22. 𝒯ú 𝑔𝒶𝓃𝒶 𝓆𝓊𝑒 𝓎𝒶 𝓋𝑒𝓇𝑒𝓂𝑜𝓈 𝒹𝑒𝓈𝓅𝓊é𝓈
- Tu abuelo me ha invitado a ir a con vosotros a Caronia.
El sorbo de agua que me iba a beber de la botella, se queda en eso, en que iba a beber. Miro a Carlos apoyada en una de las vallas del circuito. Ha sido quinto en la carrera de clasificación, y ahora vamos a ver lo que hace Charlie. Proceso cada una de sus palabras sin poder creerme lo que ha hecho mi abuelo. Bueno, si que me lo creo. Es mi abuelo y todo en él es posible.
- Le has caído bien entonces -.le respondo llevándome por fin la botella a mi boca.
- Espero que mejor que Aless -Carlos me da una burlona sonrisa chocando mi hombro con el suyo.
- Aún no he tenido la charla con él. Seguro que me pregunta por ti.
-. Yo ya la he tenido.
- ¿En serio? -le pregunto algo angustiada. La opinión de mi abuelo es muy importante - ¿y qué te ha dicho?
- En Caronia te lo cuento - Carlos me guiña un ojo dejándome aún más sorprendida.
- ¿Vas a venir?
- ¿Tú quieres que vaya?
- Yo pregunté primero, Carlos -le paso la botella de agua y él le da un gran trago. Vemos a lo lejos a Charlie meterse en el coche y yo fijo mi mirada en el enorme cronómetro que hay enfrente.
- Me apetece mucho estar contigo. Y además, tu abuelo me ha caído muy bien. Pero, tengo la sensación de que tú no quieres que vaya, ¿verdad?
Chasqueo mi lengua y ladeo un poco mi cabeza hasta mirarlo. El viento le ha revuelto un poco el pelo y el flequillo le cae por la frente haciéndolo aún más atractivo si cabe. Me quedo mirando embobada su perfil. Dice que no le gusta su nariz y a mi me parece de lo más bonita. Todo en él me gusta. Esos ojos marrones que cuando te miran más parece que pudieran traspasarte el alma que otra cosa. Sus interminables pestañas. Esas mejillas sonrosadas. Y su pelo. Me encanta pasar mis dedos por su pelo. Y a él también le gusta. Más de una noche se ha quedado dormido mientras yo lo acariciaba. Y hoy encima con las gafas de sol, está aún más guapo.
- No es eso, Carlos. Es que no quiero que veas esto como una obligación o como algo más que no quieras hacer, sólo porque mi abuelo te ha invitado. Ya sabes, que todo se te vuelva "complicado".
Carlos me mira apretando su mandíbula. Pasa la punta de su lengua por su labio superior y esboza una ligera y calmada sonrisa.
- No tienes que ir con pies de plomo conmigo, Valeria. Crees que me voy a asustar y salir corriendo si haces o dices algo que implique algún tipo de compromiso.
Bajo mi mirada hasta el suelo y muevo mi cabeza de arriba a abajo. Dios, Carlos me conoce más de lo que él se cree. Porque todo eso que me está diciendo, yo ya, lo había pensado.
- Algo así -sus dedos se acercan a los míos. Tengo mi mano apoyada en la parte de arriba de la protección. Él los roza muy despacio haciendo que mis terminaciones nerviosas se pongan dislocadas. Sólo es una caricia y ya me tiene temblando.
- Tienes que confiar más en mi, hechicera -Carlos se acerca hasta mi para susurrarme en el oído. Para hacer que su cercanía me afecte de nuevo.
- No me estás dando motivos para no hacerlo, Carlos.
- Pues me alegro, me dejas más aliviado.
-¿Y yo? ¿Confías tú en mi? -Carlos sube una de sus manos por mi muñeca, le da la vuelta y sus dedos trazan pequeñas caricias en la palma de mi mano.
- Si no confiara en ti, no estaría contigo, señorita De Luca.
Me muerdo el labio y de nuevo centro mi mirada en el circuito mientras siento que las mariposas que tengo en mi estómago revolotean nerviosas. Sólo me pasan cuando estoy cerca de él. Cuando su sola presencia hace que todo mi cuerpo se altere.
- Gana mañana, y te puedes venir a Caronia con nosotros -le digo con un deje de diversión en mi voz.
- ¡Y lo dirás en serio! -me contesta él algo indignado.
-Muy en serio, señor Sainz. Usted gane la carrera y le prometo que va a pasar el viaje más increíble de su vida.
Le hago un gesto con mis cejas a Carlos y él aprieta sus labios sin dejar de mirarme. Sé que quiere besarme. Lo sé porque conozco perfectamente esa sensación, la de querer perderme en sus brazos.
- ¿Eso incluye sexo, señorita De Luca?
- Todo el que quieras.
- Ve reservando hotel Valeria, y dos habitaciones. Te pienso follar en la tierra de tus antepasados así tenga que jugar a los coches de choque mañana.
Me llevo las manos a la cara sin poder creerme lo que estoy viendo. Carlos ha ganado. Iba sexto en la parrilla de salida y ha ganado. Ha hecho un carrerón de la hostia, y hasta mi abuelo está eufórico. El muy cabrón se ha motivado bien con lo de venirse conmigo.
Lo veo entrar en el garaje y tardamos poco en aplaudirle. Se lo merece. Es un gran piloto y hoy lo ha demostrado.
- Ese chico llegará muy lejos -me dice mi abuelo agarrándose a mi brazo- nunca había visto a nadie hacer lo que él ha hecho hoy, y con tanta ventaja.
Asiento ante las palabras de mi abuelo. Carlos recibe las felicitaciones y abrazos de todo nuestro equipo. Viene hacia donde estamos nosotros y se funde en un abrazo con mi abuelo. Aún lleva su casco en la mano, y en un gesto que me emociona, se lo da al abuelo Piero.
- Me gustaría que se quedara usted mi casco en recuerdo de su primera carrera de Fórmula Uno, señor De Luca -le dice Carlos con algo de solemnidad en sus palabras. Mi abuelo coge el casco y agarra una de las manos del piloto.
- Muchas gracias, hijo. Es un detalle que no olvidaré nunca. Tu casco estará en un lugar privilegiado de casa.
Carlos asiente con la cabeza y se gira un poco para mirarme a mi. Se acerca y lo abrazo tremendamente orgullosa de él. Su boca está a pocos centímetros de mi oreja y por suerte, nadie se está fijando en nosotros para saber lo que me dice.
- ¿A qué hora nos vamos a Caronnia?
Me separo de Carlos algo sorprendida y si, feliz de que quiera venirse con nosotros. Me hace mucha ilusión que nos acompañe. Joder, es que ahora mismo necesito tenerlo cerca durante los momentos más importantes de mi vida. Ir al pueblo de mi abuelo lo es, y quiero compartirlo con él.
- ¿En un par de horas? -le digo hablando en susurros .
- Déjame que me encargue del transporte. Vosotros estad listos en un rato y te mando la ubicación.
- De acuerdo.
Carlos es requerido por Lenna, su Relaciones Públicas. Supongo que querrán hacerle más entrevistas y toda la parafernalia. No puedo evitar mirarlo cuando sale del garaje y sonreír cuando me guiña un ojo al irse. Reprimo una sonrisa porque lo que este hombre me hace sentir, es algo que me cuesta mucho esconder.
- Abuelo, recojo un par de cosas y nos vamos al hotel, ¿vale?
- De acuerdo, cariño .
Le doy un beso en la mejilla y lo dejo hablando con uno de los mecánicos el cual se muestra muy entusiasmado cuando el abuelo le cuenta que está intentando arreglar el motor del Seat. Voy hacia una de las pantallas y me descargo los datos en mi tablet para poder revisarlos luego con tranquilidad. En dos semanas es el Gran Premio de Miami y si hay algún fallo, tengo que tenerlo todo listo para entonces.
- A tu abuelo se le ve feliz -la presencia y la voz de Aless a mi lado me hacen ladear un poco mi cabeza para prestarle atención.
- Lo está. Para un mecánico, esto es el paraíso.
- Desde luego que si -Aless se queda callado unos segundos mirándome fijamente- ¿tenéis planes para cenar esta noche? me gustaría enseñarle a tu abuelo los lugares más emblemáticos de Imola.
Muerdo mis labios algo nerviosa. Aless siempre me ha tratado muy bien desde que llegué aquí. Por él estoy trabajando en Ferrari, pero, también es cierto que sé que está interesado en mi, y yo, no puedo corresponderle de la misma manera que él quiere. Y no es por Carlos, porque si él no estuviera, me pasaría igual.
- Lo siento, pero, me voy con mi abuelo a hacer un pequeño viaje y nos iremos en un rato.
- ¿Un viaje? -me pregunta él algo sorprendido.
- Si, quiero enseñarle algo de Italia antes de volver a la Fábrica.
- Tal vez yo pueda ayudaros, dime que tienes pensado.
Aprieto mis labios y cojo aire con fuerza dejándolo salir lentamente. Tengo que declinar su oferta, y hacerlo de manera que no sea descortés con él.
- Vamos a la aventura, Aless. No te preocupes, estaremos bien. Nos vemos en la Fábrica.
Me despido del italiano sin dejar que me responda. Si se enterara de que Carlos viene con nosotros, no sé como se lo tomaría. Y por ahora, prefiero que no lo sepa. No me gusta mentir, pero, a veces, es necesario una mentira piadosa. Y esta es una de esas ocasiones.
- Tengo que decir que es muy cómodo -mi abuelo acaricia la suave piel del sillón del avión moviendo su cabeza de arriba a abajo- gracias, Carlos por encargarte de todo.
- Es que si dejo que su nieta lo haga, aún estaría usted metido en un coche -dice él dándome una irónica sonrisa.
- No todos podemos alquilar un avión privado, perdona que te diga -le contesto haciéndome la indignada. Uno de sus brazos rodea mis hombros y me atrae hacia su pecho.
- Admite que esto es mucho mejor que el Mercedes que querías alquilar .
- Si, lo es -le contesto. Ladeo un poco mi cabeza para mirarlo y no puedo evitarlo, lo beso en la mejilla poniendo mi cabeza en su hombro. Mi abuelo nos mira a los dos y puedo ver una pequeña sonrisa de satisfacción en su cara.
- ¿Y tú de que te ríes? -le pregunto a mi abuelo.
- Con lo que a ti te gusta tenerlo todo controlado, y me sorprende que en este viaje no lo estés haciendo.
- Bueno, abuelo, de vez en cuando tengo que dejarme llevar, bastante controlo todos los días -le respondo encogiendo mis hombros.
- A mi me gusta que te dejes llevar -me dice Carlos sonriéndome- estás más guapa cuando no estás en plan mandona.
- ¡No soy una mandona! -le doy un pequeño puñetazo en las costillas e intento zafarme de sus brazos, algo que él no me deja hacer atrayéndome más a su pecho.
- Si lo eres. Y lo sabes. Y la suerte que tienes es que encima todos te hacen caso.
- Porque tengo la razón.
- Eso también -Carlos me saca la lengua y sus costillas reciben un pequeño empujón por mi parte. Miro a mi abuelo y lo veo disfrutar con todo esto.
- ¿A qué no soy mandona, abuelo?
- Bueno...mandona, mandona, pero que te gusta dirigir, eso si -responde él .
- Me gusta tenerlo todo controlado para que salga bien, eso no es malo ¿no? -le digo rodando mis ojos.
- No, no lo es, Valeria -me responde mi abuelo- pero a veces, no pasa nada por dejar para mañana las cosas. Nunca has podido dejar nada a medias, has preferido no dormir con tal de terminarlas. Deberías ser menos responsable de vez en cuando.
- Y lo hago. Estoy en este avión cuando yo quería ir en coche -le digo separándome de Carlos y cruzando mis brazos.
- ¡Y menos mal que lo has hecho! -me responde el piloto abriendo sus ojos y haciéndome una mueca con la cara.
- Os odio, a los dos -les digo algo refunfuñada, pero, a la vez bastante contenta de que estén los dos a mi lado.
- Que se te pase pronto el cabreo que vamos a aterrizar -me contesta Carlos señalando a la auxiliar de vuelo que nos lo indica.
- Me las pagarás -le digo acercándome a su oído para que no me escuche mi abuelo.
- Lo estoy deseando.
- Menos mal que has reservado un hotel de cuatro estrellas, me veía durmiendo en un albergue.
Cojo la almohada y se la tiró a Carlos con tanta fuerza que se tambalea un poco hacia atrás.
- ¡Eres idiota! -le digo sentándome en la cama. Siento como el colchón se hunde detrás de mi y a los pocos segundos sus brazos me rodean..
- No te enfades, anda -Carlos me aparta el pelo de la cara y besa mi cuello haciendo que un ligero temblor recorra mi cuerpo.
- Te has aliado con mi abuelo para hacerme rabiar.
- Lo he hecho si, pero es que estás tan mona enfadada.
Me giro un poco hasta estar enfrente suya. Mi vista se va a su abdomen. Siempre duerme sin camiseta, para mi fortuna. Pero, aún no me acostumbro a verlo sin ella y a babear hipnotizada por sus abdominales. Bueno, babeo por todo él.
- ¿Qué te dijo Aless? lo vi como se acercaba a hablar contigo cuando volví a por una botella de agua -Carlos me quita un mechón de pelo de la frente y sus dedos trazan un lento camino hasta bajar por mi mejilla. Su mano se posa en mi cuello y se queda allí dándome un pequeño masaje.
- Quería invitarnos a cenar a mi y a mi abuelo -Carlos chasquea su lengua y hace un poco de presión en mi cuello. Me giro un poco y me aparto el pelo dejando que sus dedos recorran mi nuca en un agradable masaje.
- Y a poder ser sin tu abuelo.
- Carlos -le digo medio advirtiéndole.
- Carlos, nada. Que está muy claro lo que quiere, Valeria. Es un sibilino. Se cree que todas las tías van a caer rendidas a sus pies. Puto italiano.
Reprimo una carcajada porque está sonando ¿celoso? y eso me divierte porque cada vez que nombramos a Aless se pone así. Sobre todo si en la conversación estoy yo de por medio.
- Pues entonces no sigo contándote el resto de lo que me dijo -le digo mordiendo mi lengua.
- ¿Me voy a enfadar?
- Si -le admito sin dudarlo.
- Pues entonces déjalo. No quiero que me estropee el viaje el puto Rinaldi. Que se quede en Maranello o donde le salga de los huevos, tomando por culo.
Las manos de Carlos están consiguiendo que me relaje bastante, a pesar de sus palabras.
- Dime una cosa, Carlos, ¿siempre te ha caído mal Aless?.
- Me cae mal desde que sé que le interesas -vale si, Carlos es tan brutalmente sincero que a veces me asusta y otras como ahora, me deja sin palabras- bueno, de siempre ha sido un chulo y prepotente...
- Casi como tú -le digo medio chinchándolo.
- Pero este chulillo te tiene to loca, ¿verdad, hechicera? -ruedo mis ojos sabiendo que no puede verme, pero, dándole la razón en mi interior. Claro que me tiene loca, muy loca- es que no soporto que te mire como si fueras algo suyo. Joder, que si, que gracias a él estás aquí, y no sabes lo que se lo agradezco, pero, no eres su posesión para que tenga que seguir sus advertencias.
- ¿Qué advertencias? -me doy la vuelta quitando sus manos de mi cuello. Carlos chasquea su lengua y hace un gesto de desagrado con su boca- Carlos...
Un resoplido sale de su garganta y alza sus ojos al cielo. Segundos después, los vuelve a bajar y posa su mirada caramelo en la mía.
- El primer día que llegaste a la Fábrica, me dijo que me alejara de ti que bastante tenías, para que encima tuvieras que lidiar conmigo, y la noche de los dardos me lo volvió a recordar...
Aprieto mis labios y dejo escapar un pequeño suspiro. Una cosa es que Aless quiera protegerme y otra esto. Que le prohíba a alguien que se me acerque. Es de locos. Está llegando demasiado lejos.
- Bueno, le has hecho poco caso -le digo riéndome.
- Y menos que le voy a hacer. Por cierto, hay algo que quiero preguntarte -enfoco mi mirada en Carlos y le doy una pequeña sonrisa que más es para que me tranquilice yo, que otra cosa.
- ¿El qué?
- Tu abuelo me contó algo, poco, de lo que te pasó este invierno...
- Vaya, parece que a la gente le ha dado por contar ahora mi vida.
Voy a ponerme en pie cuando su mano se posa en la mía y tira de mi para que me siente de nuevo. Carlos se mueve hasta poner su espalda en el cabecero de la cama. Abre sus piernas y me tiende la mano para que me coloque entre ellas. Cierro y abro mis ojos despacio, pero, él sigue ahí y eso es lo único que me importa. Dejó que tire de mi hasta ponerme entre sus piernas. Mi cabeza reposa en su pecho y sus brazos rodean mi cuerpo.
- Estamos preocupados por ti, Valeria.
- ¿Tú también?
-Yo el primero. Mira, no tienes porqué contarme tu vida, o si tienes, si quieres. Sólo quiero que sepas que estoy aquí, a tu lado, que cuando me necesites, sólo tienes que girar tu cabeza, que, allí estaré yo.
Proceso sus palabras en mi cabeza y sé que lo que me dice es verdad. Lo sé porque lo voy conociendo y Carlos no es de los que dice las cosas a la ligera. Me agarro a sus brazos y reposo un poco más mi cabeza en su pecho. Estoy tranquila. Estoy bien y estoy muy a gusto. No necesito nada más.
- Te prometo que te lo contaré, Carlos. Lo de mis fantasmas y mis pesadillas. Pero no ahora, no quiero estropear este viaje con lágrimas y recuerdos que me ponen triste.
- Como tú quieras, preciosa, solo quiero que entiendas que yo estoy aquí y que si te pasa algo, yo seré el primero que estaré a tu lado.
Vale, si, me muero. Es que es para morirse con las cosas que me dices. Siento un pequeño escalofrío recorrer mi cuerpo. En mi pecho se instala una cálida sensación. Y todo mi cuerpo respira aliviado. Carlos me abraza aún más y besa mi mejilla un par de veces.
-Anda, vamos a la cama -Carlos se separa de mi. Me pongo de lado en la cama dejando caer mi cabeza en la almohada. Él nos tapa a ambos con el nórdico. Su mano recorre mi mejilla esbozando una tímida sonrisa que me vuelve loca.
- Gracias por venir con nosotros, Carlos. Tengo que admitir que tenerte con nosotros es mucho mejor.
- Gracias a vosotros por invitaros. Tu abuelo es increíble, Valeria. Me gusta mucho estar con él.
- Y a él contigo.
Le doy una pequeña sonrisa antes de recibir un breve beso de sus labios. Carlos apaga la lamparilla y se pone detrás de mi pasando uno de sus brazos por mi cintura. Así es como dormimos siempre que compartimos la cama. Abrazados. Me tranquiliza sentir sus manos alrededor de mi cuerpo.
- Tomaba pastillas para dormir -le confieso a Carlos. Es lo único que me atrevo a decirle ahora mismo.
- No es malo un poco de ayuda para dormir.
- Tenía horribles pesadillas que me dejaban hecha polvo todo el día. Las pastillas me ayudaban. Por lo menos a descansar.
- ¿Ya no las tomas?
- Dejé de hacerlo cuando empecé a dormir contigo. Tú calmas mis pesadillas.
-Pues duérmete entonces, pequeña princesa, que yo me encargaré de luchar con tus pesadillas.
*** Más de 100 votos en el último capítulo, ¡que locura!. Muchas gracias por los votos, los comentarios y las lecturas. Súper - agradecida del apoyo que le estáis dando a esta historia.
El otro día le dije a una amiga que ésta historia es LA HISTORIA, esa que cambia tu vida, supone un reto y es una nueva ilusión. Pues 55LOVE, lo es. Y en parte, es gracias al apoyo tan grande que está teniendo.
¡¡Os adoro!!
No descarto un maratón en cualquier momento... ***
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