Sigues siendo delicioso
La nieve volvía a caer terminando sobre la piel desprovista de Lukyan estremeciéndolo. A esa altura sus huellas debían estar ocultas ya por la densa capa blanca. A su alrededor el paisaje era irregular, había zonas donde no había señales de vida y de un lado a otro podrías encontrar arbusto o formaciones de piedra. A su espalda uno de los lobos lo empujaba cuando él aminoraba el paso.
Había intentado utilizar alguno de sus trucos intentando entrar en sus mentes, pero no entendía por qué razón no funcionaba. La mirada de aquellos lobos estaba perdida y por mucho que él intentara tranquilizarlos nada funcionaba.
Sylas encabezaba el grupo con Laira enrollada en su brazo con una enorme sonrisa. Ryan iba por detrás de ellos pisando de forma tranquila y confiada. Lukyan lo fulminaba con la mirada. No comprendía como era que podía controlarlos. Se había roto la cabeza, pero era algo que no entraba en su cabeza.
Él conocía esa habilidad. Incluso si aumentaba sus esfuerzos en unos cuantos años él podría llegar al nivel de controlar a alguien parcial o totalmente, pero eso era porque su genética era omega. Pero con Ryan no había rastros de que también lo fuera. Su olor de lobo ordinario, sin genes sobresalientes como Dante, Falco o él mismo.
Pensar en aquello le hacía sentir más mareos de los que ya tenía. Le había dado demasiada sangre a Edgar y su cuerpo aún la estaba restaurando.
Se detuvieron nuevamente y él suspiró de alivio. Sus piernas estaban entumecidas al igual que sus manos atadas. Vio como Sylas sacudía a Laira de su brazo y se giraba hacia él mirándolo. Conocía esos ojos. Eran los mismos que cuando bajaba a la celda y lo violaba. Un escalofrío pasó por todo su cuerpo y se tensó.
El lobo a su espalda, lo sostuvo por los hombros enterrando los dedos en la piel manteniéndolo quieto. Como si él tuviera ganas de escapar en ese momento. No se iría sin el antídoto para sus seres queridos.
El alfa caminó en dirección a él. Ryan lo interceptó, pero un gruñido viniendo le hizo correrse nuevamente a un lado y bajar la cabeza. Laira corrió hacia su padre con una réplica saliendo de sus labios que fue silenciada al recibir un golpe en la mejilla que la dejó tirada junto a Ryan.
-No dejes que me siga, sé obediente- le ordenó al antiguo beta con voz autoritaria.
La respiración de Lukyan se contuvo en sus pulmones cuando el rostro de Sylas apareció en su ángulo de visión. Tragó en seco. Aun así mantenía el ceño fruncido sin demostrarle miedo. No le tenía miedo específicamente a él, sino a lo que él era capaz de hacerle.
Sylas sonrió levemente admirando el rostro del lobo que tenía que reconocer, lo enloquecía.
Era hermoso, incluso más que todos los amantes que había tenido antes. Tantas veces que había ido a verlo después de no quedar satisfecho y con él podía venirse tantas veces como quisiera. Y ahora lo volvía a tener solo para él. Lo marcaría y volverían a ser una pareja como debía ser. Aunque lo tuviera encadenado todo el tiempo a su cama. Se lamió los labios de solo pensarlo se excitaba más de lo que ya estaba.
Lukyan respiró profundo detectando el estado del lobo y miles de imágenes desagradables de cruzaron por la mente. Pero no pudo enfocarlas más sus pensamientos cuando un fuerte dolor se estampó en su estómago desplazándose a lo largo de su cuerpo debilitándolo. Miró hacia abajo y vio el puño de Sylas contra su abdomen, el muy desgraciado.
Sus rodillas se debilitaron y cayó hacia adelante jadeando. El alfa lo agarró y lo puso sobre su hombro como si no pesada nada. En aquella posición su cabeza colgando al revés y le dio náuseas.
Pudo oír los reclamos de Laira a su espalda mientras este caminaba hacia algún lugar no tan apartado del grupo, pero si reservado. Su cuerpo fue tomado por la cintura y arrojado nuevamente contra la nieve cayendo boca arriba. Sus brazos se lastimaron aún más bajo su propio peso.
-Bien, mi lobo, ha sido un tiempo y no creo poder esperar mucho. Mi cuerpo es muy exigente y lo sabes- se llevó la mano a su erección que comenzaba a marcarse- No te preocupes, nadie nos interrumpirá. Espero que me hayas extrañado- comenzó a desabrocharse la ropa lamiéndose los labios.
Lukyan levantó la cabeza y con los pies comenzó a retroceder como podía. El golpe recibido en su abdomen había hecho más daño que el que creía y había paralizado varios músculos de su torso.
-¿A dónde piensas que vas?- lo agarró del tobillo y lo atrajo nuevamente hasta sus pies, poniendo una mano sobre su cuello y aplastándolo violentamente contra el suelo.
-Así está mejor. Me gusta cuando me das guerra, pero no tengo tanto tiempo para jugar contigo-
Se inclinó para besarlo. Lamió sus labios y apretándole la garganta lo obligó a abrir la boca introduciendo su lengua.
Lukyan agitó sus pies intentado librarse en vano. No cedería tan fácil. Frunciendo el ceño apretó los dientes dentro de su boca agarrando un de los labios de Sylas hasta romperlo. La sangre pronto llegó a su paladar y podía asegurar que sabía asquerosa. Es que nada sabía mejor que la sangre de su actual esposo.
-Perro- el lobo estampó su palma dolorosamente contra su mejilla de haciendo que su rostro se girara dando un tirón en su cuello.
El lobo sintió como su boca se llenaba de su propia sangre al romperse la carne dentro. Su mejilla palpitaba, no se había contenido nada golpeándolo. No era la primera vez que ocurría y este tipo de dolor no fue una novedad por la que impresionarse.
-Entonces lo quieres rudo, y yo que esta vez iba a ser amable- se rio amargamente para girarlo boca abajo.
La nieve contra su pecho apenas cubierto fue una sensación desagradable, al menos su mejilla herida agradecía la temperatura baja. Intentó pelear para liberarse, pero su nuca fue apretada nuevamente estampándola contra el suelo. El cuerpo se Sylas estaba sobre él a horcajadas y pasaba su otra mano a lo largo de su columna.
Lukyan desearía que su habilidad funcionara con aquellos con genética alfa, pero por más que lo había intentado, era inútil, solo le quedó usar eso. Reprimiendo todo el dolor y la debilidad de su cuerpo dejó que sus ojos cambiaran hasta que su iris se perdió dentro de ellos.
-Suéltame- ordenó con los dientes apretados rezando porque funcionara.
Después de que había tomado la sangre tanto de Dante como de Lucian su cuerpo se había considerablemente más fuerte. Tal vez ahora podía lograrlo.
Para su sorpresa la mano en su nuca aligeró el agarre más no lo soltó.
-Ca...Cállate- Sylas gruñó y lo golpeó contra el suelo otra vez como si quisiera enterrarlo dejándolo mareado por el impacto- No utilices tus trucos conmigo Lukyan, no te funcionarán-
Las manos del lobo esta vez más rudamente se dirigieron a la parte de arriba de la ropa y la desgarraron mostrando su espalda. Él jadeó al verse tan indefenso y por primera vez en años sus ojos se llenaron de lágrimas.
Antes, esto era todo lo que conocía. Ahora que había estado con Dante y experimentado lo suave y delicioso que un amante puede tratar su cuerpo. Que fuera expuesto de esa forma era tan repulsivo que se asqueaba de sí mismo, sobre todo por estar tan débil. Si estuviera en todas sus facultades no cedería tan fácilmente.
Sylas lamió la curva de su espalda, saboreando su piel.
-Delicioso. Nadie debe tocar esta carne además de mí, siempre lo he dicho, eres perfecto, la sola idea de que otros te miraran me volvía loco-
Su lengua continuaba su recorrido hasta que se detuvo en algo presente en la nuca ahora descubierta. Un gruñido la hizo temblar.
-Lukyan ¿qué demonios es esto?- apretó al zona donde la profunda marca de Dante era visible haciéndole gritar -¿Por qué estás marcado?-
A pesar de su estado él bufó complacido. El muy imbécil no tenía notificado que se había unido en cuerpo y alma a su mayor enemigo y mediante la marca pertenecía solo a él.
-Con razón Laira te llama puta, le abres las piernas a cualquiera- sus palabras salían como ácido de su boca.
Se levantó de él dándole un respiro para agarrarlo por el cabello y llevarlo de regreso hacia donde estaban los otros. Ryan y Laira se levantaron cuando los vieron llegar. El lobo lo arrojó bruscamente al suelo como si él fuera un muñeco de trapo.
Sylas se acercó a Ryan y lo agarró de la ropa. Le estampó el puño en el medio del rostro rompiéndole la nariz.
-Ni siquiera puedes hacer algo bien- le gruñó al lobo que yacía en el piso sosteniéndose la cara sangrante- No me dijiste que él había sido marcado, imbécil, bueno para nada- golpeó su estómago con el pie haciéndole soltar un gemido y doblarse del dolor.
Laira retrocedió al no estar acostumbrada a ver a su padre ni tan molesto, ni tan violento. Nunca se había comportado de esa manera delante de nadie.
-Agárralo, no dejes que escape- el alfa le rugió al soldado que estaba a cargo de controlar a Lukyan y este lo tomó de los hombros enderezándolo. El omega ni siquiera hizo un esfuerzo de luchar, estaba sumamente débil como para entablar una pelea.
-Ya veo como son las cosas, así que me traicionas- su antiguo esposo le dijo- Pero no te preocupes mi hermoso esposo, que estés marcado no quiere decir que no me puedas pertenecer- se rio y todo color abandonó el rostro de Lukyan previendo lo peor- Hay un método para desaparecer la marca que tienes, cuando te muerda-
-Papá- Laira se abstuvo de hacer un berrinche y solo estaba quieta a un lado temblando ligeramente- Acaso no dijiste que lo matarías y me convertirías a mí en reina-
Los ojos vidriosos se giraron hacia ella recorriéndola de arriba abajo. Su sonrisa paralizó por completo a su hija.
-Quería esperar a que cumplieras tus primeros 100 años, así me serías de más utilidad, pero al menos me servirás por el momento- se acercó tocándole la mejilla con la punta de los dedos.
-¿A qué te refieres papá?- su voz temblaba.
-No lo sabes, mi hermosa hija. Si devoras el cuerpo de tus hijos con una edad necesarias absorberás su energía y te volverás más fuerte- vio como ella abría más sus ojos- ¿Por qué crees que tuve tantos hijos? Todos se estaban preparando para ser deliciosos bocados y fuente de energía y poder- mostró todos sus dientes sobre todo sus colmillos.
Laira, aterrorizada, se giró y comenzó a correr, pero eso solo alentó a que la bestia interior de Sylas saliera a la luz. Convirtiéndose en una bestia le dio caza cayendo sobre su pequeño cuerpo y lo desgarró poco a poco sin compasión. Fue tan rápido que a nadie le dio tiempo a reaccionar.
-Mamá, sálvame- lloró la cachorra pidiéndola ayuda a Lukyan, antes de que sus ojos se volvieran completamente sin vida. Pero su madre, por más que se sacudía, no podía salir del agarre de aquel lobo. Su relación con ella era la peor que se podía tener, aun así, ver a tu hija ser devorada de esa manera dejaba a un lado todos esos aspectos.
Solo cuando Sylas levantó el morro todo ensangrentado, dejando debajo de él un mar de sangre y apenas rastro de los huesos entre la ropa, Lukyan pudo sentir un vacío devastador. Uno tan profundo que le hizo caer hacia adelante con lágrimas silenciosa cayendo de sus ojos en estado de shock. Su hija estaba muerta y con él una parte de su alma había sido también consumida.
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