[Capítulo 3]
—¿Y se fue así sin decir nada más? —preguntó West, su rostro estaba colorado por el esfuerzo de reprimir las carcajadas que se moría por soltar.
No sé por qué había creído que podía contarle lo sucedido con mi cita y esperar que se lo tomara con seriedad.
Odette, que estaba a su lado y balanceando sus pies por el borde de una silla, soltó un suspiro apesadumbrado.
—Una pena en verdad —murmuró.
Su empatía habría resultado creíble de no ser por la ancha sonrisa que se esgrimía en su semblante.
—Fue horrible —confesé, mirando a mis padres de reojo, quienes se habían acomodado en el suelo para oír mejor mi historia—, es decir, me dejó más confundido que cuando vi el final de Evangelion.
—¡No menciones esa cosa! —soltó mi padre, levantando su brazo. Él no tenía demasiado aprecio por la trama de ese anime.
Mi madre arrugó el entrecejo.
—No te preocupes, Finn —murmuró, siendo la única que no parecía divertida con mi historia—, no todas las personas en los sitios de citas son así de raras.
—Excepto tú y esa chica —agregó West, recostado sobre mi mesa... ¿Por qué rayos siempre estaba encima de ella?
Sacudí la cabeza y suspiré.
—Comienzo a sospechar que eso no es verdad.
—Aunque lo hagas no vas a retroceder de la próxima cita —decretó Odette con seguridad, alzando su dedo índice hacia arriba para hacer énfasis en sus palabras—, ya es muy tarde para eso.
Sabía que lo era.
La cosa con Five-Lo2 era que te comprometías a salir con las cinco personas que los algoritmos del programa eligieran para ti, por supuesto que podías ausentarte (lo cual era uno de mis principales miedos), pero si lo hacías más de tres veces la aplicación daba de baja tu perfil, seguramente pensando algo como:
"¿Para qué demonios te inscribes a esta aplicación si no piensas ir a ninguna cita, imbécil?"
También podías calificar la cita del 1 al 10, lo que ayudaba a la aplicación a saber si las personas que había escogido se habían acercado a lo que tú buscabas, y, en caso de que decidieras no seguir con ninguna, buscar a cinco personas más en base a esa nueva información.
Sí, si no querías una segunda cita con nadie de las cinco elegidas entonces podías comenzar de cero y que la aplicación encontrara a otras cinco.
No quería imaginarme a un futuro yo buscando a su pareja ideal por meses, una y otra vez por años y años, hasta que me volviera viejo y arrugado y nadie quisiera salir conmigo... De nuevo estoy pensándolo demasiado, ¿no es verdad?
Pero tiene sentido, digo, esto no es How I met your mother y nada me garantiza que encuentre a la ideal, aunque si lo analizo bien, estoy feliz de que no lo sea, ¡Vamos! Esa serie le arrebató la estabilidad emocional a su madre con su final.
Hum, quizá estoy divagando mucho.
No importa, el objetivo sigue siendo el mismo: No morir solo.
.
La nueva cita iba a establecerse en un acuario porque aparentemente a la chica con la que iba a salir le gustaban estos lugares.
Había decidido que no vería su perfil esta vez, únicamente me limité a memorizar su foto para evitar perderla entre el resto de la multitud, nuestro porcentaje de compatibilidad (en el que dejaba de creer cada vez menos) que era del 84%, y su nombre para no sonar como un mal acompañante.
Se llamaba Sophia Ross y era un año menor que yo, físicamente había podido ver que tenía el pelo negro y rizado, sus ojos eran aceituna y su piel ligeramente morena, probablemente era de ascendencia latina a juzgar por las facciones de su rostro.
Esperaba que no fuera como Lisa... Quien definitivamente me había dejado un agrio sabor de la boca.
Me marché al acuario antes de poder darle oportunidad a mi familia de seguirme (pues al parecer decir mis inseguridades en voz alta les había metido la falsa creencia que yo necesitaba de su apoyo físico) y llegué, como era costumbre en mí, un poco antes de la hora prevista. En esta ocasión, Odette (sí, ella de nuevo) me había escogido un atuendo mucho más cómodo y ligero que en la cita anterior, lo que en definitiva ayudaba a sentirme en confianza.
Era mediodía, por lo que el sol se reflejaba en las ventanas del acuario, había decidido quedarme en el vestíbulo principal y no entrar hasta que Sophia llegara.
No era la única persona que esperaba por alguien, pero sí era el único que lucía excesivamente nervioso.
Incluso una niña de un grupo escolar me miró fijamente por largos minutos hasta que la acabé ahuyentando con una mirada molesta.
—Oye, ¡tú eres el tipo de los maniquíes! —gritó una voz de pronto entre la pequeña multitud que se había formado para entrar al acuario.
Fruncí el ceño y me volví en dirección de la voz que me resultaba vagamente familiar.
Me quedé perplejo cuando caí en la cuenta que se trataba de la misma chica del centro comercial que había conocido ayer.
No era de esos que pensaban que existía la mala suerte... Pero no necesitaba creer en ella para tenerla.
Me mantuve inmóvil cuando la chica se acercó a mí, sus ojos me miraron con curiosidad y sus labios esgrimieron una sonrisa. Estaba vestida con un atuendo que resultaba en verdad raro: una camiseta de Buscando a Nemo y un par de pantalones con dos peces azules en las rodillas. Por algún extraño motivo, sentía que le quedaba bien a alguien con su personalidad.
—¡Qué casualidad que nos encontremos, chico maniquí! —exclamó ella con un tono que flutuaba entre la diversión y la burla.
—Por favor no me llames así —contesté, pasando una mano por mi cuello en gesto de incomodidad.
—Mmm.... No. Aunque, si me dices tu nombre quizá cambie de opinión.
Mordí el interior de mi mejilla, dudando. Después de todo, realmente había creído que no me volvería a topar con ella.
El mundo es un pañuelo, decían algunos, y tal vez llevaban razón.
—Está bien —cedí luego de sopesarlo por unos instantes en silencio—, mi nombre es Finn Swanger.
—¿Finn como...? —comenzó a preguntar la chica.
—Sí, como Finn el humano en Hora de Aventura —la interrumpí rápidamente, sospechando lo que diría a continuación.
—En realidad iba a mencionar a Finn Hudson de Glee, pero si tú dices —Ella alzó su mano hacia mí—, yo soy Sidney d'Aumard.
Estreché su mano y sonreí.
—¿Sidney como...?
—¿Como la ciudad? Así es —completó Sidney sin dudar.
—En realidad iba a mencionar a Sidney Govou, un futbolista —me burlé, aún si ni siquiera sabía quién era ese tipo y lo poco que sabía de él era gracias a West y su rara obsesión con los equipos futbolistas franceses
—Oh. —murmuró Sidney, separando su mano de la mía y encogiéndose de hombros—. Como sea, fue un gusto hablar contigo y descubrir tu nombre, pero lamentablemente debo irme. ¡Hasta pronto, chico que se disculpa con los maniquíes!
—¡Oye, alargaste eso!
Sidney me guiñó el ojo y dio media vuelta, mezclándose entre las demás personas y desapareciendo de mi vista.
Solté un suspiro, sin darle importancia a lo sucedido y listo para volver a mi posición inicial, a esperar lo que hiciera falta hasta que mi cita estuviera aquí.
—¿Eres Finn Swanger? —preguntó alguien a mis espaldas, e inevitablemente me sorprendió.
Di un pequeño salto en mi lugar y me giré con violencia hacia quien me había llamado.
Comprendí que en esta ocasión se trataba de Sophia.
—Em, sí, soy yo —respondí, parpadeando tras darme cuenta que Sophia era más bajita de lo que había previsto.
Digo, yo no era ningún gigante, de hecho, únicamente medía 1.69 cm, sin embargo, Sophia debía medir cuanto menos unos 1.50 cm.
No podía negar que me ponía algo nervioso (más de lo que ya estaba) esa diferencia de estaturas. Sin embargo, supuse que sería muy descortés mencionarlo, por lo que forcé a mi mente a tratar de pensar en otra cosa.
Sophia sonrió nerviosamente e inclinó su cabeza. Yo la imité, pensando que se trataba de alguna costumbre suya.
—¿Sabes qué? Al principio dudé que realmente fueras tú —comentó ella, jugueteando con sus pulgares con aire nervioso—, digo, me pareció que la foto que vi en el programa no te hace justicia, incluso pensé "Oh, ¿de verdad es él? Se ve mucho mejor de lo que pensaba"... Maldición, ¿por qué dije eso? Qué estúpida. Sólo olvídalo.
Me quedé quieto, buscando procesar la información que me había soltado de golpe.
—Hum, ¿gracias? —respondí, sin estar seguro de cómo reaccionar. Opté mejor por cambiar el tema—. ¿Qué te parece si entramos al acuario?
Sophia asintió varias veces.
Ambos nos dirigimos al frente, pagué por las entradas y cruzamos el umbral que dividía el vestíbulo del pasillo principal.
Lo primero que percibí fue que las paredes estaban teñidas de un fuerte color azul marino, probablemente representando la vida acuática que se hallaba protegida por unos cristales transparentes, a través de los cuales podía visualizar a distintas especies de pequeños peces.
Los animales iban y venían de un lado a otro, agitando sus pequeñas aletas y con una cara que parecía decir: ¿Cómo rayos he llegado hasta aquí?
Mi nariz estaba siendo ofuscada por ese peculiar aroma que sin duda expedía la comida de peces... Algo que conocía bastante bien gracias a que Odette, cuando tenía doce años y ella siete, decidió mezclar mi almuerzo con el alimento de su pez Potter.
No fue una buena experiencia.
—¿Sabías que la mayoría de los peces son capaces de recordar a sus depredadores hasta un año más tarde de haber sido atacados por ellos? —inquirió Sophia a mi lado, observando embelesada a un par de ellos con ojos bien abiertos, después pestañeó con fuerza, como si hubiera despertado de un profundo sueño, y agregó:—. Lo siento, eso no debe importarte.
—En realidad, me parece interesante... —intenté decir, pero Sophia había comenzado a murmurar innumerables cosas para sí misma que para mí resultaban inaudibles, por consecuente, hizo total caso omiso a mi respuesta.
Estaba tan ensimismada en lo que decía y no pude evitar tener curiosidad acerca de sus palabras, sin embargo, las arrastraba con tal velocidad que resultaba imposible seguirles el paso.
Finalmente Sophia pareció percatarse de su estado de ensueño y parpadeó varias veces.
—¡L-lo siento! —exclamó ella.
Arrugué el entrecejo, determinado a decirle que no tenía motivos para disculparse, pero antes de que pudiera llegar a hacerlo, Sophia corrió hacia el frente, alejándose de mí.
Solté un suspiro cansado y fui tras ella.
Llegué a un área distinta a la anterior, en donde las paredes eran de un tono arena, había un pulpo en la amplia pecera de la izquierda, mientras que a la derecha se encontraba un grueso vidrio que mostraba a un delfín, el cual me recordaba vagamente a la película Liberen a Willy.
Sophia era quien lo miraba tan fijamente, sus dedos enrollaban nerviosamente el borde de su blusa y sus ojos estaban ensanchados.
—¿Por qué decidiste entrar al programa de Five-Lo2? —cuestionó ella en un murmullo que a duras penas alcancé a oír.
Fingí pensarlo, pues en realidad ya estaba seguro de la respuesta.
—Crisis de edad —respondí tras quedarme callado unos instantes, enseguida procedí a explicarle a mayor detalle lo dicho:—. Cada cinco años tengo una crisis donde me planteó lo que he hecho en mi vida, hace varios días cumplí veinticinco años y me di cuenta que nunca había salido con nadie en serio... Entonces me di cuenta que si seguía así me quedaría solo.
Los labios de Sophia se curvaron hacia abajo, como si mi respuesta no le hubiera agradado.
—¿Tan malo es eso? —preguntó con un leve tono de duda—, quedar solo... ¿Crees que estar junto a alguien el resto de tu vida es más que un paradigma de la sociedad ideal y en realidad se trata de una necesidad humana básica?
Maldición, estaba sonando como Lisa.
—Supongo que es algo complejo —murmuré, rascando mi cuello y frunciendo ligeramente el ceño—, no creo que necesites a alguien para estar completo... Pero también creo que la vida debe ser mejor estando acompañado. He visto en muchas películas y series hablar del romance... En mi opinión, eso es una cosa que quiero tener en mi vida, sin embargo, no me parece indispensable.
Sophia bajó la mirada.
—Perdón por hablar de esto —susurró—. ¿Sabes? Sufro de ansiedad social, así que es m-muy difícil para mí tener citas o conocer personas nuevas, pero quise intentar con este programa porque mi hermana me insistió, lo cierto es que sospecho que esto del amor no es para mí... Me gustaría enamorarme a primera vista y hacer una cosa imprudente y tonta, me gustaría algún día quedarme prendada de una persona sólo con mirarla... Me gustaría saber qué se siente eso de hacer cosas estúpidas por amor, pero no puedo, no me sucede algo así... Oh, ¡lo siento! Seguro no quieres oír eso, ¡perdón!
—No te disculpes —respondí sin pensar—, de hecho, entiendo lo que dices... ¿Enamorarse? A veces parece que algunas personas lo subestiman, aún si es amor no correspondido, debe ser mejor eso a simplemente no sentir nada por nadie.
Sophia asintió con la cabeza. Su mirada estaba fija en el cristal y hasta ese momento noté lo tensa que lucía: Una gota de sudor resbalaba por su sien y sus piernas temblaban irremediablemente, parecía estar haciendo un gran esfuerzo para no salir huyendo de ahí. Ansiedad social, había dicho ella. Debía ser horrible. Mis nervios y torpeza no se podían comparar.
—T-también creo eso —aseveró, luego volvió su rostro hacia mí y clavó su mirada en la mía por sólo unos segundos antes de regresarla a su lugar anterior—. ¿En qué trabajas?
Supuse que ella, al igual que había hecho yo, no había leído mi perfil por completo. Además, percibí que con esa pregunta buscaba cambiar el tema, por lo que no dudé en contestar.
—Soy periodista en el 12 News.
—Oh, con razón me parecías familiar... ¿Cómo eres periodista? Digo, toda esa ansiedad de que te estén mirando en distintas partes del estado... ¿No te molesta? ¡No tienes que responder! Debe ser algo personal, qué tonta soy... Olvídalo.
Mordí mi labio inferior.
—No, está bien —contesté, quitándole importancia al asunto con un ademán de mano—. Pues... La verdad no quería ser periodista en un comienzo, estudié para ser abogado, pero no pude llegar a serlo porque carecía de la perseverancia suficiente para subsistir en ese medio. Un tío lejano me dio trabajo en el 12 News hace tres años y desde entonces me resigné a trabajar ahí. Nunca me fue mal, supongo que es porque siempre me escribían lo que debía decir y no tenía que improvisar —Me encogí de hombros—, siempre tuve buena dicción y entonación, parecía el trabajo perfecto para mí. ¿Tú a qué te dedicas?
—Arquitectura —respondió Sophia al instante—, me gusta crear planos que pueden ayudar a construir cosas que sean más estables de lo que yo soy.
—Eso suena interesante.
—No lo es, últimamente no he tenido trabajo, mi departamento se ha quedado corto de fondos y nadie ha querido contratarnos —Su rostro adquirió un tono apagado—. Me pregunto por qué la vida nunca puede resultar como la planeamos siendo tan niños... ¿Es porque somos muy ingenuos al pensar en el futuro o porque no tomamos en cuenta los golpes de la vida? Lo siento, de nuevo estoy pensando en voz alta.
—Me parece lindo que hagas eso —admití, sin darme cuenta de que eso podía llegar a sonar muy apresurado—, hay quienes cuentan que decir tus pensamientos en voz alta te ayuda a organizarlos.
—¡Yo también creo que eres lindo! —soltó Sophia.
—Hum, ¿qué?
—N-no te referías a eso, ¿verdad? Qué estúpida soy... Olvida eso. ¿Sabes qué? Voy a buscar el baño, ya regreso.
Y así, sin darme el tiempo para responder, ella se giró sobre sus talones y salió huyendo de ahí.
Suspiré y me volví hacia el delfín.
—Dime que tú entendiste lo que acaba de suceder —murmuré, dudando si seguir a Sophia o si esperarla en ese mismo lugar.
La criatura se mantuvo estática, mirándome con sus pequeños ojos negros que parecían dos canicas alineadas a extremos opuestos de su cabeza.
Entonces transcurrieron largos minutos sin que Sophia apareciera, y comencé a impacientarme.
Ella me parecía una chica en verdad agradable, pero me frustraba en sobremanera su inseguridad. Aunque no sabía si era yo la persona más indicada para hablar de eso.
Cuando pasaron más de diez minutos decidí salir en su busca, temiendo que quizá le hubiera ocurrido algo.
—Disculpe, ¿dónde se encuentran los baños? —pregunté a una empleada que limpiaba una de las peceras.
Ella me señaló hacia el frente y luego hizo un ademán hacia la izquierda con su mano. Seguí sus mudas indicaciones y me alivié al ver que tenía razón.
Los baños, como era de esperarse, estaban separados por géneros.
Me vería muy mal si de pronto entraba a los de mujeres, por no decir ansioso e insistente por Sophia.
—Hum, hola —saludé a la misma niña que se me había quedado mirando en el vestíbulo. Ella tenía a lo mucho unos ocho años de edad y el uniforme que portaba delataba la escuela de la que venía. Parecía haberse apartado por el resto de su clase y no lucía alterada por ello—, ¿me puedes hacer un favor?
La niña alejó su vista de una mantarraya y la enfocó en mí.
—Por cinco dólares.
Puse los ojos en blanco.
—Como sea —contesté, decidiendo que no discutiría con una niña pequeña—, sólo quiero que entres a los baños de mujeres y veas si hay una chica rubia ahí adentro.
—Primero los cinco dólares.
A regañadientes saqué mi cartera y se los tendí. La niña los tomó con una sonrisa orgullosa y, sin agregar algo más, empujó la puerta de los baños y entró.
Sólo se demoró unos instantes antes de volver a salir y estar de pie frente a mí de nuevo.
—¿Dijiste una chica rubia? —preguntó ella.
Asentí con la cabeza. La niña se rió.
—¿Sí? Bueno, ahí adentro no hay nadie.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro