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Un pequeño gran favor

Olor a sándalo, miel y algo más. La mezcla demasiado dulce empalagó la conciencia de Lukyan que se debatía en despertarse o mantenerse en la inconsciencia.

-¿Hasta cuándo pretendes seguir durmiendo?- la voz grave del alfa de cabellos rojizos le hizo poner los pies sobre la tierra y abrir los ojos de golpe, solo para encontrarse en una habitación, incluso más lujosa que donde dormía actualmente. A diferencia, que este lugar no lo conocía, ni parecía tener el estilo elegante de Dante.

Se incorporó en el frío piso y el peso de los grilletes alrededor de una de sus tobillos le hizo estremecerse tanto que tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para no vomitar.

-Pareces un cachorro al borde del colapso- lo oyó reírse de él y lo miró sacando las garras listo para defenderse.

Para su desgracia el grillete que lo aprisionaba era más pesado que los que conocía de antaño y estaba dolorosamente más apretado. La sola sensación del metal contra su piel le hacía recordar cada uno de los momentos que había pasado en aquella mazmorra, los días solo al borde de la locura, las continuas violaciones, los dolores en todo su cuerpo al ser consumido por cada uno de sus cachorros en su vientre, al no recibir alimentos por la vía convencional. Cada instante estaba grabado en él y eso la había convertido en lo que era hoy, pero recordárselo era jugar sucio.

-¿Dónde estoy?- intentó ser razonable, necesitaba primero saber su ubicación antes de cualquier movimiento, si todavía estaba en la mansión de Dante tarde o temprano sería encontrado.

-En mi castillo- sus esperanzas se rompieron como fino cristal.

¿Su castillo? ¿Dónde diablos estaba su castillo?

Tenía detalles que quedaba al norte, con límites colindantes a los terrenos de Dante. Igual, bastante lejos.

-¿Cómo, cómo me sacaste?- parecía espantado con solo el hecho de no estar seguro y sin sus cachorros.

Lucian se levantó del sofá de terciopelo, demasiado decorado para su gusto y se sentó en el borde a la cama; quedando a menos de un metro de él que se mantenía arrodillado en el suelo sin muchas posibilidades de moverse.

-Tengo mis formas para lograr mis fines, hermoso- le agarró de la barbilla. Lukyan quiso soltarse, pero el agarre era firme y le hacía mirar el rostro difuso -Pero no tengo mucho tiempo contigo así que, a lo que veníamos- parecía decidido a lograr sus fines.

Lukyan ocultó el temblor que amenazaba con sacudir cada parte de su ser. Podía tener miedo, pero no lo mostraría.

El lobo acercó su rostro hasta unas pulgadas del suyo.

-Te lo dije, necesito un favor. Después que lo hagas puedes irte y hacer lo que quieras- garantizó.

-¿Y si me niego?- probó fuerza, quería saber contra qué estaba luchando

.

La mano de Lucian recorrió el borde de su mejilla y la desplazó hacia su cuello acariciando su nuca.

-¿Estás seguro de que quieres negarte? Tu cuerpo está a mi total disposición y eres un omega sin marcar, qué pasaría si por accidente mis dientes se entierran dentro de ti- había aprovechado su reacción y las últimas palabras las había dicho en su oído.

Lukyan no se movió, pero giró sus ojos para toparse por el rabillo del ojo con el de él.

-¿Acaso empezarías una disputa con Dante por esto? Él me declaró como su futuro esposo -comentó con frialdad, mostrando una seguridad que estaba lejos de poseer.

Lucian volvió a su ubicación anterior, aunque se mantuvo acariciando las puntas de su cabello oscuro.

-Mi manada es por mucho más fuerte que la de Dante, acaso crees que perdería, además, nadie del Consejo se atreve a desafiarme -continuó con prepotencia.

Lukyan iba a replicar, si bien pensó que sería más sabio callar. No debía provocarlo o no solo su vida correría peligro, y lo que menos quería era inmiscuir a más gente en sus problemas. Estaba cansado de que los demás dependieran de las decisiones de él, ese peso lo mataría antes que se diera cuenta.

-Está bien ¿si hago lo que quieres me dejaras libre y no harás más grande esto? -devolvió resignado.

-Tienes mi palabra, al menos con mi parte del trato, lo otro depende de Dante-estuvo de acuerdo.

Lucian había visto la forma en que el alfa miraba al omega y estaba seguro de que no se quedaría de brazos cruzados. Hasta ese punto él mismo no se había percatado de lo peligroso que podía ser cuando se aburría.

Buscando dentro de uno de los bolsillos de su pantalón sacó una llave y abrió el grillete dejando libre la pierna, con un hematoma ya morado alrededor del tobillo. Lo agarró del brazo y lo hizo ponerse de pie.

-Sígueme y no intentes escapar, tengo lobos en todos lados y no vacilarán con arrancar la cabeza a cualquiera que no sea de la manada- sus palabras eran tranquilas, pero el deje de amenaza no las abandonaba.

Lukyan lo siguió por un largo pasillo hasta llegar a una puerta de hierro al final de este, que tenía varios seguros. La atmósfera se sentía cargada y pesada y le costó respirar. Su corazón latía nervioso indicándole que detrás de la puerta no había nada bueno.

Lucian tocó algunos mecanismos y la puerta se abrió lentamente dejando salir un olor rancio, así como el sonido de un rugido. Lukyan retrocedió, pero fue detenido por la mano del alfa que lo detuvo y lo arrastró hasta el interior, en contra de su voluntad.

La oscuridad en el interior solo era rota por la luz de pequeñas velas a punto de derretirse. La estancia estaba toda desaliñada, las cortinas rotas, lo que debía haber sido una hermosa cama de madera tallada estaba, por toda la habitación, en pedazos. Tantos los estantes como los objetos que estaban antiguamente en ellos podían encontrarse por todos lados.

Entre la penumbra de una de las esquinas, un cuerpo peludo y delgado se movió pesadamente, levantándose en todo su altura. Las costillas se marcaban en los lugares donde el pelaje, de lo que parecía marrón, se había desprendido, las patas inflamadas y aquellos característicos ojos carmín que helaban hasta el alma.

Locura. Ese lobo había perdido el control y por el estado en que Lukyan lo percibió se percató que este caso no era tan sencillo.

-Lukyan - Lucian lo llamó tirando de su mano hasta ponerlo a su lado -El favor es que uses tu poder y vuelvas a este lobo cuerdo -pidió sabiendo que era una demanda casi imposible de cumplir.

Él abrió los ojos con impresión.

-Creo que esto está fuera de mis manos- sintió el movimiento del lobo que se ponía en alerta y dejaba salir otro gruñido. El olor que desprendía era fuerte, casi mareaba.

Por primera vez Lukyan pensó, no en sus hijos, no en su manada, sino en aquella protección que había sentido al lado de Dante cada vez que lo resguardaba, incluso cuando no era consiente de sí mismo.

Lucian apretó su mano más fuerte y lo atrajo hacia él.

-¿No quieres hacerlo? Sabes que está en juego -lo amenazó, sin embargo el lobo sintió un atisbo de desesperación.

Lo vio tragar pesado y fruncir el ceño.

-Al menos dime con quién estoy tratando -la desesperación en el alfa le despertó curiosidad.

-Ah, él- alzó una mano hacia el lobo que parecía a punto de saltar sobre ellos -Lukyan te presentó a Ellar, mi hermano.

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