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20. 𝒰𝓃 𝓁𝒶𝓂𝒷𝑜𝓇𝑔𝒽𝒾𝓃𝒾 𝓎 𝓊𝓃𝑜𝓈 𝓉𝒶𝒸𝑜𝓃𝑒𝓈 𝓇𝑜𝒿𝑜𝓈

En Melbourne hace más calor del que pensaba. El hotel donde nos alojamos, pues Carlos decidió irse a otro para quitarse a la prensa de encima, tiene una pequeña piscina privada en nuestra habitación. La probamos anoche, bañándonos desnudos. Una locura. Pero es que con Carlos me está saliendo esa parte de mi que es algo irracional, y que no quiere pensar las cosas porque se está dejando llevar. Y tengo que decir que me encanta estar así ahora mismo.

Mi teléfono suena y lo cojo aún tumbada en la hamaca. Es mi pelirroja.

- Gracias por dejarme sola con su majestad -me dice Darcy al otro lado del teléfono. Muerdo mis labios reprimiendo una carcajada. Le ha puesto ese mote a Charlie y el monegasco lo odia.

- Seguro que no te aburres. Charlie es muy divertido.

- Eso sí.

- Aunque sus chistes son muy malos.

- ¡Dímelo a mi! Bueno, ¿y qué tal con Carlos?

- Por ahora bien. Increíblemente bien.

- Eso es que el sexo es muy bueno entonces.

- Más que bueno -suelto una carcajada en cuanto lo digo, porque, realmente es la hostia estar con Carlos.

- Por lo menos una de las dos que esté disfrutando de la vida -escucho como Darcy suspira a través del teléfono.

- Eres muy dramática, Darcy. Deberías...

- Si vas a decirme que debería acostarme con Max, cállate la boca.

- Vale, pues me callo.

Escucho la puerta de la habitación abrirse y cerrarse. Levanto mi cabeza de la hamaca y me quito las gafas de sol. Carlos aparece por la puerta y se apoya en el marco mientras me hace un repaso de arriba a abajo.

- Te dejo que estoy ocupada -le digo a Darcy antes de colgar.

- Puta -me contesta ella haciendo que me ría.

Dejo el teléfono encima de la mesa y recibo a Carlos con una sonrisa. Su mirada sobre mi, se ha vuelto más dura y salvaje. Viene caminando hacia mi como el león que va a por su presa.

- Si llego a saber que ibas a tomar el sol sin la parte de arriba del bikini, hubiera llegado antes -me dice acercándose hacia donde estoy. Me incorporo para que pueda ver que, efectivamente, no llevo nada que cubra mis pechos.

- Te mandé una foto con el bikini encima de la cama diciéndote que no me lo iba a poner, no sé de qué te sorprendes.

Carlos se sienta a mi lado en la hamaca. Pone una de sus manos en mi cuello y une su boca con la mía en un ardiente beso que hace que una corriente eléctrica atraviese mi piel. Sus labios se mueven ansiosos contra los míos y su lengua se cuela en la cavidad de mi boca buscando la mía. 

La yema de sus dedos recorren uno de mis pezones haciendo que un ardiente deseo por él crezca en mi vientre. Esa mano en mi pecho me quema. Me hace querer arder en su infierno.

- Esto es mejor que una jodida foto, Valeria.

Carlos está delante del espejo abrochándose los botones de su camisa blanca. Lo abrazo por detrás poniendo mis manos delante de su estómago. Él deja lo que está haciendo y se agarra a mis manos mirándome a través de nuestro reflejo. Durante unos segundos sólo hacemos eso, mirarnos. Y lo que me hace sentir con esa mirada es muy difícil de explicar porque son muchas sensaciones de golpe.

- ¿Qué te ha dicho tu abuelo?

- Está muy emocionado por venir. Aunque he tenido que prometerle que lo llevaría a su pueblo para que intente buscar a sus primos. Dice que no quiere morirse sin verlos.

Mi abuelo es un dramas. Lo es. Lleva dos años diciendo y haciendo cosas por si se muere. Y aunque ya es algo mayor, no lo veo yo todavía con un pie en la tumba.

Carlos se da la vuelta y pone sus manos en mi cintura. Nos miramos los dos sin decirnos nada. A veces no nos hace falta ni hablar para saber lo que pensamos. Una de sus manos me aparta el pelo de la cara y acerca sus labios para darme un pequeño beso.

- Gracias por quedarte conmigo estos días, Valeria. Tengo que admitir que me encanta la idea de tenerte tan cerca.

Aprieto mis labios intentando esconder una sonrisa, pero, como sé que no voy a poder, acabo besándolo. Disfruto de sus labios. Del sabor de su boca. Una de sus manos baja lentamente por mi espalda desnuda hasta posarse sobre mi cintura. Todo ese recorrido, el de sus dedos en mi piel ha hecho que mi cuerpo sufra un pequeño temblor. 

- ¿Estás lista? -su boca en mi cuello provoca otro pequeño escalofrío.

- Lo estoy.

- Pues vámonos o te juro que te tumbo en la cama y te arranco ese vestido negro.

Siento una punzada de deseo en mi vientre de imaginarlo. Porque sé que lo haría. El sexo con Carlos es increíble. Sabe perfectamente cuando y donde tocarme para hacer que disfrute. Con él todo es rápido, y lento, tal y como me dijo aquella vez en el circuito. Es un puto torbellino, un huracán que arrasa con todo cada vez que me toca. 

Me agarra de la mano y salimos de la habitación para montarnos en el ascensor. Esta noche quiere llevarme a cenar al puerto de Melbourne. Dice que le han hablado de un pequeño local donde sirven marisco de una manera bastante original. Esto me parece hasta una especie de cita y todo, porque en el día y medio que llevamos aquí, apenas hemos salido de la habitación.

Al montarnos en el ascensor, Carlos me acorrala contra la pared y recibo un ardiente beso de su parte. Me agarro a su cuello y hundo mis dedos en su pelo mientras su lengua hace maravillas en mi boca. Porque besarlo es desatar un volcán en todo mi cuerpo. Nunca me había sentido así con nadie. Tan receptiva a él y a lo que me hace sentir. Y no es sólo por el sexo. Es por la forma que tiene de tratarme y de comportarse conmigo.

Escuchamos el tintineo del ascensor y él se separa de mi dándome un último beso.

Al salir del ascensor, yo voy a su lado. No me atrevo ni a cogerle de las manos porque temo que alguien nos vea y nos haga fotos. Eso le encantaría a la prensa, que Carlos Sainz está liado con su Jefa de Ingenieros de Motor. Un escandalazo.

Salimos del hotel y en la puerta nos espera un impresionante Lamborghini Diablo GT. Un silbido sale de mis labios mirando alucinada el pedazo de coche, por el cual mataría con tal de conducirlo.

- A esto le llamas no llamar la atención Carlos -le pregunto mientras un botones le entrega las llaves del coche

- Mañana es mi cumpleaños, creo que me lo merezco, ¿no crees? Además, voy a hacer que esta noche te merezca la pena cada puto segundo que pase, así que, sube a tu carroza, princesa.

Una carcajada sale de mis labios porque la broma del cumpleaños se la está tomando bastante en serio. Las puertas del coche se abren solas y yo sólo tengo que entrar dentro para sentir que voy a tener un orgasmo instantáneo. Este coche es una puta pasada. Carlos se pone el cinturón y sujeta el volante. Ladea un poco su cabeza y me mira con chulería. 

- ¿Esa mirada de deseo es  por mi o por el coche? -me pregunta mientras arranca y dejamos atrás el hotel.

- Por ambos -le admito acariciando el salpicadero. Siento su mano derecha posarse sobre mi muslo ascendiendo lentamente. Me mojo los labios, porque esa mano parece quemar al contacto con mi piel.

- Luego vemos si podemos hacer algo... con ambos - abro mi boca asombrada y una carcajada sale de la suya.

Su mano sigue ascendiendo por mi muslo mientras él no aparta la vista de la carretera. Echo mi cabeza hacia atrás disfrutando de sus caricias.

- Esos tacones rojos -me dice él señalando mis zapatos- seguro que sin ropa te quedan mejor.

Su mirada de pecado se posa unos breves segundos en la mia. Jadeo un poco porque escucharlo hablarme así, el decirme lo que quiere de mi, hace que tiemble de deseo.

Un cuarto de hora después, y con su mano acercándose peligrosamente a la unión de mis muslos, llegamos a Ideira's,  un restaurante que está en el puerto de Melbourne y cuya especialidad es el pescado y el marisco. Se nota que por aquí viene gente con pasta, por los cochazos que hay aparcados en el parking y por los vestidos de las chicas que se pasean alrededor. 

Carlos le deja el coche al aparcacoches después de bajarnos del deportivo. Me coloco justo a su lado y me pongo bien el bolso en mi hombro. Una de sus manos busca la mía entrelazando nuestros dedos. Le doy una mirada algo sorprendida y él se limita a sonreirme. En la puerta nos recibe el maitre, el cual nos acompaña a una mesa en la parte de arriba lejos de miradas curiosas. Nos acomoda y mientras nos toma nota de la bebida, me  quedo mirando los barcos que hay en el puerto a través de una de las ventanas. 

-   ¿Te gusta el sitio? -Carlos se acerca a mi y posa sus labios en los míos en una lenta caricia. Su mano vuelve a mi muslo y sus dedos lo acarician despacio haciendo que la piel se me ponga de gallina.

- Es precioso. Aunque... -Carlos alza una de sus cejas mientras me mira sin dejar de tocarme- me has traido a un lugar, donde alguien podría vernos y hacernos fotos.

- ¿Y a ti te gusta salir en las fotos?

- No tengo ni redes sociales, así que imagínate lo mucho que me importa. Pero, parece ser que a Carlos Sainz  le gusta vivir al límite, no sólo en la carretera.

Mi boca busca la suya colando la lengua a través de sus dientes. Carlos los abre y deja que lo bese  acariciando su lengua con verdadero  deleite. La  vuelta del camarero nos hace separarnos mientras él me da un sonrisa cómplice. 

- Tú eres esa velocidad no permitida, Valeria.

Hace más de media hora que terminamos de cenar. Me he sentido como si fuera mi primera cita con Carlos, por lo que hemos hablado, por las confidencias que nos hemos hecho y por como hemos disfrutado de la cena. Ha querido llevarme al mirador de Coppins, dice que tiene las mejores vistas de Melbourne. Y tengo que darle la razón, cuando aparca el coche y salgo de el para ver las impresionantes vistas de la playa. Me apoyo en el capó del Lamborghini, dejando que la brisa marina llegue hasta donde estamos nosotros. 

- Estoy decepcionado, Valeria. Aún no me has cantado el cumpleaños feliz.

- Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseo yo sola, cumpleaños feliz.

Le doy un pequeño aplauso y dejo que sus labios rocen los míos unos segundos. Carlos se coloca entre mis piernas poniendo sus manos en mis muslos. Me sube un poco el vestido negro ajustado haciendo que la piel se me ponga de gallina al contacto con sus dedos. 

- ¿Y mi regalo? -me pregunta él acariciando la cara interna de mis muslos.

- Búscalo -le respondo mojando mis labios intentando darle una provocativa sonrisa.

- ¿Alguna pista? - sus dedos ascienden lentamente por la cara interna de mi muslo consiguiendo que toda mi piel se erice.

- Si luego me dejas conducir el coche de vuelta al hotel, te la digo -me mojo mis labios y pongo mis manos en su cuello. Mis dedos se cuelan en su pelo y tiro de un mechón acercándolo más a mi boca.

- Eso depende también, Valeria -me contesta ladeando su cabeza. Tengo su cuello al alcance de mis labios. La punta de mi lengua le roza por debajo de su barbilla y un siseo agudo sale de su garganta.

- ¿De qué depende? -mis manos van bajando por sus costados hasta alcanzar sus caderas. Le agarro del culo y tiro de él para acercarlo aún más a mi

- De si me vas a dejar follarte encima del coche.

Me muerdo el labio inferior y mi lengua lame su cuello. Subo lentamente por su barbilla hasta alcanzar su boca. Lo tiento con mis labios pero no dejo que me bese.

- Eso es chantaje -le digo dejando que sus manos se cuelen por dentro de mi vestido.

- Lo es -me contesta él. Sus ojos me miran con deseo. Aprieta la mandíbula y baja su boca hasta encontrar la mía. Nos besamos ansiosos el uno del otro, buscando nuestras lenguas para que bailen esa danza que sólo él y yo conocemos.

Una de  sus manos llega hasta mi ropa interior. La desliza a un lado y sus fríos dedos rozan mi carne desnuda arrancándome un agudo gemido que le hace reír.

- Alguien podría venir y pillarnos, Carlos.

- No va a venir nadie. A estas horas no pasa ni dios por aquí -su boca besa mi garganta. Las terminaciones nerviosas de mi cuerpo ya lucen alteradas por el anhelo de su cuerpo.  

- Tú no le tienes miedo a nada.

- ¿Tú sabes lo que es el miedo, Valeria?

- Por desgracia, si lo sé -uno de sus dedos acaricia mi clítoris. Estoy muy mojada por su culpa. Lentamente  desliza sus dedos arriba y abajo, arriba y abajo haciendo que arquee mi espalda hacia atrás y que abra más mis piernas.

-  En el momento en que tienes miedo, te vuelves más lento y yo no quiero tener miedo. Que sean tus gemidos los que marquen el ritmo.

Uno de sus dedos entra dentro de mi haciendo que su nombre salga de mis labios como un grito desesperado. Su otra mano está en la base de mi espalda sujetándome para que no me caiga hacia atrás. Las mías siguen en su cuello y las deslizo hacia abajo anclándome a sus antebrazos. Su dedo entra y sale de mi despacio, y tal y como me ha prometido, son mis gemidos los que le hacen ir más deprisa, los que le marcan que ya no puedo más y quiero estallar en miles de pedazos. 

La noche está fresca, pero yo no tengo frío porque el calor de sus dedos está desatando un infierno en todo mi cuerpo. 

- Carlos -le susurro apretando mis piernas. 

Siento un escalofrío que recorre todo mi ser y como mi vientre se contrae. Mis paredes se tensan y aprietan el dedo que aún está dentro de mi. Su boca chupa la mía tirando de mi labio superior mientras dejo que el orgasmo me posea por completo y que me mueva buscando su mano.

Cuando termino de hacerlo, descanso mi cabeza en su pecho mientras él acaricia mi cuello con lentas y pequeñas caricias. Carlos saca sus dedos de mi interior llevando sus manos hasta el borde de mi vestido. Poco a poco, lo va deslizando hacia arriba, pasando por mi cintura. Dejo que me lo quite tirándolo a un lado. 

Carlos apoya sus manos en el capó, a ambos lados de mis caderas. Se relame los labios y me mira de una manera muy sensual, como si quisiera devorarme entera. 

- Eres jodidamente hermosa, Valeria.

Trago saliva al ver su oscura mirada recorrer todo mi cuerpo. Sus manos van hacia mis rodillas y las abre en un lento movimiento. Sus dedos van subiendo por la cara interna de mis muslos hasta engancharse en la tela de mis bragas. Va tirando de ellas hasta deslizarlas por mis piernas y dejarlas junto al vestido. 

- Deliciosa. Eso es lo que pienso cuando te veo, que eres deliciosa. Si vieras lo increíblemente sexy que estás sólo con esos tacones rojos.

Carlos baja su boca hasta mi hinchado clítoris. Aún está palpitando con los restos de mi orgasmo. Su boca codiciosa lame y chupa ese punto de placer. Llevo mis manos a su pelo y tiro de él instándole a que siga, a que me de más. Sus manos se cuelan por debajo de mi culo y me lo alza para acercarlo aún más a su boca. Sus lametones me enloquecen. Todo mi sexo recibe sus chupadas. Su lengua me penetra haciendo que arquee mi cuerpo y sus labios me devoren aún más todavía. No deja de lamer mi entrada, de mezclar mi humedad con su boca. 

Me falta poco para venirme de nuevo. Siento como todo mi cuerpo quiere hacerlo, pero entonces, su boca se retira de mi cuerpo y yo protesto airadamente. 

- Shhh. Tranquila. No quiero que te vengas todavía, hechicera.

Carlos quita las manos de debajo de mi. Puedo escucharlo como se baja los pantalones y como rasga un preservativo para ponérselo. Voy a tener que hablar con la doctora del equipo para que me recete algún anticonceptivo, porque a este ritmo, agotamos las reservas de preservativos. Carlos acerca su pene a mi entrada. Pone una de sus manos en mi estómago y me empuja con suavidad para que me tumbe del todo sobre el capó del coche. Esto es una puta fantasía erótica hecha realidad.

- Joder Valeria, sei una fottuta tentazione (eres una puta tentación) 

Carlos entra en mi de una sola embestida haciendo que todo mi cuerpo convulsione. Una de sus manos agarra mi tobillo derecho y lo coloca en sus hombros mientras va entrando y saliendo de mi de una manera salvaje. El ritmo que lleva es cada vez más rápido. En el silencio de la noche solo se escucha el choque de nuestras caderas y los gemidos que salen de mi boca. 

- Carlos, no pares por favor -me apoyo unos segundos sobre mis codos maravillada ante la increíble visión que tengo delante de mi.

Me agarro a uno de sus brazos dejando que él me posea como le dé la gana. Porque tiene ese maldito poder sobre mí, el de hacer que me derrita en sus brazos de la manera que sea. Me da una sonrisa algo chulesca y su mano libre baja hasta alcanzar de nuevo mi hinchado clítoris. Las embestidas de su pene acompañan las caricias de sus dedos y yo estoy ya que no puedo más. Necesito correrme. Necesito liberar toda esta tensión que siento por él. 

- Córrete, Valeria. Mójame entero.

Cierro mis ojos cuando siento que ya no puedo más. Sus profundas embestidas me rompen por completo. Siento cada parte de su pene dentro de mi y sé que él también quiere venirse conmigo. Ese cosquilleo nace en mi vientre. Esas ganas de gritar bien fuerte. Todo mi cuerpo sufre un doloroso y placentero espasmo mientras tengo un fuerte y poderoso orgasmo que es acompañado por el suyo. Carlos sigue moviéndose a un ritmo cada vez más frenético. Y cuando echa su cabeza hacia atrás gruñendo mi nombre, me dejo caer medio desfallecida sobre el capó intentando recuperarme. 

Carlos me baja la pierna con mucho cuidado y pone una de sus manos en mi cintura. Me ayuda a incorporarme, y cuando estoy inclinada, se acerca a mi para besarme. Es un beso lento, cargado de sensualidad, de los que me hacen temblar de los pies a la cabeza. Me besa sin prisa, muy pausadamente, disfrutando de mi boca. 

- Ahora llevas tú el coche de vuelta, nena.

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