Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V

He de decir que nunca vi hombre de más recia constitución que Asterión.

En las dos semanas en que preparamos el Gran Dux, di razón a mi gente de los detalles de nuestra encomienda ―cinco desertaron cuando se enteraron del encargo, y por cierto― y fueron entregados los correspondientes salvoconductos mi nuevo compañero recobró buena parte de su virilidad a costa de vino tirio y muslos de venado pagados por el Tribuno, es verdad.

Me entretuve también en encargar, y no sin peligro, postas urgentes a Ispal, en las cuales di cuenta a Briseida de mi rumbo a aguas del Mar Velado. No pude darla más detalles como hubiera deseado, pero comprended que el riesgo de que mi correo fuera descubierto por los numerosos agentes del Tribuno resultaba muy grande.

Bien, así pues Asterión se hallaba a mi lado de pie en el castillo de proa, orgulloso y restablecido, cuando me encomendé a la Diosa y di orden de zarpar al frente de los dos trirremes en que Hailama y Ahinadab nos seguían a poca distancia rumbo al Norte, más allá de los Halos de Ispal, hacia las siempre traicioneras brumas del Mar de las Brumas.

Apenas abandonamos el puerto de Gadir Asterión bramó:

―¡Moloch! ¿Qué es aquello?

Dije que nosotros abríamos la comitiva, pero en verdad no era así; al frente del Gran Dux descubrimos nadando, como siempre, a nuestro inseparable compañero. ¡Allí estaba!

―¿Eso? ―reí, con el céfiro desordenando mis cabellos ―. ¡Es Dux! ¡Él dirige en verdad nuestro rumbo, Asterión! ¡Adelante, viejo amigo! ―grité al delfín cruzando la cubierta―. ¡Ponnos rumbo a las olas del Mar Velado! ¡Si tú no demuestras miedo tampoco nosotros hemos de albergar temor alguno! ¡Maese Rais, aprovechemos este viento!

Así emprendimos una travesía de siete días hasta Mastia, en la que atravesamos el Golfo de Tarsis por su parte más extendida y ello por expreso mandato de los trierarcos: nuestro rumbo había de quedar al abrigo de ojos del Adorador de la Luna, según se nos hizo saber. Por suerte mis postas a Briseida no debían haber sido descubiertas, pensé, o no me hallaría con más madera bajo mis botas en ese día que la del patíbulo.

Es cierto; no llevábamos de buen grado las imposiciones de los dos trierarcos gadirios que nos seguían. Yo no, al menos, y desde luego aún peor las soportaba Asterión, quien no dejaba pasar la ocasión de demostrar su resentimiento por los trierarcos. No podía ser para menos.

Pero más allá de aquella imposición no hubo demasiadas más durante aquella parte de la travesía, y así, a la mañana del séptimo día, nos hallamos por fin a vista del cabo de Mastia: tras solo media jornada más hacia el este nos adentraríamos en las primeras brumas del Mar Velado.

Por tanto se dieron las señas convenidas entre los tres barcos de la comitiva, y por ellas pusimos proa al cabo, anclamos frente a él y al fin botamos una barca con la que Asterión, Rais y yo nos dirigimos a la playa para mantener parlamento en ella con los trierarcos, según se había convenido.

En la arena se encendió una fogata y allí compartimos un desagradable almuerzo. Era el mismo lugar en que conseguimos regresar la ballena varada al mar.

―No podemos perder tiempo ―nos dijo el cruel Hailama nada más tomamos asiento sobre la arena―. ¡Apagad eso! ―indicó a sus hombres señalando el fuego―. Volvamos a los barcos e iniciemos la búsqueda cuanto antes.

―No, por cierto ―le respondí yo―. La noche no nos encontrará entre la niebla, Hailama, ya lo acordamos en Gadir. No, nos adentraremos en la niebla al alba y trazaremos un arco de cuarenta y cinco grados que nos permita salir de las brumas, mediada la tarde. Así haremos, hasta que todas sus aguas queden peinadas, y no hay otra. ¡Ya se debatieron estos puntos! ―dije, zanjando el asunto.

―¡Pues no puedo comprenderlo! ―protestó Hailama―. ¿Por qué llevar a cabo el rastreo con esos vaivenes? ¡Atravesemos la niebla en líneas rectas! ¡Es la forma más rápida de peinar las aguas con mayor seguridad!

―No sabes lo que dices ―le espetó entonces Asterión, avivando las ascuas―. ¿Y tú te dices marino? El Mar Velado es una franja de agua de límites cambiantes en la que nadie debería atreverse a entrar perdiendo la vista del continente. Y eso es porque nadie puede saber a dónde podrían llevarle los vientos si se adentra en esas aguas. No hay un territorio habitado más allá ―dijo, y mi buen minotauro me dirigió una significativa mirada―, y se corre el riesgo de perderse entre las brumas y traspasarlas por el otro lado para caer a un abismo sin fin. ―Entonces echó su enorme corpachón hacia delante y agarró con las manos desnudas un cuarto de cordero cuya grasa chisporroteaba aún entre las brasas ―. Y te lo aviso: en esas brumas habitan todo tipo de demonios. ¡Yo los he visto! ¡Colosales cuerpos gelatinosos sin forma aparente, zarandeados por corrientes siempre revueltas! ¡Enormes monstruos alados de cuerpos pelados y cartilaginosos! ¡No vuelan, sino que parecen arrastrarse por los aires, y su olor...! ¡Es como si su carne se hubiera podrido!

Nadie dijo nada, pero yo descubrí cómo los trierarcos se interrogaban con la mirada y cómo después lanzaron una furtiva ojeada al este, a la línea del mar en el horizonte.

―¿Pájaros? ―repitió Ahinadab al cabo con una sonrisa desconfiada―. No puedo creer eso... Estaremos muy lejos de la costa, ¿dónde tendrían su nido?

Asterión se encogió de hombros y arrojó un huesecillo mondo sobre la arena.

―¿Quién sabe eso? Tal vez nunca tomen tierra, o tal vez haya islas que aparecen y desaparecen ahí dentro...

―¡Deja ya esos cuentos! ―le contestó entonces Hailama―. ¡No te librarás del compromiso que has adquirido con el Tribuno, sucio pirata! ¡No trates de asustarnos! ¡Hablas con trierarcos del Tribuno!

Me obligué a no descansar la mano en la guarda de Tasogare, pero Asterión por el contrario no se amilanó.

―Aunque tú no puedas comprenderlo porque eres gadirio antes verás a la misma Gadir en llamas que a un minotauro faltar a su palabra ―le contestó sosteniendo su mirada―. Pero escucha esto: si penetras en las brumas siguiendo el arco de Ramírez te asegurarás de volver a ver la luz del Sol, con algo de suerte. Ahora, si no lo haces... Nadie sabe dónde acabarás, nalgas prietas ―dijo, y le guiñó un ojo al enfurecido trierarco. Volvió a mirarme de reojo a mí antes de añadir―. Pero yo si sé algo, ¿quieres saberlo? ¡Que lo que sea que te encuentres al otro lado de la niebla se dará un festín con esos asquerosos granos resecos de viruela que tú tienes, bellaco!

¡Ja! ¿Y qué queréis que pase cuando increpas a un minotauro? Se escucharon maldiciones y juramentos, y todos nos levantamos de un salto. ¡Relucieron los aceros, y comprobé entonces que Hailama no era un torpe adversario! Su sable ya apuntaba al pecho de Asterión mientras él aún se encontraba tomando su falcata del cinto. Solo la hoja de mi espada desvió la suya evitando que ensartase al minotauro, y entonces el trierarco me encaró, y tras esto solo la mano de Ahinadab en su hombro detuvo la estocada que ya dirigía contra mí.

―¡Detente! ―exclamó Ahinadab con buen tino―. ¡Que esto no acabe antes de empezar, Hailama! ¡El Tribuno les necesita, recuérdalo!

―¡Oye, tú! ―exclamó entonces Asterión dirigiéndose a Ahinadab―. ¡Tú pareces más de fiar que ese nalgas flacas amigo tuyo, gadirio! ¡Ya lo ves, él me faltó primero, así que di a tu compañero que contenga esa lengua si no quiere ser comida de peces flotando en el cabo!

―¡Basta, Asterión! ―dije entonces yo envainando y enterrando de un puntapié las brasas de la fogata―. ¡Volvamos ya a los botes, presto! ¡Ahinadab, lo que cumplía hablarse ya está dicho! Embarquemos, y esperad mi señal al rayar el alba para tomar rumbo al este, como se acordó. ¡Nos vamos, Asterión!

Me llevé al minotauro con la ayuda de Rais, a empujones. Cuando ya regresábamos al Gran Dux en el bote permanecíamos en silencio los tres.

Rais remaba.

―¡Ramírez! ― dijo de pronto el minotauro―. ¡He de matar a ese necio comido a viruelas! ¿Lo sabes, no?

Me encogí de hombros.

―Ya lo imagino... ―contesté con mal gesto. Tras esto, no pude evitar sonreír al decir―. En verdad, por unas o por otras, no doy un higo por que regrese a Gadir, eso es cierto. Aunque, Diosa, es posible que vayamos hacia la muerte todos, me temo... ―añadí con pesar, y entonces reparé en Rais, al remo, y quedé arrepentido de mis palabras―. Rais, disculpadme. Esta noche reparte ración triple de ron a bordo: mañana será un mal día. Entraremos en la niebla.

Y entonces el loco Rais lanzó una risotada que resonó hasta en el cabo.

―¡Tú, loco! ―soltó el gigante, a su lado―. ¿Qué es tan gracioso? ¿No has oído acaso? No sé cómo te ha conseguido tu capitán arrastrar aquí, pero no te reirías tanto si supieras lo que nos espera al Este de aquí...

Y Rais contestó:

―¿Yo? ¿Loco? ¡Yo soy feliz, aurocco! ―Asterión resopló y le miró, sin comprender―. Ya sabes: me pagarán una fortuna al término de este viaje, y ahora he sabido que esta noche me emborracharé de ron antes de internarnos en la niebla. ¿Qué más puedo pedir?

―Pero te digo que eso será si vuelves, carcamal. ¿O no? ―le contestó el minotauro.

―¡Pues eso! ―contestó mi contramaestre; ¡cuán diferente resultaba de Martín!―. Si salgo con vida de esta seré rico, y si no se acabaron los padecimientos de esta cruel vida; buscar camastro, pitanza, alcohol y hasta un sitio decente cada día para cagar. ¡De todas las formas Rais gana! ¿Ves por qué me río entonces?

Asterión tuvo que convenir, y la verdad es que la risa del loco Rais resultaba contagiosa...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro