𝟥𝟩. 𝑀𝒾 𝒹𝑒𝓈𝒶𝓈𝓉𝓇𝑒
Las olas del mar chocan contra mis pies dejando mis dedos con algo de arena. Miro hacia el horizonte y cierro mis ojos disfrutando del sol en mi cara. Tenía razón cuando me dijo que aquí encontraría esa paz que tanto necesito, que no tendría que preocuparme por nada y no pensar.
Más de una semana ha pasado desde la última vez que vi a Carlos. Una semana en la que me he permitido, bueno, intentado, no pensar en él. Sé que ganó el Gran Premio de Francia y sé que al subirse al podium, hizo una V con sus dedos. Me alegré por él. Claro que lo hice. Para a continuación volver a llorar. Me he prometido a mi misma que no lo haría de nuevo, pero, duele tanto que estoy faltando a mi promesa casi cada día.
Aquí las horas pasan lentas. Calmadas. Sin ningún plan establecido. Me limito a dejarme llevar y a disfrutar de lo que tengo. Lo necesito tanto. El volver a sentirme yo otra vez. El poder controlar mi vida. Desde que estoy aquí no he tenido ningún ataque más. Cada día estoy más convencida de que tomé la decisión correcta. Alejándome de todo y de todos. Y sin que nadie sepa donde estoy, porque nadie se lo va a decir a él.
- ¡Valeria! ¿Puedes venir?
Me giro llevando mi mano a los ojos a modo de visera. Asiento y me pongo las chanclas caminando con ligereza por el pequeño camino de arena volcánica. Subo los pequeños escalones que me separan del edificio y le sonrío a la castaña clara que me espera al pie de la escalera.
- ¿Todo bien, cariño? -ella pasa uno de sus brazos por mis hombros y yo entrelazo el mío por su cintura.
- Si, mamá. Estoy bien, no te preocupes.
- Necesito que te quedes en la recepción unos minutos. Estamos esperando que lleguen los clientes de la última reserva y tengo que bajar a la bodega.
- No te preocupes. Yo me quedo lo que haga falta -mi madre deja un pequeño beso en mi frente que recibo gustosa.
Le dije que no a Aless. Evidentemente no pude ni quise irme con él. No podía complicar mi vida más de lo que está. Y sinceramente, no siento ni podré sentir nada por él cuando mi corazón lo ocupa completamente Carlos.
Aless me pidió una oportunidad, y no pude dársela. Huí. Si que lo hice. Salí de Le Castellet en cuanto terminó la carrera. Darcy me echó una mano. Mientras buscaba un taxi, ella lo gestionó todo para que un avión me llevara directamente a Madrid, y de ahí a La Gomera, con mi madre y con Lisa, su novia. Ni me lo pensé. Necesitaba y necesito a mi madre. Darcy se encargó de excusarme con el equipo argumentando que estaba enferma y que me había pedido unos días libres.
Mi teléfono echó humo, pero, en cuanto llegué a la isla, lo apagué, lo metí en un cajón, y ahí sigue. Le dije a Darcy que si pasaba algo, llamara a Diana que ella me localizaría. Y no ha debido pasar nada cuando no tengo noticias suyas.
Entro con mi madre en el pequeño establecimiento rural que regenta con su pareja. Son apenas diez habitaciones de una casa que ellas dos restauraron y acondicionaron, siendo un éxito en cuanto a turismo se refiere. En la época alta, siempre está lleno. Parejas o personas solitarias que buscan un rincón donde disfrutar del entorno natural de la isla sin ser el típico viaje turístico.
Mientras mi madre baja a la bodega, la cual está en la parte de atrás de la casa, yo me sitúo detrás de la recepción. Compruebo si ha entrado alguna reserva, y de las que hay, las imprimo para guardarlas. Estoy tan entretenida, que a pesar de escuchar la puerta de la entrada abrirse, soy aún incapaz de alzar la mirada. La tecla de enter me tiene ocupada.
- Perdone, tengo una reserva en este hotel.
Trago saliva mientras siento un enorme escalofrío atravesar todo mi cuerpo. Tengo que sujetarme a la encimera de la recepción cerrando mis ojos pensando que cuando los abra, todo será sólo un sueño. Mis dedos tiemblan y mis nudillos se ponen blancos de lo fuerte que estoy agarrando la madera. Cojo aire con fuerza sintiendo los fuertes latidos de mi corazón. Me atrevo a abrir mis ojos, y no, no es un sueño, Carlos está ahí delante.
Intento mantener la compostura. Pero, es muy dificil. Sobre todo cuando sus ojos caramelos me miran con anhelo. Como si el mundo se hubiera parado y sólo estuviéramos él y yo. Lleva ropa informal. Unos pantalones lisos y una camiseta de manga corta blanca que se ajusta a su cuerpo como una segunda piel. El pelo lo tiene recién cortado, aunque parte de su flequillo le cae por la cara. Esboza una ligera sonrisa al mirarme y tengo que seguir conteniendo el aliento.
- No nos quedan habitaciones -le contesto con dureza. Él me mira desconcertado pero sin perder la postura.
- La reservé hace una semana. Está pagada y tengo aquí el comprobante.
- Pues no hay habitaciones. Debe estar equivocado -le sigo diciendo deseando que se vaya de una vez.
- No estoy equivocado -insiste él.
- Debería largarse a otro hotel. Aquí no hay sitio para usted -le replicó con frialdad.
- ¡Valeria! -la voz de mi madre en mi espalda me hace abrir y cerrar los ojos- ¿se puede saber que pasa?
- Le estaba diciendo a su hija -dice él manteniendo la serenidad todo lo que puede- que tengo una reserva.
- Y yo le estoy diciendo que no hay habitaciones libres -le contesto deseando que se largue. Porque no puedo respirar. Porque me quita el aliento y porque si, lo tengo delante y creo que voy a morirme.
- Disculpe -dice mi madre poniéndose delante de mi- lo vamos a comprobar ahora mismo. Si me da la reserva.
- ¡No tiene que darte nada! -le grito a mi madre mientras ella me mira con estupor- ¡lárgate joder! ¡no sé que coño haces aquí!
- No pienso irme, Valeria, he venido a por ti.
Aprieto mis puños con rabia y empiezo a respirar pesadamente. Mi madre nos mira a los dos muy confundida sin saber que hacer.
- Pues me voy yo.
Me doy la vuelta y salgo por la puerta de atrás. Atravieso el largo pasillo llegando a la puerta que da al patio. Y empiezo a andar deprisa atravesando el jardín de mi madre.
- ¡Valeria! ¡Espera!
Me doy la vuelta y veo a Carlos aparecer por la puerta por donde yo he salido. Por unos segundos, me quedo estática sin saber que hacer pues las piernas no me responden. Él está aquí. Ha venido a por mi. Nadie le ha dicho donde estaba y me ha encontrado. Parpadeo lentamente y hago lo que mejor se me da. Salir huyendo. Salgo corriendo por el camino de arena mientras lo escucho gritarme detrás de mi.
Acelero mis pasos, pero, él no deja de ser un deportista que sale a correr todos los días y me alcanza con rapidez asiendo uno de mis brazos.
- ¡Espera! -me dice él intentando girarme.
- ¡Suéltame! ¡Que me sueltes, joder!
Tiro de su brazo para que me deje y lo consigo, pero él no se da por vencido y me agarra de la cintura tirando de mi cuerpo hacia él.
- ¡Estáte quieta, joder! He venido para que hablemos.
- ¡Yo no quiero hablar! -le digo retorciéndome. Intento morderle y pellizcarle para que me suelte, pero él es más fuerte que yo y no lo muevo de su agarre.
- ¡Por favor, escúchame!
- ¿Me escuchaste tú a mi? Por un segundo, ¿llegaste a entenderme?
Me estoy quieta y él aprovecha y me abraza por detrás. Llevo muchos días sin sentir sus brazos rodeando mi cuerpo. Muchos días sin sentirlo a él. Echándolo de menos a cada puto segundo del día.
- Lo siento, Valeria. Lo siento tanto.
- ¡¿El que sientes?! ¿El haberme tratado como una mierda? ¿El haberme dejado sola?
- Todo. Lo siento todo, Valeria.
Carlos afloja su agarre en mi cuerpo. Me quito sus manos de encima y me doy la vuelta. A estas alturas, yo ya estoy llorando y me da exactamente igual. Delante de mi tengo al hombre que quiero, pero también al hombre que me ha hecho daño y un cúmulo de emociones inundan todo mi cuerpo.
- Déjame explicarte, Valeria, por favor -su mirada de súplica podría ablandarme. Pero no lo hace, aún me duele. Aún me despierto llorando por la noche pensando que todo esto es una pesadilla.
- No. Quiero que te vayas. ¿Es que no te das cuenta de que entre nosotros nunca hubo nada?
- Te equivocas, una vez más -Carlos se acerca a mi. Su mirada se posa en la mía y ahora mismo siento que mi corazón se va a salir de mi pecho en cualquier momento como siga con sus avances hasta a mi- hubo besos, hubo caricias, risas, charlas... hubo de todo, porque eso es lo que nos hemos dado. Eres mi mejor amiga, la chica que quiero tener a mi lado, pero también eres la mujer que quiero, joder.
Un pequeño jadeo sale de mi garganta sin poder creerme lo que me está diciendo. Las lágrimas me nublan la visión, pero aún así y todo, avanzo hasta él. Carlos contiene el aliento mientras me agarro a sus antebrazos.
- Repite eso último que has dicho -le digo tragando saliva.
- Que te quiero. Que te quiero, Valeria.
Cierro mis ojos y los vuelvo a abrir lentamente encontrándome con su calmada sonrisa. Tomo aire y le devuelvo la sonrisa cogiendo impulso para darle un rodillazo, no todo lo fuerte que me gustaría, en sus partes haciendo que se lleve las manos donde están su pene y sus testículos retorciéndose de dolor.
- Llegas tarde, Carlos, como siempre.
Mi sitio favorito es una caseta abandonada que está cerca de la playa. He venido un par de veces con mis auriculares a reflexionar sobre mi vida y mi futuro. Cierro mis ojos dejando que la brisa marina revuelva mi pelo cuando siento unos pasos que se acercan. No me hace falta abrirlos para saber que es él.
Se sienta a mi lado. Casi ni me roza. Ninguno de los dos habla, pero, tenemos tantas cosas que decirnos que es inevitable que lo hagamos.
- Si luego no podemos tener hijos, que sepas que será culpa tuya.
Me muerdo los labios sin poder creerme lo que me dice. El muy idiota está pensando en tener hijos conmigo. El rodillazo se le ha subido a la cabeza y le está afectando. Si, debe ser eso. Ni siquiera le contesto. Aunque tengo que admitir que el corazón me ha dado un vuelco pensando en esa posibilidad. Tener hijos con él, sería maravilloso. Dios, estoy mucho más pillada de Carlos de lo que pensaba. Seguimos los dos en silencio sin emitir palabra alguna.
- Creí que no significabas nada para mi hasta que estuve a punto de follarme a mi ex en los baños de esa puta discoteca -Carlos empieza a hablar y esta vez no quiero que se calle, quiero que siga hablando.
- ¿Y qué te hizo parar? -necesito tanto saberlo.
- Tú. Sus manos no eran las tuyas. Sus besos debían ser los tuyos y no quería que ella o ninguna otra volviera a tocarme.
Proceso sus palabras y aunque abro mis ojos, aún no soy capaz de mirarlo.
- Sabía que te pasaba algo. Cuando nos vimos en Mónaco, sentí que algo había cambiado en ti -le digo todo lo calmada que puedo- ¿era culpabilidad, Carlos?
- En parte si, pero, también era el darme cuenta de que me había enamorado de ti.
- ¡Ay, dios! ¿Porqué no te creo? -muevo mi cabeza de un lado a otro negando lo que él dice, porque, quiero y necesito creerlo y no puedo.
- Porque ya no confías en mi.
Ni yo misma podría haberlo explicado mejor. Pongo mis manos en el suelo y echo mi cabeza hacia atrás cogiendo aire para expulsarlo lentamente.
- ¿Sabes lo que me pasó en Michigan? -no es la pregunta lo que me atormenta, es la respuesta
- Lo sé.
- Aless te lo dijo.
- No. Ese cabrón me dijo que tú no eras asunto mío, que él se encargaría -la cara de Carlos cambia en cuanto lo nombro. Es resentimiento y algo más lo que hay detrás de esa mirada.
- ¿Y entonces?
- Le pregunté a su hombre de confianza, y él me lo contó todo.
- ¿Y?
- Que te quiero todavía más.
Esta vez giro mi cabeza para mirarlo. Carlos me devuelve la mirada. No veo pena en sus ojos cuando me mira. Una lágrima se desliza por mi mejilla y le permito que me la quite con la yema de sus dedos. Me estremezco al sentir de nuevo el contacto de su piel contra la mía.
- ¿Sabes? No entendía que no quisieras contarme lo que te pasaba, y que Aless si lo supiera.
- Yo no le conté nada a Aless -le replico- él se encargó de averiguarlo.
- Lo sé. Estaba tan enfadado, que no me di cuenta de lo verdaderamente importante...
- ¿De qué?
- De ti, Valeria. Lo importante no es a quien se lo contaste o no, ni porqué no me lo contaste a mi. Y no es cuestión de confianza, eso lo sé... estabas asustada, ¿verdad?
Trago saliva y asiento con mi cabeza. Un escalofrío recorre mi espalda y cierro los ojos transportándome a aquella maldita tarde. Aquella en la que mi vida casi cambia por completo. Siento los dedos de Carlos en mis mejillas y su voz en un susurro.
- Ei, no Valeria. Vuelve, estoy aquí. Y no me voy a ir.
Mi respiración se acelera, pero al abrir mis ojos y encontrarme con los suyos, comprendo que la calma que necesito está aquí, justo delante de mi.
- Soy un desastre, Carlos, ¿es que no lo ves? ¿Cómo siquiera puedes quererme como dices que lo haces?
- Eres mi desastre más bonito, Valeria. Yo no tengo la culpa de que te quiera. La culpa es tuya por tener todo lo que me hace quererte.
Muerdo mis labios pero ya no puedo aguantar más. Me pongo a llorar desconsolada. Y aunque al principio me resisto, acabo dejando que Carlos me abrace y me derrumbo en su pecho.
- Llora todo lo que quieras, Valeria. Llora. Tienes derecho a sentirte así. Tú eres fuerte. Valiente. Eres la persona más inteligente que he conocido en mi vida. Y te quiero por todo lo que eres, por todo lo que me haces sentir cuando estás a mi lado.
Durante un rato sólo se me escucha a mi llorar, y a Carlos susurrándome tiernas palabras. Su mano acaricia mi espalda y consigue que me calme. Él siempre ha sido mi calma. Siempre.
- Perdón por no contarte nada, Carlos.
- No tienes que pedirme perdón por nada. Eso tengo que hacerlo yo. Pedirte perdón por no haberme dado cuenta antes de que lo que tenía delante. De que eras tú la persona que hacía que sonriera todos los días. Te quiero, Valeria.
De nuevo cojo aire para respirar algo mejor. Durante unos minutos, nos dedicamos a hablar, tranquilamente. De mis miedos y de los suyos. De nuestros errores. De las equivocaciones que hemos cometido por no ser claros el uno con el otro. Le cuento que besé a Aless. No quiero esconderle nada. Su mirada es de dolor. Baja su cabeza y cuando la alza me mira con los ojos brillantes.
- Odio que sus labios hayan tocado los tuyos, pero, lo entiendo -me dice él apretando su mandíbula- no soy nadie para reclamarte nada cuando yo mismo te lo he hecho. ¿Pensaste en irte con él?
- Pensé que si lo hacía, estaría complicando mi vida, y tú ya me la estabas complicando bastante
- Esa no es la pregunta, Valeria.
- Por un segundo, si que lo pensé. ¿Y porqué no?, me dije a mi misma. Pero no podía engañarme a mi misma. No siento nada por Aless y jamás lo sentiré.
- Si te hubieras ido, lo hubiera entendido, aunque me hubiera dolido. Aunque, si he de ser sincero del todo contigo, y que conste que no lo hago para predisponerte, odiaría que te fueras con ese pedazo de cabrón que se cree que eres de su propiedad.
- ¿De qué hablas?
Carlos deja escapar un largo suspiro. Lleva sus manos a la cara y me lo suelta todo. Pero todo. Que volvió a buscarme. Que se encontró con Aless y que lo amenazó. Y que decidió que yo pensara que me había dejado sola con tal de que el italiano, el puto italiano, porque ahora lo odio mucho, me dejara en paz.
Me llevo las manos a la cara y me aparto el pelo de ella. Vuelvo a mirar el mar. El calmado mar. Como está mi corazón ahora, no del todo, pero si, algo más calmado.
- Dime algo, Valeria.
- Necesito tiempo, Carlos. Tiempo para procesar todo esto. Lo de Aless y sus amenazas. Tú. Carlos, no puedes venir aquí, soltarme que me quieres y yo arrojarme a tus brazos...tengo mucho en lo que pensar. Y esta vez quiero pensar primero en mi.
- Lo entiendo, créeme que lo entiendo -me dice él dándome una compresiva mirada con un atisbo de dolor en ella- te daré todo el tiempo que necesites, y si aún así, te das cuenta de que no quieres estar conmigo... no me quedaré quieto, Valeria.
- ¿Qué quieres decir? -le pregunto algo confundida- se supone que si decido que no quiero estar contigo, tú tienes que respetarlo.
- Que te vaya a dar tiempo, no quiere decir que no vaya a luchar por ti. Te recuerdo que soy piloto, y en cada carrera, yo lucho por llevarme la victoria.
- No soy un puto trofeo, idiota -le digo algo indignada, pero poco, porque esto era lo que quería de él, que no se rindiera por mi.
- No, no lo eres, eres el Gran Premio más importante de mi vida, Valeria, y voy a por todas. O tú o ninguna, señorita De Luca.
*** Vale si, este capítulo es demasiado bonito, ¿verdad?
Bueno, pues aquí termina este maratón de intensos capítulos. No serán los únicos. Seguiremos teniendo drama, risas, emoción y lágrimas. La historia de Carlos y Valeria, o Carleria, como le dice mi hija, no ha hecho más que empezar.
Muchas gracias por los comentarios de estos días en los capitulos. Se nota que estáis viviendo la historia y sufriendo. A todos vosotros, os dedico el de hoy, así como a las personas que los léeis y votáis. Que sepáis que sois muy importantes para mi.
Nos leemos la semana que viene, no sé cuando, pero nos leemos. Muchos besos y abrazos***
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