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Tenía que admitir que no era un mal chico al menos desde su punto de vista, pero tampoco era el hijo perfecto que todas las familias desean tener. No tenía dotes con los instrumentos, no era un buen dibujante, no le gustaba leer o escribir, odiaba estar en casa y siempre estaba fuera con quienes presuntamente debían haber sido sus amigos de confianza. Él pensaba que sus padres lo querían tal y como era... Sus padres pensaban que no importaba cómo fuera, lo querrían y aceptarían, igual que su abuela lo hacía, ella lo cuidaba con mucho cariño y sus caricias, sus cálidas caricias, su abuela era una mujer tan hermosa que muchas veces quería jugar con ella y olvidaba por completo su ceguera... Porque su propia abuela aceptaba jugar con él sin importar lo que fuera... Sin importar si era jugar a la pelota, si era jugar a las cartas o si era una carrera. Su abuela era una mujer tan impresionante y aún así él era bastante desinteresado y no se dio cuenta de lo que realmente sucedía cuando empezó a crecer y los resentimientos de todo lo que había dicho de forma despectiva ya era tarde para disculparse... Pero su abuela no le guardaba rencor, ella siempre tenía una sonrisa en su rostro y acariciaba sus mejillas, siempre con la misma oración: "Estás creciendo, Sa", y aquello le hacía sentir bien en el fondo... Porque su abuela lo seguía amando aún con todo lo malo que hacía dicho y hecho...

Y por eso, su tan amada abuela no le puso ningún impedimento cuando tomó sus manos y le confesó que era bailarín y que amaba la Danza Interpretativa Artística... Que amaba la expresión de su cuerpo, que amaba lo que la música lo hacía sentir, que amaba la sensación de poder explotar todos sus sentimientos a través de una pieza musical y el movimiento fluido de su cuerpo y la expresividad de su rostro. Y por eso, su abuela lo apoyaba de todo corazón, siendo el secreto mejor guardado que ambos compartían y del cual sus padres no podían enterarse por nada del mundo.

Pero estos, igual que todo el colegio, se acabaron enterando.

Un video se hizo popular a través de todas las redes sociales que conocía y tenía. Alguien anónimo había publicado un vídeo con un nombre falso en el que aparecía él bailando en las salas utilizadas para las extraescolares de interior y sobre todo para ballet, pues era una sala llena de espejos que rodeaban toda la habitación y varias barras móviles que se anclaban al suelo, a los lados de hecho, y se usaban para los estiramientos básicos de calentamiento... En aquel vídeo, se le podía ver bailando con una mezcla de expresividad libre y ballet, aprovechando su elasticidad y la expresividad de su cuerpo...

Sus padres, sus amigos, sus conocidos, todos sus compañeros de clase, incluso algunos de los maestros, empezaron a mirarlo con recelo cuando estaba en clase o cuando caminaba por los pasillos. Y la presión empezó a ser peor cuando sus padres empezaron a reprocharle la humillación familiar que había hecho, la decepción familiar que era, lo desagradable que era lo que hacía, y su abuela no pudo hacer nada por defenderlo porque Daraku, su hijo; el padre de Sa, mandó a callar a su madre porque ella no entendía nada al no poder ver lo que estaba pasando y la humillación por la que la familia Remashita estaba pasando cuando salían a la calle...

La vida de Sa estaba destrozada, tanto por su familia, como sus supuestas amistades que debían estar con él en momentos como esos de humillación y abandono, en aquellos malos momentos tan abrumadores y pesados en su espalda. Lo dejaron solo. Y los argumentos de sus padres no ayudaban nada a llevar la carga psicológica a la que lo sumían en la escuela, incluso los "responsables" adultos que debían velar por la seguridad y la tolerancia en el aula, por la convivencia y el respeto; y ellos eran los primeros que no respetaban que a un hombre le gustase la danza y la expresividad de su cuerpo.

...

Inspiró profundamente, después dejó escapar una expiración igual de profunda, escuchó el inicio de la música instrumental que le hizo alzar la cabeza con elegancia y lentitud, después fueron sus brazos los que se alzaron hacia delante, y siguieron subiendo hacia el techo, lentamente se tapó la cara dando un primer paso y después se dejó caer de rodillas con un suave movimiento hacia el suelo. Se removió hacia un lado y hacia el otro, aun con la cara tapada, y se dio la vuelta tumbándose en el suelo, donde dejó de taparse la cara y extendió las manos a los lados, como una cruz, abrió las piernas para quedar tumbado como una estrella de mar que mira el cielo desde el fondo del mar. Se sentía tan ahogado, tan asfixiado, tan aterrado, tan atrapado... Y aun así no podía abandonar la música, la expresividad, aquello era lo único que lo mantenía cuerdo, aquello era lo único que lo mantenía estable, aquello y su amada abuela Seijo...

"Eres un hombre"

La música siguió sonando, pero ahora el ritmo cambió, se fusionaron una mezcla de piano y violín, una melodía triste y sentimental. Se sentó en el suelo, aun con las piernas ligeramente abiertas, las juntó, apoyó las manos en sus muslos, miró sus pies con detenimiento haciendo una especie de ejercicio de flexión y extensión.

"Los hombres no hacen eso"

Dejó escapar un suspiro, la voz de su padre era tan abrumadora que le causaba terribles jaquecas, hizo un movimiento rápido hacia atrás, apoyó sus manos y dio una voltereta hacia atrás donde mantuvo el equilibrio con los pies todavía vacilantes entre irse hacia delante, o hacia atrás, dudaba entre sus padres, sus amigos, su felicidad, su libertad, después los equilibró haciendo el pino perfecto, el equilibrio entre ambos miedos, aguantándose solo con las manos, después abrió las piernas para hacer el spagat, un poquito de cada, sus padres... sus amigos..., y una de sus piernas le permitió acabar de hacer aquella voltereta hacia atrás, ganaban sus amigos, sus padres no aceptaban lo que hacía, no aceptaban nada de lo que le gustaba, donde ahora volvió a estar de pie. Sus amigos de todas maneras no aceptaban lo que hacía, pero siempre preferiría a las amistades antes que a sus padres. Se tapó la cara con las manos una vez más, negro, oscuridad total, desesperación total y el miedo de ver que lo habían descubierto y no tenía ninguna escapatoria a un lugar idílico en el que poder pasar el rato más allá que apoyarse en el regazo de su abuela y llorar en silencio.

"Los hombres no bailan ballet"

No era ballet, eran sus sentimientos, era lo que él expresaba, eran sus emociones, era danza interpretativa artística; ellos jamás lo entenderían... Se dejó caer hacia delante, otra vez con aquella elegancia y fluidez de sus bellos movimientos, aquella maestría, apoyando solo un pie de puntillas, una mano en el suelo, la otra a su espalda, y el otro pie descansando sobre el gemelo en tensión, la más pura representación de todas las dificultades que había pasado y que cargaba en su espalda: todo lo que había hecho, todo lo que había sufrido, todo lo que había hecho padecer a aquellos que en su momento eran inferiores a él, y después se dio cuenta de que nadie era inferior o superior que nadie. Bajó lentamente y se tumbó en el suelo sin mover la mano a su espalda o la pierna sobre la otra, suficiente, ya basta, se acabó, no aguantaba más.

"Mi hijo no será maricón"

Y no lo era... No al menos cuando empezó... Después se dio cuenta... Después de su estancia en el hospital... Y las visitas constantes de un alma que se sentía culpable por lo que había hecho, que muy en el fondo no había tenido intenciones de causar tal desastre por la publicación del vídeo...

Aquellos mechones naranjas como zanahorias que acariciaban su nariz y le provocaba espasmos y estornudos enternecedores; la sonrisa que aparecía en su rostro al ver que estaba bien... Aquellos labios rosaditos, en contraste con aquella piel blanca, parcialmente amarillenta por herencia de su familia y problemas de piel ante la falta de haber pasado mucho tiempo fuera de casa... Aquellos bellos ojos color verde pastel... Era tan bello... Era como una divinidad del bosque, como un bello elfo sabio del bosque, como una hermosa musa que todo artista estaría dispuesto a retratar...

Su novio era una persona hermosa, aunque tuvieran sus diferencias.

La música se separó en dos secciones, el piano tomó pinceladas más valientes y asalvajadas, intervalos que hacían pensar que eran dos personas las que tocaban el piano para interpretar aquella melodía, porque la cantidad de teclas que se escuchan era inmedible. El violín, en cambio, se cambió por un violonchelo, las notas eran más graves, toscas, pesadas, pero se compenetraba perfectamente con el piano en una mezcla en la que parecían discutir de alguna manera por tomar el control y ser el centro de atención, el instrumento que sonase más alto, que por muchos esfuerzos que hiciera, igual que con sus padres, el piano llevaba la voz cantante en el asunto, y era acompañado por el violonchelo. Sus padres eran más fuertes... Su abuela y él no tenían nada...

"Irás a fútbol a partir de ahora"

Por supuesto papá, mira como soy una estrella internacional golpeando una pelota sin sentido, corriendo detrás de ella como si eso fuese a solucionar mi vida. Se movió ágil, con movimientos excelentes y bellos, con flexiones expresivas y estiramientos tristes cargados de simbolismo, los ojos cerrados hacia saltaba, cuando era libre, cuando podía tocar el cielo, los ojos abiertos cuando se encogía, cuando estaba solo, cuando sufría, cuando lo rechazaban, cuando los que eran sus amigos lo golpeaban, cuando sus padres lo criticaban y menospreciaban, cuando se encontró totalmente solo en el hospital; los ojos entreabiertos cuando algo le dolía al moverse, pero no por ser un movimiento extraño, doloroso o complicado... no... Cuando algo le dolía en el alma, en el corazón, en el cuerpo. Cuando despertó en el hospital y no fue su padre, su abuela, sus amigos o alguien que supuestamente debió estar ahí... Sino que fue él... Francisco McStone White... La persona que colgó el vídeo en el que aparecía bailando y le arruinó la vida por completo... Y estaba ahí porque quería disculparse, porque no creería que publicar el video hiciera que lo golpearan hasta dejarlo en el hospital inconsciente... Porque quería darle un escarmiento después de todas las palizas que él había sufrido de su propia mano por aquel cuerpo que, al conocerlo, supo la belleza que escondía y la magnificencia que había en él...

"Te quiero mamá, lo siento por ser así"

Y ahora se dejó caer de costado, elegante, pero fatídico, una muerte que lo separó de su familia. Lo siento papá, lo siento mamá... El piano desapareció abruptamente, deteniéndose de la nada provocando una sensación extraña y poco contrastada en la música, casi como si el intérprete se hubiera equivocado por detenerse tan de repente, pero no, no se había equivocado, y con ellos su familia, su miedo, su desesperanza, su estrés, su ansiedad, el instrumento de cuerda alargó los momentos de agonía unos segundos más antes de apagarse, marchitarse, desaparecer también... Vuestro hijo ejemplar que tanto amabais, que tantas esperanzas teníais... Había muerto, pero... una felicidad, libertad y emociones inexplicables habían nacido junto al florecimiento de un amor que jamás fue aceptado por nadie más que su amada abuela Seijo...

"Adiós, papá, mamá"

Le dolía tanto el alma en aquellos momentos...

- Sa...- escuchó una voz con un gentil eco cerca, un golpe seco que acabó rebotando un par de veces.

Movió la cabeza lentamente, había dejado caer la libreta con el estuche, cubría su rostro con las dos manos y sus ojos estaban cristalizados, tenía un nudo en la garganta y posiblemente le resultaba imposible tragar en aquellos momentos. Cuando él intentó tragar saliva, se dio cuenta de que tenía un nudo en la garganta también, y se sintió tan vulnerable de estar a punto de llorar en aquellos momentos, se sentía un idiota... Se enderezó y quedó sentado sobre la tarima en la que danzaba y se expresaba, giró lentamente los ojos hacia aquella tenue figura que contenía el llanto con las manos en su boca.

- ¿Estás bien...?- emitió con voz casi muda, por culpa del nudo en la garganta, se rascó la nuca, estaba rapada.

- Cada vez haces que me sienta peor al verte...- sonrió mientras se quitaba los zapatos con los talones, quedándose con los calcetines puestos, y después caminar por aquel tatami de color madera clara, acercándose a él hasta llegar a su lado.

- ¿Peor en qué sentido...?- preguntó alzando una ceja cuando se agachó delante de él, hincado.

- Impotencia, ganas de llorar, culpabilidad...- Sa entrecerró los ojos como si dudase un poco de lo que el pelinaranja acababa de decir.

- Tienes la culpa.

- Exacto...- suspiró pesadamente agarrando sus mejillas con las dos manos, las aplastó un poco, sin hacerle daño.- Me arrepiento un poco de lo que te hice después de ver lo que eres capaz de hacer...

- El pasado no se puede cambiar...- negó con la cabeza lentamente, después se inclinó hacia él y enterró su rostro en su pecho del muchacho.- Si se pudiera cambiar, ahora mismo te estaría haciendo daño... Te seguiría haciendo daño...- Francis deslizó sus dedos hacia los cabellos oscuros de Sa, siempre desaliñados, por la luz de la sala parecía que sus cabellos eran azules, pero en realidad eran de un tono azulado oscuro, casi ennegrecido, de hecho, de alguna forma habría heredado el tono de su difunto abuelo, quien tenía el cabello color galaxia, porque su cabello tenía todos azulados oscuros, morados, rosados, azules claros... Pero su padre siempre había desmentido aquellas palabras, porque su abuela era ciega y no había forma de que alguien pudiera tener el pelo color galaxia de forma natural.

- Touché...- sonrió un poco, ronroneando contra él.

Su abuela tenía fotografías considerablemente antiguas de la década de los 2000 o 2010 aproximadamente, eran fotografías con una calidad buena, pero tampoco eran exquisitas, tenían pequeños retoques, la calidad se notaba que no era buena, pero tampoco era un desastre como las fotografías de los padres o abuelos de su abuela... Aquellas sí tenían una calidad mediocre. Pero eran hermosas. En aquellas pocas y casi nulas fotografías podía verse a un hombre con un parecido tan impresionante con su padre, Daraku, y con él mismo... Ninguno de los tres varones de la familia parecían ser fotogénicos, pues Taika no solía salir mirando a la cámara, solía sonreír forzadamente a la cámara y su expresión esquelética, pobre, débil y delgada siempre estaba incómoda...

- Se hace tarde...- musitó Francis sin dejar de acariciar sus cabellos, Sa sonrió un poco.- Nos quedaremos aquí encerrados y no es algo que me resulte agradable...

- ¿Tienes deberes?- preguntó alzando una ceja.

- No... Bueno... Sí. Mates. Pero no se yo...

- ¿No lo vas a hacer?- preguntó riendo un poco.

- Haré un esfuerzo muy grande...- rodó los ojos.- Pero seguramente no...

- ¿Igual que cuando tienes que darme amor?- sonrió ladino.

Francis borró la sonrisa y se apartó bruscamente, haciendo que la cabeza del de cabellos oscuros golpeara en seco contra el suelo.

- ¡Francis!- exclamó reaccionando rápido para enderezar la cabeza.

El de cabellos naranjas sonrió orgulloso y se dirigió hacia la libreta y estuche que había dejado caer.

- Cierra la boca la próxima vez.- sonrió con malicia poniéndose la mochila después de guardar la libreta y el estuche.

Sa se giró para quedar boca abajo y se cruzó de brazos para apoyar la barbilla sin hacerse daño.

- Te acompaño hasta la esquina de tu casa...- murmuró levantándose de un salto y acercándose a él para agarrar su camiseta roja de manga corta a rayas horizontales negras finas.

- De acuerdo...- asintió con la cabeza y se puso de puntillas para besar su frente, la distancia entre ambos no es que fuera tan llamativa, aunque ciertamente le sacaba la cabeza entera, pero sí, tenía que ponerse de puntillas para llegar a su frente.- ¿No quieres quedarte un rato? No creo que a tus padres les preocupe mucho la tardanza, total, no están en casa...- rodó los ojos.

- No le caigo bien a tu hermano.

- No, la verdad es que no.- bromeó sonriendo de lado aguantando la risa de forma patética.- Ni siquiera sabe tu nombre, tampoco sabe que somos pareja, pero no le caes bien por tu forma de mirar y por lo que pasó hace dos años...- Sa hizo una mueca con el labio.- Pero algún día tendrá que asumirlo- se encogió de hombros con indiferencia.

- Yo creo que primero sería capaz de desear su propia muerte antes de aceptarme.

- No creo, mi hermano es algo terco, pero acaba aceptando las cosas al final, y si el origen de esas cosas específicamente viene de mi, lo aceptara antes... solo tendré que abrazarlo un poco, pillarlo de buen humor y decirlo.

- Me pondré celoso.

- Es mi hermano, por Dios... No seas asqueroso...- apartó la mirada torciendo el labio con desagrado. Ambos soltaron una risilla boba- ¿Entonces... No te quedas?

- Si tu hermano no me echa de una patada, supongo que cinco minutos puedo quedarme.

- Diez.

- Seis.

- Ocho.

- Siete...

- Bien...- rodó los ojos.- Siete minutos y medio...- se levantó de un salto.

- Siempre tienes que tener tú la última palabra.

- Así funciona esta relación...- ronroneó malicioso provocando una carcajada en el asiático, agarró la maleta y la colocó en sus hombros adecuadamente, giró los ojos hacia el de cabellos azulados oscuros.- Lo tomas o lo dejas...- sonrió como un felino caprichoso después de saltar sobre una zona sensible de tu cuerpo.

Sa rodó los ojos y suspiró pesadamente.

- Vamos, no me mires así...- hizo un puchero mientras se agarraba a su brazo como si se abrazara a él.- Vamos, con un poco de suerte mi padre está haciendo las compras y mi hermano se fue con él...- Sa se rio un poco.

- ¿Y qué gano yo si tu hermano está en casa? ¿Qué gano acompañándote y quedándome para que tu hermano mayor me mire como si fuese a clavarme un puñal cuando me dé la vuelta para irme o para acompañarte a tu cuarto?

- ¿Un beso?

- Hmph... No me satisface del todo.- le sonrió burlón al mismo tiempo que se ponían los zapatos.

- ¿Dos?

- Tentador.

- ¿Dos... con lengua?

- Definitivamente no captas las indirectas- rodó los ojos con sarcasmo y después guardó las manos en los bolsillos mientras el otro lo miraba con acusación, puede también que un tanto avergonzado.

- ¿Pretendes en serio que te lo pague con mi vir. . .?

- No, no pillas las indirectas- soltó una carcajada sonora y hermosa.

Francis se lo quedó mirando bastante contrariado, ladeó la cabeza hacia un lado y entrecerró los ojos.

- ¿No estabas hablando de sexo?- alzó una ceja con desdén.

- ¿Porque las mujeres siempre piensan que los hombres solo queremos sexo?- comentó al aire con un tono totalmente sarcástico incluso soltando una carcajada que presuntamente no tenía maldad.

Francis actuó con un impulso tan grande y con una impulsividad tan impredecible que Sa no pudo prever cuando le dio un puñetazo certero en el costado, haciendo que algunos de sus huesos crujieran, pero ninguna de sus costillas se rompió, pero sí provocó que le arrebatara todo el aire al asiático y lo hizo caer en redondo por el repentino impulso y empujón que le había dado y acabó comiéndose el suelo con los morros, si no hubiera sido porque puso las manos para frenar la caída. Sa giró la cabeza muy rápido, miró fijamente a Francis desde el suelo con los ojos muy abiertos, tragó saliva lentamente, y fue cuando se dio cuenta de que había dicho algo inapropiado.

- ¡No soy una chica!- le gritó con el ceño fruncido.

- Joder, no hacía falta golpearme así...- chasqueó la lengua contra el paladar, tosió intentando recuperar el aliento.

- ¡Sí era necesario!- exclamó.- Dijiste que no volverías a llamarme así... Imbécil.- apartó la cabeza bruscamente.

- Francis...- se levantó rápidamente al verlo dirigirse a la puerta y empujarla bastante bruscamente.- ¡Francis!- exclamó cerrando la puerta de ensayos para que nadie supiera que habían estado allí y fue corriendo detrás de él.

Lo persiguió por el pasillo acelerando el paso un poco, a pesar de que Francis no se detuvo, la estatura del asiático y su resistencia por los deportes y por la danza le daba la ventaja de poder correr más rápido y resistir más que él. Sa sujetó del brazo al de cabellos anaranjados y lo detuvo abruptamente.

- Francis.

- ¡No!- gritó apartándolo.

- Francis, lo siento. No lo pensé.

- Tarde.- apartó la mirada.

Sa emitió un sonido lleno de impaciencia y frustración ante el zarandeo del brazo del más bajo para soltarse de su agarre, sin éxito. Sa no se detuvo hasta que el de cabellos naranjas tuvo que rendirse (o hasta que se calmó) y se dignó a mirarlo aunque fuera de mala gana.

- Suéltame.- exigió.

- No hasta que me escuches.

- Ya he escuchado todo lo que tengo que escuchar.

- No quise decir eso.

- Tampoco quisiste decir que parezco una puta con las tetas que tengo y lo dijiste.

- No estamos hablando del pasado ahora, Francis...- recordó encarnando las cejas con seria preocupación.- Reconozco que soy inmaduro y poco tolerable con lo que no me parece "normal", pero ya ves...- se encogió de hombros.- Yo también soy un jodido desviado.

- No te llames desviado para decir que eres gay, imbécil.- frunció el ceño.

- Me siguen gustando los culos.

- Igual...- apartó la cabeza.- Por eso me voy a conseguir uno mejor que el tuyo. Adiós.- consiguió soltarse de su agarre.

- Pero tengo preferencia por el tuyo.

- ¡No lo estás arreglando, pervertido de mierda!- gritó con el ceño fruncido provocando que el eco llenara el pasillo de la escuela.- ¡Y que conste que lo único que te gusta de mí es que soy como una tía con polla! ¡Desgraciado!

Sa suspiró profundamente. Definitivamente si volvía a detenerlo le daría una bofetada, y no se estaba justificando porque era un cobarde, que también, pero resulta que ya le había pasado antes, Francis ya le había dado una bofetada por intentar tranquilizarlo, y había aprendido, tal y como los perros o los gatos son amaestrados, que después de una bofetada, era la línea roja que no debía volver a repetir, y aunque ciertamente Sa intentaba que la relación "secreta" que ambos tenían no se viniera abajo por la toxicidad que desprendían.

Francis no ponía absolutamente nada de su parte a no ser que hubiera soborno de por medio. Y Sa no iba a arrastrarse y caer tan bajo a pesar de que ciertamente su interés romántico por Francis fuera más de lo que parecía o lo que fingía, porque sí, no quería que Francis lo viera vulnerable o fácilmente manipulable por su amor hacia él, porque si ya manipulaba a completos desconocidos para que hicieran lo que él quería, o sino habrían represalias (lo había vivido en sus propias carnes al ser extorsionado y después expuesto)... No quería saber lo que sería capaz de hacer con alguien que "supuestamente" amaba. El problema era gestionar la personalidad y el orgullo de Francis y no perder la paciencia con él... Lo cual ya de por sí era un reto para sus amigos (que ciertamente no tenía, pero iban con Francis porque le tenían miedo a las represalias de abandonarlo), y no quería saber cómo su familia lidiaría con él...

Sa se rascó la nuca, la parte rapada de su cabeza y emitió un quejido al aire, entrelazando las manos en su nuca y mirando al techo, sin saber bien qué hacer... Porque tenía múltiples opciones presentes... La primera sería arriesgarse a la bofetada, que no era viable; la segunda sería fingir que todo estaba bien, y salir de la escuela, que tampoco era viable porque Francis posiblemente estaría en la puerta; la tercera sería salir por la ventana y dirigirse a la salida desde la puerta de atrás, que eso es lo que harían los cobardes; la cuarta sería quedarse allí hasta que los clubes terminasen y mezclarse entre ellos a la hora de salir...

- ¡Saimon!- lo llamaron.

O... la quinta opción... Salir de la escuela e irse a pasar la tarde con sus "amigos", a los que había tenido que demostrar que no era gay después de que estos mismos le dieran una paliza brutal en grupo y junto a los compañeros de cursos superiores después de que Francis filtrara el vídeo...

- ¿Dónde coño estabas?- preguntó un chico de cabellos claros, decolorados en un rubio platino que había sido teñido en azul grisáceo y ojos marrones tan claros que parecían de una tonalidad rosada extraña, fijándose bien, sí eran marrones, pero tenían aquel componente rojizo o rosado, no sabía expresarlo bien.

- ¿Importa?

- Pffft, pedazo de maricón... ¿Qué estabas haciendo, eh? ¿Bailando ballet como los maricas?- una sonrisa socarrona, burlona, cínica y perturbadora apareció en los labios del chico.

- No escupas mierda, gilipollas. Yo no hago eso.

- Aquel vídeo no decía lo mismo. Y me importa una mierda lo que digas, sigues siendo un puto maricón, y me das mucha lástima... Te aceptamos en el grupo por pena.

- Ese puto vídeo era un maldito montaje. ¡No inventes gilipolleces, joder!- gritó provocando que el pasillo entero se llenara de eco.- ¡No soy gay!- escupió y después avanzó por el pasillo con grandes zancadas que fingían enojo, pero en el fondo quería huir de la situación.

A su espalda, la voz de su "mejor amigo" le pedía que se relajara, que estaba tenso y que no hacía falta insultar de aquella forma, pero aquellas palabras tuvieron un suplemento exagerado de tal vez cinco insultos en una pequeña oración que tranquilamente podría haberse solucionado en cuatro palabras... Con algo de suerte. Al final acabó saliendo del instituto a solas y sin cruzarse con Francis... Ahogó un bufido con desesperación y frustración... Le había prometido a Francis que lo acompañaría y se quedaría un rato en su casa y al final ni lo uno, ni lo otro... Negó lentamente con la cabeza y se perdió en sus pensamientos mientras avanzaba por la calle hacia su casa. En aquellos momentos lo único que le apetecía era tirarse en la cama y no hacer nada, simplemente ignorar a todos los que se encontraran a su alrededor por la calle, esquivar a los que fueran a chocar con él y finalmente llegar a casa y poder descansar y ahogar todos sus lamentos en la desesperación más absoluta opacada por las almohadas de su cama. Sus padres estaban trabajando, por ello, la soledad de su casa era tan desesperante desde que su padre mandó a su madre, a su querida abuela Seijo, a una residencia, sobre todo después del incidente del vídeo y después de que ella lo defendiera intentando apaciguar el odio creciente en su padre...

Se levantó de la cama, quedando sentado y enterró sus manos en su rostro, queriendo reprimir las lágrimas de la impotencia. Su abuela estaba en la otra punta de la ciudad, sus padres trabajaban todo el día y apenas pasaban tiempo con él, sus amigos eran unos hipócritas que solo estaban con él por lástima, Francis tampoco se lo ponía fácil, y no tenía nada a lo que agarrarse... Antes tenía a su abuela, para confesarle todas las inseguridades y los miedos... Ahora no tenía nada. Y con sus padres no podía sincerarse, mucho menos con sus amigos y Francis seguramente se agobiaría y lo acabaría cortando y diciéndole que no le comiera el coco con su mierda...

Sa tuvo que llevarse una mano al pecho al notar su aliento acelerado y sus ojos borrosos por las lágrimas que desbordaban por sus mejillas. Cubrió su rostro nuevamente y volvió a dejarse caer de espaldas en la cama, las lágrimas empezaron a caer de forma desordenada y acelerada, incontrolable y abrumadora. Quiso soltar un grito para calmarse, y acabó haciendo temblar toda la casa al gritar: "Me cago en la puta", su impotencia y la rabia que tenía dentro por sentirse tan vulnerable hacía que su aliento se acelerara más todavía, se limpió las lágrimas con las palmas de las manos y las mangas de su ropa. En aquellos momentos, ni siquiera realizando la mejor de sus coreografías sería capaz de calmarse en aquel estado.

...

Sus pasos se adentraron en un higiénico y relajado olor a hospital. Cohibido y bastante intimidado por las miradas de las personas a su alrededor, se acercó a un mostrador de cristal, al otro lado, separados por una mampara, una mujer joven, tal vez una chica en prácticas, se encontraba tecleando en el ordenador. Ella levantó la vista al notar su presencia y sus orbes se quedaron clavados sobre los suyos de forma que llegó a ser incómoda...

- ¿En qué puedo ayudarte?- no fue la muchacha joven la que habló, pues fue un tono masculino y ella no habría abierto la boca, sino un hombre detrás de ella que golpeó la cabeza de la chica con un portapapeles suavemente para despertarla del trance al notar aquella intensa mirada que incomodaba al asiático, Sa tragó saliva lentamente.

- Vine a ver a Seijo Genki...

- Oh, ¿Eres Sa Remashita?- Sa se tomó un momento para asentir con la cabeza.- Suele hablar sobre ti, y debo decir que me parece relativamente cruel que con lo mucho que habla de ti, no hayas venido en ningún momento a verla.

Sa estuvo a punto de responder algo hiriente respecto a aquella falta de respeto, pero se contuvo.

- Mis padres me lo prohíben.- con aquello y con el tono de voz forzado, además de la mirada tenebrosa, bastó para que el chico al otro lado del mostrador entendiera que lo que había dicho estaba fuera de lugar.

- Acompáñame.- ambos parecían haberse enzarzado en una batalla de orgullo y una lucha por tener la hombría más prominente en el contexto de las miradas peyorativas o amenazantes, el tono de voz más grave o incluso quién sacaba más el pecho.

La chica lo había notado, pero en ningún momento hizo para ponerse en contra de ambos o para intentar frenarlos, de hecho, solo se los había quedado mirando, especialmente a Sa. Los dos varones, aún con aquel duelo de miradas, recorrieron el pasillo hacia una habitación en la que había varias persona mayores en silencio, algunos leían el periodico, otros leían novelas, otros realizaban puzzles sin emitir un solo sonido, otros jugaban a las cartas, extrañamente sin emitir sonidos, otros, por otro lado, jugaban al dominó. El chico de rasgos endurecidos por el ceño fruncido señaló a la mujer de cabellos blancos largos que se encontraba en una silla apartada del resto de personas mayores, en sus manos, un libro blanco con relieve en braille pasaba sus páginas lentamente, se encontraba leyendo en silencio. El chico se retiró por el pasillo, sin dejar de mirarlo con arrogancia, pero Sa ya se había cansado de aquella pelea por su hombría, así que se adentró en la habitación en silencio y se acercó a su querida abuela.

- Seijo...- susurró en bajo para no perturbar el silencio de la habitación.

Ella alzó ligeramente la cabeza, sus ojos cerrados tuvieron un pequeño guiño, un parpadeo tembloroso y sus manos casi dejaron caer el libro. Por suerte eso no pasó, simplemente se quedó muda, como si estuviera procesando la voz, y segundos después, reaccionó.

- ¿Taika...?

- Soy Sa, abuela...- susurró en bajo mientras se agachaba para apoyar la rodilla en el suelo, al lado del sillón.

- Sa...- una sonrisa creció en sus labios y tomó sus manos.- Oh... Vaya...- emitió con una sonrisa.- Déjame verte, muchacho; has crecido desde la última vez...- La forma en la que su abuela hablaba era tan gentil.

Sa sonrió un poco, sintiéndose mucho mejor solo con haber escuchado su voz y haber visto su sonrisa, y gentilmente llevó las manos de su abuela a sus mejillas, y ella acarició las mismas, después de un rato, le dio un fuerte achuchón.

- Eres tan parecido a Taika...- susurró en bajo con gentileza.- Él tenía el rostro alargado como tú, tenía los pómulos marcados y sus sonrisas eran tan delicadas, sus manos eran fuertes, pero esqueléticas, no como las tuyas... Aunque Taika padeciera anorexia era la persona más impresionante que jamás he conocido...- Sa encarnó las cejas y suspiró.

- Abuela... él...

- Lo sé, cielo...- ronroneó.- Sé que no eres él y sé que no va a volver...- negó lentamente con la cabeza.- Pero aún sueño con que algún día él vuelva aunque sea para verme desde el cielo o incluso en mis sueños...

- Abuela...- sonrió un poco.- Definitivamente ha sido bueno venir a verte...- emitió con un tono de voz algo lastimero.

- ¿Qué ha pasado, cielo?- preguntó con un tono de voz gentil.

- No ha pasado nada...- negó.

- Sé que ha pasado algo, Sa... Daraku y Kyohi te prohibieron venir a verme el día que ese vídeo salió a la luz... Ha tenido que pasarte algo... ¿Podrías decírmelo...?

- ¿Cómo lo supiste...?

- Tu voz tiembla, cielo...- Sa apretó los labios.- Y hablas desesperanzado, y con mucha añoranza... Viniste porque sabes que te escucharé y no te criticaré...- Sa encarnó las cejas y desvió los ojos.- Dímelo, pequeño...- ronroneó con gentileza.

- Discutí con mi pareja hoy...- bajó la mirada al suelo.- Peleé con mis amigos, y no me encuentro bien...- su abuela acarició sus cabellos con gentileza.

- ¿Pelearon con golpes?

- No.- negó con la cabeza.- No peleamos, solo gritamos un poco...- Seijo siguió acariciando sus cabellos con cuidado.- No fue grave...- negó con la cabeza.- Me siento mal porque tengamos que mantenernos en secreto...- emitió con un tono de voz lastimero.- No me atrevo a confesarle a todos que somos pareja...- encarnó las cejas.- No me avergüenzo... Aunque no deje de repetirme que me avergüenzo de nuestra relación, no lo hago... Realmente le quiero...

- ¿Temes que tus amigos se rían de ti?

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Aquí tienen la primera parte.

En unos minutos publicaré la segunda parte.

Aquí las opiniones de esta primera parte -------------->

Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo

Bye~

By Silvia Line

[5689 Palabras]

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