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12

Decido salir a correr con Ataro. Busco mis zapatillas, mis pantalones cortos y una camiseta. Me pongo mi gorra, me ruborizo con los recuerdos que vuelven a mi mente y enciendo el Pokegear. 

Cuando abro la puerta, Red está saliendo de su coche. Casi se le caen las bolsas al verme. Lo saludo con la mano y no paro para que no me pregunte. De verdad necesito estar un rato solo. 

_Vamos Ataro- digo a mi Ambipom y salimos de la casa.

Cruzo el parque corriendo y pienso. ¿Qué voy a hacer? Lo deseo, pero ¿en esos términos? La verdad es que no lo sé. Quizá debería negociar lo que quiero. Revisar ese ridículo contrato línea a línea y decir lo que me parece aceptable y lo que no. He descubierto en internet que legalmente no tiene ningún valor. Seguro que él lo sabe. Supongo que solo sirve para sentar las bases de la relación. Detalla lo que puedo esperar de él y lo que él espera de mí: mi sumisión total. ¿Estoy preparado para ofrecérsela? 

Una pregunta me mortifica: ¿por qué es él así? ¿Porque lo sedujeron cuando era muy joven? No lo sé. Sigue siendo todo un misterio. Me paro junto a un gran abeto, apoyo las manos en las rodillas y respiro hondo, me lleno de aire los pulmones. Me siento bien, es catártico. Siento que mi determinación se fortalece. Sí. Tengo que decirle lo que me parece bien y lo que no.

Tengo que mandarle por e-mail lo que pienso y ya lo discutiremos el miércoles. Respiro hondo, como para limpiarme por dentro, y doy la vuelta hacia casa, Ataro se ha subido a un arbol y me mira burlon cuando le digo que baje. 

_ Vamos Ataro, hay que regresar- se ríe de mi y me tira fruta a la cara. No me hara caso, asi que me rindo

_Esta bien vuelve cuando tu quieras- le digo y vuelvo corriendo a la casa. 

Entro y decido enviarle un mail a Silver en modo de broma. Diciendo que fue agradable nuestro encuentro, pero hasta aquí llego.

Empiezo a reir a carcajadas imaginando la reacción de Silver. Espero su respuesta, pero luego de 10 minutos nada a llegado y me ha dado hambre por lo que salgo del cuarto para ir a prepararme un sandwich a la cocina. 

No sé por qué levanto la mirada, quizá capto de reojo un ligero movimiento, no lo sé, pero cuando la levanto, Silver está en la puerta de mi habitación mirándome fijamente. Lleva sus pantalones grises de franela y una camisa blanca de lino, y agita suavemente las llaves del coche. Me quedo helado. ¡Mierda!

—Buenas noches, Gold —me dice en tono frío y expresión cauta e impenetrable.

La capacidad de hablar me abandona. Maldición Red, lo ha dejado entrar sin avisarme. Por un segundo soy consciente de que yo estoy hecho un asco, todo sudado y sin duchar, y él está guapísimo, con los pantalones un poco caídos, y para colmo, en mi habitación.

—He pensado que tu e-mail merecía una respuesta en persona —me explica en tono seco.

—¿Puedo sentarme? —me pregunta, ahora con ojos divertidos.

Gracias, Arceus mío... Quizá la broma le ha parecido graciosa. Asiento. Mi capacidad de hablar sigue sin hacer acto de presencia. Silver está sentado en mi cama...

—Me preguntaba cómo sería tu habitación —me dice.

Miro a mi alrededor pensando por dónde escapar. No, sigue sin haber nada más que la puerta y la ventana. Mi habitación es funcional, pero acogedora: pocos muebles blancos de mimbre y una cama doble blanca, de hierro, con una colcha que compro mi madre. Es azul cielo y crema.

—Es muy serena y tranquila —murmura.

No en este momento... no contigo aquí.

—¿Qui- quieres tomar algo?- pregunto finalmente

—No, gracias.

Esboza una deslumbrante media sonrisa con la cabeza ligeramente ladeada. Bueno, seguramente sea yo quien necesita una copa.

—Así que ha sido agradable nuestro encuentro...

Maldita sea, ¿se ha ofendido? Me miro los dedos. A ver cómo salgo de esta. Si le digo que solo era una broma, no creo que le guste mucho.

—Pensaba que me contestarías por e-mail —le digo en voz muy baja.

—¿Estás mordiéndote el labio a propósito? —me pregunta muy serio.

Pestañeo, abro la boca y suelto el labio.

El corazón me late muy deprisa. Siento la tensión, esa exquisita electricidad estática que invade el espacio. Está sentado muy cerca de mí, con sus ojos plateados impenetrables, los codos apoyados en las rodillas y las piernas separadas. Se inclina, me quita la gorra muy despacio y me acaricia el pelo con los dedos. 

—Veo que has decidido hacer un poco de ejercicio —me dice en voz baja y melodiosa, colocándome el pelo detrás de la oreja—. ¿Por qué, Gold?

Me rodea la oreja con los dedos y muy suavemente, tira del lóbulo. Es muy excitante.

—Necesitaba tiempo para pensar y sali a correr —susurro.

Me siento como un Beautyfly junto a una llama, como un Taillow frente a un Seviper... y él sabe exactamente lo que está haciendo.

—¿Pensar en qué, Gold?

—En ti.

Sus labios se arquean dibujando una ligera sonrisa y dirijo la mirada a su boca.

—Bueno, he pensado que debía venir a recordarte lo agradable que ha sido volver a verme.

Lo miro boquiabierto, y sus dedos se desplazan de mi oreja a mi barbilla. Sus ojos brillantes destilan una expresión de desafío. Tiene los labios entreabiertos. Está esperando, alerta para atacar. El deseo arde en lo más profundo de mi. Me adelanto y me lanzo hacia él. De repente se mueve, no tengo ni idea de cómo, y en un abrir y cerrar de ojos estoy en la cama, inmovilizado debajo de él, con las manos extendidas y sujetas por encima de la cabeza, con su mano libre agarrándome la cara y su boca buscando la mía. Me mete la lengua, me reclama y me posee. Lo siento por todo mi cuerpo. Me desea, y eso provoca extrañas y exquisitas sensaciones dentro de mí.

Deja de besarme. Abro los ojos y lo veo mirándome fijamente.

—¿Confías en mí? —me pregunta.

Asiento con los ojos muy abiertos, con el corazón latiendo acelerado. Estira el brazo y del bolsillo del pantalón saca su corbata de seda gris... la corbata gris que deja pequeñas marcas del tejido en mi piel. Se sienta rápidamente a horcajadas sobre mí y me ata las muñecas, pero esta vez anuda el otro extremo de la corbata a un barrote del cabezal negro de hierro. Tira del nudo para comprobar que es seguro. No voy a ir a ninguna parte. Estoy atado a mi cama, y muy excitado.

Se levanta y se queda de pie junto a la cama, mirándome con ojos llenos de lujuria. Su mirada es de triunfo y a la vez de alivio.

—Mejor así —murmura.

Esboza una maliciosa sonrisa de superioridad. Se inclina y empieza a desatarme una zapatilla. Oh, no... no... los pies no. Acabo de correr.

—No —protesto y doy patadas para que me suelte.

Se detiene.

—Si forcejeas, te ataré también los pies. Si haces el menor ruido, te amordazaré. No abras la boca. Seguramente ahora mismo Red está ahí fuera escuchando.

¡Amordazarme! ¡Red! Me callo.

Me quita las zapatillas y los calcetines, y me baja muy despacio el pantalón. 

—Veamos. —Se pasa la lengua lentamente por el labio inferior—. 

Me presiona la boca con su largo dedo índice a modo de advertencia. Se mueve tranquilamente por mi habitación. Es un afrodisiaco embriagador. Se quita sin prisas los zapatos y los calcetines, se desabrocha los pantalones y se quita la camisa.

—Creo que has visto demasiado.

Se ríe maliciosamente. Vuelve a sentarse encima de mí, a horcajadas y me levanta la camiseta, la enrolla a la altura del cuello y luego la sube de manera que me cubre los ojos. Y como está tan bien enrollada, no veo nada.

—Mmm —susurra satisfecho—. Esto va cada vez mejor. Voy a tomar una copa.

Se inclina, me besa suavemente en los labios y dejo de sentir su peso. Oigo el leve chirrido de la puerta de la habitación. Tomar una copa. Agudizo el oído. Distingo ruidos sordos y sé que está hablando con Red... Oh, no... Está prácticamente desnudo. ¿Qué va a decir Red?

Oigo un golpe seco. ¿Qué es eso? Regresa, la puerta vuelve a chirriar, oigo sus pasos por la habitación y el sonido de hielo tintineando en un vaso. ¿Qué está bebiendo? Cierra la puerta y oigo cómo se acerca quitándose los pantalones, que caen al suelo. Sé que está desnudo. Y vuelve a sentarse a horcajadas sobre mí.

—¿Tienes sed, Gold? —me pregunta en tono burlón.

—Sí —le digo, porque de repente se me ha quedado la boca seca.

Oigo el tintineo del hielo en el vaso. Se inclina y, al besarme, me derrama en la boca un líquido delicioso y vigorizante. Es vino blanco.

—¿Más? —me pregunta en un susurro.

Asiento. Sabe todavía mejor porque viene de su boca. Se inclina y bebo otro trago de sus labios.

—No nos pasemos. Sabemos que tu tolerancia al alcohol es limitada, Gold

No puedo evitar reírme, y él se inclina y suelta otra deliciosa bocanada. Se mueve, se coloca a mi lado y siento su erección en la cadera. Oh, lo quiero dentro de mí.

—¿Te parece esto agradable? —me pregunta, y noto cierto tono amenazante en su voz.

Me pongo tenso. Vuelve a mover el vaso, me besa y, junto con el vino, me suelta un trocito de hielo en la boca. Muy despacio empieza a descender con los labios desde mi cuello, pasando por mi pecho, hasta mi torso y mi vientre.

—Ahora tienes que quedarte quieto—susurra—. Si te mueves, llenarás la cama de vino.

Mis caderas se flexionan automáticamente.

—Oh, no. Si derramas el vino, te castigaré.

Se inclina, besa y tira de mis pezones con los labios fríos, helados.
Lucho contra mi cuerpo, que intenta responder arqueándose.

—¿Te gusta esto? —me pregunta tirándome de un pezón.

Vuelvo a oír el tintineo del hielo, y luego lo siento alrededor de mi pezón derecho, mientras tira a la vez del izquierdo con los labios. Gimo y lucho por no moverme. Una desesperante y dulce tortura.

—Si derramas el vino, no dejaré que te corras.

—Oh... por favor...Silver... por favor.

Está volviéndome loco. El hielo de mi pezón está derritiéndose. Estoy muy caliente... caliente, helado y lo quiero dentro de mí. Ahora.

Me desliza muy despacio los dedos helados por el vientre. Como tengo la piel hipersensible, mis caderas se flexionan y el líquido del ombligo cae sobre la cama.

—Gold, te has movido. ¿Qué voy a hacer contigo?

Gimo en voz alta. En lo único que puedo concentrarme es en su voz y su tacto. Desliza los dedos por dentro de mis boxers y me introduce dos dedos.
_ ¡Ah!- gritó de dolor

Se deshace de mi bóxer y siento su otra mano acariciar mi erección. Sus dedos en mi interior se mueven simulando embestidas
—Estás listo para mí tan pronto... —me dice.

Mueve sus tentadores dedos despacio, dentro y fuera, y yo empujo hacia él alzando las caderas.

—Eres un gloton —me regaña suavemente.

Traza círculos alrededor de mi glande con el pulgar y luego lo presiona.

Jadeo y mi cuerpo da sacudidas bajo sus expertos dedos. Estira un brazo y me retira la camiseta de los ojos para que pueda verlo. La tenue luz de la lámpara me hace parpadear. Deseo tocarlo.

—Quiero tocarte —le digo.

—Lo sé —murmura.

Se inclina y me besa sin dejar de mover los dedos rítmicamente dentro de mi cuerpo, trazando círculos y presionando con el pulgar. Siento su lengua reemplazar sus dedos. Entonces se aparta, y yo vuelvo al borde del abismo. Lo repite una y otra vez. Es tan frustrante...Demonios, Silver. Grito por dentro.

—Este es tu castigo, tan cerca y de pronto tan lejos. ¿Te parece esto agradable?-me susurra al oído.

Agotado, gimo y tiro de mis brazos atados. Estoy indefenso, perdido en una tortura erótica.

—Por favor —le suplico.

Al final se apiada de mí.

—¿Cómo quieres que te coja, Gold?

Oh... mi cuerpo empieza a temblar y vuelve a quedarse inmóvil.

—Por favor.

—¿Qué quieres, Gold?

—A ti... ahora —grito.

—Dime cómo lo quieres. Hay una variedad infinita de maneras —me susurra al oído

—Era una broma —gimo.

Alza las cejas deslizando la mano arriba y abajo por su impresionante miembro.

—¿Una broma? —me pregunta en voz amenazadoramente baja.

—Sí. Por favor, Silver—le ruego.

—¿Y ahora te ríes?

—No —gimo

La tensión sexual está a punto de hacerme estallar. Me mira un momento, viendo mi deseo, y de pronto me agarra y me da la vuelta. Me toma por sorpresa, y como tengo las manos atadas, tengo que apoyarme en los codos. Me empuja las rodillas para alzarme el trasero y me da un fuerte azote. Antes de que pueda reaccionar, me penetra. Grito, por el azote y por su repentina embestida, y me corro, me desmorono debajo de él, que sigue embistiéndome. No se detiene, estoy destrozado. No puedo más... y él empuja una y otra vez... y siento que vuelve a inundarme otra vez... no puede ser... no...

—Vamos, Gold, otra vez —ruge entre dientes.

Y por increíble que parezca, mi cuerpo responde, mi ereccion vuelve. Después de un rato vuelvo a alcanzar el clímax gritando su nombre. Me rompo de nuevo en mil pedazos y Silver se para, se deja ir por fin y se libera en silencio. Cae encima de mí jadeando.

—¿Te ha gustado? —me pregunta.
Se levanta y empieza a vestirse. Cuando ha acabado, vuelve a la cama, me desata y me quita la corbata. Flexiono los dedos y me froto las muñecas, sonriendo al ver que se me ha marcado el dibujo del tejido.

Me ajusto el sujetador mientras él tira de la colcha y del edredón para taparme. Lo miro aturdido y él me devuelve la sonrisa.

—Ha sido realmente agradable —susurro sonriendo tímidamente.

—¿Por qué no te gusta que te toquen?

—Porque no. —Se inclina sobre mí y me besa suavemente en la frente—. Así que ese e-mail era lo que tú llamas una broma.

Sonrío a modo de disculpa y me encojo de hombros.

—Ya veo. Entonces todavía estás planteándote mi proposición...

—Tu proposición indecente... Sí, me la estoy planteando. Pero tengo cosas que comentar.

Me sonríe aliviado.

—Me decepcionarías si no tuvieras cosas que comentar.

—No fue divertido. He pensado que estabas diciéndome que no, que ni siquiera querías comentarlo.

Se queda en silencio.

—Todavía no lo sé. No he decidido nada. ¿Vas a ponerme un collar?

Alza las cejas.

—Has estado investigando. No lo sé. Nunca le he puesto un collar a nadie.

Oh... ¿Debería sorprenderme? Sé tan poco sobre las sesiones... No sé.

—¿A ti te han puesto un collar? —le pregunto en un susurro.

—Sí.

—¿Quien?

—Lance

—¿Lance?, ¿de la Elite 4?

—Sí —me contesta muy serio.

Oh... De pronto una parte de mí se vuelve loca de celos. El sentimiento es tan fuerte que me perturba.

—Ya veo- digo y el nota mi tono molesto.

__Querido, ¿estás celoso?

Me sonrojo.

—No, no me importa- miento- ¿Vas a quedarte?

—Mañana a primera hora tengo una reunión. Además no duermo con nadie. El viernes y el sábado fueron una excepción. No volverá a pasar.

Oigo la firme determinación detrás de su dulce voz ronca.

Frunzo los labios.

—Bueno, estoy cansado.

—¿Estás echándome?

Alza las cejas perplejo y algo afligido.

—Sí.

—Bueno, otra novedad. —Me mira interrogante—. ¿No quieres que comentemos nada? Sobre el contrato.

—No —le contesto de mal humor.

¿Hasta el miércoles? —murmura.

Me besa rápidamente en los labios.

—Hasta el miércoles —le contesto y lo veo salir. Suspiro viendo el techo. No quiero que se marche. Por primera vez me gustaría que fuera normal, me gustaría mantener una relación normal que no exigiera un acuerdo de diez páginas, azotes y mosquetones en el techo de su cuarto de juegos.

Siento un cambio de paradigma. Sé que si acepto, me hará daño. Él no puede, no le interesa o no quiere ofrecerme nada más... pero yo quiero más. Mucho más. El ataque de celos que he sentido hace un momento me dice que mis sentimientos por él son más profundos de lo que pensé. La puerta vuelve a abrirse, ha olvidado su corbata, la recoge y dice

—Nos vemos el miércoles

Se inclina y me besa con ternura. Pero mientras está besándome, algo cambia.

—Gold —susurra con voz quebrada—, ¿qué estás haciendo conmigo?

—Lo mismo podría decirte yo —le susurro a mi vez.

Respira hondo, me besa en la frente y se marcha. Siento una irresistible necesidad de llorar. Una triste y solitaria melancolía me oprime el corazón. Me cubro la cara con las manos y empiezan a salir las lágrimas.

—¿Gold? —susurra Red abriendo la puerta. Me mira y me abraza.

—¿Qué pasa? ¿Qué te ha hecho ese imbécil?

—Nada que no quisiera que me hiciera, Red.

—Estas desnudo- dice sonrojándose. Se levanta de la cama y dándome ropa interior se voltea para no verme

Aunque estoy desconsolado, me río.

—No me molesta que me veas- digo poniendome el boxer-listo

Red se da vuelta y sonrie.

—Mejor. ¿Por qué lloras? Tú nunca lloras.

—¿No me dijiste que habías quedado con él el miércoles?

—Sí, en eso habíamos quedado.

—¿Y por qué se ha pasado hoy por aquí?

—Porque le he mandado un e-mail.

—¿Pidiéndole que se pasara?

—No, diciéndole que no quería volver a verlo.

—¿Y se presenta aquí?  es genial.

—La verdad es que era una broma.

—Vaya, ahora sí que no entiendo nada.

Me armo de paciencia y le explico de qué iba mi e-mail sin entrar en detalles.

—Pensaste que te respondería por correo.

—Sí.

—Pero lo que ha hecho ha sido presentarse aquí.

—Sí.

—Te habrá dicho que está loco por ti.

Frunzo el ceño. Solo está buscando un nuevo juguete, un nuevo y adecuado juguete con el que acostarse y al que hacerle cosas indescriptibles. Se me encoge el corazón y me duele. Esa es la verdad.

—Ha venido a cojerme, eso es todo.

El rostro de Red se torna rojo. Olvidé lo inocente que es. Me encojo de hombros a modo de disculpa.

—No lo entiendo. ¿Y le dejas que te haga el amor?

—No, no hacemos el amor...cogemos... como dice Silver. No le interesa el amor.

—Lamento oír eso Gold- dice abrazandome.

Como no quiero seguir hablando de Silver, le pregunto por Green. Con solo mencionar su nombre, el rostro de Red se ilumina y sonríe.

—El sábado me llevara a cenar

Estrecha a Pika con fuerza contra su pecho —se nota que lo ama—, y siento una punzada de envidia. Red ha encontrado a un hombre normal y parece muy feliz.

—Ah, casi me olvido. Tu madre ha llamado cuando estabas... bueno, ocupado

—La llamaré mañana. Ahora es tarde.

—Gracias, Red. Ya estoy bien. Mañana llamaré también a Morty. Creo que me voy a acostar.

Cuando ya se ha marchado, me siento, vuelvo a leer el contrato y voy tomando notas. Envió un correo a Silver con mis objeciones, apago la laptop y aun algo triste, me meto en la cama e inmediatamente caigo en un sueño profundo, aunque intranquilo.

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Holi, holi!
¿Como están?
Felices pascuas!!
Se que me he tardado, pero bueno este año he decidido ser más responsable con mi carrera universitaria. Así es que tardare en actualizar.
Muchas gracias por esperarme a todos los que siguen mis historias. Pasen un lindo domingo de pascuas y nos estamos viendo 💙

Dedicado a RomaHeta

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