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Parte de mi manada

-Tus hijos hicieron un trato conmigo- eso le llamó la atención, era bueno para saber cuándo algo malo venía en camino- Es sorprendente lo que puede hacer la desesperación –la voz del alfa era pausada. No quería otro ataque. Tenía que elegir las palabras con tacto.

El omega respiró profundo.

-La liberación tuya y de tu manada, a cambio de ti-recalcó la última parte

Lukyan sacudió la cabeza. No podía creer lo que acababa de ocurrir. Dante intentaba tener tacto, algo que no congeniaba con él, decir las cosas de frente le era más fácil.

-En resumen. Tú eres mío ahora -concluyó observándolo fijamente, no quería sorpresas.

Lukyan no movió un músculo. Sabía que todo aquello no podía ser tan fácil. Su manada libre, sus hijos seguros, ¿sin nada a cambio? Era joven, más no iluso para saber que todo se paga.

-¿Qué quieres de mí?- luchar contra él no era una opción cuando sus hijos estaban a pocas puertas de allí bajo la tutela de aquel lobo. Además sabía lo fuerte e imponente que podía ser. Tenía vagos recuerdos de cuando dejó volar su lado más salvaje. El peso potente sobre él aún picaba en su espalda.

-En un principio me fascinó la idea de que llevaras mi descendencia- ¡típico! Sabía que diría eso, los omegas eran pocos y tan cotizados que daba asco lo venerados que eran en ese sentido- Aunque ahora no sé. Edgar me dijo que la posibilidad de que quedaras estéril era superior al 80%, por lo que ahora mismo, no está claro qué hacer contigo -lo sorprendió su honestidad.

Vio a el lobo pequeño llevarse la mano al vientre y sus ojos ponerse rojos sin una lágrima, mientras apretaba los labios.

Lukyan sintió como un balde de agua fría caía sobre él. Sus entrañas, que habían cargado con casi seis cachorros contando el fallecido ya no sería capaz de traer nada más al mundo. No es que quisiera más hijos, pero ser un omega y estéril solo significaba una cosa.

Dante vio el pánico formarse en sus orbes y se acercó a él tomándolo de la nuca y acercándolo hacia él. Sus rostros quedaron uno frente al otro. Lo sintió tensarse bajo su tacto debido a lo ocurrido hacia unos minutos y amasó la punta de su columna para tranquilizarlo. No se arriesgaría a que volviera a perder el control

-No soy como tu esposo- dijo bajo, aun así él podía oírlo algo lejano -No abandono a nadie a su suerte. No mato sin razón aparente y aunque ya no seas de utilidad- acercó sus labios al oído de él- Ahora formas partes de mi manada -tranquilizó con seguridad.

***

La puerta se cerró cuando Dante decidió dejarlo solo y Lukyan creyó que volvía a respirar. Algunas lágrimas furtivas comenzaron a rodar por sus mejillas. Él atrapó una entre sus pulgares y la deshizo entre sus dedos, preguntándose si alguna vez tendría la oportunidad de ser feliz.

Tomó una profunda respiración tomando control de sí mismo, aquella era otra prueba más que la vida le ponía. Solo debía pensar en el futuro de sus hijos y en el bien de la manada, mientras tuviera eso no importaba cuánto tendría que soportar.

Se acarició la vieja marca de mordida en su mano y esta ardió al recordar hechos que le gustaría esconder en lo más profundo de su ser, mejor ahí sin efecto, que en su nuca condenándolo. No le deseaba su pasado ni al mismo Sylas. Si solo nunca hubiera aparecido en su vida, todo sería diferente.

Y ahora estaba este alfa, del que no sabía qué pensar. Sus palabras podían ser dagas que se clavasen en su ser, asustar e intimidar con su aspecto, pero sus acciones no se correspondían con sus actos. Decía que no, pero al final el destino siempre demostraba que todos estaban detrás de su útero fértil, tal vez ahora, ya no tanto.

Contra la voluntad de todo su cuerpo se movió en un intento de levantarse y caminar. ¿Cuándo había sido la última vez que había tenido esa libertad? Ya no recordaba. Las cadenas que lo aprisionaron en el cuello eran tan pesadas y cortas que sucumbía ante el dolor.

Puso un pie en el piso, luego otro y se corrió al borde de la cama no sin antes percatarse de las vendas en sus tobillos y las leves cicatrices que aún faltaban por desaparecer.

Tensó los músculos lo más que se permitió y se impulsó hacia delante, solo para caer de rodillas con un quejido de dolor. Sus piernas apenas eran capaces de mantener su peso. Golpeó el piso con el puño. Se odiaba por dejarse llevar a ese estado, pero de seguro, saldría de esa, airoso y con todo su orgullo, porque, aunque fuera omega, él era uno lobo.

-¿Se puede saber qué haces?-fastidio, molestia matizaban la simple interrogante.

El cuerpo de Lukyan se paralizó al oír aquella voz. No podía verlo y menos desde su posición, pero lo podía reconocer donde fuera. Aquel era el lobo que lo había agredido hacia unos días, sus recuerdos eran difusos y no recordaba la razón, sin embargo su olor hacia picar el lugar donde había estado la mordida.

Aquel lobo era el beta de esa manada.

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