𝟩1. 𝐿𝒶 𝓅𝒾ù 𝒷𝑒𝓁𝓁𝒶 𝓈𝓉𝑜𝓇𝒾𝒶 𝒹'𝒶𝓂𝑜𝓇𝑒
Las olas del mar chocan contra mis pies dejando mis dedos llenos de arena. Me aparto el pelo de la cara y cierro los ojos disfrutando del sol en mis mejillas. La temperatura es óptima para bañarse y para otras cosas. Pasear. Leer un libro tumbada en la arena. Tomar el sol. Beber mojitos.
Mi vestido ondea un poco debido a la brisa marina. Lo atrapo con mi mano recogiéndolo en mis caderas. Aspiro el olor a sal que penetra en mis fosas nasales. Sus manos se deslizan por mi cintura hasta posarse en mi vientre. Dejo que sus brazos me envuelvan y me apoyo en su pecho disfrutando de la calidez de su cuerpo.
- Estás preciosa.
Sus labios se posan en mi cuello produciéndome un leve cosquilleo. Sus besos queman mi piel porque esa boca es de puro fuego.
- ¿Estas lista? -giro mi cabeza para mirar a Carlos y le sonrío asintiendo.
Él se inclina un poco para rozar mis labios en un breve pero intenso beso. Quita sus manos de mi cintura y sus dedos se entrelazan con los míos. Caminamos juntos por la arena hasta casi estar más cerca de la orilla.
- ¿Qué te parece? -Carlos me señala hacia el frente, con un gesto de su cabeza, dónde se dirigen nuestros pasos. Me muerdo los labios con tal de no llorar y le sonrío.
- Es perfecto Carlos -balbuceo como puedo, pues es tal la emoción que me embarga que apenas me sale una palabra de la boca.
- Lo es.
Los últimos pasos nos hacen situarnos debajo del arco. Todo es precioso. El sitio.
El mar de fondo. La blanca arena. Él y yo. No necesitamos nada más. Es el momento perfecto.
Esto fue lo que pedí a Carlos. Casarnos. Los dos solos. Sin nadie. En secreto. Y aunque seguiremos con nuestros planes de casarnos en Caronia, ahora mismo, ambos necesitamos hacerlo.
El mismo hotel fue el que nos ayudó a prepararlo. El párroco de una pequeña aldea cerca de Playa Uvita, en Costa Rica, es quien nos va a casar. Nos sonríe al situarnos delante de él. Minutos después, lee un pequeño discurso con ayuda de dos de sus feligreses que actuarán de testigos.
Las notas de "Solamente tú" de Pablo Alborán comienzan a sonar haciendo que me estremezca con cada bella palabra.
Las manos de Carlos me sujetan. Estoy temblando de los pies a la cabeza. Siento como mi corazón late con excesiva fuerza, como todos mis sentidos están concentrados en este momento. En él. En su mirada que aún es más dorada cuando los rayos de sol se reflejan en sus pupilas. Su sonrisa me da la calma que necesito. Y las yemas de sus dedos trazan círculos en los míos.
Carlos saca los anillos del bolsillo de su pantalón. Un pantalón de lino con camisa blanca remangada hasta los codos, es su traje de novio. Yo, un sencillo vestido de tirantes blancos y una Guaria morada, la flor típica de Costa Rica, en mi cabello.
Él coge mi mano deslizando muy lentamente el anillo dorado sobre mi dedo corazón, mientras recita las palabras que le convierten en mi marido.
- Yo, Carlos, te tomo a ti, Valeria. Porque al final, si eres ese amor de mi vida. Porque tú has curado todas mis heridas y me has hecho creer en mi mismo. Que seas siempre la luz que ilumine mi camino.
Una lágrima se desliza por mi mejilla. Lágrima que no cae al suelo porque sus dedos me la borran con mucha dulzura. Aún temblando, acierto a cogerle el dedo para ponerle su anillo. Alzo mis ojos para mirarlo y cuando lo hago, una pequeña descarga atraviesa todo mi cuerpo. Sé que estoy en casa. Sé que estoy segura. Porque él me hace sentir así.
- Yo, Valeria, te tomo a ti, Carlos. Porque tú fuiste quien me salvó, quien me hizo fuerte y quien me encontró sin buscarme. Porque tú eres mi refugio y mi hogar. Que siempre seas mi camino.
El párroco nos bendice y segundos después, nos declara marido y mujer. Mi corazón quiere estallar ahora mismo de felicidad. Después de todo lo que he pasado en la vida. De todas las piedras que encontré en mi camino, al final, ahí, estaba él, esperándome. Pongo mis manos en su cuello y sus labios besan los míos con un dulce y profundo beso que estremece todo mi cuerpo. Carlos me agarra de las caderas y me alza del suelo dando una vuelta conmigo, mientras yo emito un pequeño grito.
Cuando me baja al suelo, los dos nos miramos, cómplices, sabiendo lo que hemos hecho. Carlos me agarra de la cintura y tira de mi hasta juntar nuestras frentes. Puedo escuchar su respiración entrecortada y como su aliento cosquillea en mis labios.
- Nena, hoy es el segundo día más feliz de mi vida desde que estás conmigo.
- ¿Y el primero? -me muerdo el labio deseando saber su respuesta. Y conociéndolo, puede ser cualquier cosa.
- El día que apareciste en la fábrica. Ese día me di cuenta de que eras Mía.
⏲️ MÁS TARDE
- Estás un poco borracha.
- Sólo un poquito -Valeria junta sus dedos anular y corazón mientras se ríe.
Aún tiene en la mano la botella de champan que nos estábamos bebiendo para celebrar que nos hemos casado. Dios. Porque tengo el anillo en mi dedo, pero, estoy que no me lo creo. Me acabo de casar con Valeria. Con mi hechicera. La tengo sentada a horcajadas encima mía. Le da un trago a la botella y algo de líquido se derrama por su boca hasta acabar deslizándose por su escote. Miró como la gota se pierde entre sus pechos y mi polla despierta retorciéndose dentro de mis pantalones.
- ¿Quieres? -Valeria me tiende la botella y yo asiento. Abro mi boca y dejo que ella derrame el líquido hasta que desciende por mi garganta. Hace una maniobra con toda intención y parte del champan acaba manchando mi camisa- ay, dios, mira que soy torpe.
Valeria muerde sus labios, esos que me muero por saborear. Su dedo toca mi cuello y va repasando el camino que el liquido ha hecho al derramarse. Le da un último trago a la botella y la deja a un lado del sofá. Pongo mis manos en sus caderas y le agarro el culo acercándola más a mi erección. Ella esboza una traviesa sonrisa y se mueve haciendo fricción entre nosotros.
- Vaya, señor De Luca, estoy notando que se alegra usted de verme -me dice con esa traviesa sonrisa que tanto adoro.
- ¿De Luca? -le preguntó alzando una de mis cejas.
- Si, ¿Por qué no? Quedaría de puta madre para la próxima temporada : el piloto de Ferrari, Carlos De Luca.
Valeria suelta una carcajada y se mueve un poco más de delante a atrás. Mi polla está palpitando de una forma bastante dolorosa en mis pantalones. Sus labios esbozan una divertida sonrisa porque sabe perfectamente lo que me está haciendo y sigue provocándome.
- Pero bueno, Carlitos, me parece que tu palanca de cambios se me está clavando en el culo.
- Nena, tú sigue moviéndote así y te vas a correr más pronto que la vuelta rápida que di en México.
El tenerla con ese vestidito de tirantes, con su pelo suelto, sus mejillas sonrosadas y moviéndose encima de mi, está haciendo que mi erección sea más que evidente y que me duela más. Porque sus caderas se deslizan de delante a atrás muy lentamente arrancándome varios gemidos cada vez que lo hace. Valeria se acerca a mi boca y me da una pequeña mordida que no hace sino aumentar mis ganas de ella.
- Carlos. No quiero hacer el amor esta noche, quiero follar.
- Estás un poco borracha cariño, no creo que... -Valeria pone uno de sus dedos en mi boca para que me calle.
- Yo creo que si, es más, te exijo que lo hagas. Es mi noche de bodas y la quiero.
Mi polla se hincha de nuevo y se mueve buscando liberarse. La agarro de la nuca y pego mi boca con la suya para darle un duro y salvaje beso, que no tiene nada de dulce por la forma en como nos saboreamos el uno al otro. La agarro de las caderas mientras la beso para que pueda sentir lo duro que estoy por ella. Una de mis manos le alza el vestido hasta la cintura. Mis dedos se deslizan por la piel desnuda de su estómago. Voy bajando hasta rozar su clítoris a través de su ropa interior. Ésta, es blanca, y Valeria, está tan húmeda, que una mancha de humedad ha mojado sus bragas.
Quiero que esta noche disfrute. Quiero que disfrutemos los dos. Dejarnos llevar. Hacer lo que queramos el uno con el otro. Vuelvo a besar esos labios que me atraen porque ella sabe increíblemente bien. A locura. A deseo. A mis ganas de ella.
- Levanta Valeria -le ordeno con la voz ronca. Ella se muerde el labio inferior y hace lo que le digo, no sin antes, balancearse de nuevo sobre mi polla.
Dejo a mi mujer en el comedor y entro en el dormitorio rebuscando en los cajones.
- ¿Qué buscas esposo? -me pregunta ella con algo de diversión en sus ojos.
- Ya lo verás -una sonrisa de satisfacción se forma en mi cara cuando encuentro lo que busco. Llevo en mis manos un trozo de tul y vuelvo al salón mostrándoselo orgulloso.
- ¿Vas a vendarme los ojos? -me pregunta ella pasando su lengua por su labio superior- ¿a lo Christian Grey?
- No nena, a lo Carlos Sainz.
Me coloco detrás de ella y le pongo la venda en los ojos muy suavemente. Mis manos se posan en sus caderas y las voy subiendo despacio.
- Tú querías que te follara, ¿verdad? -le pregunto acercando mis labios a su cuello. Mi lengua traza un camino de húmedos besos hasta la parte delantera de su cuello.
- Si... -contesta ella con un gemido entrecortado.
- Esta noche es para ti Valeria. Eres mía y voy a hacer que disfrutes cada puto segundo que esté dentro de ti.
De nuevo un jadeo sale de su boca. La giro para poder besarla con todas mis ganas. Mi lengua arrasa con la suya tomando todo de ella. Ataco, relamo y mordisqueo sus labios. Valeria aprieta sus piernas, y sé que lo hace porque está excitada.
La agarro de las caderas y la alzo caminando con ella fuera de la villa donde estamos alojados.
- ¿Dónde me llevas? -me pregunta Valeria mordiendo su labio inferior.
- Tú relájate y no pienses en nada, nena.
- Humm. Me encanta cuando me llamas nena, me pones muy cachonda.
Los labios de Valeria se posan en mi cuello y empieza a succionarlo y a morderlo logrando que mi polla vuelva a recordarme que aún sigue ahí.
- ¿Sabes lo que pensé la primera vez que te vi Carlos?
- ¿El qué?
- Que tenías que echar unos polvos de la hostia, y me equivoqué -una carcajada sale de su boca mientras ella sigue en su tarea de besuquear mi cuello- es más que eso, eres un increíble empotrador.
Las carcajadas de mi mujer son más que evidentes y tengo que morder mi labio con tal de no reírme yo también. El alcohol le ha soltado un poco la lengua y está muy desinhibida esta noche.
Salgo por la puerta de atrás hasta llegar a la pequeña playa privada de la villa. Los dos estamos descalzos y sigo caminando hacia el mar. En cuanto entro, las primeras olas chocan contra nosotros.
- Carlos, ¡me estoy mojando! -Valeria patalea entre mis brazos y yo la agarro para que no se caiga. Ella acaba poniendo sus manos en mi cuello sujetándose con firmeza.
Nos sumerjo a los dos en el agua, hasta un poco más de la cintura. Le quito la venda de los ojos y la beso antes de que diga nada. Sus labios se sienten frescos a causa del champán y le devoro la boca desesperado por sus besos y por ella entera. Su vestido se está mojando al igual que mis pantalones blancos de lino, pero, me da exactamente igual. Le bajo el tirante hasta dejar al descubierto uno de sus pechos. Mi lengua lo ataca saboreando la sal que ya se está impregnando en su piel. Chupo y mordisqueo su pezón, sobando el otro con mi mano.
- ¡Joder, Carlos!
Valeria se echa hacia atrás dejando que sus tetas estén más al alcance de mi boca. Solo tengo que mover mi lengua, la cual busca codiciosa sus mojados pezones. Sus movimientos hacen que mi polla se clave justo en su centro, lo que aprovecha ella para restregarse sin pudor alguno.
- No puedo más, esposo. Necesito tenerte dentro de mi y que me folles bien fuerte.
Echo mi cabeza hacia atrás y suelto una carcajada de escucharla llamarme esposo. Le subo un poco el vestido y hago a un lado sus braguitas mientras ella lucha con el elástico de mis pantalones. Los consigue bajar y su mano me acaricia la polla con mucha delicadeza.
- No te lo he dicho nunca mi amor -me dice Valeria besando mis labios- pero la tienes muy grande y gordita.
Ruedo mis ojos mientras ella sigue riéndose. Me la agarro y la pongo en su entrada dejando que sea ella la que baje lentamente hasta acogerme por completo en su interior. Suelto un gruñido de satisfacción y mis dedos se clavan en la piel de su trasero. Ella quiere moverse, pero yo la sujeto de las caderas para que no lo haga.
- Carlos -me suplica.
- Shh... no te muevas, Valeria, por favor, no lo hagas. Quiero sentirte mientras estoy dentro de ti.
Nos quedamos los dos quietos. Sin movernos. Sintiendo como las olas del mar impactan en nuestro cuerpo y como una ligera brisa sopla a nuestro alrededor. Mi pene palpita dentro de ella deseando moverse, pero la sensación de estar así, sintiéndola, es algo indescriptible.
- ¿Quieres saber lo que yo pensé la primera vez que te vi Valeria? -aprieto mis dedos en su trasero haciendo que ella se acerque aún más a mi. Siento como mi polla está enterrada en lo más profundo de su interior, palpitando de deseo.
- Si lo quiero saber -Valeria pone su cara delante de mi y me regala una de sus preciosas sonrisas, esas que tanto amo.
- Estabas en la fábrica, preparada para la prueba, alzaste tus ojos y me miraste, y sentí que me quedaba sin respiración, que podías ver más allá de mi. Y en mi cabeza solo resonaba una palabra, que tenías que ser Mía.
- Pues ya lo soy, Carlos, completamente tuya.
La boca de Valeria desciende sobre la mía y arrasa con todo. Su lengua se mueve con codicia dentro de mi boca. Nos besamos los dos enloquecidos, con ganas y ansías el uno del otro. La agarro de las caderas y empiezo a moverla de arriba a abajo. Mi mujer tiene todo el vestido pegado a su cuerpo, el pelo agitado a causa del viento y las mejillas calientes a causa del roce de mi mejilla contra la suya.
Ella se agarra a mis hombros cabalgándome cual amazona, con sus pechos al aire y todo su cuerpo arqueado recibiendo mis embestidas. Le marco el culo con mis dedos y ambos nos movemos a un ritmo frenético. En la noche solo se escuchan nuestros gemidos acompasados con el ritmo de las olas.
Valeria deja caer su cabeza enterrando su boca en mi cuello. Sus manos se entrelazan por detrás de mi nuca y sus gemidos son cada vez más altos. Sus paredes interiores me la aprietan y siento como sus piernas se cierran cada vez más buscando ese alivio que sé que necesita. Deslizo mi mano hasta su vientre y busco su clítoris, el cual, acaricio con uno de mis dedos, ayudándola a que se corra.
- No puedo más, Carlos.
- Hazlo, córrete, porque luego voy a hacer que lo hagas de nuevo en la orilla.
Valeria ahoga un gemido y entonces vuelve a enderezarse, moviéndose con frenesí encima de mi. Ella es la que me está follando. La que lleva el ritmo y la que hunde mi polla dentro de ella. Echa su cabeza hacia atrás y aprovecho para morder su cuello sintiendo los primeros espasmos de su orgasmo.
- Oh, Carlos, no pares, se siente tan bien.
No dejo de moverme, ni yo, ni mis dedos que aún están reclamando su clítoris. Valeria se mueve cada vez más despacio, coincidiendo con los últimos vestigios de su orgasmo. Cae derrotada en mis hombros y aprovecho para caminar con ella en mis brazos, hasta la orilla, sin salir aún de ella.
Salgo del agua, y después de dar un par de pasos, dejo a Valeria en la arena. Ella abre sus piernas y se agarra mis hombros recibiendo esta vez, todo lo que yo quiero darle. Todo lo que soy y que es suyo. Sus labios están en mi piel, marcándome con sus dientes. No puedo parar de entrar y salir de su interior, de hacerla mía. La siento tensarse, arquear su espalda y abrir sus piernas hasta rodearme con ellas. Pongo mis manos debajo de su trasero y se lo levanto hundiéndome con desesperación dentro de ella.
- Valeria, mi amor, vente conmigo.
Mi mujer me sonríe y asiente mordiendo sus labios. Acelero mis embestidas acompañando de besos cada uno de los gemidos que salen de su boca. Siento como empiezo a correrme llenándola con todo lo que soy, con mi esencia. Ella vuelve a morder mi cuello abandonándose a todo ese placer que ambos nos estamos dando. Cierro mis ojos y los abro segundos después para encontrarme con la sonrisa más bonita que he visto en mi vida. Beso sus labios unos segundos y ella empieza a reírse.
- Marido, tus polvos de casado son la hostia.
⏲️ MÁS TARDE
El cuerpo de Valeria descansa sobre el mío. Nuestras piernas están enredadas y sus manos están sobre mi cintura. Ella levanta sus dedos para fijarse en el anillo que descansa en el anular. Se muerde los labios sonriendo y vuelve a poner su mano en mi estómago.
- ¿Alguna vez imaginaste que acabaríamos así, Carlos?
- ¿Follando como locos en Costa Rica? -Valeria me da un pequeño puñetazo en el estómago con algo de indignación en su mirada.
- No, idiota. Casados. A eso me refiero.
- Sinceramente, no. No lo imaginaba. Ni siquiera lo había pensado.
- ¿Y qué te hizo cambiar de opinión?
- Tener ese anillo en mi bolsillo. Y tú, por supuesto.
Valeria levanta su cabeza para mirarme. Para que sus ojos verdes me miren con intensidad. Esos ojos de los que estoy tan enamorado. De ellos y de su dueña.
-Creo que me enamoré de ti cuando fuimos a Caronia -me confiesa ella mientras sus dedos trazan caricias inconexas sobre la piel de mi estómago- aunque, era inevitable que no lo hiciera Carlos.
- Caronia también fue ese momento y ese lugar en el que me enamoré de ti Valeria. Y también, el momento que más miedo pasé. Me había prometido a mi mismo que jamás tendría de nuevo una relación ni me enamoraría, pero es que, contigo era imposible no hacerlo
Valeria deja un pequeño beso en mi pecho y sus labios se quedan ahí. Mis dedos están acariciando su espalda y creo que hasta escucho como late su corazón. Cierro mis ojos pensando en todo lo que me ha pasado este año. En como ha cambiado mi vida desde que la conozco. Primero la deseé. Después, cuando la tuve, quise más de ella. Y al final, cuando ya era mía, quise que lo fuera por completo. Por primera vez en mucho tiempo, soy feliz. Y estoy seguro de mi felicidad. Porque ella es esa felicidad.
- Marido -la pequeña carcajada que sale de los labios de Valeria al pronunciar esa mágica palabra me hace abrir los ojos.
- Dime, esposa -le contesto riéndome también.
- No sé como coño voy a poder esconder que estamos casados. Soy demasiado feliz.
- Bueno, somos expertos en eso, seguro que nos sale bien.
Valeria alza su barbilla y acaba apoyando uno de sus codos en el colchón. Su cara está a la altura de la mía y puedo sentir su respiración sobre mis labios.
- Te quiero, Carlos. Te amo con locura.
- Y yo a ti, hechicera. Al final no eres mi desastre, eres mi más linda debilidad.
Mi mujer vuelve a poner su cabeza en mi pecho y cierra los ojos respirando pausadamente. Un periodista me preguntó al término de la carrera de Brasil que qué hubiera pasado si Valeria no me hubiera contestado a la pregunta. Le dije que hubiera dirigido mi coche hacia el garaje y que una vez allí, le hubiera pedido cara a cara que se casara conmigo.
¿Y hubiera perdido usted el campeonato por una mujer?, me preguntó a continuación. Y yo le respondí que por una mujer no, que por Valeria.
Porque ella es mi adrenalina.
Mi deseo. Mi pasión.
Es mi todo.
Es la que ha hecho que de nuevo crea en el amor.
Porque ella es mi 55LOVE
*** Vale si, podéis llorar si queréis. En un principio tenía pensado acabar la historia aquí, pero resulta que...OH, SORPRESA, hay un capítulo más que ese si que es el definitivo. Esta historia tiene final feliz, por lo menos aquí, pero, la historia de Carlos y Valeria no acaba ni mucho menos. Su trama seguirá pues les tengo preparadas muchas sorpresas, pero, tendréis que leerlas en las historias del resto de la SAga. Por lo pronto, si queréis leer como es su boda en Caronia, os recomiendo que leáis 1Destiny, donde allí descubriréis más de su historia. Porque me temo que para ellos, aún habrá algo de drama...
Gracias por leer esta loca historia y a su más que loca escritora ***
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