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Ser feliz a su lado

Lukyan ahogó un grito en la almohada mientras su cuerpo se sacudía y explotaba en un orgasmo donde solo se pudo mantener en el lugar gracias a las manos de Dante enterradas en su cadera. Podía jurar que las uñas de este se incrustaban en su sensible piel. El semen salió de su miembro mucho más pequeño que el del alfa derramándose sobre la sábana debajo de él.

Oyó a su esposo gruñir sobre él y supo que había llegado el momento. Corrió la cabeza a un lado dejando a la vista su nuca desprotegida. Al igual que sentía como el nudo se extendía de manera dolorosa y sofocante en su interior, un par de colmillos rompieron la piel de su cuello y las llamas recorrieron todo su cuerpo. Se quemaba por dentro y no podía hacer nada para detenerlo.

Apretó sus dedos, sus ojos estaban cerrados con fuerza. Las sensaciones que la atravesaban eran abrumadoras y le hicieron recordar el dolor de la cicatriz en su mano, pero esta vez era diferente. Todo había sido diferente a su primera vez.

Dante no había perdido el control y para muestra de ello su cuerpo sudado mostrando toda la tensión y el autocontrol que había tenido, para no ser violento durante todo acto sexual. Agradecía internamente su esfuerzo, era bien conocido lo intenso de este primer momento y él había mantenido la cordura y lo había sostenido a él también.

En cuanto a la mordida sentía como la sangre que no entraba en la boca del alfa se desplazaba en finas gotas por su cuello, y que ahora empezaba a dejar de doler para sentirse más como una presión. De aquella que atacaban la parte baja del vientre cuando se excitaban.

Esa primera ocasión en que fue mordida maldijo hasta a su familia. El dolor había sido terrible sin mencionar que la consumación fue extremadamente violenta. No recordaba bien, pero al despertarse tenía no muy agradables marcas en todo el cuerpo y su interior ardía y mucho.

Se removió y el nudo en su interior hizo presión haciéndole soltar un gemido de incomodidad. Maldijo a Dante, por ser tan grande incluyendo el nudo que los tendría unidos por un largo rato. El lobo sobre él gruñó pegado a su piel en protesta. A él no era el única que le dolía aquello. El nudo los ponía muy sensibles en ciertas partes. Sus grandes manos aún se mantenían en sus caderas aunque le daban masajes a la piel magullada.

Lukyan se terminó de acostar arrastrando a Dante sobre él, aunque no supo cómo este se acomodó de tal forma que su peso no lo aplastaba. Algo muy fácil considerando sus tamaños y masas musculares. Entonces la Odisea empezó.

El omega gritó nuevamente cuando un latigazo azotó todo su cuerpo haciendo que el alfa se despegara de su cuerpo con el movimiento brusco de él. Un orgasmo más fuerte que el inicial lo azotó haciendo que viera diminutas luces blancas ante sus ojos y su cabeza cayera sobre la almohada con la respiración agitada y temblando hasta donde no se podía.

-Tranquilo- Dante apartó el cabello de su rostro tras limpiarse el hilo de sangre alrededor de sus labios.

El sabor de la sangre de Lukyan solo hizo que el nudo se volviera más rígido. Sabía delicioso. Miró la marca sobre la nuca y tuvo que reconocer que se le había ido un poco la mano enterrando los colmillos. Era realmente profunda y se seguro quedaría una muy marcada cicatriz. Mejor así. Lukyan ahora era de él y quería que todos lo supieran.

Lukyan se volvió a agitar. Aquel era el tercer orgasmo. Un gemido salió de sus labios del alfa desplazándolos por el omoplato lamiendo algunas gotas de sudor. Volvió a acariciar su cadera donde los músculos estaban tensos. Se preocupó. Conociéndose estarían enlazados posiblemente una hora entera. Esperaba que él pudiera aguantarlo.

Los minutos comenzaron a pasar y con ellos los espasmos de Lukyan continuaban, incluso más que si hubiera sido un lobo normal. Dante frunció el ceño. La naturaleza omega debía estar influenciando ese comportamiento. A esa altura, casi cuarenta minutos después el olor de él se sentía desde adentro, más su nudo no cedía y Lukyan parecía una bola de temblores debajo de él.

-Ya no más- gimió lastimeramente entre sollozos rompiéndole el corazón a Dante- Haz que se detenga-

El alfa se inclinó y besó su sien sintiéndose una mierda por no poder hacer nada más que esperar y consolarlo durante ese tiempo.

-Sopórtalo un poco más hermoso, ya está terminando- sonaba duro para el mismo.

Verlo temblar y tan exhausta era doloroso incluso para él y lo peor es que sabía que faltaba. Suspiró mientras sobaba los brazos tensos de apretar las sábanas. Después masajeó como pudo su espalda y su cintura.

Los minutos volvieron a pasar y Lukyan no tenía fuerza ni para gritar apenas. Solo cerraba sus ojos empapados en lágrimas mientras otro orgasmo lo volvía a recorrer, quizás menos intenso que antes, pero igual de estresante. Ya no podía más. Sentía cada parte de él entumecida. Al menos las caricias de Dante habían ayudado algo, pero sabía que necesitaría al menos dos días para recuperarse.

Al fin, después de una tortuosa hora el nudo comenzó a ceder y suavemente Dante se retiró con delicadeza no impidiendo que esta gimiera. A Lukyan la liberación le supo a gloria y suspiró después con alivio. Nadie lo había preparado para aquello y la teoría no era muy práctica que digamos.

Sentía su estómago llego de la corrida de su actual esposo y compañero, era incómodo, pero apenas si podía replicar por esto. Además de cierta forma era algo extraño y que no le daba repulsión.

-¿Cómo estás?- Dante sobó su cabeza levemente. Parecía cansado, no tanto como él pero no escapaba de su dosis.

El omega lo miró por el rabillo del ojo y sonrió como puso.

-Se sintió bien- no mentía. A pesar de toda la fatiga tenía que reconocer que estaba más allá de lo satisfecho.

Dante le devolvió la sonrisa y besó su mejilla.

-Descansa, yo me encargo del resto-

Y sin pensárselo mucho Lukyan cerró sus ojos y cayó dormido al momento sabiendo que estaba en buenas manos. No sintió ni asco ni miedo al estar ahora atado a alguien. Por primera vez estuvo contento de tener a un lobo a su lado.

Lo había decidido. Se permitiría ser feliz a su lado... sino había inconvenientes. 

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