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Ya no estoy solo

Dante no podía creerlo

Se había lanzado. Sin pensarlo. Sin saber dónde estaba.

Retornó tan rápido a su forma humana que incluso le dolió. Corrió hacia el borde el balcón mirando hacia abajo y viendo caer a el lobo desde el segundo piso, hasta caer en el primero, sobre la alfombra que debía haber amortiguado un poco la caída. Agradecía por primera vez que su mansión solo poseyera dos plantas o podría haberse matado de estar en otro más alto. 

De todas formas, la caída había sido brutal.

No sabía que le había dolido más, la impresión de verlo lanzarse al vacío o el rechazo total hacia él. No es que fuera un promiscuo, ni buscaba aventuras de aquí y allá, pero las pocas que habían estado en sus brazos, lo habían acompañado luego a su cama. 

Lo vio levantarse lentamente como si nada hubiera pasado y correr en cualquier dirección por tal de salir de aquel lugar, algo que no lograría. En primera, por la seguridad de la mansión y, en segunda no podía ver la salida. Ya era un milagro que hubiera podido escapar de la habitación, aun en su estado salvaje era muy inteligente, no se imaginaba en todos sus sentidos. Se giró hacia su beta y ordenó que lo rodearan, pero que no le hicieran daño. Y siguiendo el camino de él, se lanzó por el borde del balcón cayendo en sus dos piernas sin esfuerzo y caminando lentamente hacia el animal.

El lobo no tenía la remota idea de dónde estaba, no parecía ser la mansión de su manada, no podía distinguir prácticamente nada. Los olores débiles eran diversos, sin lograr reconocer alguno y el de sus hijos se había esfumado. Estaba aterrado, alterado, quería salir, correr, ser libre, reunirse con su familia, pero todo aquello se desvanecía al sentir el olor de aquel alfa que intentó someterlo, cada vez más cerca. 

Y no solo el de él. Varios lobos lo fueron rodeando. No podía suponer cuántos. Apenas si percibía a que distancia estaban. Su cuerpo se tensó haciendo que las heridas y los huesos, que sabía se habían lesionado, dolieran más de lo que su instinto animal podía suprimir. Retrocedió un paso, dos. Puso la cola entre las patas, erizó el pelo del lomo y gruñó. Se sentía en peligro y al menos tendría que luchar aun si sus fuerzas la abandonaban.

-No lo ataquen- ordenó el alfa al ver la reacción de él y la respuesta de los 8 lobos que lo rodeaban. 

Parecía más pequeño aun en aquel círculo a su alrededor de adultos que le sacaban más de una cabeza y aun así era capaz de desafiar lo que lo amenazaba ¿Cuánto debió haber sufrido para actuar así? Definitivamente, el personalmente mataría a Sylas, con sus propias manos. Un omega debía mostrar todo su esplendor, no esconderse tras sus gruñidos.

Dante dio unos pasos hacia él y lo sintió enfurecer aún más. El rojo de sus ojos se negaba a ceder y en esa condición no lograría hacerle entrar en razón.

Convertirse en lobo tampoco era una opción, solo empeoraría las cosas. A esa altura, después de dos días sin beber su sangre debería estar, aunque mejor, no recuperado. Pero la figura ante él, a pesar de las heridas, seguro huesos fracturados por la caída y la falta de alimento solo le daba a entender que su sangre había hecho más efecto en él de lo que habían previsto. Regenerando más allá de lo imaginable.

-Alfa- uno de los lobos tras él lo llamo alertándolo. 

La atmósfera era tensa y estaba seguro que lo matarían si no fuera por su orden. Un lobo fuera de control podía destrozar, incluso a un cachorro sin sentir remordimiento, por lo que tenían que ser puestos en cautiverio buscando una mejoría, y si esta no llegaba en un laxo de tiempo, el Consejo destinaba su final. Perder el control no era algo que ocurría frecuentemente, pero siempre había situaciones que podía poner a un lobo al borde de la cordura. 

Dante de pronto giró su rostro al oír unos pasos correr en su dirección y no los detuvo. Tal vez esta era la luz al final del túnel.

El omega no supo cuánto tiempo estuvo allí parado, rodeado de hostilidad, cuando sintió un olor dulce acercarse. Su cuerpo se relajó por completo y bajó sus orejas levantando el morro intentando oler con más intensidad.

Fallen pasó por el lado del alfa sin mirarlo y apartando a un lobo que cortaba su camino. Su atención estaba enfocada en aquel animal que parecía asustado y aun así esperándolo. Se acercó sigilosamente.

El lobo logró captar de dónde provenía el olor y se acercó también. Era uno de ellos. Uno de sus cachorros. Estaba allí para él. Había ido a buscarlo y esta vez no había cadenas ni cerraduras que se impusiera entre ellos. La neblina roja se dispersó de inmediato, su conciencia fue volviendo a él, permitiendo sentirse feliz por el reencuentro y olvidando todo a su alrededor.

Unos dedos rozaron la punta de su hocico con cautela y él los lamió complacido, permitiendo que lo tocara más. La mano se desplazó a su cuello y lo palpó suavemente, para darle paso a unos brazos que lo atrajeron a un pecho sollozante.

Él no podía ser más feliz.

¡Ya no estaba solo!

Ya no habría más oscuridad. 

Ahora podía descansar con tranquilidad. 

Cerró sus ojos y dejó que su cuerpo cayera inerte sobre los muslos de su hijo.

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