para que hable. Se limita a estar a mi lado siendo sus dedos el ancla al cual me sujeto.

- ¿Me acompañas hasta el coche? -me pregunta él siendo su voz apenas un susurro- quiero tenerte cerca hasta el último segundo.

El latido de mi corazón. Ese latido que ahora mismo es suyo, también es calmado. Le sonrío y asiento. Yo también necesito estar cerca suya. Miramos los dos los tiempos de los demás aún con nuestros dedos unidos. Él no me suelta y yo no quiero que lo haga.

Hamilton sigue el primero y la vuelta de Charlie está bastante bien. Hemos decidido no probar aún los discos de Beronnio y dejarlo para cuando vayamos a Bahrein. Aunque sé que van a funcionar. Lo sé. Lo he probado en un motor externo y aguantan más de dos horas. La gente empieza a moverse alrededor nuestra. Su mano abandona la mía y me dispongo a salir detrás de Carlos con todo el equipo.

El coche le espera fuera. Voy detrás de él y lo veo ponerse el protector y conectar los auriculares. Me acerco a él y ambos nos miramos a los ojos.

- Necesito saber si los controles de cockpit funcionan bien y se comunican correctamente. Al principio no necesito velocidad. Prefiero que lo fuerces en las curvas, sobre todo para ver que hace el tanque de combustible. Y cuidado en la curva 5, ya sabes que está en descenso, así que ten cuidado por si te bloqueas.

- Y yo necesito que estés ahí cuando me baje del puto coche -trago saliva nerviosa sintiendo que me falta el aire, pero por sus palabras. Realmente está preocupado por mi y eso es algo que me emociona.

- Lo estaré. Te lo prometo.

Carlos asiente con su cabeza y se dispone a ponerse el casco. Antes de hacerlo, esa última mirada es para mi y sólo para mi.

Salgo de su campo de visión y me hago a un lado. Carlos arranca el coche y el sonido del motor resuena con fuerza. Le dan la señal para salir y lo hace. Vuelvo con rapidez al garaje para seguir por las pantallas los resultados que arrojen los test y la telemetría.

Nada más entrar, me quito el casco y me pongo los auriculares mientras me voy al lado del grupo de Ingenieros, de mi grupo. La arrancada de Carlos ha sido buena y el coche no ha hecho ningún giro extraño. Aless viene hacia mi y se queda mirándome con los brazos cruzados.

- ¿Porqué has acompañado a Carlos hasta el coche? -su tono es algo más duro conmigo de lo que es habitual en él. Hemos comido un par de veces juntos y cada vez tengo más confianza con Aless. Pero, que se ponga en este plan, no me gusta.

- Quería darle las últimas instrucciones -le confieso cuando los primeros datos empiezan a llegar. Me inclino para mirar como por ahora, todo funciona de maravilla.

Él asiente no muy convencido. Sigo mirando la pantalla y compruebo que todo va correctamente. Algo que me hace sentir muy satisfecha.

- ¿Qué tal, Carlos? -le pregunta Aless al piloto por los auriculares. Veo en la pantalla que Charlie ha acabado sexto y que su equipo le aplaude. Hago lo mismo contenta por ver los resultados del piloto.

- Bien, bien. Las sensaciones son buenas. El coche va suave y el nivel de combustible es correcto -contesta él.

- Quiero que aumentes la velocidad Carlos. Hamilton ha acabado primero, y quiero que cuando completes una vuelta le metas caña .-le dice Aless con rotundidad.

- Yo prefiero que dé una vuelta agresiva para ver como funciona el motor y las ruedas. Además, ahora viene una curva de baja velocidad -le digo. Aless se gira y aprieta su mandíbula mirándome.

- Ya funciona bien, Valeria -me dice con una fría mirada mientras a nuestro alrededor la gente nos mira de reojo.

- No lleva ni una vuelta -le replico- y los neumáticos que lleva son para eso, para fuerza no para velocidad.

-Por eso mismo. Cuanto antes veamos la velocidad que alcanza mejor. Una vuelta rápida y después lo demás.

- Podría quedarse sin combustible y quiero ver como funciona el tanque cuando desgaste los neumáticos.

- Lo tuyo es el motor, Valeria -me dice él con rudeza- el jefe de equipo soy yo.

Aprieto mis labios y aparto mi mirada de él. El mecánico que hay a mi lado se nos queda mirando y niega con su cabeza.

- ¿Qué coño hago entonces? -pregunta Carlos a través del comunicador.

-Vuelta rápida -le contesta Aless sin mirarme manteniendo la mirada fija en la pantalla.

Me aparto de él y me voy hacia mi zona. La de los Ingenieros. Uno de los de rendimiento me pasa los datos en la tablet. Le sonrío en agradecimiento tomándola en mis manos.

- Es un gilipollas cuando quiere. No le hagas caso, Valeria -me dice. Le respondo con una sonrisa intentando concentrarme en lo que tengo delante.

Miro a Carlos y me muerdo los labios. Tengo la sensación de que Aless se está equivocando. O a lo mejor soy yo la que se equivoca y no tengo ni puta idea de Fórmula Uno. Llevo dos días aquí como el que dice.

Charlie acaba de llegar y todos le felicitan por su tiempo. Empieza a contar sus primeras sensaciones a su parte del equipo mientras yo no pierdo detalle de la pantalla. Veo que Carlos cada vez va más rápido. Me pasan datos de la telemetría, y por suerte, la parte del motor va de maravilla. Por el rabillo del ojo veo como Aless se acerca a mi hasta colocarse a mi lado. Procuro no mirarlo porque como lo haga no me voy a poder aguantar y le voy a decir cuatro cosas y no muy bien dichas.

- He sido un poco duro contigo, Valeria, pero creo que ya deberías saber quien es el jefe aquí -lo miro apretando mis labios porque si, es gilipollas.

- Sé perfectamente quien eres, señor Rinaldi -esto último lo digo recalcándolo bien para que se entere- pero si en algo no estoy de acuerdo con la parte que me toca, creo que tengo todo el derecho a decírtelo, pero vaya, que si quieres que te diga que si a todo, me lo dices y punto. Aunque creo que para eso no me has traído aquí.

Aless gira su cabeza y lo veo apretar los dientes y como respira algo deprisa mientras me mira. No me pienso callar. Y menos cuando veo algo que no está bien. Sobre todo cuando ahí fuera hay un chico que se está jugando la vida. A él no le da tiempo a contestarme cuando un estruendo nos hace girar nuestra cabeza a la pantalla.

La gente en el garaje se vuelve loca y los pitidos de las máquinas son ensordecedores. Me acerco hasta una de las pantallas y veo que el coche de Carlos ha reventado una rueda y tienen que salir a por él rápidamente. Ha perdido el control del coche durante unos segundos, y consigue pararlo con mucha dificultad. Siento mi corazón latir desbocado en mi pecho y como las manos me sudan mientras me castañean los dientes.

Hasta que no lo veo salir del coche por su propio pie no me quedo tranquila. Busco a Aless con la mirada y lo veo quitarse los cascos y tirarlos al suelo cabreado. Sé que este no es el momento, pero, o se lo digo o reviento. Me acerco a él cruzada de brazos y bastante enfadada porque esto se podía haber evitado.

- Y ahora, ¿me harás caso la próxima vez?

Cuando Carlos entra en el garaje un cuarto de hora después, lo hace bastante enfadado. Se pelea con los que les han puesto las ruedas, y sobre todo con Aless. Su cara refleja rabia, furia y también confusión por lo que ha pasado. Él y su jefe de equipo discuten en un apartado, pero se puede cortar la tensión con un cuchillo en toda la sala.

Recojo los datos que me dan en una de las tablet y me voy a hacia una pantalla que hay en una cabina que hay justo al lado de nuestro garaje. Veo todas las vueltas que ha dado y los datos se suceden una y otra vez. Esto podría haber sido de otra manera, si me hubieran hecho caso, pero según me ha dicho uno de los mecánicos, aquí hay mucho ego.

Escucho un portazo en una de las puertas y voces airadas en italiano. Aless está maldiciendo y por suerte, reconozco los insultos que salen de su boca. Las palabrotas fueron lo primero que mi hermana y yo aprendimos del idioma de mi abuelo.

Carlos camina por un pasillo con paso firme y con el rostro encendido. Su mirada se cruza con la mía percatándose de donde estoy. Trago saliva porque verlo así, con el pelo revuelto por el casco, todo sudado de la carrera, y hasta enfadado, hace que todo mi cuerpo tiemble, de deseo por él y algo más.

Viene directamente hacia mi apretando su mandíbula. No me da ni tiempo a preguntarle nada cuando lo tengo a pocos centímetros de mi cara. Su rostro refleja todo el enfado y el cabreo que ha vivido hoy, y es algo que no le puedo reprochar.

- Y tú, la próxima vez imponte más. Eres mi jefa de Ingenieros, demuéstrame que lo eres -me dice él bastante furioso. Sus ojos centellean ahora mismo y han adquirido un tono dorado.

- Carlos, yo... -le digo apenas sin poder hablar. Porque de nuevo siento esa sensación de que todo a mi alrededor me asfixia y me molesta. Sobre todo sus palabras.

- Tú nada, Valeria. Te han traído para algo, y desde luego que hace un rato, no has sido capaz de hacerlo. No hagas que me arrepienta de que estés aquí.

Carlos se da la vuelta y me deja allí mientras tengo que llevarme la mano al corazón porque siento de nuevo ese ahogo en mi pecho. Y no quiero eso. No quiero que me pase aquí de nuevo porque ni siquiera he podido demostrar aún de lo que soy capaz.

Me duelen las palabras de Carlos. Me duelen mucho. Pero una parte de mi saben que son verdad, y eso es lo que más me duele. Siento las lágrimas como caen por mis mejillas sin poder hacer nada. Me las aparto con los dedos y cojo una botella de agua la cual me la bebo de un trago. Cojo mis auriculares y al instante "You could be mine" de Guns and Roses suena en mis oídos a un volumen que me hacen abstraerme de todas las conversaciones y no escuchar nada.

Salgo de mi cubículo y me adentro en el garaje dándole los datos a uno de los mecánicos. Carlos está hablando con uno de los ingenieros de rendimiento. Se me queda mirando y creo que se percata de que me pasa algo por como me mira. Le aparto la mirada y salgo de nuestra escudería quedándome en la puerta mirando el bullicio y el movimiento que hay delante de mi. Esto es lo que necesito. Distraerme y no darme la vuelta y pegarle una hostia a mi piloto.

Unos segundos después siento una presencia a mi lado. Me giro con el corazón alterado y veo que es Aless. Compartimos los dos una mirada con la que nos decimos todo. Él sólo se calla. Alarga una de sus manos y me quita uno de los auriculares. Se lo acaba poniendo él y sonríe en cuanto escucha la música.

- Buena elección de música -me dice él asintiendo con su cabeza.

- Gracias.

- No te voy a pedir perdón porque soy el jefe y quedaría muy feo, pero, la próxima vez tendré más en cuenta tus opiniones.

- Eso espero que hagas, y a poder ser, antes de que alguno se estrelle en la pista.

Aless me da una larga mirada y lo veo esbozar una pequeñita sonrisa. Uno de sus pies golpea el suelo al ritmo de la música haciendo que yo también me ría. Estamos así unos segundos hasta que él me devuelve el auricular. Nuestros dedos se rozan y siento un cosquilleo en mi piel tras su contacto. Levanto mi mirada y ahí está la suya color caramelo clavada en la mía.

- ¿Te gusta la crema catalana? -me pregunta él sin apartar su mirada de la mía.

- Me gusta.

- Pues te invito a probarla en uno de los mejores sitios de Barcelona.

- Si eso es un postre, Aless.

- Entonces, tendré que invitarte a cenar.

- ¿Es tu manera de pedirme perdón? -cruzo un poco mis brazos apretando el auricular que él me ha devuelto. Aún está caliente de haberlo tenido en su oreja.

- Es mi manera de decirte que eres increíble, Valeria.

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