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3- Panamá

Bajó las escaleras con la expresión diaria que tenía de odio.
Realmente, cualquiera que lo viese pensaría que era odiado por el venezolano.

Aunque lo único que pasaba era que era algo temprano como para estar despierto.

Llegó hasta la cocina, descalzo, con un poco de ruido en el fondo al haber tantas personas en aquel lugar.

-- ¿Panamá?

La chica volteó, quitando su mirada del refrigerador.

-- ¡Vene! Buenos días.

Sonrió, al tiempo que volvía a buscar aquella fruta guardada.

Se podría decir que Panamá era una versión opuesta de Venezuela.

Toda ella era un indicativo de eso, podían ponerlos a un lado y podrían saber sus personalidades con solo verlos interactuar.

No era molesto, para los dos no lo era, no era como si solo por esa completa diferencia fuesen a llevarse mal.

Después de todo, seguían siendo compañeros de vida entre todos, casi hermanos aunque no unidos por la sangre, más bien por el simple hecho de haber sido colonias del antiguo Imperio Español.

Claramente, ese hombre murió, renació España, y todo fue diferente, más diferente y ameno.

-- ¿Qué haces despierto tan temprano?

-- Tenía hambre.

-- ¿Por qué no me sorprende?

Volvió a contonearse hacia el refrigerador, tomando una segunda manzana y lanzándola hacia el venezolano, que la atrapó al instante.

-- Gracias.

-- Aún no es hora de desayunar, sabes que a penas son las siete y papá sabe que nadie se levanta.

Sí, por ello, los desayunos eran hasta las ocho y media de la mañana, porque a ningún latino le agradaba la idea de tener que levantarse tan temprano para comer, la mayoría anteriormente solo se levantaba hasta la hora del almuerzo -que era al medio día-.

-- Son estos momentos en los que odio que el resto no se levante de mañana.

-- ¡Tranqui! ¿Te preparo algo? --sonrió, lista para cualquier cosa que el contrario dijera.

Pero Venezuela negó, tomando asiento en una de las sillas negras de la cocina.

-- Voy a esperar a que los sirvientes cocinen.

-- Te puedo hacer una ensalada de frutas.

-- Nah, así estoy bien.

Panamá se encogió de hombros;-- De todas formas, yo sí quiero comer, así que la haré.

Rodó los ojos, bueno, al menos le quitaría de eso ya que se dispuso a prepararla.

Plátano, manzana, algo de mango, algunas uvas verdes, era un plato algo grande, así que la panameña lo había hecho pensando obviamente en que el venezolano estaba ahí.

-- Oh, las fresas, eh...

Entendió, las fresas estaban en un lugar del refrigerador que Panamá no alcanzaba por su altura, podría ser una ridiculez, pero aquel aparato era más grande de lo que normalmente se encuentra; convenientemente por, de nuevo, la cantidad de personas que vivían ahí.

Que muchas personas vivieran ahí significaba que todas tendrían ciertos gustos no tan repetidos, eso llevaba a necesitar espacio en el aspecto de comida, y necesitar espacio lleva a comprar aparatos más grandes de lo normal.

Venezuela se acercó, tomando con un poco de esfuerzo -poniéndose de puntitas- la caja plástica que contenía fresas.

Creando sin quererlo una escena vergonzosa para Panamá, en donde se quedaba quieta como estatua sin saber muy bien qué hacer, esperando a que el de mayor de altura le diera la fruta que necesitaba.

Le dio silenciosamente la caja, y se dirigió a su asiento.

-- Si pudiera pedir un deseo, sería ser más alta --reprochó, cortando las fresas.

Venezuela rio.

-- ¿Ah, sí?

-- Sí, así no necesitaría acercar un estúpido banco para alcanzar las cosas.

Negó;-- No ves más allá de lo que necesitas.

-- ¿Cómo así?

-- Podrías pedir algo más fantástico, como tener un poder para que las cosas flotaran y fueran hacia tí.

-- Solo veo lo que necesito, como dices, porque luego tendría que ayudar excesivamente a los demás --apuntó con un tenedor al chico.

Venezuela gruñó, tenía razón.

-- Ew, ayudar a los demás a cada rato, que asco.

-- No mucho, pero entiendo tu punto.

-- En cuanto a mí --intervino, tomando el plato que Panamá le extendía junto a un tenedor.

-- Pedirías que todo el mundo te dejara dormir siempre que quieras, ¿no es así? --sonrió ladina.

Venezuela asintió;-- Pero también pediría que me den comida cada que quiero, y que todos sean mis esclavos.

-- En resumen: Pedirías ser un gato.

-- Más o menos.

Panamá rio.

-- Si fueras un gato, te adoptaría y te trataría como un rey --soltó, sonriendo.

-- Así se tratan siempre a los gatos --rodó los ojos.

-- Sí, pero serías especial, porque serías un gato tri color.

Venezuela se estiró después de llevar un trozo de manzana a su boca.

-- ¿Y tendría mi lugar especial para ver por la ventana?

-- Sip.

-- ¿También mis bolas de lana?

-- Totalmente.

-- ¿Tendría un palo para estirarme y rascarme? ¿Mi comida estaría inmediatamente en mi playo en cuanto maulle? ¿Me acariciarías la espalda cuando quiera?

Terminó su tanda de preguntas, y hubo un leve silencio.

-- Tendrías tu palo para rascarte y estirarte, tu comida puntualmente y tus caricias cuando quieras.

-- Entonces deseo ser un gato.

Panamá suspiró.

-- Me agrada hablar contigo, Vene.

-- A mí me agradan tus ensaladas de fruta --mencionó mientras masticaba mango.

-- Haha, ¡tú di cuando quieras cualquier cosa y yo la preparo! Puede que no seas un gato, pero puedo tratarte como uno.

-- Eso sí sería una vida digna para mí --cerró los ojos.

903 palabras

Perdonen por el momento random que se supone es VenePan, pero no se me ocurrió otra cosa DX

En fin

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¡Tengan lindo día!

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