Minutos
Trece horas han pasado desde que nuestros protagonistas se han levantado y hecho todos sus quehaceres del día.
Dylan consiguió su desayuno de chocolate caliente junto a sus galletas preferidas, mientras que Celeste optó por tomar un café con leche y galletas de su sabor favorito, porque vamos, muy buenos novios son, pero eso no significa que tengan que tener los mismos gustos. Se respetan mutuamente, no obstante, no se obligan a tener que tener los mismos gustos.
Su día fue divertido, y sinceramente todos sus días eran así, o al menos la gran mayoría. También había días asquerosos que solo deseaban borrar o nunca vivirlos, pero todos tenemos días así y a veces no se puede hacer nada, excepto superarlos y seguir adelante, como ellos los hacen. Enfrentado los problemas y nunca dejando de apoyarse entre sí.
—¿Me pasas la almohada? —Dylan estira su mano para tomar la almohada que su novia tiene entre sus brazos, pero Celeste ni siquiera hace un movimiento para dar indicios de que se la entregará.
—Estoy cómoda con ella ¿no puedes simplemente ir a buscar otra?, en el mueble hay más —flecta aún más sus piernas formando con su anatomía un escudo, impidiendo que Dylan le pueda quitar la almohada.
—Pero es mi almohada favorita, incluso tiene nombre, se llama Moly, y me la dio mi mamá como regalo cuando nos vinimos a vivir juntos ¿recuerdas? —apoya su codo en la cama, sosteniendo su cabeza y mirando a Celeste con ojitos de cachorrito.
—Síp, y debo admitir que mi suegra tiene gustos muy buenos en cuanto a almohadas, es como tener una nube entre mis brazos —Aprieta la almohada más contra ella, burlándose de su novio que le mira como un niño pequeño que quiere dormir con sus padres.
—Vamos, amor... —su mano libre hace un recorrido por las sábanas hasta llegar al cuerpo-escudo de su novia.
Toca el lado contrario al muslo interno, y sube lentamente por sobre el pijama. Rozando su cadera hasta llegar a su cintura, ahí se mantiene un rato acariciando. Cuando siente que su novia se estremece sabe que es el momento de actuar.
Así dando inicio... A una masacre, y no, no exagero al no decir guerra, porque literalmente hace polvo a su novia cuando le hace cosquillas. La razón, el único punto donde a Celeste le produce cosquillas es en la cintura.
En ningún momento sus dedos se quedan tranquilos y por más que la chica le suplique que pare, él no le da tregua, solo lo hace cuando ya tiene su almohada en sus brazos, a salvo del escudo humano de su novia.
—¡Eres un tramposo! Eso fue horrible, sabes que no me gustan las cosquillas —y ahora está verdaderamente un poco molesta, puede aceptar a su novio tal cual es y todo eso, pero con todo su corazón odia las cosquillas y Dylan sabiendo aquello lo hizo. Toma la almohada que tenía para apoyar su cabeza y de un salto ya se encuentra parada al lado de su cama con la almohada colgando de su brazo derecho— Iré a dormir al sillón, buenas noches. Ahora tienes todas las almohadas —y para terminar, antes de salir toma la punta de las mantas sacándolas por completo y se las lleva arrastrándolas con ella hasta su living.
Dylan la observa perplejo, pensando que lo ha arruinado haciéndole cosquillas. Aunque no se queda mucho más rato acostado totalmente destapado, con rapidez va detrás de su novia para pedirle perdón.
—Amor... no te enojes. Tú sabes que solo bromeaba, las cosquillas te molestan, lo comprendo, pero no te enojes por eso —Habla cuando ve el bulto de tapas sobre el sofá más grande. Todas amontonadas cubriendo a su novia.
No hay respuesta, por lo que se acerca más, pensando que con su disculpa ha justificado algo estúpido e innecesario. La sala está oscura por lo que prefiere sentarse a los pies de su novia para estar mejor.
—Hey... no me ignores. Sabes que no puedo dormir si estás molesta conmigo. Por favor, hablemos como los adultos que somos, Celeste. No me ignores. Regresemos a la habitación ¿si?
Se comienza a impacientar cuando nuevamente no hay respuesta. Toma con cuidado las mantas y las tira hacia atrás para descubrir que su novia no está bajo ellas.
—¿Celes..? —sus palabras se cortan al sentir unas manos en sus hombros. Da un grito ahogado y totalmente asustado se gira con sus puños dispuestos a golpear— ¡Ah, tonta! Casi me da un ataque al corazón por tu culpa.
Su respiración está alterada y rápida por el reciente susto. Su novia se encuentra de misma forma, pero gracias a la risa por la cara que tenía su novio.
—Tu-tu cara fue todo... un poema —habla mientras se lanza al sofá, intentando retener la risa. Dylan la mira totalmente sorprendido.
—¿Tú planeaste todo esto tan rápido?
—Pues claro. Soy una mujer muy audaz, amor —y si no fuera porque riendo se ve tan linda Dylan se hubiera atrevido a empujarla para ver si ahí reía con ganas de verdad.
—Ah... eres una malvada... he estado a punto de morir más en las últimas horas que en toda mi vida —ya con la respiración normal mira su novia, reprochándola solo con la mirada. Pero sin poder evitarlo se acerca hasta ella para abrazarla y cubrirse con las mantas completamente desordenadas — ¿Al menos estabas enojada en serio?
—Humm... Al principio sí —Hace una pequeña pausa para mirarle directamente a los ojos— Sabes que le tengo mucho odio a las cosquillas por culpa de mi padrastro, siempre que me van a hacer cosquillas siento una sensación incómoda en mi interior. Y lo del susto fue por eso, te lo merecías porque sabes eso y aun así te atreviste a hacerlo.
Su novio la observa totalmente arrepentido. La época en donde Celeste vivía con su padrastro fue la época más dura para los dos, especialmente para ella, quién tenía que convivir con él todos los días.
—Solo olvidemos eso, amor. Sé que es parte de tu pasado, pero no me gusta que lo recuerdes, nos hace mal a los dos, y mucho más a ti, no vale la pena pensar en ello cuando ahora estamos felices los dos ¿si? —sus labios fueron a parar en la frente de la chica y seguido a ello por todo su rostro.
Besitos de amor, le llamaban ellos a aquellos roces de piel y labios. Besos que no se daban en los labios porque al dárselos solo eran amigos transmitiendo su cariño y amor mutuo.
Tras unos segundos Dylan se distancia para observarla con detenimiento, Celeste copia su acción, y finalmente los dos quedan mirándose, viendo los preciosos ojos que decoran cada rostro, iluminándose entre sí, dando destellos de cariño.
—Te amo mucho, Dylan —Celeste es quien rompe el cómodo silencio. Acariciando la mejilla de su enamorado.
—Yo también, cariño. De aquí hasta donde están los marcianitos —su respuesta es tierna y a su novia el corazón le palpita feliz por saber que está con la persona correcta.
Se acercan para juntar sus labios, ahora recordando que ya no son los amigos de hace años, sino novios que tienen una hermosa relación. Se besan con amor, liberando toda la felicidad que sienten a través de un tierno roce.
Sin saber que aquel beso podría ser el último que se dan. Lástimamente el destino está celoso de ellos, de su relación y de su felicidad. Porque para el mundo una relación tan buena no puede ser real.
▫◾▫
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro