Reencuentro
Lukyan estaba muy tranquilo. Demasiado tranquilo para el gusto y preocupación de Lucian. No había tocado los alimentos que habían sido llevados a su habitación y tampoco había indicios de fuga. El alfa daba toques con su dedo encima de la mesa, signo inequívoco de inquietud, mirando a su beta.
-¿Y?- preguntó a su beta que se mantenía parado al otro lado con las manos en su espalda.
-No ha hablado, se mantiene sentado en su cama sin nada más que mirar al vacío.
Mirar al vacío era algo que de seguro hacía, pensó Lucian, era del conocimiento público la dificultad que poseía en sus ojos. Pero algo más, necesitaba algo más. Estaba seguro de que él no se quedaría con los brazos cruzados, mientras lo tenía prestado, como decía él.
Se levantó de su asiento con tanto impulso que lo tumbó. No podía dilatar tampoco la razón del porqué lo tenía allí. Ya hacía dos días que lo había traído y de seguro se habían dado cuenta en la Manada de Plata de su ausencia, y la de él.
Por el momento, no le preocupaba, no hasta el próximo día. Dante debía estarse recuperando de su celo y nadie se movería sin su permiso o entraría en sus tierras sin su líder a la cabeza. Cualquiera que lo hiciera podía perder más de una pata. Igual, solo le quedaban horas para que el omega hiciera su magia con su pequeño hermano y lo trajera de vuelta o se vería obligado a...
Caminó por el pasillo sacudiendo la cabeza. No debía pensar eso ahora. La presión en su pecho lo empezó a asfixiar y se tuvo que detener. Ellar era la única familia que le quedaba, no podía permitirse perderlo; no importaba lo que tuviera que hacer, incluso entregar su vida por él. Inhaló profundo y retomó su marcha segundos más tarde.
Sin pedir permiso abrió la puerta de la habitación donde tenía a Lukyan. Efectivamente, estaba allí, sentado con las piernas cruzadas sobre la cama y uno de sus dedos doblados sobre los labios como si estuviera reflexionando sobre la vida. Ni siquiera giró su rostro cuando Lucian entró y cerró la puerta con seguro. El olor de la comida, aún caliente lo hizo mirar a la mesa y frunció el ceño.
-No has comido nada -cuestionó molesto. La idea no era que muriera de hambre, sino que resolviera el problema de su hermano.
-Cállate- le respondió él en un murmullo, aun sin inmutarse.
Aquella simple palabra le hizo palpitar una vena en la sien al alfa. Ni siquiera sus padres cuando era cachorro lo habían mandado a callar.
-Lukyan - pronunció su nombre con los dientes apretados, pero sin moverse del lugar, ese lobo podía sacar de quicio sin quererlo.
Al parecer su tono lo hizo reaccionar, pues se enderezó y bajó la mano suavemente hacia su regazo.
-Acaso, no quieres que ayude a tu hermano, así que cállate, no puedo pensar con tanto ruido, tu gente se la ha pasado todo el tiempo entra y sale y no puedo concentrarme -le habló rudo.
-¿En qué tienes que pensar?- Lucian respiró profundo y se acercó más relajado sentándose en el borde de la cama, a un metro de él y cruzando las piernas- Tu poder no funcionó a la primera, solo tiene que volverlo a intentar -instó al omega.
Lo vio mover uno de sus pies con impaciencia y apretarse el puente de la nariz. Se estaba molestando.
-Mi poder como lo llamas tú, nunca había fallado a la primera, incluso pude hacer que todos los machos de mi manada volvieran a ser lúcidos. No es que no entienda por qué no funcionó con tu hermano, es que apenas si le hizo efecto, incluso cuando usé toda mi concentración.
Lucian parecía decepcionado, pero lo disimuló poniendo el rostro de autosuficiencia con que siempre lograba todos sus objetivos.
-Vuelve a intentarlo -ordenó, disimulando la preocupación.
-Será el mismo resultado -no se inmutó con el tono autoritario del alfa.
-Tenemos un trato -recordó, manteniendo el tono intimidatorio.
Aquella discusión parecía no tener a donde llegar y él tenía respuesta para cada una de sus frases. El alfa apretó sus puños y le dio la espalda, acercándose a la mesa y tomando el plato de comida y se lo llevó.
-Come- le ordenó poniéndoselo delante- Necesitarás fuerza.
-¿Estás preocupado por mí?- él alzó una ceja, incrédulo. No sabía que había pasado en el tiempo que él había estado allí, sin embargo, de una cosa estaba seguro, le había perdido el miedo al macho alfa.
El alfa se inclinó hasta dejar su rostro a su misma altura.
-Ni te emociones hermoso, lo único que me importa es que tu cuerpo esté lo suficientemente fuerte para que ayudes a mi hermano, lo demás me es indiferente -aclaró, temiendo confusiones que complicaran la ya muy difícil relación con Dante.
Lukyan no movió ni un músculo del rostro, aunque por dentro tragó un bufido. La ventaja de no poder ver era que podías percibir más allá de lo normal. El lobo no era sincero. Ocultaba sus emociones y las heridas internas tras sus agresivas palabras, pero él había podido ver sobre de eso. Tal vez, en un futuro lejano podrían hablar y no como enemigos.
-Cómetelo todo- Lucian dejó el plato sobre sus piernas- Perdiste mucha sangre y no quiero que mi hermano se sienta culpable, cuando colapses en medio de tu tarea- continuaba dando órdenes a diestra y siniestra para disimular la inquietud que aprisionaba su pecho.
-¿Sangre?- repitió él-¡Sangre!- esta vez lo gritó.
Apartó el plato dejándolo sobre la cama y agarró la parte delantera de la camisa de Lucian para mantenerse en pie, pues sus rodillas estaban inestables de mantener la misma posición durante tanto tiempo.
-¿Por qué no me di cuenta de eso antes?- lo sacudió levemente y él sin comprender el cambio de ánimo, solo lo sujetaba de los codos, ayudándolo a estabilizarse.
Le iba a responder cuando la puerta fue abierta con tanto fuerza que se agrietó al tocar la pared. Un lobo colosal de oscuro pelaje y porte claramente agresivo mostraba sus colmillos tras largas bocanadas de aire. Entró caminando lentamente hacia ellos, mientras cambiaba violentamente de forma. La tensión en la habitación se podía sentir opresiva y hostil.
-Vaya, Dante, apareciste bastante rápido ¿no deberías estar recuperándote?- Lucian bromeó, separándose y poniendo distancia entre el omega y él. Seguro que la imagen que había visto lobo no le había gustado nada, incluyendo otras cosas.
Dante ya en su forma humana, totalmente desnudo y con su cabello alborotado se puso delante de Lukyan tomando su mano con cuidado. Sus garras y colmillos aún se negaban a retraerse, lo peor es que se notaba al borde del colapso.
-No deberías haber salido en esa condición, tu celo es demasiado intenso, debes estar sumamente agotado- nadie mejor que Lucian sabía del estado en que estaba su contrario, que estuviera consiente era ya un milagro.
Durante el celo todos los sentidos se intensificaban tanto que dolía. Sus músculos se tensaban hasta el punto que podían desgarrarse y las ganas de aparearse los podían enloquecer, debido a que su naturaleza los ordenaba a procrear cachorros. En el caso de Dante era diferente, se negaba a lastimar a una loba debido al nivel de violencia que los machos podían alcanzar en el celo. Su condición, al pasar ese período, resultaba desgastante y devastadora. Incluso era sabido que había momentos en que los machos necesitaban más de un día para recuperarse y este parecía ser el caso.
Lucian estimó que había terminado su celo solo hacía unas horas, por su olor y que apenas se había enterado del asunto había salido en dirección a su manada. Si hubiera esperado un día más, el mismo lo habría llevado, pero el lobo era demasiado posesivo con sus cosas, por no decir obstinado. Previendo lo peor había ordenado que si lo veían venir, le dejaran el paso libre. No quería una disputa, pues eso solo dejaría a la luz su secreto.
-Lucian- gruñó grave soltando casi todo el aire de sus pulmones- Esta vez no te lo dejaré pasar -amenazó con voz de trueno.
-No me parece que estés en condiciones- el pelirrojo utilizó la broma para relajar el ambiente. Sabía que una pelea entre los dos sería fatal para ambos. Las leyes no lo permitían.
Por su parte Lukyan podía oír los latidos desenfrenados de su actual prometido y sentir la palma fría y temblorosa que lo sostenía contra su espalda. Tragó en seco y bajó la cabeza. Dante no se veía nada bien y aun así había ido a buscarlo, enfrentándose a toda una manada, eso no se lo esperaba. Sonrió levemente mientras sus propios latidos también se intensificaban. Se puso al lado de Dante y tocó su antebrazo, sintiendo la piel igual de fría y sudorosa bajo sus dedos.
-Dante, cálmate, estoy bien- le dijo con palabras suaves –Déjame terminar un asunto que tengo aquí y volvemos-lo instó a calmarse.
Pero el alfa no pareció escucharlo. Apretó su mano y lo miró. Sus ojos lo miraron con tanta intensidad que lo hicieron recordar lo que había pasado en su último encuentro; aunque se contuvo de separarse de él, eso podía empeorar las cosas, así que aguantaría.
-Nos vamos ahora- sus palabras fueron firmes.
-Me parece que eso no va a ser posible- el tono de Lucian había cambiado.
Ambos lobos gruñeron y Lukyan, esta vez perdió la paciencia. Agitó la mano y se soltó de Dante.
-Ya que no escuchan cuando yo hablo, los dejaré para que atiendan sus propios problemas sin mí, yo tengo cosas más importantes que hacer- se dio media vuelta y caminó hacia la salida.
Ambos se quedaron viéndolo con rostros conmocionados.
-¿Estás seguro de que él es a la que quieres como tu reina?- Lucian lo señaló con el dedo bufando; recibiendo un gruñido por parte de Dante que se tambaleó ligeramente- Te veo perdiendo tu posición de alfa -dijo con convicción el lobo escarlata.
Y lo siguió, sabiendo exactamente a donde se dirigía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro