Un simple cuento de cachorros
Dante dejó el documento sobre la mesa pasándose la mano por la cabeza, retirando inútilmente los mechones de cabello ondeado que caían sobre su rostro. Se apretó el puente de la nariz y Dimitri, sentado delante de él, lo miró preocupado.
-Por qué no vas a descansar, te ves agotado.
El alfa negó con la cabeza y retomó la lectura.
-Hay muchas cosas que tengo que hacer como para dormir en este momento-respondió respirando profundo intentado disipar el cansancio.
-Dos o tres horas no marcarán la diferencia-insistió su gemelo que sentía el agotamiento de su par.
-Lo haré más tarde, cuando vaya a verlo, después de darle sangre puedo dormir un par de horas-organizó su agenda para el día.
-Ser adicto al trabajo te matará algún día -dijo Dimitri poco convencido.
-Si no lo ha hecho hasta el momento dudo que lo haga en el futuro-el alfa sentía el trabajo como una necesidad vital en su existencia.
-Como digas, al final es un caso perdido discutir contigo- Dimitri tomó un sorbo de su bebida- Y bien ¿Te gusta?
-¿Quién?-lo miró confundido.
-¿Quién va a ser? Tu nueva adquisición-sonó lógico, de quién más podría hablar.
Dante bajó el documento delante de su rostro, odiaba cuando su gemelo se ponía con comentarios abstractos.
-Sé más específico- Y Dimitri odiaba lo lento que podía ser su contrapartida para algunas cosas.
-El lobo que tienes ahora mismo en una cama, en uno de nuestros aposentos ¿Te acuerdas? ¿Te gusta?-usó el humor que tanto desquiciaba a su serio gemelo
-No crees que es demasiado pronto para tener ese cuestionamiento, ni siquiera sé su nombre-replicó molesto.
-Al menos puedes tener una idea, al final tú quisiste que él fuera el cambio por tu intervención-continuó utilizando la más fina lógica para exasperación del alfa.
-No sé Dimitri- dijo suspirando -¿Por qué crees que no tenemos a alguien en la posición de reina a esta altura? Dije que nunca estaré con alguien que no sea útil para el puesto. No necesito a alguien que se pase el día delante del espejo, perdiendo el tiempo solo pensando cómo verse bonito o deseable para mí, en vez de ayudarme con todas las preocupaciones de la manada-consideró la respuesta razonable.
-Eres demasiado radical.
-Esto no es un cuento de cachorros- recordó cuando su madre de jóvenes les leía uno de los libros de fantasía que más les gustaba. Donde existía la Diosa Luna, mística que otorgaba a cada lobo una mitad que completaba su alma. La vida sería maravillosa si la fantasía fuera real, pero ellos eran más salvajes y la realidad era mucho más cruel. Aunque tenía su parte positiva, si se veía con la mente abierta, eras capaz de estar con quien quisieras sin que nadie controlara tu futuro y Dante odiaba que alguien moviera los hilos de su vida, para eso estaba él.
-Y entonces qué piensas hacer con él y sus cachorros-interrogó con obstinación.
-Eso lo analizaré cuando resuelva todo lo que tengo pendiente y su salud este mejor. Mi imagen y la de la manada se verían deteriorada si simplemente le echo de la mansión después de que hice un intercambio-esperaba dar por terminada la fastidiosa plática.
Dimitri iba a responderle cuando la puerta se abrió dándole paso a un lobo de cabellera clara y ojos avellanas que traía varios documentos en las manos.
-Buen momento, Falco, para más papeles- dijo con ironía su alfa.
-Discúlpeme estos son algunos que encontramos en la mansión de la otra manada, y creo que le parecerán interesantes-recalcó sin entender el tono irónico de líder.
El interés despertó en los dos lobos gemelos y los tomaron leyéndolos ávidamente.
Dante se quedó fascinado al llegar a uno de los pliegos con un inmenso árbol genealógico, acompañado de un expediente que al parecer tenía la vida de cada uno de los integrantes.
El nombre de la familia era Sans y empezaba desde la primera generación destacando la palabra omega en la mayoría de los integrantes. De las 80 personas aproximadas que había, más de las tres cuartas partes eran omegas que destacaban en la descendencia central mientras; los que no, solo mostraban su nombre, pero no su relación con otros integrantes ajenos.
Siguió con la mirada, demasiado interesado para su gusto, cuando llegó al final donde una parte del papel estaba roto solo dejando un nombre a la derecha. Nombre que reconoció. No había sido una coincidencia. Aquel era el árbol de la familia del alfa de la Manada, tío del lobo bajo su custodia. Pero el resto de la familia generacional no estaba, había sido arrancado. Eso le pareció extraño, tampoco estaban sus documentos.
-Alfa, también vengo a informarle que ya los nuevos miembros fueron ubicados en la residencia que estaba deshabitada, hemos preparado las condiciones mínimas, pero necesitaremos unos días para preparar las diferentes casas con lo necesario-informó el beta.
-¿Tienen agua y comida?-indagó. No quería situaciones desagradables dentro de la manada que ahora era suya.
-Sí, aunque hay algunos de nuestros lobos que no están contentos con la situación, todo ha sido muy rápido -estaba preocupado.
-No te inquietes beta, yo me encargó- aclaró, después de todo la decisión de tomar la otra manada bajo su abrigo fue suya; ahora tenía que liarse con las consecuencias.
-Tuvimos que encerrar algunos machos inconformes. Digamos que están fuera de control y no entran en sí, parecen más salvajes de lo normal y tres de ellos no son capaces de volver de su aspecto animal. La manada está en muy mal estado, hay lobas esperando cachorros sin cuidados, pequeños sin familia y mucho más -dijo consternado por la situación de los más débiles ¿Qué rayos estaba haciendo el alfa de la manada, y su beta durante todo el maldito día?
-Pide la ayuda necesaria, di que es una orden mía, y repórtame quien no quiera cooperar, ellos no tienen la culpa que su alfa haya sido irresponsable-fue tajante, no iba admitir insubordinación.
Falco hizo una reverencia antes de salir.
-Esto es peor de lo que me imaginaba, iré a ver a nuestra madre para ver si tiene de los brebajes que él hace y que levantan a un muerto- Dimitri se levantó y también se retiró.
La típica excusa que utilizaba para visitar a sus padres, una pareja de lobos machos que se habían ido a vivir en los límites de la manada, ajenos a cualquier problema sobre todo porque a quien llamaban su madre no era el típico lobo normal, sino uno con una peculiar anomalía que le había permitido traerlos al mundo. Ojalá él tuviera tiempo libre como para visitarlos también, extrañaba las charlas con su padre y la sazón de su madre.
***
Dante abrió la puerta de la habitación donde estaba descansando el omega dejando salir a un joven lobo que inclinó la cabeza.
-Alfa-lo miró con respeto.
-¿Ya lo atendiste, Bastian?-indagó bajando la voz, no quería molestar al paciente.
-Sí, cambié las vendas y limpié su cuerpo; además puse un nuevo paño en sus ojos como indicó el doctor- le informó el lobezno que no salía de su asombro ante tanto deterioro y maltrato.
-Gracias, puedes retirarte- despidió al actual esposo de su beta y se quitó la camisa antes se sentarse en la cama.
El lobo durmiente tenía mejor aspecto después de dos días consumiendo su sangre. El color de su piel estaba volviendo y algunas heridas cerraban con más facilidad, pero las cicatrices quedarían allí como recordatorio de lo que había pasado. Gruñó internamente. Nadie debería pasar por eso.
Con cuidado pasó un brazo por debajo de su nuca y lo atrajo, mordiéndose la muñeca y llevándola a los labios dejando que el líquido carmín entrara en él. Ya se estaba volviéndose una costumbre; una que no le desagradaba.
***
Después de lo que pareció mucho tiempo abrió los ojos otra vez. Su cuerpo esta vez no luchaba contra él mismo, dolía, pero era soportable. Retiró lo que pareció un pedazo de tela sobre los ojos e intentó incorporarse lentamente para sentir el otro lado de la cama caliente pero su vista era tan borrosa que apenas si podía distinguir el color de la sábana.
Oyó un murmullo a lo lejos acompañado de un ligero olor que ahora podía definir y que le puso los pelos de punta. ALFA. Había un alfa, no supo si lejos o cerca, con sus sentidos tan deteriorados, a pesar de sentirse más fuerte, le era imposible saber. Pero de algo estaba seguro, un alfa estaba allí y seguro le haría daño, y no podía volver a permitir eso.
Todo se puso rojo a su alrededor y dejó que su conciencia se consumiera, dando paso a lo más salvaje de su interior e hizo lo que su padre le enseñó a hacer mejor.
Dante terminaba de hablar con Falco en la puerta sobre los últimos preparativos cuando sus alarmas se activaron.
Solo le dio tiempo a una cosa.
Girarse antes se sentir los colmillos de aquel lobo oscuro enterrarse en la piel de su cuello hasta desgarrarla.
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