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10. 𝑅𝑜𝒸𝓀𝒶𝓁𝑒𝓉𝒶

En unos días nos vamos a Bahrein. Haremos otro test y una semana después será el Primer Gran Premio de la temporada. Nos vamos a quedar allí durante toda la semana. Tengo algunos compromisos con los patrocinadores y con las marcas de las que soy imagen. Serán días de locos. Los previos antes de la primera carrera. Y las últimas pruebas. Aún queda por saber si los famosos discos de Beronnio de Valeria van a funcionar. Pero, según dicen los que los han probado, van a ser un bombazo.

Acabo de llegar de la fábrica. He estado comprobando neumáticos y yo que sé que cosas más. Charlie aguanta esto muy bien, yo, estoy cansado, más mentalmente que otra cosa. Paso por recepción y el chico de por las noches me llama.

- ¡Señor Sainz! ¡Ha llegado un paquete para usted!

Me dirijo al mostrador y el chico me da una caja de cartón que al verla me hace sonreír. Ha llegado antes de lo que pensaba. Le doy las gracias y voy hacia el ascensor.

Es un regalo para Valeria. No me habla desde lo que pasó en Barcelona. Fui bastante capullo. Estaba cabreado y lo pagué con ella. Con la que menos se lo merecía. Intenté pedirle perdón, ella lo aceptó, pero, no me habla desde entonces. En la fábrica me rehuye y siempre que me acerco a ella se va con cualquier excusa para no tener que verme. Y me jode. Me jode porque me llevo muy bien con Valeria y porque la echo de menos. Me gusta mucho estar con ella. Nuestras conversaciones, su risa, esos chistes tan malos que me cuenta. Joder, si hasta me ha dado por escuchar a Gun's and Roses por su culpa.

Intento convencerme a mi mismo. Admitir que no me gusta tanto, pero, me estoy engañando. Claro que me gusta. Claro que la deseo. Pero, hay tantas circunstancias que me piden avanzar con ella. Mi última relación me dejó echo polvo. Sin ganas de querer compartir mi vida con nadie. Desilusionado del amor. Me prometí a mi mismo no volver a pasar por ese infierno. De lágrimas, reproches, malas caras, engaños... Aún recuerdo la última conversación con mi ex, y es algo que no deseo volver a sufrir de nuevo.

Por mucho que me guste Valeria. Por mucho que me atraiga, no puedo dar más de mí cuando ni yo mismo lo quiero.

El ascensor se para y salgo de el. Voy hacia su puerta con la caja. Llamo con mis nudillos y espero que me abra resoplando algo nervioso. Segundos después, ella aparece llevando solamente una camiseta larga y un pantalón corto de pijama. Sus mejillas están ligeramente sonrosadas y sus labios entreabiertos, consiguen que mi polla se revuelva inquieta en mis pantalones. Y no ayuda nada, que su pelo lo lleve recogido en dos trenzas, como la primera vez que la vi. Como esa primera vez que aún no he podido olvidar.

Mía.

¿Lo es? ¿Quiero que lo sea?

Sólo sé, que a mi, se me acaban de olvidar todas mis putas promesas.

Valeria se me queda mirando y frunce el ceño algo enfadada. Y joder, es que la atrapaba contra la pared y la besaba hasta que le dolieran los labios.

- ¿Qué quieres? -me pregunta con algo de dureza y si, con cara de asco. Joder. Que guapa está con el pelo recogido. Y con esa cara tan preciosa.

- Han dejado esto para ti en recepción -le digo dándole la caja. Ella me mira algo confusa y alarga sus manos rechazándola cuando se la pongo encima.

- Yo no he pedido nada -me responde sin mirarme. Joder, ni eso me merezco por lo que se ve.

- Pues la han dejado.

Ella me sigue mirando algo confundida. Se muerde los labios. Esos labios que estoy deseando probar porque me están volviendo loco. Como ella me vuelve.

- Vale, pues gracias.

Ni me da tiempo a responder cuando me cierra la puerta en las narices. Me quedo pasmado unos segundos intentando reaccionar a su desplante. Me doy la vuelta para ir a mi habitación. Joder. No quiero estar así con ella. No aguanto más que no me hable. Es que la próxima vez la voy a acabar cogiendo en brazos y secuestrándola hasta que se le pase el enfado. Y lo mismo si me la como a besos, se le pasa. O la hago enfadar más. Y me va a dar igual.

Me quito la chaqueta y la dejo en una silla. Mis zapatillas van por el mismo camino. Cojo el mando de la tele pensando que ver cuando mi móvil vibra con un mensaje. Lo cojo de mi chaqueta y al desbloquearlo veo que es Valeria. No puedo evitar sonreir y lo leo al instante.

Eres un idiota ¿lo sabías?

Si, si que lo sé por desgracia

¿Esto es para que te perdone más?

Si, es para que me perdones más. Y si no lo haces, sólo me queda arrastrarme

Anda ven, aquí hay un montón de chuches

Ahora mismo

Bloqueo el teléfono de nuevo y por fin respiro tranquilo. Cojo la tarjeta de mi habitación y el móvil. Salgo de ella descalzo y todo. Llamo a la puerta de Valeria y ella me abre, y ésta vez me está sonriendo. Me deja pasar y la sigo dentro de su habitación. Tiene la caja encima de la cama y algo de su contenido esparcido por ella. 

- ¿Sabes? Eres muy gilipollas cuando quieres, Carlos. Me dolió un montón que me trataras así el otro día, porque te considero alguien muy importante para mi. Pero esto -me dice señalando su cama- es el detalle más bonito que nadie ha tenido nunca conmigo.

Valeria viene hacia mi y hace algo que me sorprende. Me da un abrazo. Un suave y cálido abrazo que yo correspondo sin dudar. Su cuerpo se adapta al mío perfectamente. Pongo mis manos en su cintura y me envuelve un olor a vainilla saliendo de su pelo. Dios, tenerla así es el puto cielo y un infierno a la vez de lo que la deseo. Soy tan consciente de ella, de su olor, de su cuerpo, de cómo la piel de sus brazos se le ha puesto de gallina. De como los acelerados latidos de su corazón hacen eco en mi pecho.

Mía.

Nos quedamos así unos segundos hasta que ella se separa de mi y me mira con una sonrisa que podría ponerme de rodillas si me lo pidiera. Y joder, juro por dios que nunca la he visto sonreírle a nadie así, como lo hace conmigo.

- ¿Has cenado? -me pregunta ella mientras se sienta en la cama.

- Un bocadillo en la cafetería, ¿y tú?

- Aless me ha invitado a cenar pizza.

Aless. Siempre Aless. Puto italiano que siempre tiene que estar cerca de ella. A mi me la prohibe, pero, me estoy empezando a dar cuenta que lo hace para estar él a su lado y no yo. Pues se va a joder porque he decidido que voy a estar cerca de ella todo lo que me dé la gana, y todo lo que ella me deje. Y que les den por culo a todos, y el primero a Aless.

Me siento a su lado en la cama. Valeria mete su mano y saca un paquete y se pone a reír. No puedo evitarlo y me fijo en sus piernas que apenas tapan ese pantalón. No debería hacerlo pero, lo hago. Me gustan sus muslos, me gustan sus tobillos y me gustan sus rodillas. Y me gustan esas caderas de las que imagino estar agarrado mientras estoy en su interior. Me llevo la mano a la frente y la paso por ella. Es una mala idea estar sentado en su cama. Muy mala.

- ¡Las famosas Rockaletas! -exclama ella haciendo que una pequeña sonrisa salga de mi boca.

- Le pedí el favor Lenna que me consiguiera esto. Tiene familia en México y no le ha costado mucho conseguirlo todo.

- ¿Quién es Lenna? -me pregunta ella torciendo un poco su boca.

- Mi Relaciones Públicas y mi grano en el culo cuando quiere. Ya la conocerás, seguro que os caéis bien.

- ¿Y todo esto para que te perdone? -ella me mira algo sorprendida y se muerde el labio inferior durante unos segundos, segundos en los que mi cuerpo sufre de nuevo una pequeña descarga eléctrica.

Asiento mirándola con un breve movimiento de cabeza. Ella deja escapar un pequeño suspiro y me sonríe. Y esa sonrisa, es mía y solo mía.

- No soy un chico de flores y bombones. Me gustan más los detalles -le confieso.

- ¿Sueles regalar muchos caramelos a las chicas?

- A las que son especiales, si.

Valeria abre un poco sus ojos con algo de sorpresa. Sus mejillas empiezan a adquirir ese tono rosado que tanto me gusta. Baja su mirada sin decir nada y coge uno de los paquetes. Lo agita delante de mi y seguidamente lo abre. Coge uno de los chupa-chups que hay dentro y me lo da.

- Son para ti -le digo negando con mi cabeza.

- ¡Oh, vamos, Carlos! Si vamos a pecar, que lo hagamos juntos.

Alzo una de mis cejas porque la palabra pecar de sus labios es increíblemente sexy. Ella se sonroja consciente de lo que ha dicho y le da la vuelta a la bolsa.

- Aquí pone son un pecado mortal.

- Pues cometámoslo, pues

Desenrollo el papel de la piruleta a la misma vez que ella. Nos quedamos mirándonos y nos lo metemos al mismo tiempo en la boca. Una explosión de picante y dulce se abre paso a través de mi paladar a medida que saboreo el caramelo. Me empieza a subir mucho calor por todo el cuerpo mientras ella se pone a reír.

- Oh, mamma mía -dice Valeria sin dejar de chupar el caramelo. Joder, lo que me faltaba, ella, un caramelo y su boca. Voy a arder en el infierno por todo lo que estoy pensando ahora mismo.

- ¿No te pica? -le pregunto sorprendido de que siga teniéndolo en su boca y no le afecte.

- Nop. Aguanto mucho el picante. De hecho me encanta. Cuando termine el instituto, me fui un verano a Vadodara y me inmunicé de las cosas picantes.

- ¿Y eso donde está? Es la primera vez que oigo hablar de ese sitio.

- Está en la India.

Valeria coge otra chuchería de la caja. Es una barrita de caramelo. La desenvuelve y me da la mitad. Esta vez es algo dulce. Algo que agradece mi paladar.

- ¿Y qué coño hacías tú en la India?

- Una locura. De las muchas que he hecho en mi vida. ¿Cuál es la locura más grande que has realizado tú? -me pregunta ella mientras se tumba en la cama. Se gira un poco hasta estar de lado y yo la imito acostándome en el hueco que ha dejado.

- Ser piloto de Fórmula Uno -le confieso - mis padres no querían que siguiera el mismo camino que mi padre. Me querían ver lejos de los coches. Así que entrenaba en secreto cuando él se iba a algún rallye. Por suerte, mi hermana me cubría. Y hasta que no tuve edad suficiente no me atreví a decirle que esto era lo que quería. ¿Y tú?

- Estar aquí.

- ¿En esta cama conmigo?

Le doy una sonrisa burlona y ella me da un pequeño puñetazo. Sus mejillas vuelven a sonrojarse. Le pasa mucho conmigo. Lo de ponerse colorada cada vez que le digo algo.

- Me refiero a estar en Ferrari -contesta ella para a continuación ponerse algo más seria- ni en mis peores pesadillas podría imaginar que acabaría aquí.

- ¿Pesadillas? ¿Porqué dices eso? -le pregunto muy extrañado. Valeria está jugueteando con una de las bolsitas de gominolas. Se la quito para que me mire.

- Digamos que, por circunstancias de la vida, estar aquí, para mí, supone un gran esfuerzo y un ejercicio psicológico bastante grande. Me cuesta estar  rodeada de tantas personas.

Trago saliva al mirarla. Ella esboza una pequeña sonrisa que intenta ser tranquilizadora, pero, no lo es para nada. 

- En Barcelona -le pregunto con mucho cuidado- casi te da un ataque de ansiedad, ¿te refieres a eso?

Valeria asiente con su cabeza. Se pone las manos en los ojos y está un rato así, sin decir nada. Se quita las manos y me mira. Una mirada triste que no me gusta nada. Llevo mi mano a su mejilla y se la acaricio muy despacio. Repasando cada línea de su cara mientras ella contiene el aliento y yo mis ganas de besarla. Tiene la piel muy suave. Y cada vez que las yemas de mis dedos rozan su piel, Valeria entreabre un poco sus labios dejando pasar el aire lentamente.

- Prométeme que si te vuelve a pasar otra vez, me buscaras a mi el primero, Valeria.

Ahí está otra vez. Ahí está ese instinto de protección con ella. Mia. Es lo que ruge en mi pecho. Es lo que hace que mi corazón vibre más acelerado que cuando voy en coche. Es lo que ella y nadie más que ella me hace sentir.

- ¿Y si estás corriendo?

Valeria me da una sonrisa burlona y yo ruedo mis ojos. Sigo acariciando su barbilla. Perdiéndome en esos ojos verdes que maldita sea, van a ser mi perdición. Porque sé que ella lo va a ser. Lo sé. Y cada día estoy más convencido que es cuestión de tiempo que lo haga. ¿Haré algo para remediarlo, para que no ocurra? si lo hago, es que soy más tonto de lo que pensaba. 

- ¿Y la locura más grande que has hecho por amor? -le pregunto esta vez yo para intentar desviar la conversación y que ella se relaje.

- Irme a la India detrás del hippie de mi clase -me confiesa ella medio avergonzada- fue una bonita experiencia, que me dio muchas lecciones de vida, y la primera fue no te hagas ilusiones con un tío porque después la hostia será terrible.

- ¿Qué pasó? Ahora me tienes intrigado, joder.

- Pues que no fui yo la única a la que "invitó" al viaje. Cuatro chicas más de mi clase lo siguieron como una ovejita sigue a su rebaño. Y el plan de Masón, que así se llamaba el chico, era montarse una orgia con las cinco...

- ¿En serio? ¡Menudo hijo de puta! -algunos son listos, otros son unos caraduras.

- Me deshice de los fans del poliamor rápidamente y acabé de voluntaria con una asociación española que lleva en la India toda la vida... Una experiencia inolvidable.

- Eso parece, si.

- ¿Y tú? ¿Tu locura más grande?

No tengo ni que pensarlo. Porque casi cambio mi vida a causa de esa locura. Casi cometo el error más grande de mi vida. Y por suerte, supe verlo a tiempo. Y a día de hoy, no me arrepiento de ninguna de mis decisiones.

- Mi ex-novia me dio a elegir entre ella y la Fórmula Uno...y sino es por Charlie, lo hubiera mandado todo a la mierda con tal de seguir con ella.

Valeria se queda callada unos segundos y la veo morderse los labios. Esos segundos me hacen recordar el infierno de relación en la que estaba y todo lo que sobrevino después de la ruptura. Y agradezco a mi amigo todo lo que hizo por mi en aquella época. Por eso, cuando alguien me dice que Charlie y yo somos rivales, me río. Jamás podré ser rival del tío que me salvó la vida, como aquel que dice. 

- Tu ex era una puta egoísta, y no te voy a pedir perdón por llamarla puta. Y como la defiendas, es que eres gilipollas.. -me dice ella señalándome con el dedo. Veo sus ojos algo furiosos mientras me habla y me encanta que esté así por mi.

- No la voy a defender.

- Me alegro. ¿Por eso no quieres "complicarte" con nadie?

- Por eso mismo.

Menos contigo. Contigo me complicaba hasta enredar mi vida entera. Porque cada hora que paso con ella, es otra hora que me gusta más. Porque si, lo admito. Valeria me gusta. Y mucho. Y si, también admito que tengo miedo de que con ella se vuelva todo complicado, que sea todo o nada. Porqué está claro que ella tampoco lo ha pasado demasiado bien por las razones que sean. Y ella se merece ese todo.

Bajo mi mano hasta alcanzar la suya y buscar sus dedos. Como el otro día en Barcelona. Ella se deja agarrar y pone nuestras manos encima del estómago. Tengo que contener el aliento porque estar así con ella, se siente mejor de lo que pensaba. 

- ¿Me lo contarás algún día lo que te pasa? Cuando estés preparada -le digo acariciando su mano.

- Te lo contaré. Para que te dé pena la pobre niña de pueblo -me dice ella haciendo un pequeño mohín entristecido.

- Tú jamás me vas a dar pena. Al contrario. Me pareces una mujer muy fuerte y valiente. Que nadie te diga lo contrario.

- Eso es porqué tú me ves así.

- Tú lo has dicho, te veo.

*** ¡Me encanta escribir esta historia! Se nota ¿verdad? Necesitaba tanto escribir algo nuevo que creo que con cada capítulo, me emociono más.

Espero que a vosotros también os guste, así que, si os acordáis de votar, ¡dadle a la estrellita!

Muchos besos y abrazos para todos ***

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