Lukyan miraba, sin poder enfocar de Lucian al lobo y viceversa, con rostro incrédulo.

-¿Estás jugando conmigo?- el lobo enarcó una ceja ante el volumen alto de la voz de él- Si me dijeron que él había desaparecido.

Lucian soltó un bufido y alzó los hombros con desinterés.

-¿Cómo crees que quedaría mi reputación si la noticia que mi hermano enloqueció saliera a la luz? -respondió con ironía, apelando a la inteligencia del omega.

-No estás siendo sincero- Lukyan sintió que detrás de aquellas palabras se escondía algo más. Detrás de esa coraza que había construido, ese lobo albergaba una verdad que no quería revelar. Aun así no creía ser capaz de ayudarlo a esa altura de la locura.

Los lobos cuando llegaban a la locura solo tenían una opción, ser aniquilados por alguien más fuerte, casi siempre era el alfa al que se le destinaba esta tarea. Los únicos que podían revertir la demencia o ayudar a otros eran los omegas, uno tan fuerte como él.

El lobo volvió a gruñir y comenzó a avanzar hacia ellos.

-Lo dejo en tus manos- apretó su hombro y le dijo al oído- Espero buenos resultados -susurró confiado.

Lukyan tragó en seco y giró su rostro hacia animal. Supo que había palidecido. Un paso en falso y podría morir, el limitante de un lobo no estaba presente con la locura; cerraría su boca y desgarraría todo lo que estaba delante. Él lo había experimentado en carne propia.

Avanzó cautelosamente hacia el lobo y se concentró dejando escapar un ligero aroma, dirigiéndolo al animal, pero este no se detuvo. Vacilando y en alerta se arrodilló y enfocó más su atención en la bestia. Comenzó a decir palabras tranquilizadoras. Lo sintió caminar más lento y tambalearse. Parecía surtir efecto. Aun cuando había sido capaz de hacer volver a los machos de su manada, ellos no habían estado tanto tiempo en la locura, muy contrario a esta Ellar.

-Ven- lo llamó, necesitaría utilizar el contacto para adentrarse en su conciencia- Ven-

El deteriorado lobo caminó algunos pasos y de pronto levantó la cabeza. A Lukyan no le dio tiempo a reaccionar. El animal se había movido muy rápido y ahora se encontraba envolviendo con sus dientes, todo el antebrazo del omega.

Lukyan soltó un gemido de dolor al sentir como la carne se rompía llegando hasta el hueso y al agresor sacudirse, desgarró más la piel. En medio del daño alzó la pierna y logró golpear el abdomen del animal y lanzarlo hacia una esquina. Su intento de calmarlo no había funcionado.

-Demonios- oyó a Lucian correr hacia él y ponerse delante.

La puerta se abrió de golpe y un lobo demasiado alto y con el cabello rubio con corte militar apareció frunciendo el ceño.

-Kier, sácalo de aquí- su alfa le gritó mientras gruñía al animal que volvía a ponerse de pie listo para atacar, aunque sus movimientos se habían vuelto más lentos.

Por un momento Lukyan creyó divisar un cambio en el brillo que salía de sus ojos, antes de ser cargado como si no pesara nada y sacado del lugar. El tal Kier lo llevó a la habitación donde había despertado primeramente y poniéndolo sobre la cama se quedó parado frente a él sin hacer nada más. El omega apretaba los labios conteniendo un grito de dolor al mover el brazo desgarrado y que en su estado actual le tomaría algo de tiempo recuperarse. Giró su rostro hacia los lados buscando algo para contener el sangrado, sin mucho éxito, no conocía nada de ese lugar y mientras más lejos estaban los objetos, más difusos se volvían.

-¿Puedes alcanzarme alguna tela?- le pidió amablemente- Tengo que detener el sangrado.

-El alfa Lucian solo me ordenó sacarte de allí -respondió sombrío.

¡En serio! ¡No podía creerlo! Otro tipo como Falco. Con uno era más que suficiente. No importaba. Lo buscaría él mismo. Arrastró la mano por la sábana que cubría la cama hasta hallar una doblada en una esquina, la tomó y se dio cuenta de que era pesada.

-¿Podrías al menos ayudarme a cortar un pedazo de esta? Si sigo así moriré y no considero que a tu alfa le guste eso- si había que jugar sucio, jugaría sucio.

El lobo bajó la mirada y apretando las cejas cogió bruscamente la tela poniendo, después, en su mano, un pedazo considerable. Lukyan con dificultad lo enroscó en su brazo y apretó, soltando un gemido de dolor y tambaleándose aun sentado, teniendo que sostenerse. En todo ese tiempo el lobo solo lo miraba. ¡Increíble!

-¿Te gusta ver a las personas sufrir?- Lukyan comenzaba a molestarse, no se podía tener tan poca sensibilidad de tener a alguien herido delante y apenas ayudarlo.

-Kier, sal- la puerta se abrió y Lucian apareció sin camisa y con los pantalones mal puestos, parecía que se había medio vestido por el camino.

El lobo asintió con la cabeza y dejó la habitación tan rápido como recibió la orden.

-Es mi beta, no habla mucho con los extraños -trató de justificarlo.

-Sí, ya me di cuenta- dijo Lukyan con ironía para después chasquear la lengua cuando su brazo volvió a palpitar- Maldita sea, las heridas me persiguen -estaba hastiado de sentir dolor todo el tiempo.

Lucian caminó hacia él y agarró su codo alzando el miembro envuelto con la tela ya muy manchada. Sin escuchar las protestas del lobo la retiró y miró fijamente la piel mordida y sangrante.

-Suéltame Lucian, no me siento bien -la falta de sangre ya le estaba afectando.

El lobo hizo oído omiso y con su mano libre lo empujó hasta que él cayó sobre la cama con apenas fuerzas.

-¿Qué haces?- el cuerpo estructurado y definido se inclinó hacia él.

Lucian rompió la tela donde estaba la herida con los dientes.

-Cállate, te daré un servicio que es todo un privilegio, pero si te mueves te dolerá más -habló con una rara mezcla de autoridad y orgullo propio.

-¿A qué te refieres?- se tensó recordando lo que hacían los machos cuando había un lobo indefenso y ellos llevaban poca ropa.

Pero no pudo continuar al sentir la lengua de Lucian sobre su piel magullada y él escucharse dar un grito, tanto de sorpresa como de dolor. El lobo se subió sobre él sin recargar su peso y continuó el recorrido por cada herida. Lukyan intentaba mantenerse quieto, pero los azotes de malestar se multiplicaban con cada movimiento del alfa.

-Lucian- intentó llamarlo para que se detuviera, aun así él no le hizo caso.

Como mismo los omegas tenían sus sorpresas, él también albergaba más de un secreto, uno de ellos era la capacidad de curar rápidamente las heridas a partir de su saliva. Aunque este era un proceso siempre tortuoso para el paciente y que no se podía interrumpir, si quería que se curara completamente. Su pecho se apretó cuando lo oyó sollozar. Sabía que le debía estaba doliendo como el infierno mas esperaba que soportara, no podía dejarlo de esta manera y menos ahora, lo necesitaba.

Cuando el séptimo minuto se cumplió Lukyan cayó desfallecido sobre la cama, la respiración apenas salía de sus pulmones y su rostro estaba húmedo por las lágrimas que hacía rato habían dejado de correr. Lucian se incorporó y lo observó por unos minutos, pasando la mano por su frente retirando los cabellos que se habían pegado en él. Estaba satisfecho con su labor. La piel nueva estaba alrededor de su brazo y dentro de unas horas las cicatrices desaparecerían.

Se sentó a su lado y palmeó su muslo.

-Por hoy te dejaré descansar, mañana volveremos otra vez a ver a mi hermano- se levantó, pero la voz de Lukyan lo detuvo.

-Ocultaste a tu hermano para que no lo mataran- sonaba cansado, aun así su afirmación no perdía validez- Incluso si era en contra de las leyes, tú tampoco eres inocente -condenó recordando los ataques verbales y la sentencia que decretó en su contra.

-No sé si es bueno que seas tan inteligente Lukyan - bufó caminando hacia la puerta- Soy un miembro importante del Consejo, nada puede ensuciar mi imagen, mi hermano entró en la locura cuando su esposo lo traicionó y lo intentó matar. Solo pude encerrarlo y ocultarlo - agarró el borde de la puerta antes de cerrarla- Acaso puedes imaginar lo que se siente tener que asesinar a tu propia sangre -la interrogante quedó en el aire.