No soy hermoso y lo sé
Ya sabía el nombre del lobo. Raro, extraño, poco común, con fortaleza, digno de la posición en la que había estado. Lukyan un nombre que se le daba a aquellos que no se doblegaban.
Pudo sentir su cuerpo temblar bajo sus dedos, aunque su semblante no cambio. Su expresión seria, con aquellos hermosos ojos violáceos totalmente neutros.
Había aprendido bien. Un líder de manada nunca podía mostrar sus emociones aunque se estuviera destruyendo por dentro. Eran el soporte de la manada, si ellos a desmoronaban, todos estaban condenados.
-Sylas hizo una buena elección en casarse contigo, lástima que no supo aprovecharte –Lukyan tragó en seco al oír el nombre de su esposo -No te preocupes por él. Lo tenemos confinado en una de nuestras celdas hasta que el Consejo decida futuro -no le dijo que él estaba más que dispuesto a ocuparse de ese futuro personalmente.
-Y...y la manada- dijo con dificultad. Una vez que sabía que sus hijos estaban a salvo, venía su segunda prioridad. Su otra familia.
Dante frunció el ceño recordando el estado de los lobos.
-Más adelante te diré los detalles, no estás en condiciones de saberlo -quería evitarle el sufrimiento del conocimiento de la verdad.
Lukyan se revolvió incómodo soltando un gruñido bajo.
-Ellos son mi manada- soltaba palabras una tras otra con esfuerzo -Quiero saber...qué ocurre con... ellos- un ataque de tos se hizo presente y el omega se llevó la mano al pecho para intentar aliviarlo. Sentía los pulmones apretarse y la garganta como si fuera el desierto mismo.
Dante suspiró cogiendo el vaso de agua que había sido olvidado en la mesita al lado de la cama. Tomó un sorbo grande y lo mantuvo sin tragarlo. Sostuvo la cabeza del lobo y lo atrajo hacia sí, uniendo sus labios mientras dejaba que el templado líquido bajara de su boca a la de él.
Pudo sentir las uñas enterradas en sus antebrazos y oír el sonido al tragar del omega. Abrió sus ojos para encontrarse los de él tan claros que se debatió consigo mismo. Le parecía increíble que no luchara contra él, que no formara una perreta porque lo estuviera tocando tan íntimamente, aunque su acción no tuviera ninguna connotación sexual. Solo se dejaba llevar por la corriente, sabiendo y analizando la situación y quién era más fuerte. Lo soltó dejando que el cuerpo menor terminara sus espasmos mientras lo miraba de reojo.
El contacto había sido extraño. Sus labios no eran ni ridículamente cerca a los suaves y delicados a los que estaba a acostumbrado y la impresión de que podía quebrar su simple cuerpo algo esquelético hacia despertar lentamente la parte salvaje dentro de él.
Se irguió mirándolo desde arriba, agarrándole otra vez de la barbilla al tiempo que una fina línea líquida aún permanecía al costado de sus labios. La limpió con el pulgar por puro instinto. Una pulsada interna lo estremeció. No debía volverse a arriesgar a hacer algo parecido, su celo estaba rayando y su mente animal era demasiado fuerte como para mantenerse cuerdo en ese período. Las consecuencias serían devastadoras y poco provechosas.
Admiró su rostro por algunos segundos, aun cuando su aspecto no era el más deseable. Su cabellera oscura estaba toda enredada a la altura de la cintura, tal vez más larga. Su rostro había ganado algunas libras, pero los pómulos aún eran muy marcados, estaba seguro que desparecerían en cuanto comenzara a consumir alimento. Lo que más le llamaba la atención era la intensidad con que lo miraba a él, la respuesta a su persona. Podría tenerle miedo, incluso así, se mantenía firme. No lo desafiaba, pero imponía su respeto. Y eso que solo era un omega. Los años en el poder y en la celda habían forjado aquel carácter inquebrantable ante cualquier lobo. ¡Él definitivamente era el correcto!
-Tu manada están bien. Los ubiqué en algunas de las casas que mi gente no usaba y algunas machos los tenemos encerrados- se detuvo estudiando su expresión preocupada- Algunos están fuera de control -le aclaró
Lukyan frunció el ceño mostrando una mueca que hasta él le dolió.
-Sabes, no eres hermoso- Dante le soltó con una calma tajante.
Eso era algo que Lukyan sabía. Los omegas en su mayoría tenían los atributos de belleza necesarios para cautivar a la que sería su pareja por largo tiempo. En cambio, él era menudo, y aunque solo tenía leves curvas a pesar de ser un macho estaban bien ubicadas, si bien en este momento necesitaría bastantes libras de más. En cuanto a su rostro, podía no ser la diva de la manada, pero tampoco era el menos atractivo. Él era simplemente normal. Problema del lobo si no estaba conforme con lo que tenía delante. Estaba cansado y agobiado de tanta testosterona desconsiderada a su alrededor.
Agitó el rostro intentando soltarse del agarre de Dante, pero él, no soltó su barbilla. Solo sonrió levemente.
-Tampoco eres débil- su voz se volvió más grave- Para ser un omega -lo provocó.
La piel de Lukyan se erizó y tragó sonoramente. El ambiente en la habitación se volvió pesado.
-Me pregunto qué haré contigo -dijo dubitativo el alfa.
Lo soltó al fin y se sentó en el borde de la cama. Lukyan retrocedió cautelosamente hasta golpearse con el espaldar.
El lobo era grande. No podía definirlo con detalles, pero su silueta difusa tapaba todo lo que estaba detrás de él.
Solo lo había visto una vez y él era prácticamente una cría, pero le era imposible olvidarlo. Alto, fuerte, musculoso, elegante, refinado y la lista podía seguir.
Su cabello oscuro largo parecía delicioso al tacto y aquellos ojos. Como la plata fundida. Serios, relucientes y cautivadores. En aquel momento se había quedado admirándolo los pocos segundos que lo había visto y de ahí se había esfumado de sus pensamientos. Con esa edad él apenas si conocía la G de la palabra gustar o la C de compromiso.
Que dichoso puede ser el destino de unirlos años más tarde ¡Qué maldito puede ser!
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