Lukyan
Diez días habían pasado cuando abrió sus ojos para encontrarse con una imagen distorsionada del cielo sobre él, superior y más visible que antes, pero aun así, sin ser definida. Su vista aún estaba muy dañada, aunque mejor.
Había murmullos a su alrededor, que no podía identificar qué decían y ese olor. De nuevo ese olor.
Más bien, esos olores, no era solo uno. Se incorporó de golpe sintiendo crujir cada hueso de su cuerpo y una oleada de dolor lo recorrió haciéndole perder la fuerza. Unos brazos rodearon su cintura y alguien se sentó tras él recargando así su espalda en el pecho amplio.
El aroma dulce que había sentido aquella vez llegó a su nariz y alzó la cabeza en un intento de divisar inútilmente quién era.
-Tranquila ma, no te esfuerces- Fallen acarició los brazos del pequeño lobo y besó la coronilla de la cabeza. Una felicidad innata lo invadía y la fragancia que desprendía hacia que quisiera estar a su lado todo el tiempo que pudiera.
-¿Ma, estás bien?- oyó otra voz y una figura difusa se paró ante él.
El lobo alzó la mano intentando tocarlo.
Axel la agarró y se sentó en el borde de la cama. Llevó los delgados dedos a su mejilla que empezaba a humedecerse y dejó que el débil calor acariciara su piel. Una sensación que disfrutó como ninguna.
-Axel, ma, soy Axel uno de tus cachorros- puso la otra mano en su rostro palpando, memorizando como era su hijo hasta sonreír.
Axel no pudo contener un sollozo y se abalanzó para abrazarse a su regazo tomándolo por sorpresa. El cachorro nunca había demostrado tal grado de emotividad por nadie. Quizás sí por sus hermanos más cercanos, pero su cuerpo ansiaba estar al lado de aquel desconocido que ahora era su madre, como el más primitivo sentimiento. Se removió satisfecho cuando la mano de su madre acarició su cabello revuelto.
-Y yo Sasha- la cama se hundió a su lado y el omega miró la silueta más pequeña que parecía saltar intranquilo llamando su atención.
Repitió el mismo procedimiento con su otro cachorro y volvió a sonreír, atrayéndolo hacia su pecho y enterrando su nariz en el pelo asimilando el aroma encantador de aquella personita.
Giró su rostro a Fallen que admiraba toda la escena emotiva de sus hermanos.
-Me llamo Fallen, ma- besó su sien y rodeó el delgado cuello con el brazo suavemente pegándolo más a él- Estoy feliz que estés bien- no era tan sentimental mas no era momento de hacerse el fuerte. Al igual que sus hermanos, una lágrima recorrió su mejilla mezclándose con la maraña de cabello oscuro del lobo omega, el que los había traído al mundo, su madre.
Tantos años en cautiverio, siendo amenazado, al fin su mayor felicidad se había cumplido. Volverse a reunir con sus hijos.
Después de interminables minutos los tres lo soltaron, aunque él se mantuvo recostado al soporte que le ofrecía el cuerpo de Fallen. Estaba aún demasiado débil.
-Tenemos dos hermanos más, pero por ciertas cuestiones no quisieron venir a verte- Axel empezó a hablar- Uno es Matías, es el mayor de todos nosotros- él sintió nostalgia recordando claramente su primera panza inflamada- Estuvo al cuidado de nuestro padre así que es mejor darle tiempo para que asimile la idea-eligió las palabras con cuidado, no quería herir a su madre con el rechazo de sus dos hermanos.
Él se lo imaginó.
-La otra es nuestra hermanita- había tenido una cachorrita, adoraba a las niñas- Su nombre es Laira. Está un poco renuente a la idea de que su madre esté vivo. El cambio ha sido muy fuerte para ella, por lo que al igual que nuestro hermano mayor es mejor esperar- continuó la referencia intentando justificar la actitud de su hermanita menor.
El omega se inclinó y tocó su mano. Sabía que su esposo debía haberles envenenado el cerebro a lo largo de todos los años. Sasha le trajo un vaso con agua y se la puso en las manos, acariciando después la piel.
-Ma, estas tan delgado -su tono era lastimero.
Él sonrió levemente intentando disipar la atmósfera de preocupación.
Los cuatro oyeron la puerta abrirse. El cuerpo del lobo se tensó e intentó correrse hacia atrás. Todas sus alarmas sonaban en su cabeza. Alfa. Las manos de Fallen lo detuvieron en su sitio.
-Cálmate ma, cálmate. No tengas miedo -trató de tranquilizarlo; aun recordaba con pavor el daño que se causó a sí mismo estando descontrolado.
Alfa, repetía él mentalmente con los dientes apretados y un temblor desagradable. Dante observó la escena familiar que había roto y de cierta forma se sintió abatido. Una familia propia era algo que quería hacía mucho y sus esperanzas cada vez estaba más lejana, pero mirándolo de otra forma había ganado una, no de su sangre pero si bajo su cuidado.
-Cachorros tengo cosas que hablar con su madre, necesito privacidad-pidió con tolerancia.
Los tres hermanos se negaron mirándose entre ellos. No tenían intención de dejarlo solo ahora que podían estar junto. Grave error, el olor de Dante se hizo más potente en la habitación y los cuatro se pusieron tensos. Fallen enredó un brazo en la cintura de su madre y lo empezó a correr hacia atrás mientras se ponía a su lado.
-Dije que salgan- dijo Dante calmado, pero con voz grave, imponente, no acostumbraba a gritar y no sería la primera vez que lo hiciera.
Axel y Sasha muy a su pesar, se levantaron de la cama y pasaron por al lado del lobo.
-No se preocupen no le haré nada, solo necesito que conozca la situación antes que algo vuelva a ocurrir- recalcó la última parte en recordatorio al ataque sobre su cuerpo.
Fallen desenredó los brazos de él cuando Dante arqueó una ceja; esperando que acabara de obedecer.
-Ma, él es Dante- creyó necesarias las presentaciones- Puedes estar seguro, no te tocará, fue el alfa que con su manada nos ayudó a rescatarte y te ha estado cuidando hasta ahora -usó mucho tacto al referirse al líder, la actitud de su madre era de intolerancia total.
Aun así lo vio apretar el borde de la sábana hasta que los nudillos se pusieron blancos, pero asintió con la cabeza y le sonrió para dar a entender que comprendía.
-Estaré aquí cerca- Fallen, muy a su pesar, dio media vuelta y se detuvo delante del alfa que le sacaba varios centímetros.
-Ya no soy un cachorro, y no dudaré en defenderla si algo ocurre.
Dante no se inmutó con sus palabras. Dio dos pasos y se puso tan cerca que Fallen podía escuchar su respiración.
-Y yo espero no tener que recordar a quiénes ustedes pertenecen ahora- casi fue un murmullo que le heló la sangre al menor- Tus hermanos te esperan -lo exhortó a marcharse.
Cuando la puerta fue cerrada Dante estudió al lobo demacrado sentado en la cama, que después de varios días y constantes dosis de sangre ya no parecía un muerto viviente. Se acercó y olió su miedo en el aire.
Después de casi matarlo, le tenía miedo, ironías de la vida.
Se puso al lado de la cama y le tomó la barbilla entre los dedos y la levantó para chocar con unos hermosos ojos violáceos con un iris difuso. Una lástima. Edgar había mencionado que sus sentidos demorarían un poco más en recuperarse del todo, o casi todo.
-Antes que nada, quiero saber tu nombre -estaba acostumbrado a ser obedecido.
La piel de él la sentía fría y el tragar seco movió los músculos de la garganta.
-No te golpearé ni te someteré, no soy tu esposo, pero soy el nuevo alfa de tu manada, así que demando saber tu nombre- hablaba pausado y sin agresividad. La obediencia no era el fuerte del omega y lo ponía a prueba todo el maldito tiempo. ¡Paciencia!
Los labios del menor temblaron y se separaron soltando el primer ápice de aire.
-Lu…Luky- Dante esperó a que él pudiera decirlo, no lo quería forzar. Los sonidos salían ásperos y entrecortados.
Pasó el dedo acariciando la piel demasiado suave en su barbilla. Una acción que se encontró disfrutando mientras esperaba que él pudiera hablar.
-Luky...Luk...yan -dijo con dificultad. Fueron muchos años sin apenas utilizar la palabra hablada, años los que pensó que iba a enloquecer sin hablar con nadie.
-Lukyan- Dante sonrió complacido- Hermoso nombre, para un omega-concluyó.
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